«Seguridad es que existan estos espacios», sostiene la referenta regional de Vientos de Libertad en Rosario. Uno de los dos centros barriales de la rama de salud comunitaria del MTE se ubica en la zona noroeste, en la esquina de Polichiso y Juan B. Justo. Allí trabajan con un objetivo a nivel federal que es vital: acompañar desde un abordaje integral a jóvenes atravesados por el consumo problemático. La restitución de un proyecto de vida, el acceso a la salud comunitaria y la articulación con el Estado para transformar realidades injustas.
Todos los días a las siete de la mañana Belén se ocupa de abrir las puertas del centro barrial que Vientos de Libertad tiene en la zona noroeste de Rosario. La casita -como la llaman- se ubica sobre la calle Domingo Polichiso esquina Juan B. Justo, un territorio que todavía pertenece a Arroyito aunque la distancia con Los Pumitas sea de apenas cuatro cuadras.
La jornada laboral en el barrial más antiguo que tiene el MTE en Rosario arranca temprano pero las actividades se concentran principalmente por la tarde. Así lo indica el cronograma semanal escrito a mano en un papel afiche que cuelga sobre una de las paredes de la casa y que señala, día por día, los distintos talleres que se llevan a cabo: boxeo, fútbol, carpintería, barbería, manicuría, confitería, espacio para mujeres y las tareas del comedor comunitario, entre otros. El barrial es como un pulpo con muchos brazos que lo que intentan es acompañar la vida -y todo lo que eso conlleva- de quienes se acercan a golpear las puertas que Belén -junto a Rosa y un equipo coordinador- se encarga de mantener abiertas. Por eso lo fundamental suele ser la escucha. “Lo primero es recibir a la persona que llega, que se sienta cómoda, que sienta que puede venir cuando quiera”. Lo que sigue, luego, es un proceso de acompañamiento integral frente a diferentes situaciones y problemáticas que atraviesa ese joven, esa mujer, ese vecino que llega a la casita por primera vez.
En Rosario hay dos centros que dependen del MTE: el que se ubica en la zona noroeste y desde hace dos años, el que la organización fundó en barrio Moderno, a metros de las vías del ferrocarril. En todo el país son 86 además de contar con 13 casas comunitarias convivenciales. “Nosotros le decimos barrial a un dispositivo especial que son los Caac -Casas de Atención y Acompañamiento- que dependen del Sedronar y que hay 500 en todo el país”, explica la referente regional de Vientos de Libertad, Celeste Fernandez. Será ella quien además cuente cómo nace esta rama de salud comunitaria que tiene el extenso Movimiento de Trabajadores Excluidos en Argentina. “Nace del trabajo de compañeros recuperados de las adicciones que sienten las ganas de poder ayudar a otros. Así es como abren un comedor en el oeste del conurbano en el 2001 y luego fundan una casa en General Rodriguez donde reciben chicos con problemas de consumo. Esa fue la primera semilla. Años después, un referente cartonero se acerca al espacio y es así como conocen al MTE. Eso fue muy importante porque Vientos de Libertad se suma al movimiento y eso le da una fuerza nacional que permite que llegue a todo el país y que impacte transversalmente a toda la organización”.
Paralelamente, Vientos de Libertad conformó en el 2014 una mesa de trabajo junto a otras organizaciones que tuvo como principal objetivo reclamarle a la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (SEDRONAR) la ampliación del programa Red CAAC que hasta el momento contaba con solo 8 dispositivos. “Solicitamos la ampliación y la creación de una escuela de CAAC que fue el dispositivo que se encargó de visitar diferentes organizaciones en el país y autorizar la apertura de un barrial. Así fue como la red se amplió, y en la SEDRONAR es una política de acompañamiento fundamental, porque no tienen muchas más”, suma Celeste. De esta manera, los barriales comenzaron a multiplicarse de la mano de diversas organizaciones con anclaje territorial y militancia social y mediante una articulación virtuosa entre el Estado y los movimientos sociales que tenían una meta clara: construir espacios de acompañamiento integral para los pibes y pibas de barrios populares con problemáticas de consumo. En Rosario, el primer barrial que se funda por fuera de la provincia de Buenos Aires es el de Arroyito y nace en el 2017. En todo el país, la rama Vientos de Libertad creció exponencialmente, sobre todo a partir del 2021, constituyéndose en uno de los principales movimientos con espacios destinados al abordaje comunitario, terapéutico y político del consumo problemático.
Tierra, techo y trabajo
“Cuando decimos abordaje integral nos referimos a que los consumos son la gota que rebalsa el vaso de la exclusión a una vida con tierra, techo y trabajo, y hay que poder incluir todas estas dimensiones. El consumo termina siendo uno de los tantos problemas que tenemos, que parten de injusticias y desigualdades estructurales y, por lo tanto, no son una conflictividad individual, sino colectiva. Los conflictos con los que llegan nuestrxs pibxs no son exclusivamente el consumo de sustancias, legales o ilegales, sino el despojo de sus proyectos de vida. Nuestrxs compañerxs llegan rotxs” señalan desde Vientos de Libertad.
Recomponer lazos y construir una referencia institucional. “Eso se vuelve fundamental”, explica Cele. ¿De qué se trata? Que los jóvenes que se acercan al espacio encuentren un lugar que los aloje desde el abrazo, la escucha, un taller o incluso con un plato de comida. “Intentamos que haya una institución que sea una terceridad en sus vidas, que desnaturalice muchas veces la violencia cotidiana que viven los compañeros. Una institución que pueda oficiar como una terceridad donde se pueda vivir de otra forma, que puedan encontrar otras personas que no estén vinculadas a las lógicas en las que viven, y que de alguna manera los vinculen con algo. A la vez es un desafío porque son personas que están intervenidas completamente por el Estado, han pasado por Niñez, por la cárcel, por la policía, y sin embargo son instituciones que no generan ninguna afiliación”.
El consumo termina siendo uno de los tantos problemas que tenemos, que parten de injusticias y desigualdades estructurales y, por lo tanto, no son una conflictividad individual, sino colectiva.
Rosario es la ciudad donde a nivel nacional el foco está puesto en el crecimiento del narcomenudeo y la violencia asociada a las redes de la economía ilegal, sobre todo en las barriadas populares donde las políticas estatales socio integrales son insuficientes, mientras las estadísticas reflejan que es allí donde se concentran la mayor cantidad de homicidios dolosos. Por eso el funcionamiento de espacios, como los barriales que sostiene el MTE, se vuelven tan vitales. Pero lo cierto es que más allá de los esfuerzos militantes que se duplican, no alcanza y como alertan desde hace años las organizaciones barriales, la disputa contra la “narco estructura” se transforma en una batalla como la de David y Goliat: completamente desigual.
“El consumo en pipa hace unos años no se veía como ahora. Es una modalidad de consumo muy destructiva y que está muy extendida en los barrios populares porque es económica. Genera una adicción muy inmediata y un deterioro corporal muy fuerte. Eso hace que sea muy complejo el panorama, y no hay todavía una dimensión de lo que eso provoca”, explica Celeste. En el barrial entienden que el problema del consumo es uno entre muchos otros. “Están en situaciones de pobreza y vulneración, no tienen un techo, tienen trabajos precarizados o están desocupadxs, no tienen redes que contengan, están inmersxs en situaciones de violencia, o son perseguidxs por las fuerzas de seguridad. Nuestro objetivo es acompañarlxs a transformar esta situación, que puedan capitalizar sus historias y empoderarse como sujetxs políticos”.
Si no existiera el Potenciar Trabajo esto no sería posible, mucha gente lo critica sin saber, pero la realidad es que si no existiera lo que ofrece la Sedronar sería mas limitado todavía
El abordaje no solo es terapéutico y la atención no está focalizada meramente en la sustancia sino en la persona y sus conflictos. Para Vientos de Libertad una clave radica principalmente en el trabajo socio-comunitario que emprenden, que es donde se sustenta el acompañamiento integral. “Tenemos un método de trabajo donde el valor de la palabra es fundamental. La palabra para habilitar la posibilidad de reescribir nuestras propias historias. Nos basamos en el paradigma de la salud mental comunitaria, con perspectivas transversales de clase y género”. Un paradigma que claramente se diferencia del que prima en las llamadas “comunidades terapéuticas” donde en su gran mayoría predomina una lógica culpabilizante. “Muchas veces trabajan con un mecanismo donde no se respetan derechos y no se promulga un protagonismo de la persona y eso creemos nosotros que es lo importante, que el compañero o la compañera pueda ser protagonista de su proceso, de su tratamiento”, dice la referenta de Vientos de Libertad en Rosario y agrega: “La principal diferencia es que nosotros queremos que los compañeros tengan una vida digna. Entendemos que salir del consumo implica que los compañeros puedan tener mejores condiciones de vida, y eso implica laburo con la comunidad”.
Nacer del barrio
El mate dulce circula sobre la mesa ubicada en el comedor de la casita. Es una mañana primaveral en el barrio y hasta ahora el ritmo está calmo. Belen, Celeste y Juan -quien se ocupa entre varias tareas de organizar la cocina- cuentan cómo se sostiene el día a día en el barrial y aclaran que uno de los principales ingresos económicos de sus integrantes proviene del Potenciar Trabajo, además del convenio con la Sedronar y la articulación de talleres con el programa Santa Fe Más a nivel provincial. De todas maneras, dice Celeste “todo es muy limitado y depende mucho de la organización”. En el equipo hay una dupla de coordinadores, hay talleristas, un equipo de profesionales de la salud y acompañantes territoriales. “Si no existiera el Potenciar Trabajo esto no sería posible, mucha gente lo critica sin saber, pero la realidad es que si no existiera lo que ofrece la Sedronar sería mas limitado todavía”.
Entre las limitaciones que encuentran cotidianamente la principal tiene que ver con la comida y el sostén de las viandas que realizan semanalmente. Comprar carne y verduras se vuelve una tarea cada vez más titánica. Belén toma la palabra para graficar la situación. “El comedor lo abrimos en pandemia porque había una necesidad muy grande. Y hoy es uno de los espacios que articula con los vecinos de los barrios. Preparamos 130 viandas por día -dos veces a la semana. Pero todo el tiempo nos tenemos que reinventar y ver como seguir sosteniéndolo porque lo que recibimos no nos alcanza, ahora tenemos el doble de demanda y no disminuye nunca. Vienen de otros barrios también. En total, tenemos 9 comedores en todo Rosario”.
Además del comedor, el día en el barrial transcurre entre talleres para jóvenes y niñxs, capacitación en oficio, deportes y espacio terapéutico. Hay una particularidad: quienes sostienen los barriales son, en su gran mayoría, compañerxs que han podido reconstruir su vida después de atravesar una situación de consumo problemático. Casi el 70% de los coordinadores de los barriales del MTE en todo el país son “compañeros recuperados”. “Surgimos del barrio, de pibes que, estando en consumo, comenzamos un proceso de transformación, y a partir del hacer fuimos construyendo caminos, herramientas y organización para rescatar a otrxs. Es por eso que nuestra apuesta de formar a lxs pibxs en proceso para que capitalicen sus propias historias, se conviertan en cuadros políticos y ocupen lugares de responsabilidad no es un eslogan abstracto, sino que es parte de lo que somos. Es la práctica que nos dio nacimiento” sostienen en Vientos.
Una forma de sobrevivir es poder estar organizados, porque después termina siendo la única espalda frente a la desesperanza: la organización, el barrio, la comunidad.
Rosa es la otra coordinadora del barrial en Arroyito. “Siempre contamos con orgullo que es una compañera que acá pudo escolarizarse, reconstruir su vida y así como ella hay muchos otros compañeros” dice Belén quien llegó al MTE hace 5 años en busca de trabajo. Pero en Vientos de Libertad lo que ella encontró fue mucho más que una fuente de ingreso laboral. “Es el espacio que me abrió todas las puertas”, las mismas que ahora Belén le abre a otras personas que llegan hasta la calle Polichiso. “Acá nos acompañan todo el tiempo a que crezcamos, a que nos eduquemos, a que ayudemos a otros compañeros. Me siento orgullosa de pertenecer a este gran grupo. Aprendí todo en Vientos. Conocí otro mundo más allá de mi casa”.
A su lado, escuchando en silencio, está Juan que se integró cuando tenía 17 años. “Estaba un poco perdido, me estaba encerrando mucho y me sumé primero a la huerta. Acá terminé la escuela”. Ahora Juan está estudiando una diplomatura en salud comunitaria y es uno de los acompañantes territoriales que más conoce el espacio.
“Acá nos acompañan todo el tiempo a que crezcamos, a que nos eduquemos, a que ayudemos a otros compañeros. Me siento orgullosa de pertenecer a este gran grupo. Aprendí todo en Vientos
Para Celeste, el proceso de protagonismo que comienzan a recorrer quienes llegan a los barriales, en muchos casos totalmente devastados, es fundamental y ese camino lo posibilita ser parte de una organización nacional como el MTE. “Nuestros compañeros para salir del consumo necesitan tierra, techo y trabajo. Y formar parte del movimiento nos dá esa integralidad, la construcción de una comunidad, la construcción de derechos. Lxs compañerxs tienen que ser conscientes que para salir del consumo hay que luchar por tierra, techo y trabajo. Porque una forma de sobrevivir es poder estar organizados, porque después termina siendo la única espalda frente a la desesperanza: la organización, el barrio, la comunidad. Los problemas siguen, y la única forma de sobrevivir a ellos y no volver a caer en el consumo es creer y pensar que hay transformar la realidad”.
De allí que, sostienen al interior de la rama, un pilar fundamental del abordaje terapéutico es el encuentro con otrxs que atravesaron situaciones, problemas, vidas, parecidas entre sí. “Cumplen un rol terapéutico fundamental les referentxs y coordinadorxs que han pasado por un proceso con el consumo, y son ellxs quienes conducen la dinámica de los espacios. Esta es una particularidad que tiene la organización y que lleva a una cercanía y referencia mucho mayor”.
Articular con el Estado
Los barriales no son centros aislados si no todo lo contrario. Insertos en un territorio, en una zona geográfica, en un barrio, los CAAC son espacios que se vinculan constantemente con instituciones del Estado: escuela, centros de salud, secretarías de Niñez, áreas ministeriales, justicia, etc.
Celeste cuenta que el barrial que se ubica en una zona estratégica por su cercanía con distintos barrios -Empalme, Ludueña, Industrial, Pumitas, Arroyito- articula con tres centros de salud que muchas veces son los que realizan las derivaciones; con la secretaría de Niñez y el servicio local a nivel municipal. También con la Agencia de Prevención de Consumo de Drogas y Tratamiento Integral de las Adicciones, APRECOD, que depende del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia de Santa Fe. “Durante esta gestión, Aprecod tuvo un mayor diálogo con las organizaciones territoriales lo que posibilitó un trabajo articulado y focalizado en lo comunitario a través de un convenio de fortalecimiento. Es limitado porque no se trata de una política pública si no de un programa de gestión. Lo que nos permite es reforzar lo que ya tenemos pero no nos alcanza para abrir un dispositivo nuevo. Se generaron instancias más comunitarias, de encuentros, torneos, de escucha. Lo que falta, creo yo, es que haya espacios propios provinciales y un vínculo interministerial para trabajar mejor con las niñeces porque no hay nada pensado para quienes son menores de 18 años”.
A nivel municipal, la ausencia es todavía más notoria. “Funciona La Estación pero nunca pudimos articular nada específico. Este año se abrió la agencia municipal de prevención de consumo pero la realidad es que no se traduce en presupuesto. Hacen capacitaciones pero eso nosotros ya lo hacemos. Nuestros referentes barriales ya trabajan en prevención, y lo que están teniendo son otros problemas que no tienen que ver con la falta de capacitación. El Estado tiene que hacer otra cosa”, reclama Celeste quien también señala la enorme deficiencia que existe en el trabajo con Niñez y Adolescencia a nivel provincial. “La realidad es la que sabemos todos. No hay una mirada integral, muchas veces no se respetan los derechos de niños, niñas y adolescentes y lamentablemente hay muchas más comunidades terapéuticas que lugares como los nuestros. Es fundamental que más allá de tomar una medida excepcional, el Estado trabaje con la familia, con la comunidad”.
En el barrial de la zona noroeste, como en el de barrio Moderno, el trabajo de Vientos de Libertad es constante, cotidiano, comprometido con la realidad social y con las complejas problemáticas que deterioran y precarizan la trayectoria de vida de los jóvenes. Frente a eso, a veces lo importante está en lo simple: intentar construir una referencia para los jóvenes, un espacio amigable al que siempre puedan volver; un lugar que haga posible el acceso y el derecho a la salud integral y comunitaria. Eso, dice Celeste, es seguridad: “Acá intentamos generar un vínculo, un espacio de escucha. Y para nosotros la seguridad es que existan estos espacios”.
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