Julián Bressan, creador del grupo Amor Cis Trans, inauguró una forma novedosa de activismo que busca romper tabúes, visibilizar los vínculos sexoafectivos que escapan a las normas binarias del género, y promover un espacio seguro para hablar de temas que todavía no ingresaron en la currícula de la Educación Sexual Integral.
“Cuando un varón heterosexual dice que le gusta el pene de una mujer no hay un espacio que nos dé la bienvenida a nosotros, a las personas cis que nos vinculamos sexoafectivamente con personas trans”. El que habla es Julián Bressan, creador del espacio Amor Cis Trans, un grupo de Facebook, una serie de cuentas en distintas redes sociales, pero también una forma novedosa de activismo que busca hacer visibles los vínculos amorosos y sexuales entre hombres cis y mujeres trans y travestis. “Nos consideran heterosexuales, entonces los espacios de la diversidad no están preparados para que nosotros hablemos de lo que nos pasa”, explica.
Pero la comunidad que se formó hace casi dos años desborda ampliamente esos límites porque también se debate sobre el amor entre personas trans, crossdresser y cis, y el objetivo final es que se hable del tema sin tapujos en los ámbitos más comunes de la vida cotidiana porque no es un secreto que todavía cuesta sacar del closet a las relaciones que están por fuera del binomio mujer y varón cis, e incluso entre personas del mismo sexo: “Yo sabía que se iban a generar un montón de ruidos, un montón de preguntas, un montón de cuestionamientos, y me daba cuenta que no tenía ningún espacio como para atajar ese tipo de cosas”.
El puntapié inicial fue una serie de videos publicados en YouTube bajo el título Me Gustan las Trans que se viralizaron rápidamente porque aún en los sectores más progres sigue siendo una rareza que un varón hable abiertamente de su deseo hacia un cuerpo travesti. “No había varones que hablen sobre su sexualidad con chicas trans, ni como se sienten con una erección de mujer, ni cuando tu mujer tiene un pene, o cuando la chica que te gusta te dice ‘mirá que yo en el orgasmo eyaculo semen’, son cosas que son fuertes de decir porque no estamos bien preparados, pero yo lo tuve que adoptar dentro de mi cotidianeidad”.
El fantasma homosexual
Julián sabe, porque él también lo vivió, que hay muchos pibes que no se animan a decirlo porque la sociedad sostiene en sus entrañas un profundo machismo que horada cualquier deseo y lo empuja a los márgenes. De ahí que el fantasma de la mariconería y sus prácticas sexoafectivas amenazan a varones y mujeres educados en el modelo heterobinario que supone una forma única de concebir el sexo (penetrada – penetrante), y cualquier desviación de ese esquema implica una pérdida inmediata de la categoría hegemónica. Entonces ¿cómo amar y gozar con cuerpos e identidades que fueron patologizadas y criminalizadas?
“El mayor miedo y el principal prejuicio es ser un homosexual encubierto”, dice Julián. “En nuestra cabeza heteronormada ser homosexual es una deshonra, una desgracia. Para nosotros ser homosexual está mal”, expresa tratando de poner en palabras el razonamiento que recorre la cabeza de un varón que se siente atraído física y sexualmente por una persona trans. Y abunda: “A las masculinidades, incluso a las que hablamos, nos cuesta comunicarnos mucho, muchísimo. Pero sí te digo esto: el principal prejuicio es una homofobia internalizada que después se destila en transfobia ¿entendés?”.
Me cuenta además que todas esas cosas las aprendió siendo un niño y que luego las tuvo que desarmar cuando la verdad de su deseo se hizo carne y decidió ponerle fin a la mascarada. “Es muy importante para el hetero ser bien hetero, porque durante toda la vida te reíste del que parecía no serlo. ‘Ah mirá este se la come, rasguña el paquete’. Uno registró todas esas palabras de chico y de repente te encontrás con que vos estás rasguñando el paquete. Pero yo no me sentía homosexual cuando tenía el pene de una chica en mi boca, o cuando estaba tocándole sus testículos, o cuando estaba tocando su piel”.
Sin embargo, la muralla de prejuicios es proporcional a la cantidad de miedos que todavía persisten en el imaginario social con respecto al deseo hacia los cuerpos trans. Será por eso que la cantidad de feminidades y varones trans que participan en los foros de discusión es superior a la cantidad de hombres cis que se animan a expresarlo. “¿Sabes lo que pasa?”, me apunta Julián: “al colectivo trans le fue tan negado el amor y el cariño, el hacernos cargo de que nos gustan, y en esto que parece ilógico que es: bueno lo único que estoy diciendo es que me gusta una chica trans ¡qué novedad! Pero sin embargo me están haciendo una entrevista, así que algo debe suceder”.
Otros como yo
“A mí me consta que hay muchos como yo, pero los que son como yo, no saben que son como yo, así como yo no sabía que era un como yo, y es muy difícil porque no te podés hacer cargo de algo que no sabes que sos”. En este punto, Julián es categórico: a la dificultad para reconocerse entre pares se suma un itinerario que recorren la mayoría de los varones cis que se enamoran de las chicas trans que está íntimamente vinculado al concepto de heterosexualidad: “Técnicamente te gustan las mujeres, entonces se terminan casando con una piba cis y ahí empiezan todas las típicas historias que te cuentan las chicas de que son todos casados que hacen una doble vida y te quieren entre cuatro paredes”.
En algún momento, esa posibilidad tranquilizadora también pasó por su cabeza: “La gran mayoría piensa, como yo también lo pensé en algún momento: me relacionaré con un par de personas trans hasta que le deje el bombo a una cis”. Pero el tiempo lo puso de frente a la necesidad de hacer visible su deseo, de mostrarse en público como un varón cis que generalmente se enamora de mujeres trans, y de poder contarlo en su ámbito familiar, en el barrio y en el trabajo. “Mi vida se resignificó totalmente”, asegura.
En su familia la novedad fue bien recibida, sobre todo por las mujeres y especialmente por su mamá que “se puso muy orgullosa”, subraya, y también en el barrio cuando descubrieron su incipiente activismo: “Pude conectar de otra forma con la gente del barrio con la cual no hablaba hace mucho”. En relación a la comunidad travesti trans, las relaciones también cambiaron: “Ya pasaron dos años y medio y en lo personal el impacto fue bestial, cambió mi forma de vincularme no solamente con mujeres trans sino con todo el espectro de orientación sexual e identidad de género”.
Una app travesti trans y algo más
El origen de Amor Cis Trans se remonta en parte a la estructura binaria de género que sostienen las aplicaciones para conocer personas. Con algunas excepciones, las apps más populares para tener una cita romántica o conseguir un encuentro sexual solo admiten las categorías de mujer o varón: “Las chicas no siempre quieren pasar por el proceso de explicar qué significa ser una persona trans, entonces muchas dicen: dame alguno que ya tenga esa experiencia y listo”, indica Julián, y cuenta que en su caso personal se pasó los últimos años tratando de reconocerlas en sitios que no estaban preparados para ese tipo de búsquedas. De ahí que utilizó sus conocimientos para crear la página cistrans.love.
El sitio se presenta como el primero de Latinoamérica “dedicado a promover vínculos sanos entre personas Cis y Trans”, y posee una estructura clásica en donde cualquier persona puede crear rápidamente un perfil y seleccionar su identidad de género autopercibida. También se reconocen como parte de una estructura mayor que tiene como epicentro un grupo privado de Facebook que tiene por objetivo “divulgar información, debatir tabúes, acompañarnos desde donde podamos con nuestras experiencias e historias, y finalmente acompañar a naturalizar cualquier tipo de vínculo sano, sea un vínculo afectivo, sexual, o ambos”.
En este sentido, el grupo tiene reglas muy claras para participar y están vinculadas al respeto entre les participantes del foro para evitar cualquier tipo de violencia o situaciones de acoso. Por lo demás, la propuesta está abierta a debatir distintos temas. Como ejemplo, Julián comenta que en el último tiempo se discutió mucho acerca del passing entendido como el momento de la transición en el cual una persona transgénero logra ser vista por les demás por el género en el cual desea ser percibida:
“La expectativa del varón sobre la mujer trans es algo que a la mujer trans le pesa mucho, e invierten muchísimo dinero y energía para adaptar su cuerpo para complacer no solo la mirada del chongo de turno, sino la mirada social”, añade.
Educación sexual para reconocernos
La charla con Julián pasa por distintos momentos. Hablamos del deseo, del sexo, del amor, de la potencia de las redes sociales para instalar temas de discusión y de la necesidad sostener nuevos activismos como el que propone Amor Cis Trans en tanto depositario de un asunto que a priori parece individual pero que recoge las demandas de un sector al que habitualmente estamos acostumbrades a escuchar en sus reclamos por cuestiones básicas como el acceso a la salud, educación, trabajo, vivienda ¿Y el amor?
Ya el 2015 Lohana Berkins planteaba algunas ideas sobre la belleza del cuerpo travesti y los vínculos sexoafectivos en un artículo publicado en Página 12: “¿Cómo construir una sexualidad y un deseo si hay algo que está siendo trucado u oculto? Esa negación, ese horror ante lo que somos, refuerza nuestros propios prejuicios y también los prejuicios de los varones con los que nos relacionamos (aunque por suerte, cada vez más, se perciban como posibles otro tipo de relaciones, de sexualidades y nos permitamos tener otro tipo de cuerpos como objeto de deseo)”.
Adelantada a su época, Lohana planteaba abiertamente la necesidad de revisar esos vínculos que hoy se están repensando en un marco de discusión mucho más amplio. Frente a mi pregunta sobre la negación que sostienen los varones que se relaciones con chicas travestis y trans, Julián me responde que doy por sentado que la persona “entiende por el proceso que está pasando”, cuando en realidad no hay ninguna información, ningún ancla que permita llevar el tema hacia una orilla conocida. Y ahí se materializa una vez más la necesidad de pensar una educación sexual integral que permita reconocernos.
“Creo que no hay ninguna clase en todo el mundo que te enseñe como satisfacer y como disfrutar el cuerpo de una persona trans. Imaginate que todo el conocimiento que creemos tener es porque somos hombres y somos adultos y somos re capos” dice en un tono irónico y agrega en modo autocrítica: “Si lo estuviera no estaría hablando con vos acá. No sería necesario que haya un Julián poniendo este tema sobre la mesa. Y el tema no es cómo nos hacer sentir el cuerpo de una mujer trans, sino nuestro deseo hacia esa corporalidad y hacia esa persona”, concluye.