En 1998 un comisario imaginó una ciudad para exiliar a travestis y disidencias del espacio público y mantenerlas en los márgenes de la democracia. Casi 25 años después, la misma comunidad lucha por una reparación para las sobrevivientes del período pos dictadura. ¿Cómo es sobrevivir a una persecución durante casi 30 años? ¿Qué marcas activan la memoria?
Foto: Archivo de la Memoria Travesti Trans
El título remite a una película clase z, con guión mediocre, algunas malas actuaciones, pero con escenas que desbordan en realidad y terror. Noche tras noche, como en un loop eterno, se repite una secuencia: Karla, que también puede ser Tatiana o Claudia, espera en una esquina señalada la llegada de algún cliente. Tiene puestas un par de botas negras que le llegan hasta las rodillas, un vestido ceñido al cuerpo, rulos y casi siempre un cigarrillo en la boca. Son cerca de las 23.00 y la patrulla pasa, cobra y sigue. Pero esa noche el trabajo no abunda y a la medianoche la carroza se convierte en calabaza y zas, otra vez a pagar.
Cambia la guardia y la caja policial vuelve a cero, pero resulta que el monedero de nuestra protagonista también está en cero y allí se desata el conflicto: para trabajar hay que pagar, y es necesario hacerlo tantas veces como turnos de guardia policial haya. El resultado es obvio: va a parar al calabozo sin derecho a réplicas ni quejas, y allí permanecerá hasta que los jueces de falta determinen la gravedad del hecho: desde una semana hasta 30 días por cometer “actos molestos”, “prostitución escandalosa” o lisa y llanamente el delito de “travestismo”, figuras contenidas en el viejo código de faltas que estuvo vigente en la realidad hasta el año 2010.
Pero la trama da un giro porque las chicas, cansadas del amedrentamiento y la persecución policial, deciden hacer público el mecanismo de los ‘honorarios’ y con el apoyo de un grupo de maricas y lesbianas urden una estrategia para llamar la atención de los medios de comunicación y revelan, a cara descubierta, el libreto siniestro que escribían funcionarios políticos y policías con impunidad dictatorial en plena democracia. La historia aquí se transforma, cambia, y lo que parecía ser un destino inevitable altera los acontecimientos previsibles de cualquier película de mala calidad para darle aires épicos y transformarla en un gran film.
El villano, y mal actor por si no se dieron cuenta, era un tal Benedicto Mattia, un jefe de policía presentado como ‘moderno’ cuya incontinencia verbal lo llevó a declarar que las denunciantes eran “mascaritas sidóticas”. Según dijo después, “le subió un calorcito” al ver a las chicas develando la trama de las coimas nocturnas que no vaciló en vomitar su odio para legitimar públicamente las razzias policiales neofascistas que sostenía como práctica cotidiana. Había que asegurar la caja policial y mantenerlas en los márgenes de la democracia. Porque de eso se trataba: de impedir que el colectivo de la T saliera de la dictadura.
También en sus delirios afiebrados, el comisario imaginó una ciudad ideal con una intendenta travesti, un gabinete homosexual en pleno y un cuerpo de concejalas lesbianas ¿Una maricocracia? Digamos que la idea era trucha pues el copyright tenía olor a sotana y catacumba ya que en 1992 el cardenal Quarraccino sucumbió frente a la idea de exiliar a los homosexuales en una isla. Pero el jefecito de policía fue más allá y pensó en Samantocópolis – en alusión a la mediática Samanta Farjat del caso Coppola – una suerte de loteo urbano para que vivan “travestis, drogadictos, policías corruptos y malos periodistas y gobernantes”.
Para Mattia, había que ser “marica, traficante, drogadicto o delincuente para ser considerado por los organismos de derechos humanos”. Aunque el contexto político todavía no recogía acabadamente la reivindicación de los grupos de la diversidad sexual, su posicionamiento público resultó insostenible y el gobierno de Jorge Obeid solicitó su renuncia y la apertura de una investigación. Incluso el subsecretario de justicia Alejandro Rossi juzgó los dichos como “lamentables”, al igual que Esteban Borgonovo, de asuntos legislativos, al sostener que los conductores de la policía deben cumplir y hacer cumplir las leyes y no hacer valoraciones sobre ellas.
La historia, narrada con detalles en “Las chicas de la plaza”, el primer capítulo de la serie documental “Fue en la calle”, tiene como escenario a la mítica plaza Libertad en la esquina de Mitre y Pasco, y cuentan que la movida patrocinada por el Colectivo Arcoiris significó un punto de inflexión en la historia social del movimiento LGTBI. Por primera vez, las chicas salieron a gritar que estaban cansadas, hartas, podridas de ser la escoria de la ciudad. El 5 de noviembre de 1998, la salida del jefe de la Unidad Regional II fue tapa de todos los periódicos de la ciudad, y su renuncia se transformó en un hito para la historia política del colectivo travesti trans en Rosario.
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¿Cómo es sobrevivir a una persecución durante casi 30 años? ¿Qué marcas activan la memoria? La protagonista de nuestra historia ahora se llama Fabiana, vive en la ciudad de Santa Fe y dice que hay cosas que no quisiera recordar pero que sin embargo están ahí, como una astilla clavada en la historia: “En esos años éramos mucho más discriminadas que ahora. Hay cosas que no quisiera volver a pasar, como los momentos que estuve presa, o cuando teníamos que cerrar los ojos, respirar profundo, y tener sexo con la policía”. La democracia era una chispa lejana, un fuego que calentaba otros ranchos, un sueño que no todes podían soñar.
“Esos años fueron difíciles, pero fueron lindos a la vez”, agrega. Es que la comunidad, aún en tinieblas, pudo crear lazos de solidaridad que también fueron abrazos en los momentos más difíciles: “Lo lindo es haber conocido a muchas compañeras con las que nos podíamos juntar y divertirnos”. Fabiana habla de pibas que ya no están, pero también de muchas otras con las que pudo encontrarse y que hoy forman parte de la misma tribu que lucha por una reparación del Estado santafesino a las sobrevivientes del período pos dictadura que se extendió hasta el 2010, cuando la legislatura provincial dejó sin efecto una serie de artículos que legitimaban las detenciones y condenas por identidad de género.
“Es un deber que tiene el Estado hacia nosotras por las persecuciones sistemáticas que hemos tenido, violaciones, calabozos, fuimos, maltratadas, golpeadas, así que más que una ley es un derecho”, señala Fabi para hablar sobre el proyecto que fue elaborado por la Mesa de Reparación Travesti Trans y que cuenta con media sanción de la cámara de diputados. “Me faltan tres años para tener los 60, y obviamente trabajo no tengo. Además, estoy criando a mi sobrino ahijado desde que era chiquito, desde el año y medio, y bueno, serviría para él, para cuidarlo y darle una educación, algo”.
El proyecto establece el pago de una reparación mensual no contributiva de carácter vitalicio “equivalente a la suma de dos veces el haber mínimo de pensión vigente en la Provincia de Santa Fe, a toda persona travestis-trans (…) que haya sufrido privaciones de su libertad en forma sistemática, como consecuencia del accionar de las fuerzas de seguridad por motivos de su identidad de género”. Para acceder al beneficio, las chicas tendrán que presentar los archivos prontuariales de la policía, así como testimonios o artículos periodísticos que den cuenta de los “hechos padecidos”.
“Pedimos que nos acompañen para darle más fuerza a este proyecto y que no quede cajoneado. Yo soy una sobreviviente, lo empecé a sufrir en el 86’ ya en democracia, y si estamos vivas hoy ¿cómo vamos a hacer para seguir?”, dijo Yanina Saucedo, integrante de la Mesa Travesti Trans durante la presentación de la propuesta que contó con la asistencia técnica del abogado y militante de derechos humanos Matías Gómez, y de la diputada provincial peronista Matilde Bruera. El texto toma como base a la ley 13.298 que otorga una reparación a los detenidos y detenidas políticas durante la última dictadura cívico – militar.
También pesa el antecedente del año 2018 cuando el gobernador Miguel Lifchitz decidió, a través de una resolución, la extensión del beneficio a las personas trans que fueron detenidas políticas por razones de género en el mismo período. “La democracia tiene una deuda enorme con esta comunidad que fue perseguida hasta la derogación en 2010 de la sección de Moralidad Pública inscripta en el Código de Faltas. Fue esta Legislatura la que removió y puso fin a tal persecución sistemática”, sostuvo Bruera en su discurso durante la votación en diputados el 15 de junio de este año.
“En términos personales, esta lucha que estamos dando significa dejar una huella para las futuras generaciones, para que no pasen por lo mismo”
El proyecto cosechó 28 votos positivos, y la abstención del bloque que preside Fabián Bastía y que integra el candidato a gobernador Maximiliano Pullaro. También se abstuvo el espacio de la legisladora Betina Florito, el de Sebastián Julierac, y los seis votos negativos fueron aportados por el sector que lidera el pastor Nicolás Mayoraz, aliado de Pullaro en las últimas elecciones provinciales. La batalla más difícil es la cámara alta santafesina, un cuerpo integrado por 19 senadores cuasi vitalicios especialistas en el bloqueo parlamentario.
“En términos personales, esta lucha que estamos dando significa dejar una huella para las futuras generaciones, para que no pasen por lo mismo”, dice Fabi emocionada. Su historia es real, ella es de carne y hueso. Como Karla, Claudia, Tatiana, Mara, Yanina, y tantas otras cuya resistencia sigue marcando el pulso de la deuda social. Porque aquí no hay actrices ni actores. Sólo protagonistas de una realidad que aún no se terminó de escribir y cuyo libreto, definitivamente, no puede repetir las escenas horrorosas de un pasado que es el único que debe morir en esta historia.