El nacimiento que alumbran sus ojos
Fueron la voz navaja que desgarró los velos del silencio impuesto. El movimiento implacable que cansó al olvido, que lo dejó exhausto al borde de una memoria victoriosa. Fueron, siguen siendo siempre, el trazo lúcido en un mapa plagado de incertidumbres, de nombres ausentes, de señales rotas. El encuentro y la sonrisa a tiempo, la alegría a pesar de tanto dolor asomando en las miradas dulcísimas y abiertas. Fueron -son- tanto amor derrotando al odio que no hay, no habrá, palabras completas que puedan contemplarlas en toda su dimensión de mujeres, nuestras Madres de los pañuelos.