En barrio La República, zona oeste de Rosario, dos clubes -recuperados post crisis de 2001 por un grupo de amigos de toda la vida- apuestan a un proyecto artístico y deportivo en común. Hace 1 año, El Federal y el Club Social y Deportivo El Luchador crearon la Universidad Popular de las Artes Rosario Oeste. Proyectan la creación de una Orquesta Popular y continúan fortaleciendo un deporte colectivo y político para pibes y pibas del barrio. 100 % lucha y autogestión en la República, de Rosario.
Elijo patear por los barrios
Escuchando a la pared de la otra ciudad
Asi quiero cruzarte siempre, y saber como estás
Pone la frente en alto, fuerza cumpa
Firme hacia delante, para atrás
Para atrás, nunca…
(letra de la canción Compañeros de la Banda Farolitos)
Por María Cruz Ciarniello
1.
Barrio La República de Rosario, 4 de la tarde. Calles anchas y aroma a primavera anticipada; frescura y una leve sensación de sentirse libre, entre sus árboles.
Camino hacia el Lucha, como le dicen sus socios. En la puerta del club, las bicicletas apiladas y la pibada comulgan un primer encuentro antes de cruzar el umbral. Una vez dentro, el repique de voces regala vida.
La ansiedad por una final futbolera tiene en vilo a uno de los equipos del club de la zona oeste de Rosario. En Lima 1350, el movimiento es una foto constante.
En uno de sus salones, Juan Manuel y Daniela me convidan con mate mientras cuentan de qué manera el Club Social y Deportivo El Luchador (El Lucha ) hoy llega a tener más de 600 socios luego de un vaciamiento que lo dejó sin aire. En su mejor época, el Luchador contaba con más de 2 mil afiliados.
El proyecto de recuperación no nace de un repollo: echa raíces en un grupo de amigos que decidió hacer política por mano propia. Que se empecinó en disputarle el destino a los intereses tiranos del mercado y del modelo neoliberal de los años 90. Que se propuso darle cuerda al universo de sus sueños, más allá de pronósticos inciertos y augurios de un imposible.
En el año 2004 tomaron las riendas del club cuando El Luchador parecía quedar librado a la suerte de los privados; cuando la crisis del 2001 y la post década menemista devoraba los lazos sociales en una máquina trituradora. Los clubes barriales fueron el blanco móvil de una cultura que despreció la política en su más profunda concepción transformadora.
En la actualidad, el Luchador sueña y proyecta junto a otro club del mismo barrio: El Federal, ubicado a unas pocas cuadras, en Zeballos 4641. Entonces, la pregunta se impone: ¿es posible romper el aislamiento? ¿De qué manera? ¿A qué costo?
La respuesta es sí. Ellos fueron capaces de hacerlo; de avanzar con la única certeza de hacerle caso al corazón.
2.
El Club Federal cerró sus puertas después de transformarse en un espacio vacío y oscuro, según cuentan. Así estuvo durante 10 años. Eran pocos los que se animaban a pasar por la puerta del Federal, asociado a la complicidad policial y el menudeo del narcotráfico y el juego. Un día, corrió la noticia de que el espacio iba a ser tirado abajo para construir un edificio. Golazo del mercado.
“Cuando se enteraron, los pibes que en ese entonces tenían 14 años, comienzan a movilizarse”, relata Juanma. El proceso fue largo pero tuvo su fruto: el Federal fue el primer club recuperado de Rosario y en la actualidad, 250 socios activos le dan vida a sus instalaciones. Al mercado, el gol se le volvió en contra: esos pibes de 14 son los jóvenes, ya adultos, que en el presente integran la Comisión Directiva y delinean los trazos gruesos de un proyecto social, cultural y deportivo que no deja de ser –fundamentalmente- político.
-Tal vez en ese momento no se visualizaba el contenido político de lo que hacíamos, sino que era simplemente partir del amor y de la necesidad de apropiación, de que vuelvan a estar juntos y estar unidos -, dice Daniela.
3.
El Luchador se fundó en 1932. El Federal en el 43. Ambos supieron ser, como todo club barrial, lugares de encuentro y socialización de ideas y fundamentos políticos de la clase obrera. Vivieron décadas de profunda transformación social. La dictadura militar intentó desaparecerlos.»La dictadura va a intentar desaparecer todos aquellos espacios sociales que eran expresión de las identidades colectivas. El club de barrio es «soy en tanto el otro y el otro es en tanto yo soy», ese es el club de barrio, lo que te da una pertenencia». La dictadura «hizo desaparecer, como buen enunciado simbólico, no solamente cuerpos sino también todos los espacios de socialización y recreación de lo colectivo, y por tanto de sujetos que primero piensan en lo colectivo y después en lo individual. Esa es la desaparición del club de barrio. Es parte del proyecto de las desapariciones» decía la antropóloga Silvia Bianchi en el año 2006, en una entrevista realizada por este mismo medio.
Quizá deba encontrarse en el seno de lo que significó el terrorismo de Estado, la razón que motivó el progresivo desmantelamiento de estos espacios.
-En el 90 el club El Luchador no cierra sus puertas pero pierde la mayoría del caudal de socios, la mayoría de la participación activa, -describe Juan Manuel, uno de esos amigos que se propuso, junto a muchos otros, revertir un destino fatídico.
– ¿Qué los impulsó?, le pregunto.
– Sentíamos que nos estaban sacando el espacio donde habíamos nacido. Queríamos volver a recuperar ese sentido de pertenencia, y esa recuperación fue a través del sentimiento. Partimos de una injusticia para decir que algo teníamos que hacer y decir. El dolor arranca en el 2001, con familias devastadas por la crisis social y cultural que hacía que los pibes encuentren su lugar en la esquina. Se descreía de cualquier institución, entre ellos los clubes.
Volvemos a las palabras de Silvia Bianchi: “Lo que se transmitía en un club de barrio eran valores, tradiciones, actividades de socialización de los jóvenes con los viejos, del abuelo con el nieto, era mirar a un viejo como seguía jugando a la bocha, con la picardía del truco o seguía siendo el sabio que contaba cómo era el barrio antes, y eso no se puede encontrar en un shopping. El modelo social de mercado va a impedir todo tipo de socialización que tienda a lo colectivo, a la conservación de las tradiciones, a pensar quién sos y de donde venís».
Aquí está la clave. La destrucción no fue azaroza. Tampoco aislada. El neoliberalismo caló hondo en las profundidades de los barrios, entre sus calles y sus esperanzas saqueadas.
Dice Juan Manuel: – Las situaciones familiares eran muy malas, los trabajos eran precarizados, aparecía la droga, y así empezaba a nacer la idea de recuperar estos espacios. Fue un grupo de amigos de toda la vida el que lo empezó a recuperar. También fue importante la banda Farolitos, que también había empezado a generar algo de esa bronca, a transformarla en letras de canciones, y los pibes empezaban a sentirse representados, y esto también favoreció a la unión, por eso ponemos como quiebre el 2001.-
Farolitos es la banda del rock del barrio y muchos de sus integrantes formaron parte de ese grupo de amigos que llenó de vida a los clubes. Rock, autogestión y una República que empezaba a hacer patria.
4.
Sentido de pertenencia. Primera llave para entender esa idea desmesurada de querer levantar un club. Sí, recuperarlo. Abrir sus puertas y hacer que se vuelva a llenar de niños y jóvenes. Parece imposible, pero si muchos trabajadores pudieron recuperar fábricas, ¿por qué un grupo de adolescentes no iba a poder hacer lo mismo con su club de barrio?
-Nacimos y nos criamos acá,- dice Daniela, convencida que esa camiseta que lleva puesta es la patria de su infancia. Y agrega: – Eso nos dio otro anclaje a la hora de empezar a laburar. Hoy, los pibes y adultos que concurren a los espacios son una muestra clara que el camino que iniciamos tiene repercusiones-
Alrededor de 200 niños forman parte de todas las actividades deportivas que se desarrollan en El Luchador y El Federal. Pero la militancia no se enmarca en dividir zonas y territorios. Quienes comandan los caminos de estos clubes decidieron trazar puentes y generar un proyecto deportivo y artístico en común. En definitiva, de construir una República barrial.
El equipo de vóley, por ejemplo, es el mismo para ambos clubes y tiene como nombre La República; la camiseta lleva los dos escudos y entrenan un día en cada sede. El deporte y el arte comienzan a trascender lo meramente institucional.
– Queríamos romper con esta rivalidad del Federal y El Luchador, para empezar a sentir la hermandad de esos clubes. Y los dos grupos de trabajo han decidido que la mejor forma de batallar es juntarnos y empezar a proyectar sueños juntos.
5.
La creación de la Universidad Popular de las Artes Rosario Oeste es otro de los frutos de esta hermandad que desde hace 1 año parió un nuevo proyecto: la formación de una Orquesta popular del barrio. Las actividades comienzan a tomar forma de violas, violonchelos, violines, pinceles. El universo de lo artístico vinculado a la tierra en medio de tanto cemento.
-¿Cómo es eso?, vuelvo a preguntar.
Norberto acepta un mate mientras se suma a la charla. En pocos minutos comienza su clase de violín. Y me dice:
– El término universidad lo entendemos como parte de sentirnos dentro de un universo más grande, de un barrio, una ciudad, un país, una Latinoamérica unida. La idea es resignificar las palabras y los conceptos. Nace con esa idea de entender el deporte y las artes como una herramienta de cambio social, y de empezar a sentir la naturaleza dentro de las grandes ciudades. Queremos incorporar ésto en las áreas de arte y música.
El área cultural del Luchador y El Federal está en pleno crecimiento. La Orquesta está abierta a quien quiera y desee sumarse, de ahí el concepto de popular. Los talleres están casi todos llenos, señalan entusiasmados ante la gran convocatoria que tuvieron en el barrio.
– Decimos que nuestro deporte y el arte es popular porque no solo juega o toca el que sabe, sino también el que quiere y tiene ganas. Hoy, desde el barrio, podamos decir que también hacemos Universidad y que también construimos conocimientos que son útiles y aplicables. Queremos revalorizar el saber del campo popular,- apunta Daniela.
5.
Las primeras señales de vida se reflejaron en el deporte. Reactivarlo fue el principal instinto de supervivencia. El objetivo era claro: que el club vuelva a llenarse de pibes. Así pasó, primero, con el Luchador. El concepto de lo popular vuelve nuevamente a tomar protagonismo.
-Avanzamos en un proyecto deportivo donde el pibe que quiere jugar, pueda hacerlo. En otros clubes se apunta a la competencia y muchos de los chicos son tomados como mercancías. Trabajamos fundamentalmente en reforzar los valores y los códigos de un grupo de amigos- cuenta Juan Manuel y agrega: – Creemos que el deporte popular tiene que ser un deporte de excelencia pensando a la cisciplina como un compromiso con el grupo y no para perfeccionarse individualmente.
Fúbtol –con diferentes categorías-, patín y vóley forman parte de las actividades cotidianas. En Vóley, por ejemplo, participan madres que nunca antes se habían imaginado integrar un equipo deportivo. En patín, organizan cada año el festival Patinarte que es una fiesta para el barrio.
Además, se encuentra la Escuela de Iniciación Deportiva donde concurren niños desde los 3 años. La idea es compartir un espacio de juego y disfrute, haciendo hincapié en el reconocimiento del propio cuerpo.
Juan Manuel insiste en esta idea que es casi un pilar fundamental del trabajo deportivo de ambos clubes: la formación de grupos. “Es lo que nos garantizan determinados logros a través del tiempo, y nos aleja de ese éxito deportivo efímero”. Entender el deporte no como mercancía sino como una práctica política es otra de las llaves para sostener la recuperación de un club social. Para que la apropiación de los socios y su aporte con el valor de una cuota refuerce el crecimiento de un espacio que es de todos y todas. Por ejemplo, el valor de la cuota del club Federal es de $5 para menores de 18 y $15 para mayores. Además, funciona un sistema de becas para que el acceso sea popular. El trabajo en ambos clubes es prácticamente ad honorem, como afirman sus integrantes.
-También creemos en un trabajo voluntario, aquel que toma determinada responsabilidad lo hace porque realmente está convencido. La economía de la organización la sostiene el barrio, el vecino que paga conscientemente la cuota del espacio. Es significativa la cuota, pero tiene que ver con poder dar un salto de conciencia. Elegir depositar ese dinero en la cuota, ese consumo en el club, es un avance importante para la organización. Por eso decimos que nuestro principal sostén económico es el barrio.
La autogestión es un sello que caracteriza y define la recuperación de estos clubes. Digamos que es también la marca de agua de una esperanza colectiva, dibujada en la fuerza de trabajo de laburantes que vieron sus fábricas vaciadas y de jóvenes que fueron testigos de la destrucción del club que los vió nacer.
– Hoy, hay pibes que arrancaron desde la escuelita y juegan en primera, y son esos mismos pibes los que llegan a ser educadores en las categorías más chicas. Tenemos 23 educadores para todas las categorías con un promedio de edad de 24-25 años. Creemos que la actividad deportiva es una actividad política y ese es el desafío: redescubrir en todos estos espacios que trabajan de otra manera el deporte, esa connotación política que nos han hecho creer que el deporte no tiene. Nosotros resignificamos desde la palabra, desde la práctica, desde lo pasional, – reafirma Juan Manuel.
Anochece en el barrio la República y los faroles comienzan a encenderse.
Mientras la pelota rueda en una de las canchas, los violines despliegan su música en un salón. Por eso, hay quienes dicen que a la Universidad se la construye desde abajo: pateando los barrios y escuchando a la pared de la otra ciudad.