Las músicas Victoria Durand Mansilla y Valentina Druetta presentaron su primer disco “Adá Atamá”. Las artistas, nacidas en la provincia de Entre Ríos pero instaladas en Rosario desde hace años, encontraron en este material –marcado por las melodías del Litoral–una vía para alzar su voz y dar cuenta de las diferentes situaciones que atraviesan día a día.
“Hoy juntamos nuestras manos pa´ este barro modelar, cuestionando esa historia que otro vino a contar”
Dúo Vicky-Valen
Los pasos se detuvieron en seco. Quizás, si no hubiesen sido músicas, las habría sorprendido el vértigo de estar en un departamento ubicado en el piso doce, la vista que esta posición ofrecía o el ambiente cálido –casi caliente– de la casa, pero no. Lo que despertó la admiración de las jóvenes fue un combinado. Cuando comprobaron que en la reliquia aún se podía escuchar radio y discos de vinilo, el recuerdo de abuelas, madres y tardes de tango se apoderó de la conversación. Justamente de eso, de familia, raíces y música, se trataba ese encuentro: es que las dos artistas, Victoria y Valentina, estaban en plena promoción de “Adá Atamá”, el disco que grabaron juntas y que presentaron con un show en vivo.
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“Adá Atamá” significa, en lengua Chaná, mujer del río. Y Victoria Durand Mansilla y Valentina Druetta, lo son. Sus vidas transcurrieron rodeadas de agua: nacieron en la provincia de Entre Ríos y, al terminar la secundaria, cruzaron el Paraná con destino a Rosario. Gracias a la universidad pública, sus vidas se encontraron y juntas descubrieron el poder salvador que tiene la música, principalmente cuando es compartida.
María Victoria Durand Mansilla prefiere que le digan Vicky. Nació en la localidad entrerriana de Chajarí y hace dieciocho años vino a Rosario a estudiar Comunicación Social. La militancia estudiantil hizo que, una década atrás, conozca a Valentina Druetta, que llegó a la ciudad desde Galarza, un pueblo que, aclara, está “cerca de Gualeguay”, y actualmente se desempeña como docente de guitarra.
Desde el momento en que coincidieron sus caminos, allá por el 2013, ambas quisieron conformar un proyecto musical juntas, pero debieron esperar unos seis años para concretar su deseo: en el verano del 2019 se encontraron en “Costa a costa”, un encuentro de música entrerriana que se realiza de forma anual, y decidieron que era momento de embarcarse en un dúo.
Casi cinco años después, la vida las encuentra lanzando “Adá Atamá”, su primer disco, en un evento que tuvo lugar el viernes 20 de octubre en el Teatro de la Asociación de Empleados de Comercio, de calle Corrientes al 450. El evento, definido por las músicas como “una fiesta emocional”, contó con la participación de artistas invitados como Marquitos Montes, Maia López, Agustín Priotto, Andrés Guzmán, Julia Miernau, Ana Luz Gassa, Juan Domínguez y Lourdes Garnica.
“Entre diciembre de 2019 y enero de 2020 comenzamos a compartirnos composiciones. Si bien las dos escribíamos, cuando nos empezamos a acompañar o a segundear salieron una catarata de canciones. Después llegó la pandemia, que fue propicia para que las dos estemos desocupadas, pero componiendo muchísimo”, contó Druetta.
Y Durand Mansilla agregó: “Como vivíamos cerca, cuando se pudo hacer burbuja nos juntamos. Así es un poco como va tomando la identidad propia el dúo. Principalmente hacemos música litoraleña, no hablamos mucho de hacer este estilo, sino que las composiciones fueron saliendo así. Muchas veces hablábamos de que en el repertorio o en el cancionero del género había canciones de, por ejemplo, Teresa Parodi, que nos encantaban y que teníamos ganas de hacer, pero también nos parecía que queríamos decir otras cosas que no encontrábamos quién las hubiese compuesto. Había cosas que no podían decir por nosotras”.
En relación al trabajo compositivo, Durand Mansilla indicó: “Sabemos con total confianza que le podemos mostrar a la otra lo que creamos, que probablemente es muy propio, y que si la otra nos sugiere algo siempre lo va a hacer desde el amor. Va a haber momentos en que no coincidimos, y está bien, pero bastante bien nos llevamos. Este encuentro es genuino, hay admiración, amor, respeto, deseo de compartir y sabernos cuidada por la otra”.
Adá Atamá
El disco Adá Atamá tiene diez canciones propias –que abordan géneros de la música litoraleña, como chamamé, vidala, chamarra, guarania e incluso un tango– y un poema. Dado el fanatismo que ambas artistas tienen por los objetos, decidieron que el álbum también se lance en formato físico, algo poco usual en estos tiempos, donde la música se limita a circular en plataformas virtuales.
Así es que el disco también ofrece una libreta con hojas en blanco, un QR para acceder al material y un cancionero con las letras y acordes de los temas que componen el álbum. En la tapa habrá un dibujo hecho por la artista plástica rosarina Camila Guerra, más conocida como “China del Río”, mientras que el diseño gráfico estuvo a cargo de Ailén Fernández.
En tiempos donde la escucha es cada vez más “salpicada” y los algoritmos van saltando de canción en canción, artista en artista y género en género, la escucha de un disco como obra completa, tal como el músico lo confeccionó, es cada vez más inusual. En el caso del dúo Vicky-Valen, las cantautoras buscan un equilibrio entre la demanda del mercado y lo que su trabajo les pide, y en esta oportunidad consideraron que las composiciones debían publicarse dentro de un disco y no como singles sueltos en el mundo virtual.
En relación a los mensajes que habitan detrás de sus composiciones, indicaron: “Las canciones surgieron por una necesidad de decir y abonar el cancionero contemporáneo. Hay temas para las amigas, otros más introspectivos o que reflejan lo que sucede en las grandes ciudades a los ojos de dos mujeres migrantes de Entre Ríos, también hay canciones donde le cantamos a la muerte, a otras mujeres, a un amigo bailarín”, enumeraron las artistas.
Y agregaron: “Somos una camada de gente que emigró de su lugar de origen a hacerse grande de repente, y somos también mujeres feministas que tuvimos una crianza tradicional y que formamos parte antes, después o en el durante de esa marea verde, y somos militantes sociales. Todo eso te forma tu antifaz. El único tango de este disco se llama ‘Harto tango’, y lo hicimos después de que hubo cuatro femicidios al hilo. Hacerle una canción a eso es necesario, o a un gurí que duerme en la calle, ¿cómo va a pasar eso?”.
En esta línea, Druetta agregó: “Las dos somos de pueblo, y esas cosas te impresionan. Veo que a la gente que es de Rosario la injusticia le impresiona menos, le es menos cruda. Los anteojos o los cristales con los que vemos el mundo buscan ser sensibles, solidarios y comprometidos con la comunidad en la que estamos, pero tratamos de que las canciones, más allá de la denuncia, sean esperanzadoras”.
Precios altos y escenarios escasos: los desafíos de la música rosarina
Grabar un disco hoy en día no es trabajo sencillo: además del desempeño creativo, también hay que considerar la cuestión económica. “Es muy caro grabar, mezclar y editar. Nosotras tuvimos a favor que en la grabación, salvo uno de los temas, era todo guitarra y voz, y eso hizo que el trabajo sea rápido”, contaron las músicas.
Para poder costear el material discográfico, las artistas crearon un fondo común, en donde ahorraron parte de lo que recaudaban en recitales. Sin embargo, recibieron ayuda de los integrantes del centro cultural La Bartolina –del que forman parte– quienes prestaron dinero para que el disco pueda ser un hecho. “Por suerte, con la preventa del álbum a una muy buena parte de la plata la pudimos devolver”, indicaron las músicas.
A los altos precios de grabación, se suma otro problema: la falta de lugares para ir a tocar. Al respecto, Druetta consideró: “Por un montón de motivos como las habilitaciones, lo económico, lo rentable, hay muy pocos lugares que sean favorables en lo laboral para ir a tocar. Hay bares, algunos teatros, movidas de bibliotecas-casas, pero es un trabajo de hormiga”.
Y Durand Mansilla agregó: “Hay muchos artistas en la ciudad, mucha oferta, que no se condice con los lugares ni las condiciones para tocar. Tenés en Pichincha dos millones de bares con música funcional, donde la gente no va a ver un espectáculo. Desde nuestro sector también hay mucha demanda al Estado, para que nos contrate para hacer un espectáculo. En lo personal creo que tiene que haber una convivencia entre la gestión pública y la privada. El Estado tendría que controlar las condiciones en las que el privado te contrata, pero sabemos que no puede hacernos los shows a todos”.
El INAMU y un avance en materia de derechos
El Instituto Nacional de la Música (INAMU) lanzó recientemente una distribuidora de contenido nacional, es decir, una empresa pública que se encarga de repartir entre las diferentes plataformas los contenidos creados por artistas argentinos. Hasta el momento, todas las distribuidoras eran internacionales y, para gozar de sus servicios, había que pagar en dólares.
“Hace treinta años, si sacabas un disco podías llevarlo a la disquería, o te lo llevaba un distribuidor, que lo repartía en todas las cadenas. Lo mismo ocurre en lo digital. Para eso hay empresas que hasta el momento eran todas internacionales. Vos le pagabas en dólares para que ellos distribuyan tu disco en plataformas, pero toda esa guita quedaba en el exterior y por lo general los artistas que tenemos muy poco alcance no percibíamos en absoluto alguna retribución de dinero”, explicó Durand Mansilla.
Y agregó: “Ellos van a ser la distribuidora que le va a entregar el laburo a las plataformas de streaming musical, y van a percibir un dinero que después va a volver a los músicos. Lo más importantes es que es nacional y pública, es única en el mundo. Nunca vimos un mango por nuestras canciones en Spotify, la cuestión administrativa de la música es la que nos cuesta”.
De la mano con la distribuidora, el INAMU tiene habilitado un perfil de artistas, en donde los músicos pueden ver cuántas personas los escucharon, qué radios descargaron su material, o dónde se escucha más.