TEXTO: SOLEDAD IPARRAGUIRRE
Julio y Cristina se conocieron militando y estaban casados desde hacía más de cinco años. Tenían dos hijos; Camilo de tres años, y Miguel, de nueve meses. En la terminal de Retiro, donde él subiría a un micro con destino a Brasil para continuar viaje hacia Roma, Cristina le pidió una promesa. -Solo una cosa te pido. Si a mí me pasa algo, quiero que a los chicos te los lleves vos. Que no se queden con mi mamá ni tu mamá-. -Cris, hace tiempo estamos en la clandestinidad y no nos ha pasado nada-. -Ahora es distinto-.
Cristina fue secuestrada del departamento de la calle Warnes, adonde se había mudado junto a su cuñada Manuela Santucho, casi un mes después de que él dejara el país. El 13 de julio, una patota de hombres armados y de civil se las llevó junto a Alicia D Ambra, otra compañera de militancia, que se alojaba con ellas. Los represores dejaron a los dos hijos de Cristina, y a Diego, el hijo de Manuela. Cristina alcanzó a pedir a una vecina que le avisara a su mamá, Nélida Navajas.
"Cuando vuelvo el 14 de julio mi suegra me dice: anoche se llevaron a las chicas. Y me da las cartas que Cristina me había estado escribiendo. Allí ella me dice que está embarazada y luego también se lo dice a varias personas con las que se va cruzando"
"No pensé nunca “no busco más” pero por otro lado Nélida misma creyó en algún momento que era imposible. Aun así, todo lo que se puede hacer se sigue haciendo. Encontrar a Daniel es encontrar una parte mía y una parte de Cristina, es muy fuerte, una parte que parecía perdida y ahora recuperamos."
La vida de Daniel dio un vuelco el 28 de julio pasado cuando los análisis de ADN realizados en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) confirmaron que era hijo de Cristina Navajas y Julio Santucho. Apropiado en el 77 por el policía bonaerense (retirado) Estanislao González que lo anotó como propio, (que falleció días atrás) Daniel se muestra entero, dispuesto a hablar de su proceso de búsqueda, que, desea férreamente, sea un granito más que ayude a quienes tengan dudas sobre su identidad.
Con una mochila cargada de dudas, en 2019 Daniel se acercó a Abuelas. Se había separado, no estaba logrando vincularse con sus hijas y sintió que era momento de hacerse cargo e ir a fondo. La terapia, lo ayudó a decidirse y poder dar el paso. "Cuando me veo en mis hermanos me reconozco en ellos, en esa primera vez que hablamos sentí que ese era mi lugar que era el lugar adonde pertenecía."