Hace aproximadamente cinco años, varias bandas rosarinas conformaron el Movimiento Unión Groove (MUG), un colectivo con el cual dieron pasos significativos para su actividad al alquilar una sala de ensayo y unificar presupuestos. Pero también encontraron una solución a la falta de lugares para tocar: con el FestiMug, un evento que se realiza de forma anual, todos los artistas que conforman el grupo tienen a disposición un escenario para mostrar sus trabajos ante el público.
Fotos: MUG
–Faltan cinco cuadras nomás –se daba ánimos para tratar de no pensar en lo que le estaba costando pedalear con un feroz viento en contra–. Los chicos ya deben haber llegado. Quedan tres semanas para el festi y tenemos que definir un montón de cosas. ¿Con qué tema abrimos? ¿Cuál dejamos para el bis?
Los pensamientos se interrumpen cuando advierte que está a trescientos metros. Sonríe. En bicicleta y con el bajo sobre la espalda, está ganando una ardua batalla contra las ráfagas.
–¿Estará definida la cantidad de bebida y comida? Qué bajón no haber podido tocar recientemente para probar la banda… ¡Pero dale, que no todo es tan malo! Ahora al menos tenemos un lugar para ensayar. Hace un año teníamos que conformarnos con una piecita de dos por dos y rezar para que ningún vecino se queje.
Cruzó calle San Juan y sobre la vereda par de Buenos Aires alguien saluda con una sonrisa de oreja a oreja. –¡Llegaron las entradas! ¡Vení a verlas!– le grita, ansiosamente.
Bajarse de la bicicleta le produce alivio, aunque todavía siente que el corazón se le sale del pecho. Mira atentamente las tarjetas que le muestra una mano amiga: “Día 1” y “Día 2”, dicen en tonos violetas, mientras que abajo, en letras blancas, puede ver el nombre de su banda, entre las de tantos otros compañeros que conforman el Movimiento Unión Groove (MUG).
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“La unión es movimiento y el movimiento es Groove”, dice el perfil de Instagram del MUG. En una frase, los músicos que conforman este colectivo rosarino lograron condensar su esencia y el motivo que los reunió hace poco más de cinco años: afrontar juntos una situación cultural compleja, en donde cada vez había menos lugares para tocar y las condiciones eran más precarias.
Ante la falta de espacios para desarrollar su música, los artistas crearon el FestiMug, un evento autogestivo que se realiza una vez al año, en el que participan los integrantes del colectivo y músicos invitados. Gracias a lo recaudado en el festival del año pasado, el grupo pudo alquilar y equipar una sala de ensayo ubicada en el centro de Rosario.
“El MUG nació en varios tiempos. Es un movimiento de varias bandas que entre 2017 y 2018, tanto por afinidades estéticas como por compañerismo entre los integrantes, se empiezan a reunir y a generar eventos. En ese momento los grupos eran Latelonius, Río Chino, la Groovin Bohemia, Cortito y Funky, entre otros, que crearon un caldo de cultivo a partir de encuentros que tuvieron con productores privados y públicos, en donde se dieron cuenta de que cada banda presentaba un presupuesto diferente para tocar. Así fue que surgió la idea de presentar una tarifa unificada”, contó el integrante del colectivo y miembro de Suave Lomito, Gabriel “Tano” Rosignoli.
Por su parte, la artista Ani Bookx, también integrante del MUG, apuntó: “Empezamos a compartir información y a enfrentar juntos obstáculos que a todos se nos presentaban de manera muy similar. Nos formamos en derechos de propiedad y otras tantas cosas que hacen a la profesionalización de nuestra música. Logramos establecer un piso más digno para el trabajo y la intención es seguir construyendo en ese sentido”.
Si bien en el 2018 el MUG como tal aún no estaba conformado, los músicos habían dado un paso importante en la reivindicación de su trabajo: todas las bandas pasaron a presentar el mismo presupuesto para tocar en diferentes lugares, pero el trabajo colectivo no iba a detenerse allí.
“En 2018 –agregó Rosignoli– habíamos hecho una sala de ensayo en donde vivía Ani Bookx y a partir de esas juntadas se empezó a pensar en la idea del MUG como una organización con nombre y apellido”.
En un principio, el colectivo sólo estaba conformado por músicos y músicas, pero con el correr de los años el espectro se fue ampliando y actualmente cualquier trabajador de la cultura de Rosario –como productores, escenógrafos, técnicos y agentes de comunicación, entre otros– tiene las puertas abiertas al MUG.
Con lo recaudado en el segundo FestiMug, que se realizó el año pasado, el colectivo pudo alquilar la habitación de un edificio ubicado en Buenos Aires al 1000 –en pleno centro de la ciudad– y equiparla para que funcione como sala de ensayo. “Fue una conquista hermosa y de la cual disfrutamos muchísimo”, destacó Ani Bookx.
Y completó: “Alquilamos en un predio hermoso, donde convivimos con otros colectivos, una sala de ensayo que ocupamos todas las bandas y que funciona como un espacio de reunión, que es algo que no teníamos y que era muy necesario porque fortalece nuestros encuentros”.
Ante la falta de espacios culturales, crearon un festival
El primer FestiMug se hizo en el año 2019, en el Galpón 11. Para las bandas incluidas en la movida, este fue “el puntapié inicial” con el que se presentó oficialmente al MUG. Quizás por un clima de época o tal vez porque esta iniciativa envalentonó a otros artistas a seguir sus pasos, esos años hubo una emergencia de colectivos o agrupaciones similares en la ciudad.
Bookx explicó que la mayor financiación del FestiMug proviene de lo recaudado en la venta de entradas y en lo que se comercializa en la barra que funciona dentro del Galpón 11 los días del festival. “Tenemos un aporte del Estado, pero es un porcentaje, la gran mayoría es lo que el festival produce. También nosotros aportamos nuestra fuerza de trabajo, que es algo que sustenta el evento”, destacó.
“En el 2019 hicimos un festival muy autogestivo y artesanal, que sin embargo contó con cierta ambición. Dio la pauta de que había lugares y formas de trabajar con los recursos que hay, tanto privados y estatales, que no eran necesariamente una hippeada o que podían profesionalizarse por iniciativa de los propios músicos y trabajadores de la cultura”, analizó, por su parte, el integrante de Suave Lomito.
Al año siguiente el festival no pudo realizarse a causa de las medidas sanitarias dispuestas para contener la pandemia de coronavirus, pero los músicos encontraron la manera de estar presentes pese al contexto: tanto a fines de 2020 como en 2021, cuando las restricciones se habían flexibilizado un poco, llevaron adelante dos ediciones del “AnfiMug”, el cual tuvo lugar en el Anfiteatro de Rosario ante una cantidad de público más reducida. “Lo resolvimos haciendo eventos un poco más chicos, no en gente porque al Anfiteatro lo llenábamos igual, pero sí en términos de producción”, recordó Rosignoli, quien además destacó que a pesar de las restricciones el colectivo pudo “sostenerse en el tiempo, con una impronta de profesionalización, de mejora y evolución constante”.
En 2022, con los protocolos prácticamente levantados, el FestiMug volvió a copar el Galpón 11. “Volvimos súper envalentonados, teníamos tres añitos de funcionamiento y la organización ya estaba arraigada. En la pandemia nos conformamos como organización civil, lo cual fue un paso bastante importante para que la cuestión tome seriedad y profesionalización”, detalló el músico.
Este año el FestiMug se llevó adelante los días 10 y 11 de noviembre, siempre en el Galpón 11. Al respecto, Rosignoli contó: “El festival busca ser un evento al que a nosotros nos gustaría asistir, donde el objetivo principal es el disfrute del público y de los trabajadores y trabajadoras que lo llevan a cabo. Buscamos que sea un ambiente ameno, que invite, que pueda aceptar e incluir la mayor cantidad de propuestas artísticas”.
Por su parte, Bookx indicó que este año el festival contó con casi 800 asistentes por día, y destacó: “Estamos muy contentos de haber podido sostener la calidad del evento y de haberlo organizado por tercera vez. En el colectivo somos entre 15 y 30 personas, pero cada vez que llevamos adelante el festival se expande a unas 80. El FestiMug es nuestro evento anual, donde nos fijamos grandes objetivos”.
Además, rescató el trabajo dentro de un colectivo: “Es algo trascendente porque excede lo que cualquier individuo puede proyectar o materializar por sí solo. Tener una comunidad es una herramienta muy interesante. Entre la pandemia y las clausuras que hubo desde hace varios años, el circuito es cada vez más chico y se hace muy difícil, pero contar con la red del colectivo es clave”.
Un movimiento organizado
Desde su primera edición en el 2019 –y con excepción de los dos años pandémicos– el FestiMug fue un evento pensado para dos días. El principal motivo fue que dada la cantidad de proyectos artísticos que se querían incluir en la grilla, una fecha no alcanzaba. Pero además, desde el colectivo advirtieron que llevar adelante este evento en dos jornadas le aporta “cierta épica”.
Para organizar el festival, el MUG se divide en comisiones –que se reúnen semanalmente– en las que se reparten entre 50 y 70 personas. “En el festival casi todos encuentran algún lugar en donde volcar sus saberes y ganas de trabajar. A partir de ese armado interno de la agrupación, se ramifica y articula con actores estatales, prestadores privados y proveedores, entre otros. Pero la planificación y ejecución del festival son propios del MUG. Tratamos de trabajar con la mayor cantidad de actores posibles, tanto del estado como del privado”, explicaron los organizadores del evento.
Generalmente, las reuniones dentro del MUG –que se dan mensualmente y en formato de asamblea– comienzan unos seis meses antes de la fecha prevista para el festival. En relación a cómo se determina qué artistas serán parte de la grilla, Rosignoli explicó: “No es tanto una cuestión de selección. Tratamos de que cada banda que integra el MUG tenga un espacio, si se puede preferencial, y a partir de ahí hay un segundo llamado o una segunda convocatoria. No va tanto por una cuestión de diseño, sino más bien de qué tenemos ganas de escuchar, con quién tenemos ganas de trabajar, quién se propuso, quién viene de hace rato, es una cuestión más humana”.
Y agregó: “También nos guardamos un espacio para profundizar en algo que no conozcamos tanto. Por ejemplo, en esta última edición hubo performance más del palo del teatro, que no necesariamente tiene que ver con una estética punkera, hiphopera o groovera. Las propuestas son bastante abiertas”.
No es sencillo ser músico en Rosario
Desde el MUG advierten que el trabajo cultural actualmente sufre de dos problemas: por un lado, los altos presupuestos que se complementan con escasos recursos; y por otro, la ausencia de espacios para poder tocar y exhibir las obras.
“En Rosario no aparecen nuevos espacios y movidas culturales, como tampoco actores y agentes de la cultura, lo que hace que siempre nuestra labor sea doble, porque al mismo tiempo que tenemos que armar y producir e ingeniárnosla para plantear nuestra propuesta, nos nutrimos poco de lo que sucede en la ciudad y terminamos mirando lo que pasa afuera. A la industria cultural de la ciudad le sirve que haya variedad, muchas voces y superávit de lugares donde desarrollarse”, evaluó Rosignoli.
Y concluyó: “Nosotros tuvimos la suerte, la fuerza y el coraje de poder agruparnos y desde ahí juntar fuerzas, pero hay proyectos artísticos que están solos o recién están empezando y no tienen muchos espacios donde poder desarrollarse, por eso dentro del FestiMug siempre apostamos a que haya nuevas voces, nuevas bandas, nueva gente hablando, participando, tocando, eso nos parece fundamental porque si no la cosa se va muriendo, como está pasando un poco en Rosario”.
A su turno, Bookx analizó: “Venimos padeciendo los resultados de una regulación muy deficiente y obsoleta, entonces hoy en día, después de más de diez años de un continuo desgaste de la actividad, los resultados son evidentes y estamos muy expectantes y activos en pos de promover un debate sobre esa regulación y construir acuerdos para que se modifique. Así, podrá desarrollarse el potencial cultural de esta ciudad”.