Por María virginia Bertetti. En noviembre de 1976 un operativo policial y militar en la ciudad de San Nicolás de los Arroyos dejó como saldo cinco muertos, entre ellos dos niños. Hubo un solo sobreviviente, Manuel Gonçalvez Granada, quien fue apropiado y recién recuperó su identidad en 1995. Su padre había sido torturado y asesinado unos meses antes y por el hecho se está enjuiciando al ex comisario Luis Abelardo Patti.
Manuel tiene 34 años y la ausencia marcada en la piel. Manuel fue Claudio durante mucho tiempo, diecinueve años para ser precisos. Manuel perdió su historia y fue su historia la que lo volvió a encontrar. Manuel tiene una nueva familia y una lucha, la de la búsqueda de tantos niños apropiados en la última dictadura.
Gastón Gonçalvez era montonero, libraba batallas cotidianas enseñando palabras en las villas y estaba marcado hacía rato. Apenas el país se desayunaba con la instalación de un gobierno militar cuando Gastón pasaba a formar parte de la eterna lista de desaparecidos. Era el 24 de marzo de 1976.
Por estos días el ex comisario Luis Abelardo Patti se encuentra siendo procesado, entre varios crímenes de lesa humanidad, por el asesinato de Gastón Gonçalvez en el año 1976. Este fue secuestrado en Zárate, torturado, quemado y abandonado a orillas del río Luján. Su cuerpo pasaría veinte años en una tumba NN hasta que el equipo de Antropología Forense lo pudiera identificar. Este sería el inicio de un largo camino.
Su mujer, Ana María Granada, apenas alcanzó a despedirse de su suegra antes que la fueran a buscar. Con su panza de varios meses pasó de un plumazo a la clandestinidad y los caminos la dejaron en la ciudad de San Nicolás, al norte de la provincia de Buenos Aires, compartiendo sus días con una pareja entrerriana, en su misma situación, y estrenando nombre e historia.
Manuel, hijo de Gastón, sería anotado con el apellido Valdéz por cuestiones de seguridad. Era junio y arrimaba a la vida en un clima de tensión y de clandestinidad. En una casa de la calle Juan B. Justo, Manuel berreaba y compartía sus primeros días con su mamá Ana María y también con Carmen, Omar y sus hijitos María Eugenia, de cinco años, y Fernandito, de tres. Y un día llegó el espanto.
Eran las seis de la mañana en la ciudad. Una ráfaga de metralleta partió la calma. Ese 19 de noviembre de 1976 policías y militares rodearon la casa. Ana María alcanzó a esconder a Manuel, de tan sólo cinco meses, envuelto en frazadas para evitar que se asfixie, en un ropero. Minutos despues catorce balas acabarían con su vida, tal y como le había pasado a su compañero pocos meses antes.
Carmen y Omar Amestoy eran de Nogoyá, provincia de Entre Ríos. Perseguidos por militar activamente educando adultos en las villas, terminaron en San Nicolás, con sus hijos y con Ana María y su nuevo bebé. Las balas tampoco les perdonaron la vida y los gases lacrímógenos mataron a Fernando en el baño donde estaba escondido. María Eugenia y su pequeño cuerpito sólo aguantaron un rato más, muriendo camino al Hospital San Felipe.
Manuel fue encontrado en el ropero y se convirtió en el primer bebé con custodia policial. Su cuna en el nosocomio permanecería vigilada varios meses en caso de una improbable rebelión infantil hasta que la cúpula militar decidiera que hacer con su futuro.
El hecho pasó a la historia como la Masacre de Juan B. Justo y por ello se encuentran procesados y en condiciones de ser juzgados, el coronel Fernando Saint Amant, por entonces jefe del área militar 132 y del Batallón de Ingenieros 101; el coronel Antonio Federico Bossie y el ex comisario jefe de la delegación San Nicolás de la Policía Federal Jorge Muñoz. El proceso es el n° 28130 y radica en el Tribunal Oral Federal N° 2 de Rosario. Se espera que antes que termine el año la causa sea elevada a juicio.
Manuel fue entregado en adopción y así pasaría a ser Claudio Novoa. Desde chico supo que era adoptado, pero la posibilidad de que sus padres fueran desaparecidos nunca fue imaginada. Hasta que la verdad llamó a su puerta una tarde. “Tenés una abuela que te está buscando y que lo único que quiere saber es si estás bien”, le dijo un miembro del Equipo de Antropología Forense y Claudio/Manuel salió en búsqueda de su verdad.
Las vueltas del destino se mostraron rápidamente, Manuel no solo tenía a su abuela, sino también un medio hermano, fruto de una relación anterior de su padre. Gastón Gonçalvez hijo aparecía en su vida. Gastón era el bajista de la banda Los Pericos. Manuel era fanático del grupo. Muchas veces, en recitales, uno y el otro habían estado cerca. Esta vez la historia los enfrentaba y decidieron disfrutar de ese regalo. Hoy, quince años después, ambos hermanos encabezan la querella a Luis Abelardo Patti por la muerte de su padre.
Manuel tiene la ausencia marcada en la piel, pero esas sombras lo forman, lo empujan a seguir luchando, a no perder la memoria y a ayudar a reconstruirla. Ausencias llenas de vida en su sonrisa.