Preocupados por la falta de espacios culturales en la ciudad, cuatro grupos teatrales de trayectoria decidieron apostar a tener su propia sala. Desde el corazón del barrio La Sexta, La Orilla Infinita no solo irrumpió en la dinámica social de un vecindario, sino que además permitió acercar el teatro a una zona en donde ver una obra pocas veces aparece como opción.
Ella se puso color en los labios, se acomodó el pelo y lanzó una mirada de aprobación ante el espejo. Él roció la camisa, recién planchada, con un perfume que consideró apropiado abrir para la ocasión. Las pisadas de ambos sobre las veredas del barrio República de la Sexta aplastaban las hojas secas del camino, pero el crujido era prácticamente tapado por una conversación alegre y ansiosa: esa tarde, después de mucho tiempo, tenían una cita con el teatro.
Caminaron unos pocos metros y llegaron a Colón 2148. Los recibió una puerta de rejas negras, con dibujos rectangulares y circulares, que estaba entreabierta. Colgando de un techito de madera, había un cartel que anunciaba: “La Orilla Infinita”. Con cierta inseguridad empujaron el portón, y transitaron un largo pasillo que los esperaba del otro lado.
Al ingresar, los vecinos de “La Sexta” dieron con un patio con plantas, donde ya aguardaban varias personas, muchas de ellas conocidas del barrio. Él, con las manos en los bolsillos, observaba curioso el lugar e intercambiaba comentarios con el almacenero, mientras ella hacía fila ante una ventanilla, tras la cual asomaba una joven de sonrisa amplia. Llegado su turno, extrajo la billetera de su cartera: uno, dos, tres billetes –contó dos veces para estar segura– y pagó las entradas.
Tras unos minutos de espera, se abrió una puerta amplia que llevaba a una sala que tenía sillas negras dispuestas sobre una tarima con tres niveles. El escenario, sobre el nivel del suelo, estaba iluminado con una luz cálida. Un joven de gestos serenos invitó a los asistentes a pasar. Cortaba una por una las entradas para el espectáculo, mientras que el público iba tomando su lugar. Allí comenzaba un viaje hacia otros mundos, que en cuestión de minutos iban a ser actuados.
Cultura en los barrios
El 29 de abril del 2023 abrió sus puertas la sala de teatro “La Orilla Infinita”, en el corazón del barrio República de la Sexta. El espacio fue impulsado por Esse Est Percipi, Bisagra Teatro, La Estación y Rosario Imagina, cuatro grupos teatrales con más de 25 años de trayectoria en la ciudad que, preocupados por la falta de lugares culturales, apostaron por abrir su propia morada.
Para alcanzar su objetivo, se anotaron en una convocatoria del Instituto Nacional del Teatro para la compra y adecuación de un espacio teatral. “Entre 2017 que se abrió la convocatoria, hasta que se ejecutó presupuestariamente, en el 2019, pasaron tres propiedades en el medio, el dólar pasó de 20 a 100 pesos y cada movimiento iba resintiendo los planes. Finalmente dimos con este espacio que fue sobre el cual se pudo concretar el proyecto y ahí sí empezamos a soñar en grande y a futuro”, contó Santiago Pereiro, integrante de uno de los grupos que crearon este espacio.
Nos interesa que este sea un espacio donde circulen otras disciplinas, que un día pueda haber poesía o recitales acústicos. Queremos un lugar donde no peleemos con la endogamia, con los mismos grupos de la sala haciendo sus propias obras o recortando el círculo de espectadores
El inmueble fue comprado a nombre de una Asociación Civil –lo cual es uno de los requisitos del Instituto Nacional del Teatro para asistir económicamente a la transacción– lo que implica que va a ser un teatro para siempre.
Las obras que están en cartelera pueden disfrutarse de jueves a domingo y, por el momento, solo se limitan a producciones de los cuatro grupos fundadores. Al respecto, Juan Nemirovsky, también impulsor de esta sala, adelantó: “Sentimos que el espacio necesita cierto andar para estar en condiciones óptimas para recibir a otros teatreros, pero es inminente que empecemos a abrir el lugar para que otras propuestas, que no son parte de los grupos fundadores, sean parte de la programación. Nos interesa que este sea un espacio donde circulen otras disciplinas, que un día pueda haber poesía o recitales acústicos. Queremos un lugar donde no peleemos con la endogamia, con los mismos grupos de la sala haciendo sus propias obras o recortando el círculo de espectadores”.
En sintonía, Pereiro agregó: “Lo ideal es que la sala esté a disposición de la comunidad artística”. Sin embargo, destacó que al inmueble se le deben hacer adaptaciones edilicias para brindar más comodidad a los teatreros: “El espacio que es hall y recepción está en parte ocupado por la escenografía, la idea es que el depósito esté en la planta alta y este ambiente sea un salón de usos múltiples (sum) para que pueda haber, en la previa de la función, alguien haciendo un acústico o leyendo poesía”.
La sala está habilitada para 90 personas, entre espectadores y artistas en escena. No obstante, actualmente sólo están recibiendo a 50 asistentes, para garantizar el máximo disfrute de las obras. “Tenemos que construir más gradas para que el público tenga mejor visibilidad. Dependiendo de qué espectáculo se da, pueden entrar más o menos personas. Las gradas son movibles, es dinámico porque uno puede pensar el escenario de diferentes formas”, destacaron los artistas.
Un barrio de puertas abiertas
La inauguración de “La Orilla Infinita” fue con bombos y platillos: incluyó corte de calle y una gran fiesta en la vía pública, en la que los habitantes del barrio República de la Sexta fueron los grandes protagonistas. Un aspecto que llama la atención de los teatreros es la gran afluencia de los vecinos a ver las obras.
Pero el desembarco en La Sexta no fue planeado, sino que fue consecuencia de una carrera contra el dólar: cuando los cuatro grupos fundadores presentaron el proyecto, lo hicieron con un inmueble ubicado en Pichincha. Por demoras en el concurso, esa propiedad se vendió y los teatreros debieron lanzarse en la búsqueda de otra construcción. Así dieron con el espacio ubicado en Colón al 2100.
“Tengo la sensación de que medio a regañadientes vinimos a Colón entre Cerrito y Riobamba, y hoy para mí nos termina dando una lección de la importancia de estar en un lugar descentralizado. Nos estamos dando la posibilidad y el gusto de llevar cultura a un barrio donde la gente accede con más intermitencia al teatro. Nos llevamos una sorpresa muy grata de que los vecinos están viniendo a ver las obras, no sabemos si por la novedad o si vamos a lograr convertirlos en espectadores continuos. Estamos encantados con el vínculo que se generó en el barrio”, observó Nemirovsky.
El hecho de que hoy acá haya una obra de teatro no significa solamente acceso a la cultura, significa circulación de gente, iluminaria en la vereda, o si el día de mañana hay un taller, para los pibes y las pibas del barrio también es un lugar de formación. El teatro es una herramienta social”.
Ambos teatreros coincidieron también en la importancia de vincular proyectos con La Siberia, para captar a espectadores universitarios. “Toda la apertura que demos implica expandir el abanico de espectadores, sino es hacer obras para que vengan nuestros primos a verlas, y hay que romper con eso”, apuntaron.
En relación al impacto que esta sala tiene en el barrio, Nemirovsky consideró: “Nosotros no entendemos al teatro como un mero entretenimiento. Por eso defendemos tanto la implementación de la cultura en los barrios y renegamos cuando las políticas no acompañan a los centros culturales, porque el hecho de que hoy acá haya una obra de teatro no significa solamente acceso a la cultura, significa circulación de gente, iluminaria en la vereda, o si el día de mañana hay un taller, para los pibes y las pibas del barrio también es un lugar de formación. El teatro es una herramienta social”.
La cultura, motor de crecimiento
“La Orilla Infinita” tiene tres fuentes de ingresos: el alquiler del espacio para que los actores ensayen, la recaudación de las funciones, y un porcentaje de lo que se gana en los talleres. Actualmente, en esta sala se brinda una sola capacitación, pero sus integrantes aspiran a que próximamente se amplíe la cantidad de talleres y que los mismos también alcancen a oficios relacionados con el teatro.
“La Orilla Infinita significa la posibilidad de que un proyecto se pueda sostener en el tiempo. Hay espacios que te permiten dos funciones por semana, o un mes con toda la furia. Acá tenemos la intención de que las obras puedan desarrollarse dos o tres meses para que se instalen y el proyecto crezca
“Uno de los proyectos que anda dando vueltas es una capacitación no solo de actuación o puesta en escena, sino de los oficios teatrales en general, como iluminadores, sonidistas, montajistas. A veces tenemos que pensar en un iluminador o sonidista para los espectáculos y estamos peleando por los tres que hay. Es muy común que el director termine operando luces y sonido”, adelantó Pereiro.
Actualmente Rosario tiene alrededor de 20 teatros independientes, mientras que se producen, en promedio, unas sesenta obras por año, lo que demuestra una escasez de espacios culturales. “La Orilla Infinita significa la posibilidad de que un proyecto se pueda sostener en el tiempo. Hay espacios que te permiten dos funciones por semana, o un mes con toda la furia. Acá tenemos la intención de que las obras puedan desarrollarse dos o tres meses para que se instalen y el proyecto crezca”, explicaron los artistas.
Teatro: una alternativa a las pantallas
Tanto Nemirovsky como Pereiro coincidieron en que Rosario tiene una problemática con las salas intermedias: en la ciudad sólo hay teatros independientes, con capacidades que en algunos casos llegan a las cien personas, y luego hay salas grandes, para setecientos espectadores. Como en estos últimos teatros es difícil sostener una obra en cartelera por más de dos días o un fin de semana, es necesaria la apertura de salas con capacidad para trescientas personas, que posibiliten sostener un espectáculo por varios meses.
Adentrándose en la actualidad que atraviesa el teatro rosarino, Nemirovsky reflexionó: “Está malherido, sufrió la llegada del cine, la televisión, siempre parecía que iba a extinguirse, pero encuentra la manera de revivir. Ahora a mí me parecía que todo el lenguaje del streaming e internet lo iba a debilitar más, pero por otro lado pienso que es de las pocas disciplinas artísticas que sigue implicando una necesidad de salir de la casa. El cine perdió esa cualidad, y estamos todo el día conectados a pantallas, entonces pareciera que el teatro encuentra ahí su atractivo. Hay cierto romanticismo en la idea de que hay algo que está sucediendo esa vez de manera única y singular”.
“Hoy, en La Orilla Infinita, está viniendo público del barrio. Pero doña Norma de Echesortu no debe saber ni que existe esta sala, ni se va a tomar un taxi para venir acá, pero sí cuando venga Julio Chávez a El Círculo. Por eso pensamos qué podemos hacer para seducir al espectador y que se entusiasme con una propuesta local. Eso es lo que cuesta, que se valorice lo que sucede en la ciudad, que es maravilloso”, cerraron los artistas.