enREDando conversó con la referente de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora – Nora Cortiñas, minutos antes del estreno del documental de Miguel Mirra que habla de su vida, su militancia, la desaparición de su hijo, la búsqueda angustiosa y su andar militante junto a muchas otras luchas. El film narra un retazo de su vida que es parte de la historia más dolorosa de nuestro país.
Por María Cruz Ciarniello
[dropcap]C[/dropcap]omo si las vidas se entrecruzaran en cuadros imaginarios; como si la música pudiera ser el hilo que amalgama historias impregnadas de dolor y fortaleza, como si todo esto fuera la tremenda síntesis de una larga injusticia, el largometraje “Norita, Nora Cortiñas” comienza con la fuerza del rock farolero.
El mismo golpe rockero de la película que lleva el nombre de la dignidad rebelde, Darío Santillán, retumba en los pasos apurados de Nora Cortiñas. A Darío, de tan solo 21 años, lo asesinó la policía bonaerense en la llamada Masacre de Avellaneda, año 2002, mientras reclamaba por trabajo y justicia social. A Nora le desaparecieron a su hijo, de casi la misma edad, hace más de 36 años. Él también militaba por trabajo, justicia y por los ideales que Darío y Maxi defendían en aquel fatídico 26 de junio.
Referente de Madres de Plaza de Mayo -Línea Fundadora-, Norita, como la llaman quienes la conocen en profundidad, es un ejemplo de resistencia para las generaciones más jóvenes de militantes. También, para todos los Darío y Maxi por quienes ella no duda en levantar bandera, con sus más de 80 años apilados en un cuerpo pequeño, luminoso e inagotable.
El documental arranca con música y letra de la banda rosarina Farolitos, y se presenta como una pincelada incesante y fugaz de la vida de Nora Cortiñas. Un pantallazo intenso, como la tonalidad que acompaña su andar por diferentes geografías.
Cruzamos el Acceso Oeste, conurbano bonaerense, para adentrarnos en el hogar de Nora. Hasta allí nos conduce Miguel Mirra, director del film. El testimonio de Cortiñas es la madre de todas las batallas. El que le da fuerza a un documental que no solo se enfoca en su historia de vida; también bucea en el presente, en dos intensos momentos en la lucha de Nora Cortiñas: su visita a Haití, repudiando la ocupación militar, y su presencia acompañando las elecciones en la Comunidad Qom La Primavera, en Formosa.
Su hijo, Gustavo Cortiñas, desapareció el 15 de abril de 1977.
Lo vio con vida por última vez en Mar del Tuyú. De allí en más, solo supo que fue secuestrado a la salida de su trabajo, mientras esperaba el tren en la estación de Castelar. No hay siquiera testimonios que puedan decir o contar dónde o cómo lo vieron. La incertidumbre y el dolor de Nora es narrado por ella misma.
Primer plano a sus ojos de luz: lágrimas y silencio.
Conocemos a Gustavo a través de su recuerdo. Su primeros pasos en la militancia. El dolor ante la ausencia de compañeros que caían. El crimen de Mugica y la imposibilidad de celebrar lo propio, como el simple festejo de un cumpleaños, ante el tremendo dolor del otro que también era uno; ante la injusticia que derramaba la sangre de quien militaba a su lado. La historia de un joven cuya corta vida se multiplica como eco en la de tantos otros, asesinados – desaparecidos por el terrorismo de Estado.
¿Cómo transitar una pérdida inenarrable? Nora salió a la plaza como muchas otras madres. Salió a la calle a pedir por la aparición con vida de su hijo. “Esta es una historia colectiva”, le dice a enREDando minutos antes del estreno en el cine El Cairo.
Cada una de sus palabras retumban en esas otras que fluyen de los cuerpos eternos de las Madres. Escucharlas es revivir el relato una y otra vez. Casi calcado: la plaza las encontró rondando en una búsqueda angustiosa por encontrar a sus hijos. “Ustedes son la última esperanza que nos queda”, implora una Madre de Plaza de Mayo a un periodista que ponía su micrófono mientras ellas “circulaban”, cumpliendo con la orden policial. La imagen en blanco y negro, en plena dictadura militar, recorre el mundo. Miguel Mirra la rescata del archivo en este documental que es la vida de Cortiñas; que podría ser la vida de cualquiera de nuestras corajudas Madres de la Plaza.
Dice Nora: “Si nosotras no los buscamos, ¿Quiénes sino?”.
Nora Cortiñas comienza a relatar la búsqueda, el encuentro con los organismos de Derechos Humanos, el recuerdo de Azucena Villaflor, los golpes de puerta inútiles a la Iglesia, el desconsuelo y el terror implantado por el Terrorismo de Estado. Estar juntas fue la única manera de ganarle al miedo.
Sin dudarlo, en cada palabra rescata la militancia de los 30 mil desaparecidos. “No eran perejiles”, reafirma, reivindicando el compromiso de lucha por un país más justo, y la identidad política de los militantes sociales. En esa coherencia de continuidad, hoy, Nora Cortiñas sigue peleando no solo por el juzgamiento a los genocidas, no solo por la apertura de los archivos de la dictadura, sino además, por otras consignas por las que siente que su lugar está allí, junto a quienes más la necesitan. Así, sus viajes por geografías llenas de injusticia cobran sentido. Nora está ahí, donde un reclamo exige ser escuchado. Donde las voces se hacen lugar para romper el silencio. Nora además, condena la complicidad de la Iglesia con los crímenes de lesa humanidad.
“Durante un tiempo creí que entendía a mi hijo, pero no. No. Me costó entender la lucha colectiva. Querer al hijo y entenderlo es una cosa, pero entender y comprometerse con la lucha de un pueblo es otra muy diferente…»
Aquí comienza otra etapa en su vida: su incesante caminar por las resistencias ambientalistas y sociales de América Latina.
“Nora es una de las personalidades más importantes de las luchas sociales y populares, por su historia, por su presente, por su posición consecuente. Para nosotros es un ejemplo a seguir, ese es el mensaje final de la película”, expresa su director Miguel Mirra. “En determinado momento, ella empezó a ir más allá, no solo en la búsqueda de los desaparecidos, sino en la vigencia de los derechos humanos en el presente, y una militancia social a nivel internacional, desde Turquía a Sahara, a México, de Neuquén a Formosa”, agrega el documentalista, director además de films como “Los ojos cerrados de América Latina” y “Darío, la dignidad rebelde”.
Mirra, con simpleza y pocas palabras, refleja en su decir pausado el inmenso cariño y admiración que siente por Nora, a quien entrevistó en dos oportunidades para este film. Homenajearla en vida es una sencilla y generosa manera de agradecer su entrega a otras tantas batallas por las que Nora Cortiñas camina. Dice Mirra: “Queremos que la gente se movilice y se identifique y siga su ejemplo, como en el caso de Darío, seguir su ejemplo y multiplicar su lucha.”
Sobre el final, Nora Cortiñas sonríe, mientras pronuncia la eterna frase del Ché: “Hasta la Victoria, Siempre”.
Sabe que así, solo así, la esperanza es posible.