La democracia santafesina saldó una deuda de décadas. Lo hizo el 6 de enero de este nuevo año, con la promulgación de la Ley Nº 13.392 que habilita y regula la organización y funcionamiento de centros de estudiantes de niveles medio y superior en escuelas públicas y privadas de la provincia. Así, se cierra un ciclo de clausuras políticas que, iniciado con la última dictadura militar, condicionó la participación juvenil a lo largo de treinta años de vigencia de la Constitución Nacional. En forma paralela, muchas de las organizaciones que surgieron en los últimos años dentro de las aulas escolares tienen, ahora, un marco legal que las ampara.
Por Ariel Palacios (Bloque de Prensa Regional)
LA NUEVA LEY
El proyecto original de la nueva Ley que regula el funcionamiento de los Centros de Estudiantes en Santa Fe fue presentado en 2012 por el diputado justicialista y referente del Movimiento Evita, Eduardo Toniolli. Luego de pasar por el Senado provincial, donde recibiera algunos cambios en virtud de un segundo proyecto, impulsado esta vez por el legislador socialista Miguel Lifschitz, la Cámara de Diputados lo convirtió en ley el 29 de noviembre de 2013.
Finalmente, el día de reyes de 2014 el Poder Ejecutivo santafesino procedió a su promulgación.
De esta manera, Santa Fe entra en consonancia con las normativas generales, ya que en agosto de 2013 el gobierno encabezado por Cristina Fernández efectivizó la ley Nº 26.877 de centros de estudiantes, promovida por el Congreso de la Nación en julio del mismo año.
Según la nueva disposición provincial, los citados centros son «órganos naturales de representación, participación, discusión y organización de los estudiantes de un establecimiento educativo para la defensa de sus derechos». Entre otros aspectos, esto implica decir que los alumnos secundarios y terciarios están habilitados a agruparse más allá de la autorización de las direcciones de las escuelas, que hasta acá habían tenido la última palabra a la hora de reconocer tales iniciativas políticas, favoreciendo o no su autonomía.
Es más, las direcciones deben garantizar espacio físico para el funcionamiento de los centros, apoyo para el desarrollo de actividades propuestas por los estudiantes y las medidas necesarias para la realización de elecciones de representantes del alumnado, cuyo carácter es obligatorio.
Al mismo tiempo, y como autoridad de aplicación, el Ministerio de Educación de Santa Fe debe difundir la ley en todas las entidades que están bajo su tutela.
Para la titular de la cartera educativa provincial, Claudia Balagué, «con la promulgación de la ley iniciamos una nueva etapa de diálogo y articulación de estrategias en las instituciones educativas para garantizar el funcionamiento de estos espacios de los estudiantes, que esperamos no sea de manera coercitiva sino como iniciativa de los propios jóvenes y con el acompañamiento de la institución educativa». Asimismo, la funcionaria manifestó que «los centros de estudiantes son parte del proceso de aprender y apropiarse del mundo, con el eje puesto en la convivencia».
Por su parte, el diputado Eduardo Toniolli expresó que «reparamos una larga deuda de la democracia santafesina», y agregó: «A la hora de legislar en torno a los jóvenes existe un lugar común que sólo los piensa en relación con el delito, y no como sujetos de derecho y protagonistas de espacios de participación destinados a defender conquistas, reclamar mejores condiciones y colaborar con la comunidad educativa».
El legislador no olvidó mencionar a «los verdaderos protagonistas de este proceso: la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y distintos centros secundarios y terciarios que participaron activamente».
LOS CENTROS EN ALCORTA
La ministra de Educación provincial, Claudia Balagué, sostuvo que la reciente ley de organizaciones estudiantiles «nos permite dar un aval a los centros que ya están funcionando, que son muchos y que ya tienen también instancias de trabajo y participación con el Ministerio. Es decir que son totalmente reconocidos».
Entre los organismos a los que alude la funcionaria figura el Centro de Estudiantes de la Escuela Normal Nº 37 de Alcorta, institución que viene garantizando su funcionamiento desde 2007, y que cuenta con entidades representativas de los alumnos de los niveles medio y superior.
En el caso de los estudiantes secundarios del mencionado establecimiento, agrupados en el CERA (Centro de Estudiantes Revolucionario de Alcorta), su participación se inscribe en una larga historia, que se remonta a experiencias desarrolladas por jóvenes de la misma entidad durante las décadas del ’50 y ’60, y que registra otro mojón en los años ’90 con la aparición de los Clubes Colegiales.
Para Mariela Salvatori, directora del nivel medio de la Escuela Normal Superior, la comúnmente llamada «Nacional», cuando pensamos en escolaridad «siempre viene a nuestra cabeza la idea de transmitir conocimientos y según la época en que hemos transitado las aulas consideramos cómo debe ser la educación. La realidad es que la escuela va cambiando y evolucionando junto con la sociedad aunque algo queda claro: sus enseñanzas dejan huella y marcan a fuego nuestra identidad. Desde mi experiencia creo que el espacio de aprendizaje que brinda la escuela va mucho más allá de la simple transmisión de conocimientos. Son instituciones de existencia, es decir, comprometen la existencia humana, es un lugar de posibilidades y su función primordial es la socialización».
Según la docente, «para realizar esta tarea resulta indispensable trabajar la comunicación y la participación. La pregunta es ¿cómo? La comunicación implica diálogo y este surge de la escucha y del reconocimiento del otro en tanto sujeto. En cuanto a la participación, se requiere entrenamiento y aprendizaje de conductas, como la persuasión, la tolerancia, el respeto al pluralismo, el disenso y la acción solidaria compartida, la confianza y el compromiso social».
En palabras de Mariela Salvatori, «no se aprende si no se participa del proceso de toma de decisiones, esa es la clave. El centro de estudiantes es ‘el lugar’, dentro de la institución escolar, donde los adolescentes tienen la posibilidad de crear sus propias oportunidades, es la puesta en práctica de sus saberes y de sus habilidades para un fin común, donde se potencian las capacidades individuales y colectivas en el hacer cotidiano y primordialmente nos permite soñar con otra sociedad, más democrática, más justa y más igualitaria».