Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, recuperó a su nieto, el n° 114 que restituye su identidad. La noticia nos movilizó profundamente. Un nuevo abrazo que representa, simbólicamente, una victoria colectiva. Aún faltan 400 hombres y mujeres por encontrar. Después de 36 años, Estela abraza a su nieto. «No quería morir sin poder hacerlo», dijo. Hoy, el país es un poco más justo.
Por María Cruz Ciarniello
Martes 5 de agosto. El abrazo se vuelve inconmesurable. Un estela, llena de luz, nos envuelve.
“Encontraron al nieto de Estela de Carlotto”, dijimos, dijeron, casi todos a un mismo tiempo multiplicado en llanto, emoción, sorpresa, alivio y hasta descreimiento. Y sí, en un rapto de incredulidad, algunos dudábamos de tamaña información. ¿Y por que no podía ser cierta?. Quien sabe, quizá porque era demasiado hermosa para ser real.
La noticia comenzó a correr, a volar, a saltar, a gritar. Giró por todas partes, incontenible. Una ráfaga intensa que abrazaba y quemaba en la piel. Ardía como ese fuego de la esperanza que las Abuelas encienden desde hace 36 años. Una poderosa señal comenzaba a dejar un halo de justicia en todo el territorio argentino.
Y digo casi todos, porque siempre están los que ante semejante acontecimiento solo mascullan bronca, odio, despotismo. Para ellos, solo atino a citar al maestro Erneto Cardenal: no merecen siquiera un epigrama.
Los otros -nosotros-, los que sí celebramos cada restitución de un nieto o nieta, los que festejamos cada encuentro con la sangre parida en un centro clandestino de detención, los que nos abrazamos a esa esperanza de recuperar a los 400 que aún faltan, recordaremos el martes 5 de agosto como un día histórico, una fecha que por el momento será incapaz de dimensionar en su importancia simbólica pero según pase el tiempo, se transformará en una imborrable huella de justicia, en esa estela de luz de la que, invariablemente, ya somos testigos.
El nieto recuperado es el nº 114, y es el nieto de Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. De la incansable Estela, la luchadora, la que tiene brazos de pulpo para abrazarlos a todos ellos, la que no agota jamás su paciencia para seguir buscando. Estela, la que una vez dijo: “no quisiera morir sin poder abrazarlo”, haciendo alusión a su nieto Guido, la que finalmente se fundió en ese abrazo reparador, la que le escribió cartas sin todavía tener la remota certeza de poder encontrarlo. Estela es la misma mujer que buscó soñando con la vida de Laura, con su respiro aún latiendo.
Estela, la que sonríe con los ojos.
La historia de Laura Carlotto es narrada en el libro Laura, vida y militancia, de la escritora María Eugenia Ludueña. Allí se traza el recorrido de una militante de Montoneros, joven, intensa, soñadora. Fue secuestrada en septiembre de 1977 cuando tenía 23 años y estaba embarazada de dos meses y medio. Dio a luz a su hijo en cautiverio, en el Hospital Militar en Buenos Aire, en junio de 1978.
Irina Hauser, periodista de Página 12, escribió: “ Ludueña dice en su libro que se las ingeniaba para ir a conversar y que así contó que había pasado los últimos días sin su bebé, que creía que había parido en un hospital del Ejército, lejano, que la habían subido a algún lugar en ascensor, vio guardias armados custodiando la habitación. Parió engrillada y encapuchada. Y al bebé le susurró su nombre al oído: “Guido, como tu abuelo”. Como se resistía a entregarlo, la durmieron y se lo arrebataron. Después le mintieron y le dijeron que se lo habían entregado a su mamá.” (Nota en Página 12. Martes 6 de agosto)
El músico Ignacio Urban es Guido Montoya Carlotto. Hace tiempo, él mismo decidió participar en el ciclo Músicos Por la Identidad y voluntariamente se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo para realizarse el análisis de ADN. La búsqueda de la verdad, la restitución de su identidad, fue, quizá, el principal motor para impulsar ese acercamiento que abre un nuevo camino en su vida y en la de sus familias maternas y paternas que desde hace 36 años lo esperan. “Estoy muy feliz”, manifestó a través de un mensaje que nos llegó a todos los que, aferrados a las redes sociales, al televisor, a la radio o a lo que fuese, buscábamos saber más, sentirnos parte de este especial momento que nos tocaba vivir.
Guido o Ignacio es fruto del amor entre Laura y Walmir Oscar Montoya, su compañero de militancia y vida. “Su familia y amigos lo llamaban «Puño» o «Puñalito», mientras que para sus compañeros de militancia era «Petiso», «Chiquito» o «Capitán Jorge» y según un comunicado de Abuelas, fue secuestrado a fines de noviembre de 1977 y posiblemente haya permanecido detenido en el Centro Clandestino de Detención «La Cacha».Los restos de Walmir Oscar fueron identificados en mayo de 2009, en el marco de la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas llevada adelante por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y se supo que el joven había sido inhumado como NN en el cementerio de Berazategui el 27 de diciembre de 1977.” (Fuente: Telam)
Su abuela paterna, Hortensia Ardura, tiene 90 años. Al enterarse del encuentro con su nieto, dijo: “la recuperación de Guido es una reparación para la Argentina”. En el mismo sentido, las palabras de Estela de Carlotto en conferencia de prensa, emocionan: “Ahora quiero tocarlo, mirarlo a la cara. Ahora tengo a mis 14 nietos, la silla vacía ya no lo estará y los portarretratos vacíos van a tener su imagen. Lo he podido ver y es hermoso. Es un chico bueno. Se cumplió lo que dijimos las Abuelas, que ellos nos van a buscar”
El derecho a la identidad
El 22 de octubre de cada año se celebra el Día Nacional del Derecho a la Identidad, en conmemoración al inicio de la lucha emprendida por Abuelas de Plaza de Mayo en 1977. El derecho a la identidad está reconocido en el artículo 7, 8 y 11 de la Convención Internacional de los Derechos del Niño. El artículo 8 sostiene que los “Estados Partes se comprometen a respetar el derecho del niño a preservar su identidad, incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares de conformidad con la ley sin injerencias ilícitas”. Además, indica que “cuando un niño sea privado ilegalmente de algunos de los elementos de su identidad o de todos ellos, los Estados Partes deberán prestar la asistencia y protección apropiadas con miras a restablecerlos rápidamente.” El reconocimiento de este derecho es una de las victorias que parieron las Abuelas.
Ellas “le hicieron saber al mundo que en la Argentina había desaparecidos con vida: sus nietos”, dice en el Capítulo 3 del libro “La historia de Abuelas. 30 años de búsqueda”. Esos nietos fueron apropiados bajo un plan sistemático de robos de bebes implementado por la dictadura militar, además de las torturas, secuestros, violaciones y asesinatos de miles de personas alojadas en centros clandestinos de detención.
El Banco Nacional de Datos Genéticos se creo en 1987, bajo Ley 23.511, también, gracias a la insistencia vital de las Abuelas de Plaza de Mayo. Funciona en el Hospital Durand, en Buenos Aires y “tiene como función el almacenamiento y la conservación de la muestra de sangre de cada uno de los miembros de los grupos familiares, a fin de posibilitar la realización de los estudios que se desarrollen en el futuro. Esta Ley nos permite dejar establecidas las condiciones prácticas que posibiliten la identificación de nuestros nietos, aunque no estemos, ya que es imposible saber cuándo serán localizados; en algunos casos serán los niños, ya adultos, los que encontrarán la verdadera historia acerca de su origen”
Ivan Fina integra la Filial de Abuelas en Rosario. En el año 2009 enREDando se acercó a conversar con él. Hasta ese entonces, 97 nietos habían restituido su identidad. “La identidad parte del núcleo de trabajo de Abuelas, que es lograr que estos chicos que en los 70 fueron secuestrados junto con sus padres o nacieron en cautiverio recuperen sus orígenes. La identidad es una construcción compleja. Si bien las historias son diferentes, uno entiende que en todos estos años de vida han construido una identidad. Lo que pasa es que partimos del supuesto que esa identidad se ha construido en base a soportes que han estado falseados, violentados. Entonces recuperar sus orígenes es una manera de darle a esa identidad, un soporte más firme que tenga que ver con la verdad”, nos decía Ivan.
El Archivo Biográfico Familiar se crea en el año 1998. El Archivo recoge relatos de familiares, amigos, compañeros de militancia y de cautiverio de los padres y madres desaparecidos o asesinados, para preservarlos en el tiempo y garantizar el derecho de cada nieto/a a conocer su origen y su historia. Este archivo o cajas de la memoria son piezas fundamentales para los chicos que se reencuentran con sus orígenes. Por eso, el trabajo de recopilación se vuelve una tarea indispensable. “Son datos que quizá la historia no los considera relevantes, cómo por ejemplo que música escuchaban, de qué cuadro eran, pero para un chico en esta situación es vital. Se les entrega como una manera de acercarles un material para que puedan conocer quienes eran sus padres”, cuenta Iván Fina.
“Yo creo que lo más difícil para alguien que duda de su identidad es dar el primer paso que es llamar por teléfono, porque se ponen en juego un montón de cosas. Pero yo le diría que se acerque porque la verdad libera”.
A partir del encuentro de Guido, los llamados en la sede de Abuelas se multiplicaron. Las dudas, las preguntas, las inquietudes, la necesidad de saber la verdad, se vuelve impulso y pulsión de vida.
Hoy el país es un poco más justo, dijo la presidenta Cristina Fernandez de Kirchner al conocer la noticia. La justicia que a paso lento reafirma lo que las Abuelas, las Madres y todos los familiares y militantes sostienen desde mucho antes que los recintos de los Tribunales comenzaran a juzgar a los genocidas; ni olvido ni perdón, justicia es el reclamo sostenido y paciente. Faltan 400 jóvenes por encontrar. Que la celebración de ese abrazo con Guido renazca en todos los que faltan. Será esa nuestra victoria colectiva. El amor siempre vence, y cuando las fuerzas decaen, ahí están siempre las Abuelas para agarrarnos de las manos y decirnos que nada, pero nada, está perdido.