Texto: María Cruz Ciarniello / Fotos: Enredando
Cuando María Ester Verón explica cómo funciona el sistema de riego de la canchita que desde agosto de 2022 cuenta con reflectores propios, la emoción se refleja en sus ojos. La misma que transmite su sonrisa cuando también me enseña la cocina y el horno industrial del flamante Centro Barrial y Popular Empalme Norte, el lugar que para ella se transformó en un refugio. En sus gestos, sus palabras, en todo su cuerpo habita la esperanza que durante 35 años creyó haber perdido. Es que en su memoria también conviven los recuerdos de un olvido sistemático. Cicatrices que perduran, aunque los años pasen. María Ester rememora y mientras toma un mate en la biblioteca del espacio del que ella es su principal guardiana, vuelve al pasado:
―Cuando se vino el agua eran las cinco de la mañana. Me acuerdo que un señor gritaba que se venía el agua y nadie le creyó porque como que siempre andaba a los gritos. Pero el agua ya estaba en las camas, y bueno, ahí empezamos a querer salir y fuimos al Batallón y a la Rural. Pero cuando volvimos ya no teníamos nada. Después fue limpiar, limpiar y limpiar, y empezamos otra vez de cero.
Como consecuencia de las trágicas inundaciones del 26 de abril de 1986, las familias de los barrios Empalme Graneros y Arroyito perdieron casi todo. En el caso de María Ester, hasta su casa hecha de chapa y cartón. El saldo: más de 20 mil viviendas bajo agua y 80 mil personas damnificadas. El desborde del Arroyo Ludueña arrasó no solo con objetos materiales. También se llevó la mínima cuota de confianza de vecinas y vecinos cansados de escuchar discursos sobre futuras obras públicas que nunca terminaban de concretarse. En Empalme Graneros, personas como María Ester dejaron de creer en las promesas de campaña. Se organizaron en asambleas, crearon estrategias de sobrevivencia y también le exigieron al Estado la realización de esas obras, algunas de enorme envergadura como la construcción y limpieza de los Aliviadores que llegaron con el tiempo.
Pero lo cierto es que todavía hay zonas del gran Empalme Graneros que subsisten bajo la sombra de un Estado indiferente. Basta tan solo con cruzar la Avenida Génova hacia Sorrento y adentrarse por las calles Campbell, Barra, Cabal, Olavarría y Cullen para dimensionar todo lo que falta: pavimento; alumbrado público, limpieza de microbasurales, instalación eléctrica intra-domiciliaria, red cloacal, conexión de agua corriente. En definitiva, servicios que son básicos. La llegada del Plan Abre a nivel provincial, bajo la gestión de Miguel Liftchitz en el año 2013, incluyó a este sector postergado de la zona norte rosarina en un plan integral de urbanización e intervención barrial que incluía apertura de calles, alumbrado público, recuperación de espacios abiertos y un programa de participación ciudadana y fortalecimiento territorial. Pero así como algunas obras avanzaron en la zona de Sorrento y Cullen, otras quedaron a mitad de camino. El sueño colectivo de lograr una real urbanización de todo el barrio, una vez más, quedaría inconcluso.
María Ester vive justo frente al potrero. Ella dice que esa canchita es el alma de Cullen, un polígono de calles que fue relevado como uno de los 119 barrios populares que a la fecha existen en Rosario y en el que habitan, según el Registro Nacional de Barrios Populares creado en el 2017, alrededor de 715 familias.
Esa canchita, ubicada en Barra y Schweitzer, es el lugar dónde los pibes juegan a la pelota mientras las vecinas comparten mates, charlas y tortas fritas. Es el espacio de encuentro de las familias del barrio, el predio que ellas mismas recuperaron del abandono porque no hubo Estado que se ocupara de limpiar el terreno, ni de podar los yuyos, ni sacar la enorme montaña de basura acumulada. Lo hizo María Ester junto a sus vecinas, impulsadas por la necesidad de contar con un espacio verde para sus hijos y nietos. “Traíamos los camiones y así empezamos a sacar la tierra, toda la mugre que había” recuerda. Pero la cancha, además de rebalsar de agua con cada temporal, nunca tuvo luz. A la noche se transformaba en “una boca de lobo” dice María Ester y los días de lluvia, en la laguna donde se bañaban los más chicos.
Pero ¿cómo se construye un territorio un poco más vivible cuando no hay políticas públicas que se ocupen de garantizar una mejor calidad de vida de las personas que lo habitan? En la memoria de María Ester tal vez esté la respuesta. O en su relato emocionado de cómo fue que se organizaron alrededor de un potrero. De cómo empezaron a construir, asamblea tras asamblea, un pedacito del barrio soñado.
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El Cañaveral tiene poco más de veinticinco años de existencia y limita con otros cuatros barrios populares del sudoeste rosarino: La Lagunita, el Sol, la Cava y Amistad. Son calles, en su mayoría, sin urbanizar. Un polígono habitado por más de 560 familias que levantaron, en un amplio terreno baldío, sus casillas de chapa y cartón a puro pulmón. En “el Caña” la pobreza golpea cada vez con más dureza y para las familias de este barrio relativamente joven, el Estado nunca existió. Jamás se ocupó de poner la lupa en las anchas necesidades de sus vecinos y vecinas que fueron, año tras año, construyendo allí mismo, en lo que era un reservorio de agua estancada de los alrededores; una comunidad, un lugar para poder vivir. Pero algo cambio en 2017 cuando se elaboró, a partir de la insistencia y la red conformada por los movimientos sociales en todo el país, el Registro Nacional de Barrios Populares y más tarde, con la sanción de la Ley de Integración Socio Urbana que estableció la creación de la Secretaría de Integración Socio Urbana (SISU).
― El primer objetivo fue dejar de ser un punto verde en el mapa de Rosario y empezar a ser reconocidos como barrio. Ese fue el puntapié para empezar a conformar la Mesa Nacional de Barrios Populares.
Nelson Mansilla es uno de referentes zonales del Movimiento Evita en Rosario; un militante que conoce cada curva y cada línea de su barrio, La Lagunita, donde se radicó cuando su familia migro de Chaco en los años 80. Allí se encuentra el Centro Cultural La Gloriosa, a metros de Boulevard Segui y Provincias Unidas y a pocas cuadras de la Circunvalación, en el lejano sudoeste rosarino, un espacio que el mismo fundó y que concentra distintos talleres y actividades productivas. De la Gloriosa se extiende una red de lazos solidarios que lo que intentan, es generar horizontes posibles y proyectos de vida para pibes y pibas del barrio, a través de un oficio, el arte, la cultura o el deporte.
A unos 400 metros de su sede hacia el sur, sobre la Calle 1818, nace el Cañaveral, un terreno que sin la existencia del Re.Na.Bap hoy seguiría siendo una mancha verde, desdibujada e ignorada en el mapa de Rosario. Pero para ser reconocido oficialmente como un “barrio popular” -y acceder a un certificado de vivienda familiar y a obras de infraestructura- hubo que golpear la puerta de cada casa y elaborar un relevamiento habitacional que fue el punto de partida para visibilizar la existencia del barrio, para señalar que allí, en ese terreno a la intemperie, había gente viviendo. Esa fue la tarea titánica de mapeo y georreferenciación que llevaron adelante las organizaciones sociales, en Rosario y en todo el país.
― Acá cuando llueve siempre se inunda, y nosotros siempre hacíamos colectas, pero a la semana volvía a llover y pasaba lo mismo. Hasta que empezamos a organizarnos para pode resolverlo de forma definitiva. Son 25 de años reclamando lo mismo a la Municipalidad y el barrio sigue igual, si no fuera por la obra que logramos hacer a través de la Secretaría de Integración Socio Urbana (SISU) esto estaría igual que hace décadas.
La Mesa Barrial que se conformó con vecinos autoconvocados del Cañaveral junto a otros movimientos sociales, la vecinal, el centro de salud y las iglesias de la zona, fue la semilla para que germine el Proyecto de Obra Temprana (POT) y el Proyecto Ejecutivo General (PEG) que se presentó a la Secretaría de Integración Socio Urbana para su aprobación y posterior desarrollo. El primero incluía la construcción de un salón de uso comunitario que fue lo que llegó a concretarse en el 2021, cuando en el mes de diciembre se inauguró el SUM “Unidos por la Igualdad”. Previo a su construcción, explica Nelson, hubo un largo proceso de discusión entre los vecinos sobre qué hacer, para qué, cómo, con qué objetivo. Las asambleas barriales fueron el pilar de este proyecto que derivó en la creación del único espacio de cercanía, inserto en el corazón del barrio, que hoy tienen las familias del Cañaveral.
El 70 por ciento de la obra fue hecha por los propios vecinos junto a la cooperativa Flor de Ceibo, tal como lo establece la propia ley. Lo cierto es que en esas primeras asambleas lo primero que surgía como principal demanda era -y lo sigue siendo- el acceso a servicios básicos. “El agua y la luz aparecían como una prioridad. Hoy hay un poco de agua, pero no tenés presión. Tenés que esperar a la noche para cargar un poco de agua” dice Nelson.
La propuesta entonces fue construir un espacio de reunión, que los vecinos pudieran contar con un lugar de pertenencia y organizarse colectivamente. De allí en más, avanzar con el proyecto ejecutivo general que implica la apertura de calles, la nivelación del terreno para evitar inundaciones, la regularización dominial, la conexión de agua e intra domiciliaria de luz y el tendido de cloacas. Por su dimensión y complejidad, la obra se planificó en tres etapas pero con la llegada al gobierno de Javier Milei se paralizó el envío de los fondos. “Nos falta realizar el mapeo cartográfico, pero ahora estamos con una incógnita. La desfinanciación del Fondo de Integración Socio Urbana deja un vacío latente en todo lo que es la esfera de la ejecución de las obras en los barrios populares”, lamenta Nelson.
La nueva gestión nacional tomó una decisión drástica apenas asumió: reducir del 9 al 0,03 % el presupuesto (Fondo de Integración Socio Urbana) que dispone la ahora Sub Secretaría de Integración Socio Urbana para obras en asentamientos y barrios populares de todo el país. En pocas palabras: un retroceso abismal en materia de políticas de inclusión y acceso a derechos.
Dice Nelson:
― La única política que tuvimos en el barrio de impacto contundente fue ésta. Después yo no veo un Estado presente. Yo los veo a los chicos que acá están todos los días, tratando de zafar a los vecinos para que no se inunden. La realidad es que el Estado no está, o está de manera muy precaria.
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El Registro Nacional de Barrios Populares se creó por Decreto en el año 2017 y un año después, el Congreso nacional sancionó por unanimidad la ley 27.453 de «Régimen De Regularización Dominial Para La Integración Socio Urbana» , un hito fundamental en la lucha de los movimientos sociales en Argentina para avanzar en el reconocimiento de los barrios populares y el mejoramiento de la calidad de vida de toda su población. Hasta el año 2016 no existía en Argentina información fehaciente y oficial sobre los barrios populares y las condiciones de vida de las 5 millones de personas que los habitan. A instancias de la ley se crea la Secretaría de Integración Socio Urbana, el organismo encargado de llevar adelante el programa integral para cumplir con sus objetivos.
Se trata de una política pública inédita en el mundo que reconoce derechos fundamentales como por ejemplo, el acceso a un Certificado de Vivienda Familiar; la implementación de obras de infraestructura para la conexión de servicios básicos, la construcción de equipamiento comunitario y al mismo tiempo, la promoción de un programa (Mi Pieza) que priorice el mejoramiento de viviendas y ampliación con perspectiva de género.
Bajo la presidencia de Alberto Fernández se dispuso la creación del Fondo de Integración Socio Urbana (FISU) que constituye su principal fuente de financiamiento y se compone por medio del Aporte solidario y extraordinario a las Grande Fortunas (15% por única vez) y de un 9% del Impuesto para una Argentina Inclusiva y Solidaria (PAIS) que la gestión de Javier Milei, a través del decreto 193/2024, redujo a un 0,03%.
“Desde la SISU se diseña, financia y monitorea la ejecución de proyectos de obras integrales destinadas a brindar acceso a servicios básicos, equipamiento social y comunitario, integrar los espacios públicos, fortalecer la conectividad y movilidad en los barrios populares. Este trabajo se realiza en conjunto con municipios, provincias y organizaciones de la sociedad civil -las cuales se constituyen como Unidades Ejecutoras (UE)- distribuidas a lo largo y ancho del territorio argentino. Las UE son quienes presentan y ejecutan los proyectos elaborados bajo el asesoramiento de la SISU”, explican desde la Secretaría -ahora sub- que depende del Ministerio de Economía. Hay dos tipos de proyectos: los de obra temprana que son obras específicas que buscan mejorar la accesibilidad y conectividad, la construcción de infraestructura o equipamiento y el acceso a los servicios básicos y los proyectos ejecutivos generales que contemplan la totalidad de las obras de infraestructura y servicios básicos que hacen a la integración socio urbana de los barrios populares e incluyen el trabajo sobre la regularización dominial de las tierras sobre las que se asienta el barrio.
Los números de la gestión que hasta el 10 de diciembre de 2023 encabezó Fernanda Miño son contundentes: 1.277 obras de integración, la generación de 23.909 lotes con servicios, con más de 250.000 mujeres que mejoraron o ampliaron sus casas con Mi Pieza, más de 850.000 familias con el Certificado de Vivienda Familiar. Las obras se realizaron en 5.060 barrios populares de los 6.467 que se encuentran relevados a la fecha. “Al 31 de diciembre de 2023 el total de obras aprobadas -incluyendo las obras generales de integración urbana, lotes con servicios para acceso a suelo urbano de los sectores populares y programas de mejoramiento de vivienda, como la Línea “Mi Pieza”- asciende a 251.395, de las cuales 207.244 se encuentran finalizadas, representando más del 80% del total”.
Pero el impacto de los proyectos de urbanización integral no solo es medible en términos de finalización de obra “sino desde el comienzo de la propuesta de la misma, por la forma de encarar los procesos de integración socio urbana que tenía la secretaría, ahora Subsecretaría. El solo hecho de tener una coordinación de gestión territorial que atravesara desde el proyecto, el inicio y el fin de obra habla de la necesidad de articulación con el territorio (vecinos, vecinas, organizaciones de la sociedad civil e instituciones gubernamentales) entendiendo que las obras no son un fin en sí mismo sino la manera de poder desarrollar una política pública que a su vez contemple el resto de las necesidades que no siempre son materiales, aunque son las más urgentes” señala una fuente del área que no quedó exenta del recorte y la política de despidos que implementa Javier Milei en todo el sector público: 150 trabajadores fueron echados de la Subsecretaría de Integración Socio Urbana durante sus primeros tres meses de gobierno.
¿Qué cambia cuando hay un Estado financiando este tipo de proyectos?. Desde el organismo dicen: “Lo que cambia es la mera existencia del territorio. Los niveles de abandono en algunos lugares más que otros han implicado un descreimiento de la política pública y de la voz de los protagonistas de esos territorios”. Pero además, la integración socio urbana es clave para construir ciudades y barrios más seguros y Rosario es hoy una medida para analizar el impacto. En una ciudad con altísimos niveles de violencia asociada a la narcocriminalidad, urbanizar e integrar socialmente los territorios donde más se concentran los homicidios dolosos, debiera ser una urgencia para los Estados. “La urbanización influye mucho en la construcción de seguridad. Permite abordar necesidades de espacios para tratar el consumo (en el caso de los equipamientos comunitarios), generación de trabajo a vecinos y vecinas (en tareas de construcción y/o sociales) y por supuesto, en el caso de la generación o mejoramiento de espacios públicos es la vuelta a la calle del barrio que en muchos casos se ve encerrado en sí mismo por la situaciones de violencia, y narcomenudeo que se dan allí”.
El Monitor de Obras de Integración Socio Urbana es la herramienta creada desde la SISU para visualizar el impacto de la política, haciendo foco en cada provincia y municipio. Allí se puede observar, por ejemplo, que en Rosario el 92% de los 119 barrios relevados cuentan con una conexión irregular a la red eléctrica y más del 80% a la red de agua potable. Con respecto a las obras, hay 8 que están en etapa de contratración, dos de ellas de gran envergadura que tiene a la provincia y al municipio como unidades ejecutoras: Los Pumitas y Nuevo Alberdi. Hay más de 13 proyectos que se encuentran en distintas fases de ejecución y seis obras finalizadas, como las del Cañaveral y Cullen. En Nuevo Alberdi se realizaron obras de conexión de red de agua potable en más de 1000 viviendas del barrio y conexiones intra-domiciliarias en Villa Banana, proyectos que todavía restan finalizar.
En total, en toda la ciudad, son 13.815 las familias alcanzadas por obras de integración socio-urbanas. “La política de integración socio urbana se ancla en un paradigma de radicación y reconocimiento de los territorios y la población asentada en los barrios populares, respeto a su identidad, dinámicas de vida y trabajo” plantean desde el área pero, más allá de los datos duros aseguran que es “en los territorios, donde estos resultados son palpables: niños y niñas por primera vez pueden llenar su pelopincho para enfrentar el calor, infancias con espacios de recreación y deporte, familias que por primera vez tienen agua potable y cloacas”.
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En una de las paredes del salón de la biblioteca del Centro Barrial y Popular Empalme Norte hay una serie de fotos colgadas que narran, en forma de línea histórica, el proceso de construcción de este edificio de dos pisos que se inauguró en el 2022 con una gran fiesta popular sobre la calle Barra al 1300 bis. El lugar es un oasis de colores y vida inserto en el “Empalme profundo” donde en el 2023, los estallidos de violencia urbana regaron de dolor las calles de tierra, los pasillos sin salida y hasta los potreros donde nacen y crecen los sueños de los pibes de los dos sectores más relegados de la zona: Cullen y Pumitas. El asesinato de Maxi Jerez, el niño de once años de la comunidad qom que quedó atrapado en medio de una balacera, visibilizó el drama que se recrudece en la ciudad de Rosario: la violencia narco avanzando sobre aquellas zonas donde el Estado históricamente fue relegando su función social.
“Nosotros siempre veníamos, teníamos foto de cómo estaba este lugar, y siempre estuvo olvidado”, cuenta Daniel Macalucci, el presidente de la comisión directiva de la Biblioteca Popular Empalme Norte, la organización social con más de 13 años de trabajo social, cultural y educativo con jóvenes y adultos de la zona más empobrecida de Empalme Graneros. De esta institución del barrio nace la idea de diseñar y presentar ante la Secretaria de Integración Socio Urbana un “Proyecto de Obra Temprana” (POT) de mejoramiento del espacio público y construcción de equipamiento comunitario en un sector del polígono Cullen. En los hechos, representó la edificación de un Centro barrial y popular, la construcción de una vereda perimetral, la conexión intra-domiciliaria de luz, el ordenamiento de la red de agua para las viviendas de los alrededores, y el mejoramiento de la cancha de fútbol con luz propia, sistema de riego y nivelación del terreno.
El CBPE es una especie de anexo y extensión de las actividades que tiene la sede histórica de la Biblio Empalme, en Génova y Garzón. Pero en esencia es mucho más que eso y las fotos lo reflejan. El espacio -que se construyó donde antes había un enorme basural- es de los vecinos y vecinas de Cullen. Fueron ellos quienes -bajo la dirección técnica de integrantes de la Biblioteca- conformaron las cuadrillas de hormigonado y levantaron cada ladrillo del lugar, mejoraron el asfaltado de la calle, construyeron el playón de juegos y elevaron la cancha para evitar que se inunde con cada tormenta. Fueron las vecinas – con María Ester a la cabeza- las que eligieron los mosaicos y cerámicos de pisos y paredes, así como también defendieron la permanencia del potrero comunitario y las obras para mejorar el terreno. Entre todos y en asamblea, fueron tomando las decisiones para construir este “oasis” de colores tierra en medio del desamparo.
Al principio no fue fácil recuerda Julia Irigoitía, actual concejala de Rosario y una de las voces referentes de la Biblioteca Popular Empalme Norte. Cuando el proyecto se presentó a los vecinos lo primero que hubo fue desconfianza. “Acá todo el mundo viene y promete y nadie les creía. Y después empezamos a juntarnos entre todos los vecinos, yo dije porqué no, acá había toda basura antes y ya estaba cansada de juntarla. Empezamos a hacer las asambleas en la canchita”, aporta Maria Ester. A su lado, mientras circula el mate, Julia recuerda: “Lo más difícil fue reconstruir la esperanza. Volver a creer en algo porque era una sucesión de promesas incumplidas, de hecho estaban clavados los postes de luz, que se había comprometido a poner el gobierno provincial anterior con el marco del Plan Abre y nunca habían tirado el pre-ensamblado. Pero nosotros siempre intentamos referenciar el trabajo que desde hace diez años veníamos haciendo en el barrio y junto a los jóvenes que fueron quienes nos acompañaron y eran los que desde chiquitos venían a la biblioteca a hacer apoyo escolar. Desde ahí pudimos reconstruir la confianza, junto a vecinos como María Ester que también eligieron creer en este proyecto”.
El proceso fue similar al que se vivió en el Cañaveral. En las asambleas barriales, la voz de los vecinos, de quienes todos los días habitan y conviven en ese barrio, se hizo escuchar. La principal necesidad tenía que ver con el acceso al agua, la iluminación y la red cloacal. “La prioridad siempre fue mejorar la calidad de vida de las personas que viven acá, en todo el perímetro de la cancha. Por eso hubo una fuerte inversión en todo lo que fue la infraestructura” señala Daniel.
María Ester me lleva a recorrer el lugar. Ella es la encargada de encender las luces de la cancha, de abrir la canilla de riego, cocinar cuando hay actividades, de cuidar del espacio tanto como se cuida un hogar. El Centro Barrial y Popular Empalme Norte cuenta con dos niveles. Apenas se ingresa, en el hall de entrada, hay una larga mesa de madera, bancos y parrillero y a un costado, el espacio de juegos para los más chicos. Después está la cocina completamente equipada, los baños con ducha y agua caliente, un sum que es un enorme playón deportivo techado y el salón donde, además de atender consultas de vecinos sobre diversos trámites, se proyecta la instalación de una biblioteca. Al subir la escalera lo primero que se ve es la pasarela a cielo abierto y una vista privilegiada hacia la canchita, el corazón del barrio. Hay dos aulas donde se realizan distintas actividades y talleres vinculados al Santa Fe Más, al funcionamiento de un EEMPA y del Centro de Asistencia a la Niñez y a la Familia en articulación con el Ministerio de Trabajo de la provincia y un incipiente estudio de grabación. En total, trabajando todos los días en las dos sedes, Daniel dice que hay entre 40 y 50 personas y las actividades que se desarrollan van desde talleres de robótica, impresión 3D y reparación de juguetes, hasta kun fu, futbol, vóley y folklore.
―¿Qué cambió en el barrio después de esta obra? le pregunto a María Ester.
― Y…ahora es lindo―, dice intentando contener la emoción―Vos salís y ves a los chicos jugar en la placita, o están acá dentro haciendo alguna actividad. Cuando se estaba construyendo, yo les decía a ellos, “ustedes tienen que pegar un ladrillo porque este va a ser su lugar donde van a poder jugar, van a poder aprender, todo pueden hacer acá. Van a tener la oportunidad de aprender muchas cosas”. Para mí, esta es como mi casa. Yo vengo y me distraigo, cocino, hago cosas para desahogarme.
En sus ojos llenos de lágrimas se vislumbra algo de todo lo que significa un proyecto de urbanización. Del rol fundamental, del protagonismo que asume cada vecino, cada vecina, que sueña, que imagina y que lucha por su derecho a un barrio digno. Para intentar disipar el nudo en la garganta, Daniel le acerca un mate, sonríe y dice:
― Nosotros sin María Ester no seríamos nadie.
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― Acá, los vecinos se sienten parte de este espacio. Queremos que sea un lugar de encuentro y contención porque vemos muchas necesidades, personas atravesadas por el desamor, por la desidia, por la pobreza, por no tener siquiera un piso de cemento, eso lo vemos diariamente y hay muchos chicos con consumos. Pero lo que intentamos hacer es tratar de que los vecinos puedan hacerse escuchar de manera organizativa. La voz, la palabra, el reclamo y tener quien te escuche y quien te sostiene. Desde este lugar tratamos que ellos se puedan hacer escuchar por el municipio, por la provincia, por la nación. Poco o mucho pero lo estamos intentando.
David es uno de los encargados de abrir, cerrar y coordinar el SUM Unidos por la Igualdad que funciona desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche. Dice que pasa más horas en el Cañaveral que en Villa Urquiza, el barrio donde vive a más de 30 cuadras de distancia. Militancia, compromiso social, amor. Esas son las tres palabras que elije para definir su pertenencia a un movimiento social como el Evita y particularmente a la Gloriosa, donde comenzó a dar sus primeros pasos como coordinador. Por eso, cuando hace un análisis de la realidad del barrio, David describe a una ciudad partida.
― De este lado está la exclusión―, dice.
El SUM que el Movimiento Evita como unidad ejecutora construyó en el Cañaveral, cuenta con un baño con agua caliente y una cocina equipada, un playón deportivo con cancha de fútbol y básquet, una biblioteca y un parrillero. Está rodeado de casillas y ranchos de chapa y cartón; del desamparo estatal, de la pobreza profunda. Pero al cruzar la puerta de ingreso al SUM algo o mucho de lo que significa ser parte de un espacio comunitario cobra sentido. El lugar es como una brújula para quienes todos los días, y a cualquier hora, se acercan a participar de algún taller, tomar la copa de leche los días en que funciona el merendero, celebrar un cumpleaños familiar, jugar en el playón, conectarse a internet o buscar ayuda para iniciar un trámite en Anses. Incluso el SUM ofrece su salón a otras instituciones cercanas como la vecinal, el centro de Salud Luchemos por la Vida o las iglesias de la zona.
En la cabeza de Vanina está la agenda de lunes a viernes y del fin de semana de todas las actividades que tiene el SUM. También en su teléfono, que suena a toda hora. Ella es una de las vecinas históricas de la Lagunita, el barrio popular que está pegado al Cañaveral y junto a David, la encargada de coordinar el espacio. “Es mucho todo lo que hacemos. Hay un equipo que se ocupa de atender al vecino, de ayudar a hacer los trámites, de sacar turnos para la Anses. Después hay talleres que son una pequeña salida laboral, hacemos la merienda para 32 familias y contamos con un rincón literario. No somos psicólogos, pero la realidad es que tenemos tanto contacto con los vecinos que se apropiaron del espacio, vienen, conversan, te cuentan sus necesidades, vemos como podemos ayudarlos. Tratamos de estar el día a día y sabemos las necesidades que pasa este barrio” cuenta.
Agustín Gonzalez es parte del equipo técnico del Movimiento Evita , un grupo de profesionales que junto a la Cooperativa Flor de Ceibo, asesora y acompaña los proyectos de urbanización que se realizan en distintos barrios. “Este espacio es un lugar de contención social y de posible organización para generar esa urbanización desde adentro del barrio. Pero son obras que el Estado tiene que financiar. Los propios vecinos son los que están urbanizando el barrio con los pocos recursos que tienen. El SUM fue el punto de partida pero ahora necesitamos hacer las veredas, las cloacas, la iluminación” aporta a la charla. A pesar de que, entre los vecinos y la organización, llegaron a construir 4 senderos, de los 15 planificados, con cordones de 20 centímetros de altura que impide que el agua llegue a la casa de los vecinos, el barrio todavía se sigue inundando los días de mucha lluvia.
Agustín aprovecha para contar el trabajo que están realizando en otros dos barrios populares de Rosario: en Alvear -además del mejoramiento ya terminado de 55 viviendas- la construcción de otro SUM cuya obra avanzó en un 90% y en Saladillo, una conexión de luz intra-domiciliaria para 49 viviendas, que está a la espera del segundo desembolso de la Secretaría de Integración Socio Urbana. Pero el panorama es desolador frente a un gobierno nacional que tiene como meta, desfinanciar la obra pública y aplicar un ajuste demencial en áreas sensibles del Estado.
Nelson es sincero. No ve demasiada “luz al final del túnel”. Responde, primero desde la razón y el sentido común: “el escenario es complicado y el gobierno no tiene sensibilidad social. Acá tenemos un estado provincial que más o menos va a la par, y la Municipalidad es lo mismo de siempre”. Pero cuando pone el corazón arriba de la mesa, su respuesta cambia: “yo veo a los pibes, a las pibas, a los compañeros que vienen todos los días y digo, “bueno algo vamos a poder hacer”.
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Con Julia y Daniel nos acercamos hasta los Pumitas, Cabal y el Pasaje San José. Son apenas unos 5 o 6 cuadras de distancia del Centro Barrial y Popular Empalme Norte aunque el polígono oficialmente pase a tener otro nombre. Aquí nace el otro potrero comunitario donde todo acontece a su alrededor: la vida cotidiana, los juegos de los pibes, la olla popular y hasta la violencia más letal y más cruda que atraviesa la zona. Por eso, desde el crimen de Maxi, hay una posta de la Gendarmería instalada en la cancha que ahora luce diferente.
La obra comenzó en octubre del año pasado. El perímetro de zanjeo y la nivelación del suelo hacen que ya no se inunde tanto los días de lluvia. Además, se construyó un playón para los chicos justo debajo del techito donde hay un cartel que anuncia la presencia del club social y deportivo Qadhuoqté. Oscar Talero, referente de la comunidad qom del barrio, muestra con orgullo el avance del Proyecto de Obra Temprana que junto al Centro de Estudios Santafesinos presentaron ante la SISU. Pero aún resta un setenta por ciento para su finalización y los fondos ahora quedaron paralizados por decisión de la actual gestión nacional.
“En Pumitas tenemos dos intervenciones. El Proyecto de Ejecutivo General, que es el que iba a llevar adelante la provincia, eso tenía un presupuesto asignado que cuando se llama licitación en octubre del año pasado el desfasaje entre el presupuesto y las ofertas era tan grande, que esa esa licitación se cayó entonces ahora lo que tendría que pasar es que el gobierno provincial retome ese compromiso, que implica volver a solicitar el dinero a la Nación, pero también hacer un aporte desde las arcas provinciales. Eso está detenido. Y por otro lado está el Proyecto de Obra Temprana que se presentó en conjunto con el Centro Cultural Qadhuoqté que implica el mejoramiento de toda la cancha y la ampliación del centro comunitario. Se comenzó a construir en octubre del año pasado y hay un 30 por ciento ejecutado” explica Julia Irigoitía.
Frente al panorama incierto y el recorte visible del Estado nacional, dice: “Ningún privado va a venir y decir ´urbanizo en Empalme Graneros´, eso no va a pasar. Entonces hay una sensación de profunda tristeza, profunda desilusión, pero también de desamparo si el Estado no toma la decisión política de invertir, porque es una inversión, porque esa obra también repercute en menos violencia, en mayor integración, eso repercute en posibilidades de proyectarse en la vida. Lo que nosotros decimos es que con el narco nos disputamos un proyecto de vida, el narco hoy te ofrece una referencia, el narco hoy te ofrece un “trabajo”, una remuneración económica, te ofrece una pertenenca. El Estado retirándose, sin obra pública, sin infraestructura territorial, sin recursos humanos, sin política pública destinada también al fortalecimiento de las organizaciones sociales, ¿que te ofrece como proyecto de vida?”.
Algo similar plantea Nelson Mansilla desde el otro extremo de la ciudad: “La realidad es que acá es cotidiano que maten pibes que son cartoneros, que también son trabajadores. Tuvimos un compañero que recibió 9 balazos y no salió en ningún medio porque hay una estigmatización que está latente. Los espacios socioculturales en los barrios somos el pilar contra la inseguridad, y eso no lo escucha nadie. Y la única política concreta de un Estado presente que tuvimos acá fueron las obras de la Sisu”.
En el Cañaveral, Agustín me muestra los postes que ellos mismos fabricaron y colocaron en algunas esquinas, con nombre y altura de la calle. Algo así como un indicador de lo que significa figurar en el mapa de una ciudad.
El sol de otoño rebota duro sobre la tierra de los pasillos del barrio.
―Cuando quieras vamos a barrio Alvear para que veas como está quedando el otro SUM―suma con entusiasmo otra de las compañeras que participa del Evita.
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¿Qué puede la urbanización de un barrio popular?
Re-entramar una comunidad. Reconstruir un territorio de dignidad. Generar pertenencia. Abrazar la esperanza como posibilidad de cambio social. En las fotos de las obras de Cullen, en la felicidad de María Ester, en la militancia cotidiana de Vanina y David, en las manos de cada vecino que levantó un pedacito de ese espacio que ahora es suyo, en el sueño de construir un club social para los pibes de su comunidad que tiene Oscar, quizás allí estén las respuestas.
Daniel, el presidente de la Biblioteca Empalme lo dice así: “mejorar la calidad de vida de los vecinos. Y brindar una seguridad enorme. Porque cuando el Estado te abandona, crece todo lo demás”. Julia habla del derecho a lo bello; de la infraestructura de calidad. Del acceso a servicios esenciales pero también, del acceso al placer, al espacio de recreación, a la creatividad, a lo lúdico, y Nelson responde con la claridad de quien piensa donde sus pies pisan: “Urbanizar no implica que solamente haya apertura de calles o luz. Significa que tiene que haber una inserción social en cada barrio: una ludoteca, un playón deportivo. Escuelas que estén cerca, dispositivos de salud. Eso para nosotros es la integración socio urbana”.
2 comentario
Muchas gracias por venir a visitarnos , lxs esperamos cuando quieran .
Hola, buenas tardes. Soy Leonela Quinteros, mamá de tres menores y con problemas de salud, cómo la Epilepsia Refractaria que la tengo desde mia doce años.
Nuestra humilde casita tiene una entrada y salida demasiada lejana de la calle la cuál me imposibilita el ingreso de un médico con camilla en los casos de urgencia. No sé que profesional debería llegarce a nuestro hogar.
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