El 23 de noviembre, cuatro días después de que la fórmula Milei-Villarruel ganara el balotaje presidencial, abrió sus puertas el centro cultural de las Madres de Plaza 25 de Mayo, un espacio buscado por casi cuarenta años. El objetivo de este flamante organismo es ser habitado por diversas expresiones artísticas y acercar a los jóvenes la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia.
Fotos: Edu Bodiño
“Hace varios días que no tenemos electricidad en la casa”, advierte Ana Moro unas horas antes de la entrevista. Por eso, al poner un pie en el departamento, lo primero que hace es abrir las ventanas para que ingrese la claridad de la tarde. Ya sentada en una habitación, y antes de empezar a contar su historia, contempla las paredes. De ellas cuelgan fotos con rostros y nombres: casi treinta mujeres, todas con un pañuelo blanco sobre la cabeza. Ana sonrie. “Es la luz de las madres que anda dando vueltas por acá”, dice, mientras un rayo de sol atraviesa el aire.
El jueves 23 de noviembre, cuatro días después de que la fórmula Javier Milei – Victoria Villarruel ganara el balotaje presidencial, las Madres de Plaza 25 de Mayo abrieron su centro cultural en un departamento ubicado en el primer piso de Corrientes al 987. El inmueble fue cedido por Alejandra Fracassi y, poco a poco, se consolida como un lugar de resistencia ubicado en pleno centro rosarino.
A la inauguración asistieron cerca de mil personas. “No esperábamos tanta concurrencia, pero creo que la gente sintió que todavía había algo para alegrarse y que este era un lugar de referencia”, reflexiona Ana Moro, ex presa política, sobreviviente de la última dictadura cívico militar y referente de la Ronda de las Madres de Plaza 25 de Mayo, quien actualmente integra la comisión directiva del centro cultural.
El flamante espacio, anhelado desde hace casi cuarenta años, tiene múltiples objetivos: por un lado, busca ser escenario de diversas expresiones –como música, cine, danza y artes plásticas–, pero también tiene la misión de construir un archivo histórico sobre el trabajo y las actividades que realizaron, desde 1985, las Madres en Rosario. Pero, principalmente, y movilizados por el crecimiento de los discursos que niegan a los desaparecidos o reivindican a la dictadura, la meta de quienes integran este centro cultural es acercar y difundir entre los jóvenes la otra parte de la historia.
“Intentamos que sea un lugar de la memoria, pero que no quede en el lamento de lo que fue, sino en qué podemos hacer para que esto no se vuelva a repetir desde la alegría o desde lugares que reúnan a la gente y que sean atractivos”, observa Graciela Nívoli, integrante de la comisión de Cultura de la Casa de las Madres.
Memoria de un movimiento
Que las Madres de Plaza 25 de Mayo puedan tener su propio centro cultural fue posible gracias a una cesión que hizo la integrante de Rondas de Plaza de Mayo, Alejandra Fracassi, quien les entregó en comodato –por el plazo de cuatro años– el departamento que tiene a metros de la Plaza Sarmiento. Se trata de un inmueble espacioso, con más de cinco habitaciones, baño y un patio.
Luego de subir escaleras y traspasar dos puertas, se llega al hall de recepción, donde hay un escritorio con fichas de asociaciones y pines a la venta. A la izquierda está el patio y, contiguamente, la biblioteca. Al atravesar un pasillo hay dos salones: uno tiene las paredes blancas y, de ellas, cuelgan retratos en blanco y negro de las madres. En el otro, con vista hacia la Plaza Sarmiento, hay una gran mesa y sillas. Moro cuenta que allí se reúnen quienes trabajan en la construcción del archivo. Por último, y completando la forma de una U, hay un salón que posee un sillón –que era lo único que había en el departamento antes de que se monte el centro cultural–, un proyector y una pantalla, mientras que en el ambiente de al lado hay otra mesa con sillas, y más cuadros de las madres, que fueron enmarcados por Juan Cheroni, otra víctima de la dictadura.
A la espera de más militantes que se habían dado cita en el centro cultural para ultimar los detalles de la marcha del 24 y las actividades previas, Moro y Fracassi se ocupan de la apertura total del departamento, mientras acusan a la Empresa Provincial de la Energía (EPE) de no dar respuestas a los reclamos. En ese interín, el perro de Alejandra –un caniche color negro– corre y olfatea el lugar, liberado de su correa.
“Hacía mucho tiempo, aún cuando las madres estaban vivas, que buscábamos un lugar para tener todos los archivos, para reunirnos y recibir gente. Las Madres de Rosario se constituyeron como tales en enero de 1985, aunque ya había algunas que viajaban a Buenos Aires los jueves a dar la vuelta y hacer actividades. En ese momento se alquiló una casa, después se mudaron y rentaron otra, pero para los 90’s ya no pudieron sostener ningún tipo de lugar y desde ese momento hasta ahora todas las puertas que hemos tocado se nos cerraron. Por eso se ha perdido una gran cantidad de archivos, que ahora estamos tratando de juntar”, señala Moro.
El departamento de calle Corrientes casi esquina San Luis estuvo alquilado hasta agosto del año pasado. “Esto era de mi familia. Cuando mis padres murieron nos dividimos los inmuebles. Yo siempre tuve la idea de adquirir una Unidad Básica en nombre y recuerdo de los Labrador, pero nunca se dio por distintos motivos. Y hablando con Ana dijimos de concretar esto que las Madres querían hacer desde hacía tanto tiempo”, comenta Fracassi.
En búsqueda de socios
Para organizar el funcionamiento del espacio se conformó una comisión directiva compuesta por unas quince personas –quienes trabajan ad honorem– que a su vez se divide en subcomisiones como Cultura, Difusión, Prensa y la conformación del archivo.
Entre agosto y noviembre las energías estuvieron puestas en equipar al centro cultural. En este sentido, Moro destaca las donaciones que recibieron por parte de sindicatos, diputados nacionales y provinciales y de los mismos integrantes de Madres.
“Esto se sostiene con el aporte individual de la gente que se asocia y aporta lo que puede”, explica Nívoli. Quienes quieran asociarse al centro cultural –que tiene personería jurídica y una cuenta en el Banco Credicoop– pueden acercarse al lugar y completar sus datos en una ficha de papel, o anotarse a través de la web.
“Estamos haciendo una campaña de socios. No tenemos apoyo económico del Estado, menos ahora. Con el Gobierno anterior tampoco tuvimos mucha relación y la Secretaría de Derechos Humanos estuvo vacía, pero ahora es peor”, dice Moro. Nívoli agrega que también hay quienes realizan aportes únicos: “Hace poco recibimos un aporte importante de Europa y compramos las sillas”.
El relato de las mujeres se ve interrumpido por el sonido eléctrico del timbre, que funciona a batería. Segundos después una joven llegó al primer piso. “Hoy vine con crianza”, dice Florencia Bosio, la fotógrafa del centro cultural, mientras presenta a su hijita.
Hace un tiempo la agrupación ganó un proyecto de extensión con la Universidad de Humanidades y Artes: con el dinero recaudado, compraron un scanner para agilizar la reconstrucción del archivo.
La agenda
El centro cultural propone una agenda cargada de actividades: además de organizar un ciclo de cine con la temática de Memoria, Verdad y Justicia, los viernes por la noche hay música en vivo y servicio de buffet. El espacio también está disponible para que se realicen muestras fotográficas o de artes plásticas. Además, en las próximas semanas planean dar talleres sobre la memoria.
Con motivo del 24 de marzo, el centro abrirá sus puertas los días lunes y miércoles, de 18 a 20, para exhibir una muestra fotográfica en memoria de Mario Alberto Nívoli, quien fue detenido y desaparecido en la ciudad de Córdoba en 1977. El trabajo fue realizado por María Soledad Nívoli y Gustavo D’Assoro. Todos los viernes, además, habrá música en vivo. Quienes deseen asistir a estos eventos sólo deben acercarse a Corrientes al 987, sin pagar entrada ni realizar reservas previas.
Por otro lado, el centro es el punto de encuentro de antropólogos e historiadores que trabajan en la conformación del archivo. La idea es digitalizar todos los materiales disponibles para luego subirlos a una plataforma en conjunto con otras organizaciones de Derechos Humanos.
En materia de archivo, para la inauguración se consiguieron filmaciones inéditas que dejaron a los presentes boquiabiertos. Las proyecciones mostraron fragmentos de una marcha que se realizó en 1996 –al cumplirse veinte años del golpe–, de una manifestación en contra el indulto y de un acto que tuvo lugar cuando se inauguró el Bosque de la Memoria. “Habíamos grabado una cantidad de cosas de las rondas, pero ese material también se perdió. Eso nos pasó por no tener casa”, lamenta Moro.
Poco a poco el centro cultural se va poblando de personas, que se saludan con abrazos profundos y expresiones de alegría. Quizás los numerosos reclamos dieron sus frutos, o tal vez fue una cuestión de azar, pero en ese momento vuelve la luz, recibida con vitoreos entre los presentes.
Pensar en el futuro
El centro cultural también tiene sus puertas abiertas para las escuelas secundarias de la ciudad. La idea es, por un lado, involucrar a los jóvenes con la temática de Memoria, Verdad y Justicia, y al mismo tiempo contar quiénes fueron y qué hicieron las Madres de Rosario.
“Con el poco tiempo que tenemos funcionando, ya somos un lugar de referencia. Rosario necesitaba un lugar así. Lo que más quisiéramos, y por lo que vamos a trabajar, es para llegar a los jóvenes. En el claustro universitario están muy preocupados por la cantidad de chicos que no registran esta parte de la historia y votaron a Milei”
“La historia de las madres en Rosario es poco conocida. Este país no es federal y todo es porteñocéntrico”, dice Ana Moro, al reconocer que no todos los rosarinos saben que en la ciudad hubo mujeres que buscaron incansablemente a sus hijos secuestrados y desaparecidos durante la última dictadura cívico militar.
“Si alguna escuela quiere venir a recorrer el centro cultural, nos ponemos en contacto y le vamos contando la historia de todas las madres y mostramos la casa”, invita Fracassi.
“Con el poco tiempo que tenemos funcionando, ya somos un lugar de referencia. Rosario necesitaba un lugar así. Lo que más quisiéramos, y por lo que vamos a trabajar, es para llegar a los jóvenes. En el claustro universitario están muy preocupados por la cantidad de chicos que no registran esta parte de la historia y votaron a Milei”, agrega Moro.
Y Nívoli suma: “Es importante tener un lugar atractivo para los jóvenes, para que también tomen la posta. Nosotros ya estamos grandes y necesitamos del empuje de la juventud. Las puertas están abiertas para que vengan cuando quieran”.
Las Madres de Plaza 25 de Mayo tienen una relación estrecha con otros organismos de Derechos Humanos como Abuelas, H.I.J.O.S., Nietes y el Museo de la Memoria, entre otros espacios.
Tal es así que, más allá de posibles recorridos escolares, parte de la juventud está presente de forma activa en el centro cultural, dado que este es el punto de encuentro de “Nietes”, la agrupación que reúne a nietos y nietas de detenidos y desparecidos.
“La mayoría de estos organismos no dispone de un lugar, eso es un tema. Nosotros peleamos tantos años por conseguirlo, entonces es interesante que la casa sea un lugar de resistencia, de acogida, que esté permanentemente ocupada, sobre todo con temas de cultura y Derechos Humanos. Este es un lugar de recuerdo, un lugar como para que las escuelas, sobre todo secundarias, puedan visitar”, manifiesta Nívoli.
“Es importantísimo tener este lugar –indica Moro–, lástima que no nos queda ninguna madre, sólo queda una en Francia. Nos hubiese gustado que pudiesen verlo, es algo que se lo debíamos a ellas”.
Basta con permanecer un rato en la Casa de las Madres para comprobar que el deseo de Nívoli se concretó: lejos de la quietud, en el lugar hay perros sin correa, niños que juegan y personas que abrazan y pelean para que la historia –su historia– no se olvide. Pero, por sobre todas las cosas, el espacio está marcado por el legado de las madres, y sus pañuelo blancos que siempre indican el camino.