El día en que los pibes legislaron
El viernes 8 de agosto, un total de 70 alumnos de las Escuelas Media 422 y Técnica 550 de Granadero Baigorria participaron de la jornada «Diputados por un Día», en la Legislatura santafesina, en una sesión presidida por la diputada provincial Erika Gonnet. El proyecto que presentaron tiene que ver con la memoria y la justicia: declarar de interés general y sujeto a expropiación el inmueble conocido como La Calamita, un ex centro clandestino de detención. La jornada comenzó con un emotivo homenaje a Hugo Rossi, militante social e integrante del grupo Documenta Baigorria.
«¿cómo es posible el horror de saber?»
Juan Gelman. Anunciaciones
Por Jorge Cadús
A mediados de la década del 80, con una democracia apenas restituida, en las aulas escolares algunos pocos profesores -tímidamente- comenzaban a hablar del terrorismo de Estado, de sus horrores, de sus heridas todavía sangrantes. En esos días, «La Noche de los Lápices» supo levantarse como bandera de una educación comprometida con la historia reciente, y con las marcas de esa historia en el día a día cotidiano. Aquel libro de tapas azules de la Editorial Contrapuntos, donde una mano bajo un guante negro apretaba un lápiz amarillo, escrito por María Seoane y Héctor Ruiz Núñez, tuvo poquito tiempo después su película, dirigida por Héctor Olivera.
Libro y película habilitaron un espacio donde la memoria del horror -necesaria a la hora de exigir el Nunca Más- pudo transitar los pasillos y las aulas escolares, bajo la mirada desconfiada de un sistema formateado a la medida de aquel terrorismo de Estado.
Treinta años después, la memoria sigue creciendo en las aulas, desde las aulas. La inmensa y constante pelea de los organismos de Derechos Humanos, la presencia -desde el año 2003 a esta parte- de un Estado nacional comprometido en la tarea, la llegada de profesores concientizados con la necesidad de un abordaje crítico de esos años han hecho posible el desafío de andar «del olvido al horror», como escribió el poeta Juan Gelman. Y también -en palabras del mismo Juan- han hecho posible el imperioso tránsito «de la injusticia a la justicia».
Quedan retos abiertos: recorrer la historia cercana; las escenografías difusas pero cotidianas donde el terror imperó en estos arrabales; los nombres conocidos y sepultados por la maquinaria del silenciamiento; las esquinas del secuestro; los muros que taparon la tortura y la desaparición.
En ese camino, los pibes de dos Escuelas de Granadero Baigorria han escrito un capítulo no menor. Recobrando una lucha de la comunidad, sabiéndose parte de una historia mayor que los abarca y los proyecta; los alumnos de la Escuela Media 422 y Técnica 550 presentaron en el marco del Programa Diputado por un Día un Proyecto de Ley para posibilitar la expropiación del inmueble conocido como «La Calamita», donde la dictadura militar implementó un Centro clandestino de detención y desaparición de personas.
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El viernes 8 de agosto, un total de 70 alumnos de las Escuelas Media 422 y Técnica 550 de Granadero Baigorria participaron de la jornada «Diputados por un Día», en la Legislatura santafesina, en una sesión presidida por la diputada provincial Erika Gonnet.
Fueron varios los proyectos elaborados en las aulas y puestos a consideración durante esa jornada, que comenzó con un homenaje al militante social y político Hugo Rossi, recientemente fallecido, quien fuera integrante de la agrupación Documenta Baigorria.
Las iniciativas -aprobadas en la sesión donde legislaron los pibes- fueron de la implementación de Planes Escolares de Residuos a la incorporación en las partidas presupuestarias de fondos para la construcción de Playones Polideportivos; de la declaratoria de interés del proyecto Vacunas desde la Escuela al reciclado y reducción de la producción de basura.
Y en el exacto corazón de las propuestas de los pibes, un proyecto común: la declaración «de interés general y sujeto a expropiación el inmueble conocido como La Calamita, que comprende dos lotes ubicados en la zona rural aledaños a la ciudad de Granadero Baigorria».
La iniciativa conjunta entre la Escuela de enseñanza media 422 y la Escuela Técnica 550, ambas de Granadero Baigorria, estuvo bajo la supervisión del profesor de historia Hernán Allo, quien destacó que «desde nuestra localidad se pidió varias veces en la legislatura la expropiación de la Calamita, pero decidimos pedirlo también desde las escuelas para darle más fuerza desde la comunidad». Y aunque puntualiza que el proyecto «no tiene nada que ver con algo partidario», si se inscribe «en una práctica política, una política de derechos humanos, que intenta actuar sobre la realidad. En este caso, intenta establecer espacios de la memoria».
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La Calamita, en Granadero Baigorria, fue uno de los centenares de centros clandestinos de detención, tortura y desaparición de personas que funcionaron en nuestra provincia; bajo la órbita del Segundo Cuerpo del Ejército y a cargo hasta 1977 del general Leopoldo Fortunato Galtieri, y desde entonces en adelante bajo la responsabilidad del general Ramón Genaro Díaz Bessone.
En 1984 la Comisión Nacional de desaparición de personas (Conadep) que había comenzado a funcionar a días de asumir el ex presidente Raúl Alfonsín, visitó Baigorria para iniciar las investigaciones en ese lugar, reconocido a partir del relato de las víctimas sobrevivientes, de familiares y testigos. Esa Comisión constató cada denuncia, y las sumó al Informe con el cual se llevó adelante un año después, en 1985, el Juicio a las Juntas Militares; y más tarde, aportó pruebas para las causas por violaciones a los Derechos Humanos tramitadas en los Tribunales Federales de Rosario.
La construcción tomó su nombre de lo que fuera la bodega de La Calamita, comprado por la familia de Raúl Benzadón, ex-dueño de la tienda La Buena Vista de Rosario, en una subasta judicial.
Desde abril de 2001, el predio fue puesto varias veces en venta: se ofrecía como un campo de 24 hectáreas, porque la casa está en mal estado y era intención demolerla. En ese momento, sobre el funcionamiento allí de un Centro Clandestino de Detención, desde el departamento que se ocupaba de la administración inmobiliaria de La Buena Vista se informó a este medio que «en ese tiempo se formalizó el contrato de alquiler de La Calamita con el directivo del Club Rosario Central, Antonio Rodenas, que la utilizaba como casa de fin de semana». De acuerdo a esa fuente, «Rodenas lo prestó a un amigo militar. Nosotros no sabíamos nada de lo que pasaba allí».
El 8 de octubre de 1984, en el robo a los Tribunales Federales de Rosario, desapareció parte de los antecedentes y la investigación referidos al CCD La Calamita.
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El mismo profesor y coordinador del proyecto de expropiación presentado por los pibes, Hernán Allo, detalla que «el año pasado se presentó un proyecto en el mismo sentido, que está medio dormido, y nos pareció bueno reanimarlo desde los chicos. Fue un trabajo de más de tres meses, de ponerse a investigar, poner a ver todos los antecedentes de pedidos ley que hubo, periódicos, testimonios, la gente de la organización Documenta Baigorria, que nos ayudó capacitando a los chicos, dando información. Trabajamos la profesora Mariana Rossi y yo, y decidimos con los chicos juntarnos, hacer un proyecto en común».
La iniciativa a la que hace referencia Allo -hoy dormida en la Legislatura- ingresó a la Cámara baja en noviembre del 2013 (proyecto cuya autoría es de la Diputada Alicia Gutierrez, así como los proyectos anteriores presentados en el año 2008 y 2010) con la firma de siete legisladores de diferente extracción partidaria. En rigor, retoma iniciativas de los años 2003 y 2005. En ese entonces, el proyecto fue presentado por los diputados Di Pollina y Cecchi del PS y aprobado en la Legislatura, sin embargo el gobierno del entonces gobernador Jorge Obeid nunca ejecutó la expropiación y las leyes quedaron sin efecto. La legislación en materia de expropiaciones establece que a los dos años pierden vigencia si no se concretan.
En esta última propuesta ingresada en la legislatura por la diputada Gutierrez del Partido SI, se pide la expropiación de dos lotes con una superficie de poco más de 10 hectáreas (partidas de Impuesto inmobiliario Nº 335426/0000-0 y 335428/0000-8) con destino al Museo de la Memoria, imputando los gatos a Rentas generales.
«El interés por preservar para la memoria colectiva aquellos sitios en que se materializaron aberrantes violaciones a los derechos humanos durante la vigencia del Terrorismo de Estado ya ha sido, sin duda, largamente justificado y fundamentado», sostienen en sus fundamentos la iniciativa; que al mismo tiempo advierte que «La Calamita constituyó uno de los más importantes Centros Clandestinos de Detención de militantes políticos y sociales que funcionó en nuestra provincia».
«Por esta quinta se presume que pasaron más de cien personas que actualmente están desaparecidas, así como embarazadas cuyo destino y el de sus bebés nacidos en cautiverio siguen siendo investigados», remarca los Fundamentos del proyecto de ley; que cierra afirmando que «hoy memoria, verdad, justicia y condena son los compromisos con el futuro que la mayoría de la sociedad argentina adquirió ante los crímenes de la dictadura».
«Existe la ley que nombra como Espacios de la memoria a los centros clandestinos de detención -sostiene Hernán Allo. Y detalla los argumentos que movilizaron la idea: «La Calamita fue un centro de detención. Es importante que siendo reconocido como tal, que se expropie el campo del predio para exclusivo uso como espacio para la memoria. Qué se genere ahí después, se verá: si es un museo, si es un espacio donde se debatan ideas, si es un espacio para la visita de la comunidad. Nosotros con los alumnos de las escuelas de Baigorria estuvimos viendo distintos sitios de este tipo, el Garage Olimpo, la Ex Esma, el Museo de la Memoria y el Servicio de Informaciones en Rosario. No todos tuvieron la misma impronta, la manera de poner en práctica ese espacio. Pero sí el hecho de reconocerlos como tal, y ser utilizados como tal por toda la comunidad».
Han pasado treinta años de aquellos primeros relatos que surcaron las aulas de las escuelas santafesinas en los inicios de la democracia, de la mano de un libro y una película.
El lápiz amarillo que sobrevive en la memoria ha logrado liberarse del puño enguantado que lo ahogaba.
Aquellos lápices, multiplicados, sin miedos ni vergüenzas, entienden hoy -otra vez- la política como un modo de actuar sobre una realidad y modificarla.
Hacen posible la construcción de la esperanza desde el horror de saber.
Grafito en papel, con letra adolescente, escriben la palabra memoria.
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