A inicios de julio, el Concejo Municipal de Rosario aprobó una normativa que regula el funcionamiento de los espacios culturales independientes. La medida, largamente pedida por lxs trabajadorxs del sector, ilusiona con recuperar la movida nocturna perdida en los últimos años, un propósito que parece fortalecerse desde la organización colectiva.
Fotos: Fer Der Meguerditchian / Concejo Municipal y QTP
En los últimos años fueron muchos los espacios culturales rosarinos que bajaron las persianas a causa de las dificultades que tenían para funcionar. En concreto, no contaban con una figura legal que ampare su trabajo y debían camuflarse dentro de otros rubros que no siempre se correspondían con las actividades que realizaban, lo cual, muchas veces, terminaba en inhabilitaciones y clausuras. Pero la situación cambió a inicios de julio, cuando el Concejo Municipal aprobó una ordenanza que regula a estas entidades.
En la sesión del pasado 4 de julio, el Palacio Vasallo le dio el visto bueno a una normativa que crea la figura legal de centros culturales independientes y regula su funcionamiento. Tras años de lucha, los trabajadores del sector lograron clarificar las reglas en cuanto a horarios de apertura, seguridad, sonido, iluminación, infraestructura y convivencia con los vecinos, entre otros puntos.
Para llegar a esta ordenanza, el 18 de junio se realizó una audiencia pública en donde los referentes de espacios culturales –que tras este encuentro se conformaron en asamblea– pudieron plantear sus inquietudes y propuestas a los concejales. Producto de este intercambio, se logró redactar un proyecto que, en principio, iba a regular la actividad nocturna y cultural de la ciudad. Pero horas antes de que la iniciativa se trate en el recinto se decidió desdoblarla en dos reglamentaciones distintas: una para nocturnidad y otra para espacios culturales independientes.
Esta ordenanza se alza como un salvavidas para los espacios culturales, que en los últimos años se vieron ahogados por tarifazos, pandemia y crisis económicas, sumado recurrentes inspecciones municipales –que a veces terminaban en clausuras– o largas horas de trámites para gestionar habilitaciones o permisos especiales. Ahora, los trabajadores del sector tienen todas sus expectativas puestas en la reglamentación, con un objetivo común: que el arte y la cultura proliferen en una ciudad que, de momentos, parece haber perdido la noche.
Un punto de partida
El periodista, gestor cultural e integrante de la asamblea de trabajadores de la cultura, Lucas Canalda, celebró: “Es un hecho histórico que finalmente se haya reconocido al espacio cultural independiente, que ahora va a tener una figura legal en la cual inscribirse. Estos lugares no son lo mismo que un bar, una birrería, un boliche o un área de recitales a gran escala. Podríamos pensarlos como ambientes amigables para la cultura no hegemónica, que apuestan a generar un circuito sin que esté el lucro o la ganancia como objetivo principal”.
En cuanto al concepto de centro cultural, la diseñadora e integrante de la asamblea, Daniela Beresi, agregó: “En este tipo de espacios es donde más se tejen redes interdisciplinarias. En un boliche va a haber solo música o bandas, pero en un espacio cultural ese entramado es más complejo, hay diseñadoras, gestores culturales, productores y artistas. Las propuestas son más variadas y tienen como propósito difundir la cultura y no solo hacer plata”.
Estos lugares no son lo mismo que un bar, una birrería, un boliche o un área de recitales a gran escala. Podríamos pensarlos como ambientes amigables para la cultura no hegemónica, que apuestan a generar un circuito sin que esté el lucro o la ganancia como objetivo principal
Sobre la ordenanza, señaló que hasta el momento los centros culturales, para habilitarse, debían cumplir las mismas reglas que un bar o una cervecería. No obstante, esto cambia con la nueva normativa que, si bien aún no se reglamentó, contempla las actividades diurnas –como los talleres– y nocturnas que realizan estos espacios.
Por su parte, el referente del Quetepasa (QTP), Joel Natali, señaló que, al no existir una ordenanza que contemple a los espacios culturales como tales, estas entidades debían realizar varios trámites burocráticos para poder funcionar: “Había que presentar papeles, permisos para hacer shows en vivo, pagar un sellado, y eso insumía tiempo y personal”.
En este sentido, aseguró que la ordenanza que se aprobó semanas atrás es “un avance”, y detalló: “Algunos espacios culturales funcionaban con un decreto de la primera intendencia de Mónica Fein, que decía que los lugares con determinadas características, que pasaban música, servían comida o tenían shows, podían trabajar de cierta forma, pero estábamos atados a un decreto, que es lo más precario. Algunos se habilitaron como buffet y tenían que pedir permiso cada vez que querían pasar música, eso es una ridiculez y con la nueva normativa se borra. Aunque parezca absurdo, si tu habilitación no decía que podías pasar música y la gente se ponía a bailar, te clausuraban”.
Y añadió: “Uno estaba habilitado por ser bar, otro por ser centro de exposiciones, y así. Ahora se unifican cuatro o cinco rubros, a los que vos te adaptás o amoldás. Con la nueva norma hasta las 2 de la mañana los espacios culturales pueden poner música sin pedir permiso. Si ahora vienen a inspeccionar, ya hay una figura legal para que no te cierren por tergiversación de rubro. Ahora hay una ordenanza con una figura que nos ampara”.
Tras esta nueva regulación a los centros culturales, los referentes de estos espacios realizan, cada quince días, asambleas abiertas con el objetivo de difundir los principales puntos de la normativa. “Nuestro próximo paso –detalló Canalda– es empezar a militar para que la normativa se implemente. Sabemos que se puede cajonear, ese es un resquemor que tenemos. En la celeridad que tenía el oficialismo por sacar adelante esto, se hizo todo de un día para el otro y hay muchas cosas que se tienen que detallar mejor”.
A lo que Beresi completó: “Con la asamblea pensamos en salir a buscar a los espacios. No hubo mucha difusión de la ordenanza, entonces queremos hablar con los trabajadores de la cultura para que empecemos a estudiar la normativa y entender cómo se la puede implementar”.
La unión hace la ley
Los referentes de espacios culturales independientes se encontraron por primera vez en la audiencia pública convocada por el Concejo. A partir de ese momento, decidieron conformarse en asamblea y mantener encuentros periódicos para analizar las necesidades del sector. Si bien el proyecto que finalmente se aprobó soluciona varios planteos, también tiene puntos que, de momento, son mirados de reojo, aunque habrá que esperar a que la normativa se implemente para saber qué es necesario ajustar o mejorar.
En cuanto a la unión de trabajadores culturales, Canalda destacó: “Ese núcleo, que ahora se fue agrandando, estaba conformado por personas que teníamos una militancia cultural. Estuvimos comunicados todos los días, cada uno aportando experiencias, contactos, laburando. Se armó un equipo tremendo porque había un objetivo concreto”.
La conformación de esta asamblea es incipiente y, si bien está en proceso de formación, de las reuniones participan representantes de entre 8 y 20 centros culturales de Rosario. “Ahora tenemos que tratar de conectarnos con todos los espacios que hay en la ciudad. Hay un montón de gente haciendo un laburo re noble, pero que no tiene idea de la nueva ordenanza. Por eso se está armando como un comité técnico de asesoramiento de volumen, de las cuestiones técnicas y acústicas, porque hay un montón de cosas que nos superan”.
¿Qué cambios deberán aplicar los espacios culturales?
En principio la idea del oficialismo rosarino era aprobar una ordenanza que regule la nocturnidad en la ciudad, pero la presión de los espacios culturales fue tal que, a último momento, se decidió que sea una normativa aparte la que regule a estas entidades.
“La ordenanza de nocturnidad tiene más que ver con metros cuadrados, volumen y capacidad de público, sin importar tanto qué actividad pasa adentro”, consideró Beresi. No obstante, los espacios culturales también deberán cumplir con determinadas normas edilicias para garantizar la seguridad de los asistentes, pero también para lograr una convivencia armónica con los vecinos.
En este sentido, deberán tener cierto nivel de insonorización y aquí surge uno de los grandes interrogantes de la ordenanza: bloquear los sonidos para que los vecinos no se vean afectados cuando haya música en vivo, por ejemplo, tiene un alto costo y no todos los centros culturales podrán afrontarlo. En tanto, la normativa no contempla un financiamiento para que estas obras puedan realizarse.
Al respecto, Natali analizó: “A la ordenanza le faltaría no ponerse tan estricta con la cuestión de la insonorización, que es muy costosa y no todos los espacios la van a poder hacer. La Municipalidad va a venir a medir los decibeles y, si los centros culturales no cumplen con los niveles establecidos, van a tener que bajar la música”.
“Sí se planteó el convenio con los colegios. Por ejemplo, si necesitás un técnico de higiene y seguridad para que haga una revisión, en vez de pagarlo podés hacer un convenio con el colegio para que lo haga de forma gratuita y así alivianar los costos de los espacios, eso está en la ordenanza”, destacó Beresi, y Canalda agregó: “El primer paso que queremos dar es la reglamentación, y después trabajar para que haya un fomento y acompañamiento”.
Asimismo, Natali expresó su deseo de que haya más coordinación entre el área de habilitación y la de control municipal: “A veces no les informaban de las habilitaciones a la Secretaría de Control, y venían a hacer la inspección y no sabían que estábamos autorizados”.
Una radiografía de la cultura
Los integrantes de la asamblea denunciaron que en la ciudad hay cada vez menos propuestas y lugares culturales, con el agravante de que escasean los espacios para una cantidad de público reducida. A esto, se suman los incrementos en las tarifas y la eliminación de diferentes subsidios para el rubro artístico, lo cual hace que el panorama económico sea muy difícil para algunos establecimientos.
El referente del QTP reconoció que la cultura estuvo “muy mal” hace unos años, pero aseguró que actualmente está viendo un “reverdecer”. No obstante, diagnosticó: “Hay monopolios bastantes marcados con las grandes productoras, pero el problema es la falta de infraestructura y la gestión, que hace que para triunfar los artistas se vayan a Buenos Aires, pero Rosario tiene potencial”.
Durante el macrismo hubo tarifazos altísimos y cerraron muchísimos lugares. Después vino la pandemia, que se tragó todo. Hoy en día no ha quedado nada, pero la gente que resiste le pone todo el corazón. La ordenanza fue un abrazo simbólico para toda la comunidad, porque necesitábamos una buena”
“Hay un monopolio de la cultura que ejerce el municipio desde hace años. En estos tiempos de ruina económica, no queda otra que agarrar todo lo que sea del Estado, porque es lo único que tenés para grabar tu disco, llevar adelante tu tienda de diseño o editorial. Para mí se vive un momento muy álgido en la cultura rosarina, venimos de años de pálidas. Durante el macrismo hubo tarifazos altísimos y cerraron muchísimos lugares. Después vino la pandemia, que se tragó todo. Hoy en día no ha quedado nada, pero la gente que resiste le pone todo el corazón. La ordenanza fue un abrazo simbólico para toda la comunidad, porque necesitábamos una buena”, evaluó Canalda.
“Los artistas –consideró Beresi– ya no pueden solventar sus propias producciones. Es imposible hacer algo gratis para el público porque… ¿quién le paga a los trabajadores? Estaría bueno que vuelva a florecer la diversidad de espacios que Rosario supo tener años atrás, y que cualquiera pueda hacer su propuesta y tener llegada”.
“Es bastante desestimulante que los pocos recursos que hay siempre se deriven a las cosas que son gigantescas. Lamentablemente, hace, mínimo, diez años que no hay acciones que sustenten y que planteen cuáles son las políticas culturales de la ciudad. ¿Cuál es nuestra identidad si se pagan $45.000 para ver a un artista de afuera, pero no $4.000 para ver a uno local?”, cerró Canalda, quien también recordó que, en medio de la escalada de violencia que la ciudad sufrió en los primeros días de marzo, se realizó en el Galpón de la Música un festival solidario para juntar alimentos, que contó con la asistencia de más de 5.000 rosarinos: “Eso fue un quiebre de que es por ahí”.