Pasito a paso, llevando un grito colectivo de justicia, desde las paredes de barrio Ludueña hace siete años empezaban a caminar las pocho-hormigas, para luego acompañar distintas luchas de nuestra América Latina. A partir de la propuesta de intervención plástica del grupo Arte por Libertad, diferentes realidades sociales hoy encuentran una forma de expresión. La pintada de cada mural sabe a encuentro y guitarreada, donde la recuperación de la Memoria y el reclamo de Justicia interpelan a la sociedad y embellecen los barrios.
En muchos de los barrios en los que ya son tres las generaciones despojadas de los recursos materiales y simbólicos necesarios para una vida digna; allí donde los discursos políticos desencajan frente a las desigualdades sociales; las injusticias se repiten y los derechos quedan mudos, el Arte Mural emerge como una luminosa forma de expresión, como una herramienta política que moviliza a la comunidad, embellece el barrio y lo interpela.
Desde hace unos años, acompañados por el colectivo Arte por Libertad, grupos de vecinos y organizaciones sociales se animan a perderle el miedo al pincel y se suman entusiasmados a la construcción de murales colectivos. Los murales de Arte por Libertad nacieron de manera espontánea a principio de 2002, después del asesinato de Pocho Lepratti, manifestando el reclamo unánime de justicia. Se desparramaron entonces consignas de resistencia plasmando la indignación de todo un barrio, desde Ludueña empezaron a caminar las pocho-hormigas, para luego acompañar distintas luchas de nuestra América Latina.
Muchos de esos signos fueron trazados por Rodolfo «Mono» Saavedra: «Todo se fue dando naturalmente, nos conformamos como grupo de manera espontánea, con el tiempo fuimos teniendo una identidad, una necesidad, una perspectiva política en lo barrial, en lo cultural y después le pusimos el nombre. La misma dinámica y el hecho de que se fuera sumando gente, hizo que se haya hecho una amalgama que dio lugar a todo esto», explica Saavedra, mientras dibuja con birome sobre un papel que encontró en la mesa.
«Me acuerdo que cuando fuimos a la granja Siquem (Río Cuarto), donde trabajan con chicos que tienen problemas con la ley, ellos ya conocían la historia de Pocho, fue como encontrarnos y hermanarnos, eso es impagable, compartíamos la comida, charlábamos sobre lo que pensamos y queremos para el futuro (ver experiencia). Arte por Libertad es como una herramienta que estamos armando. Y casi sin querer al mismo tiempo van confluyendo la música, la plástica, la poesía, y eso nos da otra posibilidad de llegada, que no te la da el discurso político, sino el estar en los lugares, el convivir, de compartir el mate o el pintar bajo el agua», explica, con la claridad de quien conoce el oficio de la comunicación y la militancia a través del arte.
Quien muchas veces acompaña las intervenciones plásticas con la fuerza de su música es Varón (Sergio Fernandez), comprometido militante social e integrante del Bodegón cultural Casa de Pocho (ver video). Entre otras actividades barriales, Varón coordina allí el taller de música para chicos y adolescentes, buscando demostrar que sigue habiendo posibilidades de soñar, allí donde todas las puertas parecen cerrarse.
Pinceles compartidos
Guillermo recuerda que el primer trabajo que hicieron junto a otra organización fue hace dos a?os, cuando los Veteranos de guerra de Malvinas les pidieron un mural por el 25 aniversario. «La idea era hacer 25 murales en distintos puntos de la ciudad, que al final no llegamos a terminar», dice, nombrando entre las dificultades de aquel momento la falta de tiempo y el gran esfuerzo para gestionar los materiales para concretar la propuesta. Es que el trabajo de Arte por Libertad se desarrolla a través de la autogestión, acudiendo a las redes de solidaridad entre organizaciones, conocidos y amigos, que van aportando para conseguir pintura, pinceles y todo lo necesario para que los murales sigan multiplicando las voces de la resistencia popular.
Dentro del importante recorrido del colectivo de artistas se encuentra la realización de un mural en memoria de los desaparecidos de la facultad de Economía durante la última dictadura militar; intervenciones urbanas por la aparición con vida de Jorge Julio L?pez; la serie ?el CHE en los barrios»; intervenciones en el puente Pueyrredón donde fueron asesinados Darío Kosteki y Darío Santillan, pintadas en clubes de barrio y centros comunitarios; Arte por Libertad llegó también a Cuba y Bolivia.
El año pasado realizaron murales colectivos con los familiares de las víctimas de la represión policial de 2001, en los barrios de los caídos en aquel diciembre trágico. «El grupo estuvo muy comprometido con las familias y con ese trabajo posibilitaron un montón de cosas nuevas con esas familias para tener otra mirada, también para los que no estábamos en el barrio y participábamos desde afuera. Los familiares empezaron a juntarse, a tener otro compromiso, por ejemplo, luego de la pintada muchas mujeres viajaron al Encuentro Nacional de Mujeres?, comenta Liliana, referente del Bodegón cultural Casa de Pocho, subrayando la importancia del trabajo artístico para la reconstrucción de la memoria individual y social. (Ver murales)
Entre mates y anécdotas nos cuentan que el grupo es bastante heterogéneo y que cada uno tiene un recorrido particular en cuanto al trabajo barrial y a la experiencia artística. Dentro de esa pluralidad todos coinciden en luchar desde el arte contra la impunidad, por los derechos humanos, por el reconocimiento de los pueblos originarios, la soberanía alimentaria y la defensa del trabajo digno.
Premio en Derechos Humanos
Su llegada a través del lenguaje plástico a tanta diversidad de realidades sociales, este a?o fue reconocida oficialmente a través del premio en Derechos Humanos Claudio Pocho Lepratti, otorgado por la oficina de Derechos Humanos de la Secretar?a de Cultura de la Municipalidad de Rosario. Junto al colectivo Farolitos el premio se les otorgó en mérito al trabajo sostenido en pos de ampliar los espacios de dignidad y derecho en los que ambos grupos trabajan desde hace años en el ámbito de la ciudad de Rosario?.
Y en cada lugar donde llegan los muralistas, las pintadas saben a fiesta, a ronda matera y guitarreada. Más allá de la cuestión estética, el acento está puesto en la importancia de generar un encuentro en el que se discuten y acuerdan los mensajes a transmitir.
«Nos juntamos y charlamos en el mismo lugar, vemos que se quiere poner. No es solo algo estético, el mural es de la gente. Aparece muy fuerte la cuestión de la pertenencia, la mamá y el chico que están en ese lugar reclamando, que se suman a pintar y después cuando vuelven a pasar dicen eso lo pinté yo…!», explica Florencia con una sonrisa de satisfacción, en la que parece reflejarse la de tantas personas que a través del pincel están escribiendo esa parte de la historia silenciada, que desde las paredes grita su verdad.