La política de déficit cero que propone Javier Milei se basa en recortar el dinero destinado a pagar jubilaciones. El hambre, la falta de atención médica y no llegar a fin de mes se siente cada vez con más fuerza. Testimonios de quienes se jubilaron por la política de moratoria y de quienes hoy luchan por los derechos de los trabajadores activos y pasivos.
Fotos: Agustina Verano. Producción: Agustina Verano y Mariángeles Guerrero
En el discurso del presidente Javier Milei, hay una palabra que resuena como un mantra, una cuasi promesa, la tierra prometida después del “esfuerzo”: el déficit cero. Que el Estado no gaste más de lo que tiene. Déficit también significa “escasez de algo que se juzga necesario”. ¿Cuál es el déficit en la Argentina del déficit cero? ¿Sobre qué necesidades insatisfechas se edifica el experimento del anarcocapitalismo? ¿Qué significa “esfuerzo” al final del día, en casas sin comida y sin calefacción?
La respuesta llega, bien clara, en la voz de Mercedes Celia Muñoz. “Antes uno podía comprar más, ahorrar un poquito, pero ahora es imposible. Antes podías comer carne y ahora tenés que limitarte por los precios. Te da tristeza ir a un supermercado y no poder comprarte las cosas más básicas, la leche, el queso… Si comprás una cosa, no podés comprar la otra”.
En la Argentina del déficit cero, falta comida en la mesa. Frente a las góndolas, la lista de compras y la calculadora. Elegir bien, agarrar, mejor dejar porque no alcanza. En los primeros seis meses del año, los alimentos se encarecieron un 70%, según datos del Indec.
La casa de Mercedes queda en el barrio San Lorenzo, al sur de la ciudad de Santa Fe. Tiene paredes color naranja y plantas bien cuidadas. En la mesa, un mantel con cuadraditos verdes y ricos mates dulces. Ella ceba y cuenta. Dice que en su barrio se ve cada vez más la pobreza, la gente buscando en la basura, los comedores rascando desesperación en el fondo de las ollas. Dice que se ve el hambre. Dice que no prende la estufa por miedo a no poder pagar la luz. “De 3000 que pagaba, ahora pago 15.000 o 17.000. Para mí es muchísimo”.
“Antes uno podía comprar más, ahorrar un poquito, pero ahora es imposible. Antes podías comer carne y ahora tenés que limitarte por los precios. Te da tristeza ir a un supermercado y no poder comprarte las cosas más básicas, la leche, el queso… Si comprás una cosa, no podés comprar la otra”.
El de 2024 fue el segundo invierno más frío de los últimos 60 años. En junio, el rubro que más aumentos tuvo fue “Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles”, con subas del 14%.
En este contexto inflacionario, las jubilaciones perdieron de hecho poder adquisitivo. Según datos del Centro de Economía Política (CEPA), en los primeros seis meses de 2024, de cada 100 pesos ajustados, la mitad lo explican los recortes en jubilaciones ($28,9) y obra pública ($21,9). Le siguen los subsidios ($16,2), gastos de funcionamiento del Estado (principalmente salarios, con $10,6) y prestaciones sociales ($9,7). En este último ítem se incluyen las asignaciones, pensiones no contributivas y las prestaciones del PAMI.
Según el CEPA, la jubilación mínima con bonos sufrió una retracción del 35,2% entre noviembre de 2023 y julio de 2024. La caída de la jubilación mínima sin bonos fue del 30,4% en el mismo período.
En diciembre, el DNU 70/2023 derogó la ley que establecía las bases de fijación de los haberes a los jubilados y pensionados nacionales, principalmente aquellos que cobran a través de ANSES (jubilados nacionales o pensionados).
En febrero, el DNU 274 reglamentó una nueva forma de cálculo de las jubilaciones y pensiones en base al último dato de inflación disponible. María Eva Bellini, economista, explica que “dado que su cálculo siempre es ex post implica un rezago de dos meses”. A modo de ejemplo: “Una jubilación de julio se calcula en base al índice de inflación de mayo”.
Para Bellini, en términos de previsibilidad es una mejora porque permite tener un parámetro de referencia de cuál será su ingreso. Pero aclara que la metodología anterior, usada durante los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández, incluía la recaudación de Anses o una combinación entre evolución de la inflación y salarios con actualizaciones trimestrales o semestrales. “Estas metodologías tenían parámetros de recuperar el poder adquisitivo en relación al nivel de salarios del país, y también si Anses recauda más porque mejoran los aportes de los contribuyentes o se incrementa el trabajo en blanco poder mejorar los ingresos de los jubilados y pensionados”, señala.
Y compara: “La mirada actual solo tiene en cuenta la inflación desde una perspectiva de reducir el gasto del Estado Nacional en el pago de jubilaciones, es decir gastar lo mínimo e indispensable”.
En estos últimos meses, la imagen de Norma Plá —la jubilada emblema de los reclamos de los años 90— recorrió la memoria colectiva. ¿Por qué los gobiernos que promueven el déficit cero como receta económica van contra las y los jubilados? “Porque tienen como uno de sus objetivos macroeconómicos el déficit cero, y las erogaciones/gastos del Estado en el pago de jubilaciones y pensiones y seguridad social representan más del 40% del presupuesto. Es el principal rubro que deciden ajustar y condicionar el gasto con el objetivo de disminuir el déficit fiscal”, responde Bellini.
Sin embargo, hay otras salidas posibles que no sean quitarle el remedio, la comida o la calefacción a tus abuelos y abuelas: “El déficit se puede achicar mejorando los ingresos del Estado, mejorando la estructura tributaria, donde existan tributos que graven más los patrimonios y riquezas, implementando impuestos progresivos y eliminando los regresivos e indirectos que se trasladan a los consumidores”, plantea. Progresivo quiere decir: que cada cual aporte según sus ingresos.
Jubiladxs por moratoria
En 2004 se sancionó la Ley 25.994 que estableció el derecho a obtener una jubilación a aquellas personas que, cumpliendo con los requisitos de edad, no reunían los años de aportes necesarios y a aquellos que, habiendo reunido los años de aportes, les faltasen menos de cinco años para alcanzar la edad jubilatoria (Jubilación Anticipada). Esta ley tuvo vigencia hasta 2007.
Un año después, en 2005, a través del Decreto 1454/05 se estableció un régimen para que puedan jubilarse aquellos trabajadores autónomos que adeuden aportes anteriores al 30 de septiembre de 1993. Como el período estaba fijo, cada vez menos personas podían obtener una jubilación. Por lo tanto, en 2014 mediante la Ley 26.970 se sancionó una nueva moratoria que permite regularizar aportes hasta diciembre de 2003.
Desde la implementación de las medidas mencionadas en el párrafo anterior, la tasa de cobertura previsional aumentó considerablemente, pasando del 61,2% en el cuarto trimestre de 2004 al 89,6% para el mismo trimestre de 2018. El 73% de los beneficios de moratorias fueron otorgados a mujeres. Alejandro Calabria y Julio César Galada explican, en su Análisis del Sistema Integrado Previsional Argentino, publicado en 2019, que esto se debió a que en muchas ocasiones las trabajadoras tenían una historia laboral “bastante más irregular e informal que la de los hombres, lo que las imposibilitaba aún más para acceder a un beneficio previsional sin un programa de regularización de aportes”.
Tras las cifras, las historias. Mercedes llegó a Santa Fe, desde Buenos Aires, siendo una niña de 11 años. Por no tener documentos, terminó en un colegio de monjas. Allí la adoptó una familia, tiempo después. “Me llevaron para trabajar en su casa. Cocinaba, limpiaba, lavaba los platos, hacía los mandados. A los 15 años conocí a un muchacho y me casé, pero por salir de donde estaba, más que nada”, relata.
La joven trabajaba para esa familia y para otras casas de la misma familia: terminaba en una y seguía en otra, limpiando y cocinando. Al tiempo se separó de su pareja y siguió trabajando, siempre haciendo servicio doméstico. “Pero vos trabajabas y no te hacían los aportes. Antes no le exigían a los patrones ponerte en blanco para que puedas tener algo seguro el día de mañana”, recuerda.
Mercedes pudo jubilarse gracias a la moratoria. Pero sigue trabajando en casas de familia. De otro modo, dice, no le alcanzaría. “Mis hijos tienen su hogar, su familia y yo no puedo estar sacándoles para que me ayuden. Dentro de todas las condiciones estoy sana. Ahora me duelen los huesos y me estoy haciendo estudios para ver si puedo seguir trabajando. Eso me preocupa mucho”, cuenta.
Laura Tejedor Sassia trabajó desde los 19 años en un negocio familiar. Fueron 20 años de tareas administrativas, compra y pago a proveedores, pedidos de mercadería. Al cerrar el negocio, vendió cosméticos y trabajó en una concesionaria de autos. Ese era el trabajo fuera de la casa: adentro, tocaba la crianza de cuatro hijos. Cuando llegó el momento de jubilarse, descubrió que le faltaban aportes. Desde su casa en el macrocentro de Santa Fe relata su historia, y la posibilidad que le brindó la moratoria.
Para Laura es importante que la gente sepa que quienes se jubilaron con moratoria no se jubilaron sin pagar nada. “Además de que compré los años de aportes que me faltaban para jubilarme, durante años me estuvieron descontando del haber jubilatorio un proporcional para cancelar lo que debía. O sea, no es que me faltaban diez años y a esos diez años me los regalaron”.
Y agrega: “Pagué la moratoria y afortunadamente estoy jubilada. Si no, tendría que estar en situación de calle pidiendo un plato de comida”.
Diez años después de haberse jubilado, sigue trabajando como facilitadora de biodanza. Agradece que la salud se lo permita. “Sólo con la jubilación mínima, no podría vivir”.
También participa de la Comisión de Jubilados que se formó, a principios de año, en el marco de la Multisectorial Santa Fe, organizada en la capital provincial contra la Ley Bases y el DNU 70. “Lo que estamos viviendo es tan horroroso que no lo hago por mí, me sumé a participar por todos los demás que muchas veces no tienen ni para el boleto de colectivo. Hay mucha gente que la está pasando muy mal, que no come y se acuesta con un mate cocido”.
“Pagué la moratoria y afortunadamente estoy jubilada. Si no, tendría que estar en situación de calle pidiendo un plato de comida”.
“En los gobiernos anteriores las cosas no se estaban haciendo bien, pero por lo menos cuando no alcanzaba, había un acompañamiento del Estado. Ahora no hay nada. Acá la gente pasa hambre y nadie le viene a dar ni un pedazo de pan. Ninguno de los que dicen que los jubilados están bien con 260.000 pesos gana 260.000 pesos. Es muy fácil decir ‘ustedes están bien’, mientras ganan millones”, reflexiona.
Evelina Monzón también es parte de la Comisión de Jubilados. Trabajó en una farmacia y en una droguería, pero sus patrones tampoco le hicieron los aportes. En un acto organizado por la comisión frente a la Legislatura provincial, convoca sin medias tintas: “Le hablo a toda la gente que se pudo jubilar con la moratoria, que le agradezcan a Cristina. Porque mucha gente se aprovecha de que le dieron la jubilación, que ahora tiene medicamentos, que tiene atención, que tiene los anteojos y le dicen ‘chorra’ y no sé qué más”.
La mujer cuenta que económicamente se las arregla, porque hace economía, pero que cada vez le resulta más difícil. “Para poder venir a militar acá, a defender mis derechos y de todos los jubilados tuve que gastar 1000 pesos de colectivo. Cada vez que hay una movilización, tengo que gastar mil pesos. Antes iba con mis amigas a comer, a tomar una cerveza. Pero ahora, nada de eso. La carne está inalcanzable, sólo una costeleta cuesta 1000 pesos”.
“Le hablo a toda la gente que se pudo jubilar con la moratoria, que le agradezcan a Cristina. Porque mucha gente se aprovecha de que le dieron la jubilación, que ahora tiene medicamentos, que tiene atención, que tiene los anteojos y le dicen ‘chorra’ y no sé qué más”.
Por lo mismo que sale una costeleta, Evelina llegó a la puerta de la Legislatura. Se acerca a los micrófonos con la esperanza de que algún diputado o senador la escuche: “Legislen a favor del pueblo, porque el pueblo los votó para que lo defiendan. Se van a llenar los bolsillos de plata, pero la sociedad y sus hijos los van a ver como unos inmorales”.
Norma Ortiz es jubilada municipal de la ciudad de Santa Fe. Está sentada junto a la bandera de la Comisión, frente al edificio del Poder Legislativo. Ataja con su cuerpo finito el viento de julio y habla despacio y bajito. “Los activos llegan hasta el 15 de cada mes, yo no sé si llego al 15. Tenemos que esperar al 10 para cobrar, pagamos los servicios y después el día a día es terrible”.
“Hay compañeros que han tenido que dejar la medicación a la mitad porque no se puede. Con el tema de la comida, lo mismo: si antes era desayuno, almuerzo, merienda y cena ahora hacemos una media merienda y una cena o un almuerzo largo”. Por si fuera poco, la obra social provincial (el IAPOS) tampoco da respuestas. “Yo tuve un problemita de salud la semana pasada, pedí la ambulancia de Unisem y nunca llegó”.
“Hay compañeros que han tenido que dejar la medicación a la mitad porque no se puede. Con el tema de la comida, lo mismo: si antes era desayuno, almuerzo, merienda y cena ahora hacemos una media merienda y una cena o un almuerzo largo”.
Un informe reciente del CEPA, del Centro de Estudios Políticos para Personas Mayores (Ceppema) y de la Asociación Latinoamericana de Gerontología Comunitaria muestra que tras el triunfo de Milei, los precios de medicamentos más utilizados por personas mayores tuvieron un aumento significativo. Entre noviembre y julio, estas medicinas remarcaron sus precios en un 188,2%, superando la inflación de ese mismo período: 164,6%. En tanto, los precios con cobertura PAMI acumularon un 254% de aumento.
La discusión por la Caja de Jubilaciones
Afuera de la Legislatura hace frío. Las banderas contrastan con el cielo plomizo y los cantitos casi interrumpen la modorra matinal del barrio Sur de Santa Fe. Hay algunas cámaras de televisión y periodistas que preguntan con cuidado, con respeto. Que se toman su tiempo para escuchar. El futuro de la Caja de Jubilaciones de la provincia de Santa Fe se está discutiendo en el marco de una comisión bicameral creada en junio, y este miércoles de julio las y los jubilados se manifiestan en defensa de sus derechos.
La comisión bicameral está integrada por los presidentes de las Comisiones de Asuntos Constitucionales y Legislación General de la Cámara de Senadores y de la Cámara de Diputados, seis senadores, ocho diputados, cuatro representantes del Poder Ejecutivo, y cuatro de los sindicatos. Sólo ATE, Amsafe, UPCN y Festram tienen representatividad. El objetivo del espacio es generar un informe para evaluar la sustentabilidad de la Caja.
Bellini explica que el sistema previsional en Argentina es un sistema mixto en el que conviven diferentes regímenes. “Según algunos informes, en nuestro país existen más de 120 regímenes independientes. En cada uno de ellos, su funcionamiento se basa en que la persona adherente realiza un aporte en relación a su nivel de ingreso, preestablecido según la normativa de funcionamiento al régimen que adhiere. Con la recaudación de cada uno de los aportantes, la administración del régimen paga las jubilaciones pertinentes. Este mecanismo se conoce como solidario, basado en el principio de la redistribución, dado que los aportes de las personas “activas” hoy se destinan a las erogaciones previsionales actuales con el compromiso de que los próximos activos lo harán por los que hoy aportan”, puntualiza.
“La condición principal de los aportantes es tener un trabajo registrado. Por lo tanto el sistema depende de la cantidad de trabajadores y trabajadoras registrados aportantes que financian el pago de las jubilaciones presentes. Si dichos recursos no alcanzan para el pago de las jubilaciones, el Estado, en sus diferentes niveles, puede financiar ese déficit”, completa.
En el caso de la provincia de Santa Fe, según la Comisión de Jubilados, la relación pasivos/activos es de cuatro a uno. El gobierno provincial, a través del secretario de Previsión Social, Jorge Boasso, deslizó en declaraciones periodísticas que una solución posible es subir la edad jubilatoria de los agentes provinciales para compensar el desfase.
“La Caja no se toca” responden los jubilados. Sostienen que esta reivindicación debería ser común a todos los trabajadores públicos provinciales. “La reforma que se intenta hacer es absolutamente contraria a los intereses, no solamente de los jubilados, sino de los trabajadores hacia el futuro. Imagínense ustedes, una docente a los 70 años trabajando en un curso con 30 o 35 chicos de cinco o seis años. Es muy fácil y muy cómodo enfrentarse al trabajador”, afirman Alberto Mullor y Alejandro Gitron, integrantes de la Comisión.
Los jubilados y las jubiladas provinciales tienen críticas, tienen bronca. Pero también propuestas. Por ejemplo, postulan que se equilibre el monto aportado según el ingreso; y que se regularice a las y los agentes provinciales que hoy facturan como monotributistas y por ende aportan a la Caja Nacional. También proponen la formación de un fondo contracíclico cobrándole un impuesto del 1% a los ingresos brutos de las grandes exportaciones, y un impuesto a la propiedad de grandes extensiones rurales para financiar el sistema.
La comisión creada en la Legislatura aún no recibió a la Comisión de Jubilados.
Un gobierno sin júbilo para los adultos mayores
Mercedes Muñoz reflexiona sobre cómo se llegó a tener un gobierno nacional cuya política central es el desmantelamiento de los derechos. “Los jóvenes que apoyan a este gobierno no vivieron lo que vivimos nosotros, lo que vivieron los abuelos, los padres. Pienso que todo fue por el odio a Cristina. ¿Qué más querían que lo que teníamos? Con Cristina teníamos muchas cosas, podías ir al supermercado, comprarle algo a tus nietos. No te privabas de nada”, considera.
Junto a ella, Rubén Suárez, también jubilado, sintetiza: «A Milei el ser humano no le importa, lo único que le importa es cerrar un número».
Si se le pregunta por momentos pasados que sirvan como espejo de lo que está pasando, Laura Tejedor Sassia recuerda rápidamente la crisis de 2001. Pero marca una diferencia: “En el 2001 fue una cosa en donde la gente pudo activar y salir. A mí ahora me sorprende la inactivación que hay. Me pregunto cuándo van a salir, cuándo van a quejarse, cuándo van a ir a pedir por que les corresponde”. Para Mercedes, ahora estamos incluso peor que en ese entonces. “Pero la gente no sale, o no salimos, por miedo a la represión”.
Laura concluye con una invitación y una expresión de esperanza: “Confío en que salgamos a la calle antes que reviente todo”.