En el 2018 un grupo de trabajadoras de distintas instituciones de Ludueña, y a partir de un pedido explícito de mujeres del barrio, conformaron un espacio propio para encontrarse entre ellas. A pesar de la difícil realidad cotidiana que les toca atravesar todos los días, apuestan a un espacio donde el juego, la ronda y el placer se conjugan para que la palabra circule.
El grupo “Mujeres del Ludueña” nace de la necesidad y la posibilidad de generar un espacio de encuentro para el disfrute y el juego. Está integrado por trabajadoras que no viven en el barrio pero realizan distintas tareas en algunas de las organizaciones más históricas que hay en este territorio de la zona noroeste de Rosario: Patricia Villafañe, Rosa Fuentes Nuñez, Marina Santos, Vanesa Maceroni, Marisol Villarroya, Carla Ciampoli y Verónica Rivero conversaron con enREDando en una mañana fría que de a poco fue tomando calor y color. El grupo también está integrado por Melina Lanzidey y Bianca Mammarella. Antes de iniciar la charla, las chicas hacen una aclaración: es la primera vez que se juntan para hablar más sobre ellas que de las situaciones de violencia que tantas veces tienen que abordar y acompañar en su trabajo cotidiano.
Patricia toma la palabra y cuenta: “como Mujeres de Ludueña estamos desde el 2018, muchas somos integrantes de Desde el pie, pero hay compañeras que vienen desde la escuela del padre Edgardo, desde el centro de día Saltimbanquis, de Miniequipos y algunas sueltas que se acercaron y se quedaron”.
A partir de la conformación del grupo empiezan a pensar los encuentros entre ellas con la idea de crear un espacio lúdico y de placer. La primera actividad que realizaron un 30 de abril del 2018 fue un cine debate. Proyectaron dos películas, Ojos grandes y Billy Elliot, que sirvieron como disparadores de la charla. Así, comenzaron a aparecer cosas que les pasaban y esto las habilitó para conversar con confianza y en un espacio seguro. “Nos encontramos con las mujeres desde otro lugar que no sea un lugar siniestro, más allá de de las problemáticas de les niñes o de ellas mismas, y empezamos a pensar un espacio más lúdico, así nos autoconvocamos” cuenta Patricia.
Carla agrega: “estamos muchas horas en el barrio y queríamos trabajar desde otro lugar, no del que te otorga el poder por pertenecer a una institución sino de igual a igual, las mismas mujeres que recorren esos espacios lo venían pidiendo. Se empezó a pedir desde el Centro de Día, donde se hacían reuniones con madres y padres referentes pero siempre eran las madres las que se acercaban y en el 2017 nos empezamos a preguntar sobre esto ¿por qué pedían juntadas entre ellas, para hablar, para hacer una mateada, ir al parque, un momento propio, no como madres, no para hablar de sus hijes, sino para hablar de ellas?.
Generar espacios con mujeres del barrio siempre fue un deseo pero la realidad cotidiana no les permitía concretarlo. Cuando el pedido se hace explícito, trabajar promoción de derechos, género y sensibilización se vuelve una tarea ligada a la gestión del placer para poder poner en valor el disfrute en un barrio donde se entrecruzan situaciones muy difíciles y atravesadas por una violencia cotidiana.
La pobreza, la narcocriminalidad, los consumos problemáticos, la violencia de género, hacen de Ludueña, por lo general, un lugar estigmatizado y estigmatizante. Ellas cuentan que quienes viven allí y van a buscar trabajo colocan la dirección de la escuela como propia; que la violencia atraviesa las actividades y obliga a las mujeres a salir de las calles. A eso se suma la discriminación que muchxs vecinxs padecen solo por ser del barrio. “¿Cuál es la experiencia que tenés al final del día cuando sos discriminada todo el tiempo?” se pregunta Patricia y agrega: “ellas tienen ganas de disfrutar…a pesar de todo tienen estas ganas”. La sociedad excluye sistemáticamente pero, en Ludueña, las mujeres sienten la necesidad y las ganas de juntarse y construir otros espacios, otros vínculos.
Lo minúsculo que potencia el placer
Entre las actividades del grupo, una vez Marina propuso bailar. Así armaron un taller de danzas afro y se plantearon movimientos en ronda: “de repente estaban todas bailando, es algo muy sencillo, es eso minúsculo que potencia el placer, está ahí, cuando hay un lugar habilitado para que eso se expanda, explota al toque” cuenta.
En el barrio también se reconocen los problemas para poder llevar adelante acompañamientos y buscar soluciones en la urgencia. “Los tiempos de las instituciones no están ligadas a los tiempos de las personas y a lo mejor es necesario una consulta con la trabajadora social y justo está de licencia y se busca la solución de manera más artesanal” comenta Verónica. Rosa relata que durante el censo “consultaban por el programa Mi pieza. La necesidad de vivir mejor, la falta de agua que es un recurso tan básico” aparece en las consultas. Mujeres que se separan y no tienen recursos para ir a otro lugar, problemas de infraestructura, la violencia institucional, el trabajo, la comida, son algunos de los temas que se mezclan en la charla dando cuenta de todas las necesidades que hay en en el barrio.
Entre otras actividades, recuerdan la pintada que realizaron en el 2018 plasmando sobre la calle la rayuela de la ESI. Esa tarde, una chica que estaba en situación de calle en el centro fue hasta el barrio con una torta que había hecho el día anterior en el taller de panificación y las pibas de la cuadra se autonombraron “las cuidadoras de la rayuela”. Apenas algunos ejemplos que visibilizan la importancia del encuentro, la construcción del vínculo. El 7 de marzo pasado llevaron adelante una actividad en el marco del 8M: fue una estinceleada de remeras con frases y se acercaron un montón de mujeres que hicieron sus propias estampas. Frases que además quedaron pintadas sobre el cemento de esas calles marcadas por una violencia creciente pero que vecinas y organizaciones del barrio intentan disputar para el disfrute.
Después, entre todas, dieron lectura a un documento. “Fue muy mágico lo que pasó porque se hizo un silencio enorme al leer el texto”. Luego hablaron y se generó, cuentan, una ronda amorosa donde la palabra circuló. Poder generar un espacio posibilitador de placeres y encuentros es uno de los principales deseos de este grupo de trabajadoras, mujeres de Ludueña, que se reconocen más allá de su tarea laboral.
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