Aprender a leer y a escribir es quizás uno de los procesos de comprensión más significantes para el ser humano. Alfabetizarse en la adultez, mucho más, una experiencia comparable a la recuperación de la vista o de la motricidad pero a nivel del pensamiento. De la mano del movimiento estudiantil rosarino Mate Cocido y de estudiantes de escuelas rurales de Corrientes, se está desarrollando en comunidades rurales de esa provincia, el programa de alfabetización cubano “Yo sí puedo”. Cada tarde, en casas de vecinos y parientes, los procesos de aprendizaje abren universos de palabras, esperanzas y dignidad.
Por Vivi Benito
[dropcap]H[/dropcap]ay palabras que abren caminos, que habilitan, transforman. Hay otras tantas que, a veces, se anudan en el pecho y allí quedan, acurrucadas y temblorosas, esperando quizás durante toda la vida hasta poder ser dichas, escritas, comprendidas.
La necesidad de ayudar a los hijos y nietos a hacer la tarea, de poder escribir el propio nombre por primera vez, así como leer y escribir mensajes de textos en los teléfonos celulares, fueron las principales motivaciones de este grupo de adultos que se sumó al “Yo sí puedo”. Acompañados por jóvenes estudiantes secundarios, con mucho esfuerzo, luego de largas jornadas de trabajo en el campo, cada tarde se sientan a compartir un espacio de aprendizaje. Y cuentan que, poquito a poco, entre mates, tortas fritas y cuadernillos, en sus familias y parajes de la zona hay cosas que están cambiando.
Desde 2012 alrededor de 30 estudiantes pertenecientes a la Escuela de la Familia Agrícola (EFA) Santa Lucía de Corrientes, están llevando adelante el programa cubano de alfabetización “Yo sí puedo” en zonas rurales de esa provincia. La iniciativa fue impulsada por el movimiento estudiantil Mate Cocido, de Rosario. Las EFA son instituciones educativas de enseñanza secundaria que surgen desde el medio rural y con los distintos actores de dicha comunidad, forman parte de una propuesta alternativa de educación basada en la modalidad de alternancia educativa, constituyendo todo un proyecto pedagógico-político.
En el marco del VIII Seminario de Educación Rural, “Jóvenes rurales: identidad y participación comunitaria”, presentado el 22 de mayo en la sede de gobierno de la Universidad Nacional de Rosario, varios de los jóvenes visitaron la ciudad, allí estuvo enREDando, conociendo esta experiencia.
“Lo que me llamó la atención fue que muchas personas de edad, no sabían escribir ni su nombre. Nosotros ahora, que sabemos leer y escribir, podemos ayudarlas. Para que puedan, como nosotros podemos. Empezamos con los vecinos, una hora a la tarde, después las mismas personas pedían más horas porque les gustaba”, nos dice Jésica.
Cada tarde, voluntariamente los grupos de jóvenes facilitadores se acercan a la casa de familiares y vecinos para acompañar esta experiencia de aprendizaje(s) que la viven con gran entusiasmo y como un ida y vuelta.
Al lado de Jésica, en la ronda está Rocío, quien en un tono tímido pero con determinación opina: “Está bueno ayudar a otras personas que no saben ni leer ni escribir. Nosotros fácilmente hoy podemos tener eso a nuestro alcance”, y le pasa el grabador a Lucía: “Muchas veces hay personas que están sufriendo porque no pueden escribir ni su nombre, se ponen mal, sienten vergüenza. La verdad es que te entusiasmás vos y se entusiasman los otros en aprender a escribir por lo menos su nombre, su firma y su número de documento, que es lo que más se necesita. Es una experiencia muy linda”.
Estudiantes multiplicadores
El trabajo conjunto del movimiento estudiantil Mate Cocido con las Escuelas de la Familia Agrícola (EFA) de Corrientes lleva ocho años y se da en el marco del “Seminario de Educación Rural”, un espacio de formación extracurricular a partir del cual estudiantes universitarios de la UNR, de diferentes carreras, se encuentran y trabajan en torno a la experiencia político pedagógica de las EFA.
“En cuanto al programa cubano Yo sí puedo, Mate Cocido brinda capacitación y acompañamiento. El método es audiovisual, comprende 65 clases donde la parte técnica y más pedagógica de la tarea de alfabetización está dada en las videoclases, acompañado de un material gráfico (cartilla) que se le entrega a cada participante. El método tiene flexibilidades y se puede adaptar a diferentes lugares y realidades”, detalla el profesor Ananta Castillo, que vive en Corrientes y está a cargo de la coordinación del programa.
“La propuesta de trabajar en las EFA es con la idea de que ellos (los chicos) se convirtieran en facilitadores, o sea, promueven la creación de los grupos de alfabetizados, que en general pasan a ser sus familiares, vecinos, veíamos que la problemática estaba muy cercana a la institución. Ellos desarrollan la tarea, arman los grupos, garantizan la asistencia de los participantes, los acompañan y motivan. Los chicos son los que ponen el cuerpo y los que realmente llevan a cabo la tarea. En el programa ya tenemos 30 facilitadores inscriptos, cada grupo detectó a sus participantes y los convenció para comenzar a trabajar”, describe Ananta.
Ananta nos explica que el programa cubano tiene una duración de tres meses, con clases audiovisuales y prácticas de media hora diaria de lunes a viernes, pero que en el caso de las EFA que trabajan con el sistema de alternancia -los chicos están 15 días en la escuela y 15 en la casa por las distancias y porque trabajan-, la extensión del programa se duplica. “Igual, lo que tratamos de hacer para acortar un poco los tiempos es que se pueda desarrollar más de una videoclase por día, se hacen encuentros de una hora y media, tres veces por semana, tampoco se pueden hacer todos los días por las distancias que tenemos. Con estas condiciones se calcula que en 5, 6 meses se puede desarrollar por completo”.
Para la mayoría de los chicos esta fue su primera visita a Rosario, además de dar a conocer esta digna experiencia de alfabetización, estuvieron conociendo el trabajo territorial que la agrupación Mate Cocido realiza en los barrios Puente negro y toba (de Rouillón), también pasearon por el monumento a la Bandera y el centro.
Hay palabras que abren caminos.
Palabras paridas comunitariamente, que primero son acción, y más tarde, a fuerza de incansable trabajo, forman parte de una narración en primera persona del plural: nosotros (podemos).
Escuchar las palabras de los/as chicos/as en su paso por Rosario:
1 comentario
qué linda nota, Vivi!
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