Entre mayo y septiembre de 1976 la familia de José Berg fue secuestrada por la dictadura. Tuvieron que pasar casi 48 años para que esa historia sea contada por primera vez ante la Justicia en la causa Saint Amant IV, que juzga crímenes de lesa humanidad ocurridos en San Nicolás.
José Berg tenía 11 años cuando una madrugada de mayo de 1976 una patota de la dictadura se llevó a su papá Juan y sus dos hermanos mayores —Jorge y Carlos— de su casa de la localidad de San Nicolás. Tiempo más tarde se llevaron a su mamá María Mayer con su hermana Alejandra. Sus padres militaban en el Partido Comunista (PC). Él y Marcos, otro hermano más chico, quedaron al cuidado de una vecina.
Pasaron 48 años de aquellos hechos, pero a José Berg los recuerdos le vuelven como un torrente de imágenes: “Mi recuerdo de los 11 años es el de una familia devastada, mi vieja estaba en la Unidad Penal con mi hermana de un año y medio, y yo quedé literalmente en situación de calle”.
La historia de la familia Berg pudo escucharse a principios de abril en los Tribunales Federales de Rosario, en el inicio de las testimoniales del juicio conocido Saint Amant IV. Una causa por crímenes de lesa humanidad cometidos contra 74 víctimas en la jurisdicción del Área Militar 132, que abarcaba el noroeste de la provincia de Buenos Aires, incluyendo las localidades de San Nicolás, Baradero, San Pedro, Ramallo y Pergamino.
En total son doce los acusados por delitos de secuestros, torturas y asesinatos. Ellos son los exintegrantes del Batallón de Ingenieros de Combate 101 Antonio Bossie (excapitán), Guillermo Piccione (excapitán), Bernardo Landa (exteniente primero) y Carlos Biglieri (subteniente). Además figura Omar Andrada (exteniente coronel del Destacamento de Inteligencia 101); los excabos de la delegación San Nicolás de la Policía Federal Hugo Bellet, Adrián Meisner y Gregorio Mancilla; y los exoficiales de la delegación San Nicolás de la Dirección General de Inteligencia de la bonaerense Enabel Cappa, Miguel Ángel Amarillo, Oscar Parodi y Raúl Calabresi.
La megacausa lleva el nombre de Manuel Fernando Saint Amant, el excoronel que en la dictadura estuvo al mando del Área Militar 132 y que falleció en marzo de 2016 en el penal de Ezeiza, cuando cumplía una condena de prisión perpetua impuesta en 2012. Desde entonces 16 represores ya fueron condenados en la causa.
El mediodía del 9 de abril en el Palacio de Justicia de Oroño al 900 el sol de otoño iluminaba limpio una bandera colgada en las rejas exteriores que decía “Mesa de la Memoria por la Justicia San Nicolás”, y al lado el dibujo de un caracol vendado sosteniendo una balanza. Casi medio siglo después de aquellos hechos, José Berg daba por primera vez testimonio ante la Justicia. Por WhatsApp envía una foto de la familia ingresando en fila india a Tribunales el día de la audiencia y cuenta: “En orden está mi hermana, yo, mi primo (Francisco), mi madre y mi hermano. Más de 40 años esperando declarar frente a la Justicia. Esa foto me parece emblemática”. Por Zoom también declaró Jorge, uno de los hermanos Berg que vive en Mendoza.
¿Cómo te sentís con esta declaración?
A esta altura del recorrido los condenados más o menos son siempre los mismos, pero hay una satisfacción: que Saint Amant no murió impune. En este caso, esta nueva etapa de la megacausa nos dio la oportunidad, a mí, a mi familia y a otros vecinos y compañeros de San Nicolás, poder después de casi medio siglo contar esto que estaba debajo de la alfombra. Poder expresarlo no en una mesa de café o en la esquina, sino en un tribunal de la Justicia. Eso es altamente satisfactorio. Me está empezando a caer la ficha de lo emocionante y movilizador que fue esto.
¿Por qué?
Porque esto me da fuerzas para seguir en este camino de búsqueda de la verdad, la memoria y la justicia. Yo milité toda la megacausa Saint Amant, pero nunca me tocó hablar en el Tribunal. Recién ahora se está juzgando lo que en la carátula figura como Causa Berg, pero que lleva ese nombre por una cuestión de orden alfabético, porque de ahí se desprenden un montón de víctimas de San Nicolás, Baradero, Pergamino y San Pedro.
¿Cómo te acompañan hoy esos recuerdos de lo que viviste en dictadura?
…. (Hace una pausa larga y contesta) Mirá, en el 76 yo tenía 11 años, una hermana de un año y medio que se llama Alejandra y otro hermano de 4 meses de edad. Tenía otros hermanos mayores de 15 y 18 años. Después mi mamá tuvo otra detención, tortura y desaparición en Rosario, en el 79, en la causa Feced. Pero mi recuerdo de los 11 años es el de una familia devastada donde mi vieja estaba en la Unidad Penal con mi hermana de un año y medio, y yo quedé literalmente en situación de calle con mi hermano en brazos.
¿Y ahí con quién viviste?
A mí me acogió una familia vecina, a quien le debo la vida. Fueron cuatro meses de abandono del Estado, porque tampoco hubo un juez de menores que se hiciera cargo de mí. A la distancia digo qué suerte tuve que un juez de menores no se hizo cargo de mí. A mi hermano de 15 años lo jugó un juez federal, siendo menor.
¿Cuánto tiempo estuviste con esta vecina?
Entre mayo y septiembre del 76. Ella ya no vive, pero le tengo un agradecimiento infinito a esa señora que vivía en casa lindera. Hasta octubre mi padre estuvo preso, primero en la Unidad Penal 3 y luego fue trasladado a Olmos (La Plata).
¿Y tus viejos?
Mi vieja tiene 88 años y nunca abandonó la militancia. Ella participa del movimiento feminista y sigue participando de la vida política del PC. Y mi papá murió de tristeza en el 89.
¿Por qué?
Porque él se sintió derrotado con el menemismo. A la distancia todos los de esa generación podemos decir que hemos perdido la batalla. Nos ganó la dictadura que nos llevó 30 mil compañeros y nos ganó el menemismo. Pero en el caso de mi viejo y de sus compañeros también fue el integrar listas negras y no conseguir trabajo. Y yo particularmente sentí un señalamiento y una segregación social. Fue muy duro transitar mi adolescencia, reintegrarme a la escuela habiendo faltado casi un mes a la escuela sin cuadernos y carpetas, Me costó mucho.
¿Cómo vivís este tiempo donde desde el Estado se habla de memoria completa y se ponen en cuestión las políticas de memoria?
Con más convencimiento que antes de que no hay que abandonar lucha, que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Más que nunca reforzar que son 30.000 los desaparecidos, que con eso no hay que transar y que no hay que caer en la derrota. No importa si se pierde una batalla, los combates son diarios y permanentes. Por eso creo que hoy hay que reforzar esta batalla.