Hace más de tres años las escritoras Laura Rossi y Carolina Musa lanzaron Brumana, una editorial independiente que busca pluralizar el acceso a la lectura. “Nos interpela ponerle al libro un precio tan abultado, porque… ¿quién va a comprarlo?”, señalan las autoras, quienes habilitaron la descarga gratuita de cierto títulos de su catálogo y, recientemente, compraron máquinas de imprimir para facilitar el proceso de publicación.
Entre la pila de libros a la venta, uno llamó poderosamente su atención. Cuando lo tomó entre las manos y deslizó los dedos por la esquina inferior derecha de la portada, comprobó con el tacto la presencia de un relieve que sus ojos ya habían adelantado. Allí había un sello circular, pequeño y colorido, que mostraba la silueta de una mujer bailando de espaldas. Es difícil saber si en ese momento supo que el logo de la editorial Brumana había sido pegado manualmente, en un trabajo casi artesanal, pero a juzgar por el brillo en su mirada tenía la certeza de estar frente a algo diferente.
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El año 2019 pisaba su fin cuando Laura Rossi y Carolina Musa, dos escritoras rosarinas, pusieron en marcha un proyecto con el que soñaron durante años: crear su propia editorial. Así nació Brumana, una empresa que busca facilitar el proceso de publicación de libros y, sobre todo, apunta a acercar la lectura a toda la sociedad.
El nombre elegido para la editorial es una forma de sintetizar la impronta feminista, cooperativa y horizontal que Rossi y Musa quisieron darle a su emprendimiento, y al mismo tiempo homenajear a Herminia Brumana, una escritora argentina de ideas socialistas y anarquistas que, utilizando la palabra, defendió los derechos de las mujeres y luchó por la justicia social.
Laura es profesora de inglés y escritora, mientras que Carolina se dedica de lleno a la creación y corrección de textos con su trabajo en la editorial Libros Silvestres. Se conocen desde hace años y, motivadas por las dificultades que encontraban a la hora de publicar sus obras, se propusieron crear su propia editorial, un proyecto que concretaron en agosto del 2020.
“La idea de la editorial viene un poco de la necesidad de acortar lo que es publicar un libro, un camino que es siempre largo y engorroso. También pensábamos que no había tantas editoriales con las que estuviera bueno laburar. La idea era tener un espacio para publicar nuestros textos, pero Brumana va llegando a otra gente, los libros están saliendo a otras partes”, indicó Mussa.
En este sentido, destacó la importancia que tuvo “Brumana Libre”, una sección en donde los títulos pueden descargarse de forma gratuita, para que la editorial se disperse por el mundo: “Esta colección hizo que los libros se lean un montón en partes insospechadas, eso le da otro movimiento y un alcance diferente, que sobrepasa lo que habíamos pensado en un primer momento”.
Con una tirada que llegó a alcanzar los 300 ejemplares, las autoras se aventuraron en la compra de máquinas de imprenta: si bien esto no hará que consigan insumos –como papel y toner– a precios más económicos, sí les permitirá imprimir lo necesario, administrando así los gastos para evitar un aumento desmedido en el precio final de los libros.
Contra vientos, mareas y pandemias
La idea de las autoras era lanzar la editorial en marzo de 2020. Unos meses antes, pusieron motores en marcha: diseñaron el logo y recopilaron tres libros, que serían los primeros del catálogo. Se trataba de “Baldías”, de Laura Rossi; “La soberana idiotez”, de Carolina Musa; y “Yo bastardo: Derek Walcott, literatura y descolonialidad”, un ensayo de Nadia Isasa. Sin embargo, una pandemia mundial iba alterar los planes y retrasar, solo por unos meses, la salida de Brumana.
“Teníamos una novela, un libro de poesía y un ensayo, como para arrancar. La idea no era solo editarnos a nosotras, sino que se vean los libros y a partir de ahí salir a buscar o recibir. No fue en marzo, pero en agosto del 2020 salieron las primeras publicaciones. Se atrasó unos meses por la pandemia, hasta que nos organizamos y pudimos escribirles a los de la imprenta”, contó Rossi.
A la hora de vender los primeros títulos, el mecanismo adoptado fue la preventa y, con el dinero ganado en esta instancia, se pudieron pagar los costos de impresión. Una vez que los libros estaban listos, había que repartirlos a los puntos de venta, y aquí apareció otro desafío para las autoras: “Los empezamos a distribuir nosotras en algunas poquitas librerías de la ciudad. Hoy hemos derivado a una distribuidora el reparto de los libros en Rosario y algunos negocios de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. Es un tema, porque al imprimir pocos ejemplares, hay que trabajar con un puñado de librerías que vos seleccionas y tienen afinidad con tu catálogo, ese es un trabajo de hormiga”.
“Me parece que el feminismo atraviesa muchas cosas, pero sobre todo las prácticas de laburo, la relación entre pares, entre jefe y empleados. También es el respeto, hacer un arreglo económico que sirva. Cuando pienso el feminismo pienso en otros vínculos laborales que sean más justos, más equitativos, más respetuosos”
Un catálogo en clave feminista
Brumana se define como una editorial feminista. Esto no quiere decir que sólo se publiquen textos escritos por mujeres, pero sí le da una impronta al contenido y define un catálogo. Además –y según destacaron las escritoras– es una forma de establecer otros vínculos laborales.
“Me parece que el feminismo atraviesa muchas cosas, pero sobre todo las prácticas de laburo, la relación entre pares, entre jefe y empleados. También es el respeto, hacer un arreglo económico que sirva. Cuando pienso el feminismo pienso en otros vínculos laborales que sean más justos, más equitativos, más respetuosos”, reflexionó Musa.
Actualmente el equipo de trabajo se limita a Rossi y Musa, quienes se encargan de corregir los textos y de maquetar los libros. Mientras que –de momento– la distribución y la impresión se delega a terceros, y se recurre a fotógrafos para que realicen la imagen de tapa de acuerdo a cada texto y al estilo que busca la editorial. Lxs autorxs, en tanto, no reciben dinero por los libros vendidos, pero tampoco deben pagar para que se los publique. Es decir, lo recaudado en cada venta suele alcanzar para cubrir los gastos de imprenta, sin dejar mayores márgenes de ganancia.
“No le venimos pagando al autor con dinero en efectivo, pero sí le damos un montón de libros como regalía. Tampoco le cobramos a los escritores. Nosotras decidimos en función de un catálogo, no de la plata, y no publicamos cosas que no nos convencen por dinero. La idea era poder decidir en función de un catálogo, y para tomar esas decisiones tenemos que conservar ciertas potestades. Cuando el autor paga, suele invadir ese territorio”, amplió Musa.
En cuanto a la elección de textos, las autoras comentaron que reciben diferentes materiales y que ellas mismas se encargan de leerlos y de analizar si pueden ser incluidos al catálogo de Brumana. “Si vemos que están fuera de foco, que no tienen que ver con el registro de lo que venimos publicando, hay que decir que no. Pensamos mucho en por qué no publicar determinado material, y cómo se lo decimos al autor. Siempre nos pareció importante dar una devolución”, detallaron.
Multiplicar es la tarea
Cuando se lanzó Brumana, Rossi y Musa tomaron una decisión que hace a su objetivo de expandir la lectura por la sociedad: subieron algunos libros a su página web y habilitaron su descarga gratuita.
En este sentido, Rossi destacó: “La sección se llama Brumana Libre. Caro tenía un poemario que quería relanzar, y yo me había ganado una beca para escribir ‘No me verás volver’, que eran cinco relatos. Son libros que nacieron virtuales y de descarga gratis. No ganábamos dinero con eso, pero los libros se bajaron en un montón de lugares de Latinoamérica a los que no hubiéramos llegado”.
“Fue dejar los libros al mundo. Algunos dicen que estamos locas por hacer esto, pero te va trayendo otros vínculos alrededor de la distribución. No obstante, lo que ocurrió con esa serie es que la gente nos empezó a pedir los libros, y los tuvimos que imprimir”, agregó Musa.
Siempre con la misión de quitarle complejidad a los procesos de publicación de un libro, las autoras apostaron a más y se animaron a hacer una inversión: semanas atrás, y a medias con la editorial Libros Silvestres, compraron máquinas de imprimir, que llegaron a inicios de septiembre. La idea es tomar el ejemplo de lo que ocurre en algunas empresas de Europa o Estados Unidos, que imprimen a demanda. Es decir, sólo se publica la cantidad de libros que están “pre-vendidos”, lo que permite, entre otras cosas, ahorrar papel y reducir costos.
“La idea es montar un muy pequeño taller donde podamos imprimir nuestros títulos. Hay que aprender un oficio porque no es lo mismo ser editor que ser imprentero, pero ahí vamos. Esta decisión también es un poco estar preparados para los tiempos que se avecinan. El rubro nuestro está complejísimo, los insumos, como el papel, están muy caros. Lo que gana la editorial básicamente se lo queda la imprenta. Además, la impresión es un oficio históricamente hecho por tipos. Nos encanta apuntar ahí porque hay re pocas imprenteras mujeres”, manifestaron las impulsoras de Brumana.
Las dificultades de publicar un libro
Contra todo pronóstico, el mayor obstáculo que la actividad afronta en la actualidad no es la caída de ventas de los libros, sino el alto costo de impresión –que impacta en el precio final del producto– y la poca cantidad de editoriales a las cuales recurrir para publicar el material.
“Los libros están carísimos. El costo de imprenta es una limitación terrible. Solo el costo de impresión es un montón y levanta el precio del libro en las librerías. También tenés que calcular otros gastos, como lo legal, la maqueta y el diseño, donde invertimos horas de laburo y ahí es donde muchas veces resignamos nuestro trabajo y lo cobramos cuando se pude. Esta situación nos exige la máxima creatividad para ver cómo hacemos para seguir haciendo libros, de ahí un poco nace este asunto de comprar unas máquinas. Es muy larga la recuperación de la inversión, pero tenerlas nos va a permitir ir manejando las tiradas”, avaluaron Musa y Rossi.
No obstante, las autoras destacaron que las máquinas sólo van a posibilitar imprimir lo necesario y eso les permitirá manejar mejor los costos, pero aclararon que seguirán afrontando los altos precios de los insumos –como el papel o el toner– y de energía eléctrica.
En este sentido, analizaron: “Casi todas las semanas hay aumento de papel, que es de entre el 8% y el 12%. Muchas editoriales trasladan ese porcentaje al precio final, nosotras no. Nos interpela éticamente ponerle al libro un precio tan abultado, porque… ¿quién va a comprarlo? Y eso responde a la pregunta de para quién hacemos libros. El libro fue entendido por muchos años como un instrumento emancipador, pero ahora, con estos precios, parece ser un objeto decorativo en bibliotecas chetas, para cierta elite. Por eso buscamos tener un costo que nos permita seguir funcionando, y en esta coyuntura resignaremos nuestra parte”.
En Rosario, los libros editados por Brumana pueden comprarse en Oliva Libros (Entre Ríos 579), El juguete rabioso (Mendoza 784), Parodoxa (Mendoza 923), Mal de Archivo (Urquiza 1613) y La liebre (Ovidio Lagos 790). Las publicaciones de la editorial también llegan a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y a Córdoba.