La comunidad travesti trans se movilizó el 28 de junio, Día Internacional del Orgullo, para pedir reparación histórica a las perseguidas en democracia y aparición de Tehuel de la Torre. Fragmentos de una tarde que ratifica la potencia del movimiento LGTBIQ+.
Fotos: Mariana Terrile
Esta vez la plaza prohibida no desborda de gente, pero igual somos un hormiguero.
Me cruzo a las maricas de siempre, ensayamos algunas respuestas.
-Será por el frío.
-Es día de semana.
Más tarde, en la lectura del documento oficial, la comisión organizadora de la quinta marcha Basta de Travesticidios le pondrá palabras a eso que sentimos:
“Levantamos todas la banderas del feminismo porque creemos en la ampliación de derechos, pero a la hora de nuestros derechos ¿Quiénes levantan nuestras banderas?”
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La comunidad travesti trans en Rosario está organizada. Casi todas y todos se conocen, militan en partidos políticos u organizaciones sociales, tienen diferencias, discuten estrategias. Son socialistas, radicales, peronistas, de izquierda o independientes. Pero siempre convergen porque saben de la potencia que tiene esa red que supieron construir.
Por eso también resignificaron el 28 de junio honrando a las ancestras Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, travestis afro latinas que dieron origen a la revuelta de Stonewall. Después, la historia cis gay trastocó los hechos y las expulsó. Pero aquí están sus herederxs, 53 años después, para retravestizar esa historia.
“Allá Sylvia y Marsha, acá las personas travestis trans que buscaban a las que habían sido llevadas a las comisarías y luego torturadas y desaparecidas. Nosotres nos acordamos. La memoria no es un privilegio heterosexual”, gritaron con furia.
“Me podría pasar toda la tarde dándote nombres”, me dice Claudia, referente travesti de San Lorenzo en el arranque de la movilización, y pienso en el enorme panteón que se irgue sobre nuestras cabezas mientras caminamos.
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Marchar es recordar. “Me podría pasar toda la tarde dándote nombres”, me dice Claudia, referente travesti de San Lorenzo en el arranque de la movilización, y pienso en el enorme panteón que se irgue sobre nuestras cabezas mientras caminamos.
Más allá me encuentro a Mara. Va y viene con una amiga porque a pesar de todo está feliz. “Hoy marchamos con alegría por todas ellas. Porque siempre las tenemos presentes”, me dice.
Como al pasar, Marina me recuerda el nombre de Pamela Tabares, asesinada el 28 de julio del 2017 en un camino rural de Pérez. En un mes se cumplirán 5 años y a pesar de la pueblada trans que se armó en aquel entonces, la justicia aún sigue sin decirnos quien la mató.
Ariana me habla de Micaela, una chica que conoció cuando era una adolescente y murió a los 25 años. “Pienso en todo lo que estaba desprovista. Si bien no fue asesinada, estaba con un tipo que no la dejaba ser, que la atrasaba, y terminó muriendo muy joven”.
Marzia, que vivió el período de la dictadura cívico – militar y es una sobreviviente, camina entre la chicas armando un reporte para su programa de radio. “Estoy muy feliz de acompañar a las luchas de las nuevas generaciones. Son parte del pueblo santafesino”, remarca.
Casi sobre el final, antes del entrar al Monumento me encuentro a Claudia y es inevitable recordar a nuestra querida Ale González, cuyo nombre es honrado en el cupo laboral de la Universidad Nacional de Rosario en la que tantos años trabajó. “Fueron muchísimos años de militar juntas. Eran épocas de conquistas que fueron históricas para todas nosotras”.
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El nombre de Tehuel resuena en todas la pecheras que la organización mandó a pintar para la marcha. En marzo se cumplió el primer aniversario de su desaparición y aún tampoco sabemos qué pasó con él. A esta altura, todes deberían conocer su historia pero parece que son las organizaciones las únicas que mantienen encendida la llama contra el olvido.
También la reparación histórica es causa colectiva en esta movilización. La veo a Yanina sostener una de las barredores y no dejo de pensar en que no hay cifra monetaria que pueda remediar más de dos décadas de persecución en democracia. También la veo a Karlita, mi querida amiga, y descubro con claridad ese puente que construyó entre tres generaciones.
A su lado está Beige, que se vino de Rafaela a los 18 años, pero milita desde mucho antes. “Yo salía a laburar con Daina, Laly, Miya, todas ellas me ayudaron a descubrir mi identidad. Para mí marchar es una cuestión política, primero lo hice como marica y ahora como trava”.
Liderando una de las columnas a descubro Scian. Arenga con fuerza. Tiene el vigor y la frescura de la juventud. Es travesti no binarie y antes de empezar a hablar me pide disculpas porque se quedó sin voz de tanto cantar. “Esta es mi historia. Sin las viejas que están acá, las reparadas, las que están buscando la reparación, sin ellas no podría estar acá. Ellas pavimentaron toda la lucha”.
pienso que Ayelén tiene un sonido propio, un sabor travesti, una vibración marika que poco tiene que ver con el mundo paki. La bailanta comenzó. Hace frío pero las escalinatas del Monumento son ahora una gran marmita. La cumbia nos inunda, nos movemos acompasadas en una enorme celebración.
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Una marcha es inabarcable. No importa la cantidad de gente ni las cuadras que ocupe. Por eso ahí andamos despreocupadas y entremezcladas, buscando el abrazo calentito y esquivando las miradas filosas. Esta cronista cree saberlo por eso se deja llevar, así sin más. No puedo contarles todo lo que pasó esa tarde porque tampoco yo lo sé. Pero registro algunos momentos y me abrazo a La Pata, mi amiga repatriada, para asegurarme que cada segundo sea genuino.
En el escenario suena la Beker, a la que algunes llamaron la Gilda de las travas. Y aunque es una linda semejanza, también pienso que Ayelén tiene un sonido propio, un sabor travesti, una vibración marika que poco tiene que ver con el mundo paki. La bailanta comenzó. Hace frío pero las escalinatas del Monumento son ahora una gran marmita. La cumbia nos inunda, nos movemos acompasadas en una enorme celebración.
Mientras tanto, repito para mis adentro (como un mantra) esa plegaria que Laly nos dijo desde el escenario un ratito antes.
“Por esas compañeras que levantaron vuelo muy temprano”