Rosario fue anfitriona del primer congreso nacional de cannabis medicinal, donde se expusieron los beneficios que puede traer el cannabis y sus derivados para el tratamiento de distintas patologías. Pero también se abordaron las múltiples facetas de esta planta que, estiman, podría generar hasta 50 mil puestos de trabajo con el desarrollo industrial del cáñamo. Hoy Argentina cuenta con cuatro variedades de semillas aprobadas y las autoridades sueñan con la exportación de una genética argentina al mundo. ¿El futuro es verde?
La feria se armó desde temprano, pero después del mediodía, casi de forma natural, todo se frena y empieza a andar a un cambio menos. Aunque en la ciudad se disimula más, la hora de la siesta es la hora de la siesta. Acá nadie se va a dormir, pero sirve para distender. Los feriantes aprovechan para comer o se acercan a los stands de otros para charlar. Algunos se asoman a las barandas que separan la explanada del Parque España del río, para disfrutar del paisaje; del otro lado del espejo del agua las islas buscan resurgir del fuego y del humo. Tirados de lleno al sol de septiembre, con lentes oscuros y poca ropa, un grupo de pibes prende un porro. Nadie los mira de reojo, hoy no hay miradas juzgadoras por encima de los hombros.
En los galpones todo marcha según el cronograma: el Centro de Juventudes de Rosario es el anfitrión de “Rosario se planta”, el primer congreso, feria y exposición para abordar la planta de cannabis desde múltiples aristas. La oferta es variada. Adentro, charlas con paneles de especialistas y estudiosos en el tema. Afuera, ferias donde se pueden conseguir todo tipo de productos vinculados a la temática. De fondo, apenas más alejado, los organizadores le dan forma a un escenario que vaticina festival y música en vivo. Su armado fue de atrás hacia adelante; le faltan luces, micrófonos y sonido, pero ya está decorado: una bandera blanca con letras negras pide que no haya nunca más presos por plantar.
Si se llega caminando desde el Monumento a la Bandera, el primero en recibirte es Emanuel Ramírez, presidente de la Cooperativa Argentum. A todos les da la bienvenida con un folleto que promociona los productos que realizan: aceite, crema para el tratamiento del dolor, tinturas, crema hidratante, shampoo, gel criogénico para várices, gel estimulante sexual, y hasta gel deportivo. Todo hecho a base de cannabis. “Hoy el espectro es muy grande”, dice Emanuel para referirse a todos los productos que hacen. “Desde el aceite que tiene un montón de usos como neuropatías, dolores, ansiedad, o trastornos del sueño; hasta el gel de estimulante sexual con cannabidiol que es útil para los neuroreceptores que conectan con esa situación”, explica.
A Emanuel le dicen Guchy y mientras charla amigablemente con los curiosos que transitan el lugar y se acercan a preguntar por los productos, cuenta que la cooperativa surgió como una necesidad social en un contexto en donde el cannabis era negado en distintos ámbitos y sectores de la sociedad. Primero comenzaron produciendo el aceite y regalándolo a las personas que lo necesitaban. Y con el crecimiento decidieron formalizar y expandirse con los mecanismos que les ofrecía la economía popular: “Nos sirvió para poder empezar a hacer medicina a donde los laboratorios tradicionales no podían llegar, que tiene que ver con la respuesta al uso para el dolor. En la conjunción de la necesidad de trabajar, pero antes que nada, con la intención de que haya acceso a una medicina, por una cuestión de derechos. Por eso formamos la cooperativa”.
A fines de agosto, Cannabis Argentum fue declarado de interés municipal en el Concejo Deliberante de Rosario, luego de brindar una charla de capacitación a los concejales y concejalas, sobre los usos del cannabis medicinal. Pero ostentan un logro aún mayor: se convirtieron en los primeros en registrar una marca argentina con productos a base de THC.
En la feria, la hilera de puestos ofrece una amplia gama de productos, pero también de acceso a la información sobre legislaciones, investigaciones, desarrollos, y todas las discusiones que se están dando actualmente sobre el mundo del cannabis. Algunos puestos más allá se presenta la gente del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Es difícil no verlos, los identifica un mapa gigante de la Argentina con puntos señalados que indican todos los proyectos de Cannabis que tiene el INTA con distintas organizaciones, municipios, provincias y empresas.
“Son proyectos que tienen que ver con la investigación en el cultivo, en la parte de extracción de cannabinoides. Dependiendo lo que nosotros queramos hacer nos vamos asociando, porque de esa manera podemos potenciarnos, sobre todo teniendo en cuenta que cuando salió la ley en 2017 no tenía presupuesto específico. Entonces uno necesita a veces articular con terceras partes como para poder avanzar y hacer cosas”, explica Silvina Lewis, directora del Instituto de Recursos Biológicos del Centro de Investigaciones y Recursos Naturales del INTA.
El mapa muestra proyectos de investigación y desarrollo en distintos puntos del país, pero cuando se detiene en la bota santafesina aparecen tres. Uno de ellos surge de un convenio con el Ministerio de Producción de la provincia para trabajar en conjunto con el Laboratorio Industrial Farmacéutico (LIF) con el objetivo de desarrollar evidencia científica sobre diferentes alternativas terapéuticas a problemas de salud, a partir de la planta de cannabis. Pero además existen otros dos proyectos más en la localidad de Oliveros que son llevados adelante con empresas privadas y que se encuentran en fase experimental.
En 2021, el LIF puso a disposición del sistema público de salud de la provincia el primer lote de Aceite de Cannabis LIF, indicado para el tratamiento complementario de la epilepsia refractaria, y que se distribuye de manera gratuita con la prescripción médica correspondiente. Ese lote de aceite se confeccionó importando la materia prima. Pero eso podría cambiar: en julio de este año se plantaron 200 ejemplares de Cannabis Sativa L, en el predio del Centro de Investigación y Desarrollo de la provincia de Santa Fe, con el objetivo de comenzar a dar los primeros pasos en materia de cultivo de la materia prima para la investigación.
En total son 28 proyectos a lo largo y ancho del país, de los cuales 10 se realizan en predios del INTA y el resto en predios de la contraparte. La proliferación de convenios surgió a partir de la sanción de la Ley 27.350 de Cannabis Medicinal que permite tanto al INTA como al Conicet poder llevar adelante estas asociaciones. Sin embargo, hoy todos los proyectos se vinculan al estudio de la planta en su faceta medicinal, y ninguno para su desarrollo industrial: la ley que lo permite fue sancionada, pero aún no está reglamentada.
“Hoy en día no hay genéticas para esto: lamentablemente se han perdido porque este país fue un país cañamero en la década del 60 y 70. Hoy todos los organismos interesados en trabajar el desarrollo del cáñamo, estamos esperando que se reglamente la ley para generar la posibilidad de que se importe gran cantidad de cáñamo industrial y así evaluar esa genética en distintos lugares del país. Y recién ahí poder arrancar con todas las investigaciones”, detalló Lewis.
¿Qué dice la ley?
Desde 2017 Argentina cuenta con la ley 27.350, que establece el marco regulatorio para la investigación médica y científica del uso medicinal, terapéutico o paliativo del dolor de la planta de cannabis y sus derivados. Pero para muchos usuarios esa ley se quedó corta, porque solo contempla su uso para los pacientes con epilepsia refractaria.
Si bien de a poco se fue ampliando el acceso, esa deuda se terminó de saldar en marzo de 2021, cuando el Ministerio de Salud creo el Reprocann: un registro nacional de personas autorizadas a cultivar marihuana con fines terapéuticos. El sistema incorpora a cualquier tipo de patología, solo basta una indicación médica y la validación de los datos en el programa, un trámite que se realiza de forma online. En el Reprocrann también pueden inscribirse entidades que necesiten cultivar para un tercero, como profesionales de la salud que necesiten certificar a sus pacientes.
Las personas inscriptas en el Reprocann podrán tener hasta nueve plantas en floración, y transportar hasta 40 gramos de flores secas, o seis unidades de goteros de 30 mililitros. El programa viene siendo un éxito: a septiembre de este año el registro contaba con más de 87 mil personas inscriptas y otras 10 mil en proceso de evaluación.
Pero este año hubo otros avances con la sanción de la ley 27.669 de Cannabis Medicinal y Cáñamo Industrial. La iniciativa busca promover autorizaciones a productores y comercializadores, así como también estrategias de control y trazabilidad dentro de la cadena. En el caso del cáñamo, la fibra que se obtiene a partir de la planta de cannabis, la intención es legalizar los distintos eslabones que forman parte del proceso productivo, apuntando a generar una industria potente en el país. Según el gobierno, con esta legislación se crearán 10 mil puestos de trabajo en los próximos 10 años, 500 millones de dólares en ventas al mercado interno y 50 millones de dólares de exportación.
“Con esta ley se inaugura una nueva industria en Argentina, la industria nacional de cannabis para uso medicinal y cáñamo para uso industrial. Están absolutamente probadas las capacidades terapéuticas del cannabis y están demostradas, hace siglos ya, las capacidades del cáñamo como un insumo industrial y esta ley trae una respuesta a estas necesidades y crea oportunidades”, decía en mayo el entonces ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, con la aprobación de la ley. Sin embargo, a octubre de este año la ley aún no se reglamentó. Y el proceso productivo no tiene amparo legal para dar el puntapié inicial.
La última novedad en materia legislativa se conoció en julio de este año, cuando el Gobierno legalizó la compra de semillas para cultivo con fines investigativos y medicinales. La medida surgió a través del Instituto Nacional de Semillas (INASE), e incluye la comercialización de esquejes y plantines. Se espera que para noviembre puedan encontrarse semillas certificadas para vender en los growshop.
Hoy hay cuatro variedades aprobadas en la Argentina: la CAT3, registrada por la compañía estatal agrogenética riojana; la EVA, registrada por Martiniano Stanisio, convirtiéndose en la primera genética registrada en el país por un cultivador particular; y las CALI KUSH y CHEMFIRE, registradas por el cultivador Félix Farías, aprobadas en junio de este año. Mientras tanto, hay cerca de 80 proyectos en instancias de evaluación, de los cuales cinco ya están “preaprobadas”, a la espera de que las autoridades de agricultura pongan la firma.
“Estas semillas tienen homogeneidad muy alta que es lo más importante de demostrar en una variedad”, explica Gabriel Giménez, director de articulación federal del Instituto Nacional de Semillas (INASE). Homogeneidad es mostrar la propiedad de una variedad con un lote numeroso de plantas. Eso es lo que demuestra la trazabilidad de una variedad. Para el especialista, las variedades aprobadas tienen “una caracterización muy adaptada al territorio y mucho potencial medicinal”.
El desarrollo de un mercado de semillas de cannabis en el país tiene dos objetivos: por un lado el abastecimiento del mercado local, apuntado principalmente a los usuarios del Reprocann y la investigación sobre sus usos; y por otro la exportación de una genética argentina hacia el mundo. “Argentina es potencia en la industria semillera porque tiene estándares muy altos de certificación. Y en el cannabis no se registran variedades porque el negocio está en la informalidad. Entonces lo que vamos a hacer es poner blanco sobre negro, pensando una industria semillera de cannabis que sea potencia, como hoy lo somos con otros cultivos”, explicó Giménez.
Industria en potencia
Hoy en día son variadas y diversas las voces que ubican al cáñamo como una industria con futuro en el país. Lo cierto es que esas expectativas fueron bien alimentadas con proyectos que vienen dando buenos resultados. Mariano Percivale vive en La Plata y es el creador de “Chanvre” un emprendimiento donde confecciona marcos de anteojos hechos con bioplásticos de cáñamo. La idea apareció en su cabeza allá por 2012 y dos años después ya contaban con el primer lote de lentes. El proyecto creció de tal manera que hoy exportan sus productos a países como Holanda, España, Colombia, Uruguay, Brasil y Ecuador.
“Chanvre surge de la necesidad de tener un emprendimiento propio, pero cumpliendo ciertos requisitos ambientales y productivos, esas siempre fueron las bases. Hoy somos una industria punta de lanza en lo que es el cáñamo y queremos llevar un poco la posta para que otros también se sumen, que es un poco la idea de esto: demostrar que se pueden hacer productos con cáñamo”, sostiene Mariano.
Pero además de su emprendimiento, Mariano también es uno de los integrantes de Proyecto Cáñamo, una asociación civil sin fines de lucro que se encarga de la divulgación de los usos del cáñamo. El grupo surge a partir de la comunión de distintos activistas del mundo cannábico que de alguna manera militaban sus intereses de manera aislada, y que se juntaron para divulgar, asesorar e impulsar proyectos de ley. Hoy asesoran en distintas áreas a organismos como el INTA y el INASE.
En el caso de Mariano, su curiosidad siempre estuvo puesta en el cáñamo y su uso industrial, que investiga desde el 2012. Con la espalda que le da haber incursionado de manera exitosa en un terreno poco explorado, asegura que se puede hacer de todo con el cáñamo. Pero en líneas generales hay tres mundillos que hoy están siendo explorados: el de la confección de alimentos a partir de sus granos, con subproductos como la harina o aceites; el textil, a partir de la de la fibra del cáñamo; y el de la construcción, a partir de la cañamiza que se encuentra en el centro del tallo, y con la que se pueden hacer desde aglomerados, hasta aislantes y pastas.
A la espera de la reglamentación, en la Argentina hoy el cáñamo para su uso industrial es importado. Pero incluso una vez que la legislación sea la óptima pasará un tiempo hasta conseguir la materia primera necesaria para su uso en nuestro suelo. “Para tener una fibra medianamente buena y procesada, le van a ir dos años o tres años. Y nuestro proyecto no puede esperar ese tiempo”, estima Mariano.
Hoy el cáñamo que importan pueden conseguirlo a costos relativamente bajos porque se procesa a gran escala en otros países del mundo que ya cuentan con un proceso en funcionamiento. Según explica Mariano, se necesita de una serie de maquinaria industrial que tienen sus costos. La pregunta que surge es cómo hacer rentable una materia prima. En Proyecto Cáñamo lo tienen claro: dándola a conocer y generando un boom para que crezca la demanda.
“Desde que empezamos siempre creímos en que el cáñamo va a ser una explosión industrial en la Argentina. Confiamos en que de acá a diez años podamos ser potencia mundial en lo que es la producción manufacturera por las condiciones del cáñamo, por dónde se puede cultivar, por los materiales que pueden surgir, y por lo que puede ayudar económicamente a la Argentina. Creemos que esto bien cultivado, bien procesado y con un buen plan industrial que sea bien utilizado puede darle laburo a un montón de provincias que hoy no son tan productivas y hacer que también haya inversiones en otro tipo de industrias”, evalúa Mariano.
Para el emprendedor, ese fue el objetivo de Chanvé desde un principio: entender cómo se puede funcionar mejor para evitar el impacto ambiental de las industrias modernas, pero también con una mirada social que va desde crear puestos de trabajo, hasta potenciar las economías regionales y hacer crecer al país. “Nos compromete mucho la actualidad del país. Y creo que es un bueno momento para iniciarse en la industria”, suelta, casi cerrando la charla.
Un entusiasmo similar manifiesta Gabriel Giménez, quien también sueña con un desarrollo argentino en la industria del cáñamo como el logrado entre los 60 y los 70. Y replicar la experiencia de la localidad de Jauregui, al noreste de la provincia de Buenos Aires, con la Linera Bonaerense, una empresa textil que llegó a tener 3 mil empleados que cosechaban hasta 400 hectáreas de cáñamo. “Ahí había un genoplasma concreto y una industrialización muy desarrollada en la Argentina que se desmoronó con el prohibicionismo”, recuerda.
La provincia de Santa Fe tuvo su propia experiencia de desarrollo del cáñamo que era usado como forrajera de animales, o incluso productores que utilizaban los granos para alimentar a los cerdos. Pero también experiencias no tan gratas, como la de los que tuvieron que “pagaron cana” a partir del decreto prohibicionista de Videla y Martínez de Hoz en el 77.
Para Giménez hoy hay varias aristas a explorar en el plano industrial como la textil, bioplástico, la industria automotriz, donde en el mundo ya se empieza a trabajar en autopartes para el reemplazo del plástico; y en la construcción, con la experiencia de Estados Unidos, donde hoy se están haciendo hasta techos para casas. Eso, además, repercutirá inevitablemente en puestos de trabajo: “Creo que los próximos años nosotros vamos a estar entre 30 y 50 mil puestos de trabajo directos e indirectos distribuidos en distintos puntos del país”.