La maternidad será deseada o no será. Entonces, ¿qué pasa cuando no es y las mujeres ponemos en acto deseos diferentes, con la decisión consciente de no tener y/o no criar hijxs? ¿Cuáles son las respuestas y el lugar social que encontramos? ¿En qué historias nos podemos reflejar y hablan de nosotras? ¿Cómo nos nombramos?
Ilustración: Sofía Valdes
“En la adolescencia, con los primeros novios, el tema salía, fantaseaba con nombres de hijes, pero todo muy efímero. A los veintipico, empecé a tirar para adelante la edad deseable de maternar. Con 32 años, leyendo una nota escrita por una feminista española que relataba su camino hacia la decisión de no ser madre, me sentí identificada y encontré respuestas a preguntas que me venía haciendo” (Mariela, 37 años).
“No fue un momento en que decidí no ser madre sino que mi vida fue sucediendo de tal manera que hoy puedo afirmar que no voy a ser madre y que está bien que así sea”, (Luciana, 41 años).
“Yo no me imaginé nunca siendo mamá, nunca deseé tener un hijo y llegué hasta este momento en que esta decisión está recontra consolidada y estoy muy contenta.” (Sonia, 51 años).
“Me acuerdo que hasta los 19, 20 años tenia todavía el deseo o al menos la idea, me imaginaba casada y con hijes, con muches hijes, y esto ya sabiendome lesbiana, me imaginaba con una mujer. Después, al menos como deseo, como idea, se desvaneció. No me interesa ni el matrimonio ni les hijes. Así lo sigo sintiendo.” (Morena, 28 años).
“Sencillamente no fui queriendo ser madre cada vez que me lo preguntaba o que fantaseaba con la maternidad. Hasta que no fue más posible no querer. Es decir: ya no puedo pasar por mi cuerpo la experiencia del embarazo sin someterme a un sinnúmero de intervenciones que no me interesa experimentar. Tendré que convivir con la duda y la curiosidad de algo que no fue ni será en mi cuerpo. Continúa siendo parte del terreno de la pregunta, de la duda, de la inquietud, de la curiosidad y de cierta atmósfera de intriga. Es algo que permanece abierto, como tantas otras experiencias que no viviré.” (Dahiana, 43 años)
Así expresan mujeres de distintas edades y recorridos de vida su autoreconocimiento en la elección de no ser madres. Decisión que no llega de la noche a la mañana sino que, mayormente, es resultado de un devenir de momentos, reflexiones y experiencias que se suceden, se construyen en el tiempo; y que tienen más que ver con vidas deseantes de otras experiencias. Un “no quiero” que encarna un abanico de posibilidades más amplio que en otros momentos históricos y que abre caminos vinculados al deseo por fuera del mandato social de la maternidad.
“¿No tenés hijos? ¿Qué te pasó?”
Arranquemos por el principio: desarmar el mandato. Gisela Espinoza es psicóloga social y explica que “el mandato de la maternidad es parte de las matrices de aprendizaje que internalizamos en nuestros primeros años de experiencia y que condicionarán nuestro proyecto de vida de diferentes maneras. Ser madre es un rol social que por mucho tiempo se adjudicó como la gran tarea de la mujer, lo que viene a completarla, algo que a la luz de las luchas y reclamos de los feminismos muchas estamos poniendo en cuestión, preguntándonos cuáles son nuestras necesidades y deseos actuales.”
La antropóloga feminista y mexicana Marcela Lagarde menciona a la maternidad unida al mandato del matrimonio como “el fruto del amor burgués”. Considera que aún sigue siendo vital para la identidad femenina “ligar sexoafectivamente, realizar la maternidad y fundar una familia”, tres mandatos que constituyen el anhelo central de muchas mujeres en el mundo, sobre todo en América Latina donde mayormente “hemos sido educadas para ser madresposas”.
“Si tomamos la presencia de un mandato de género en relación al maternar hijes y el impacto de eso en las mujeres que no desean ser madres, suele haber procesos de mucha confusión, angustia, sensación de inadecuación – por ejemplo: “hay algo mal en mí”-, culpa por decepcionar a otres o aparece un efecto de comparación con amigues que sí tienen hijes” dicen Mariana Ochoteco y Noelia Campagnolo, psicólogas gestálticas que elaboraron juntas las respuestas para Enredando.
Si bien la idea trillada de instinto pareciera no hacer mella en las nuevas generaciones, Mariana y Noelia consideran que “lo que circula es la posibilidad de ocupar un rol social que es el maternar y la posibilidad de preguntarse si quiero o no hacerlo. Hay un montón de trabajo de les psicologues que nos posicionamos desde el pensamiento feminista de desarmar la idea del instinto maternal si aparece, y de darle más presencia a la cualidad de maternar que no necesariamente tenga que ver con hijes. Cobra fuerza la consigna la maternidad será deseada o no será, lo que habilita no sólo al cuestionamiento del mandato, sino también la posibilidad de enunciar el deseo de no hacerlo. Ese deseo que no es un impulso irrefrenable, sino que es un deseo atravesado históricamente, socialmente, económicamente. El movimiento feminista ofrece un sostén para poder pensar hasta dónde voy a perseguir ese deseo, y cuales son las condiciones que necesito para decidir. En los procesos de acompañamiento es importante distinguir la urgencia por decidir o poder percibir que todo esto se lo puede preguntar y que una vez que lo sepa verá qué hacer con ese deseo. En el medio de todo este preguntarse está la posibilidad de encontrar otros deseos o incluso de hacer una priorización de deseos, decir esto ahora si, esto ahora no. Contextualizar el deseo desarma mandatos.”
“Una vez subí a un taxi y el taxista me dijo “¿vos tenés hijos?”, le contesté que no y me respondió: “¿qué te pasó?” y yo no tenía ganas de ponerme a explicar algo que no tengo por qué explicarle, que fue una elección y no una calamidad o una fatalidad.” (Sonia, 51)
En el medio de todo este preguntarse está la posibilidad de encontrar otros deseos o incluso de hacer una priorización de deseos, decir esto ahora si, esto ahora no. Contextualizar el deseo desarma mandatos.
“Nunca falta el que te dice “pero igual aún tenés tiempo” y yo respondo “jaja”
En la elección de un proyecto de vida diferente al maternar también hay un factor influyente como es el contexto económico y social que nos atraviesa y nos condiciona. Gisela Espinoza aborda la dimensión laboral y no remunerada que conlleva la maternidad y considera que no elegirla también es una adaptación activa de la realidad: “me gusta la respuesta que da Señorita Bimbo cuando le preguntan por qué no quiere tener hijxs, ella dice: “La maternidad para mí es un trabajo y no cualquier trabajo es para todo el mundo”. Este posicionamiento es interesante porque hay una reflexión sobre las posibilidades, deseos y capacidades que tenemos a la hora de decidir maternar. El pensarlo desde las tareas de cuidado, desde lo laboral no remunerado, el decidir hacer otra cosa en edades donde socialmente se entiende que debería asumir la maternidad, es poder optar por bajarse de ese rol adjudicado socialmente. Y si deseo que mi proyecto de vida entre los 20 y los 50 sea otro, ¿qué pasa?”
“Más de una vez me sentí como “afuera de algo”. Si bien nadie me lo hizo saber directamente, se notó que mi madre y mi padre deseaban ser abuelxs, en el trabajo la frase más común que repiten es “cuando tengas hijxs vas a ver”, no dando lugar a la posibilidad de no tenerlxs. Expreso mi opinión pero siento que lxs otrxs piensan “pobre”, como si me estuviera perdiendo de algo. También me han dicho frases como «por tu edad imagino que estás apurada por tener hijxs”.” (Luciana, 41)
En su experiencia como psicólogas, Mariana y Noelia encuentran que en muchos ámbitos la elección de no maternar hijxs sigue siendo juzgada como un no deseo, como si faltara algo o como si no pudiera ser una decisión tomada. Con lo cual, “empieza a haber cuestionamientos del afuera que son resistencias. Darle lugar al deseo de no maternar aporta diversidad a las respuestas. Si bien puede aparecer lo tradicional “te podes arrepentir”, “debe ser que todavía no encontraste a la persona adecuada”, «no me vas a dar nietos», etc, también aparece toda otra gran variedad de respuestas posibles. Por ejemplo, una madre decirle a su hija que le desea que pueda vivir esta experiencia pero que si no la quiere vivir también está bien.”
“A veces siento que tengo que luchar con lo internalizado. Con ciertas voces, actos y gestualidades que me han quedado grabadas, como marcas sutiles y persistentes, más que con lo que realmente esas voces traen hoy. ¿Qué quiero decir con esto? Que quizás, y a modo de ejemplo, el gesto o la voz que recuerdo de mi madre dando una sentencia sobre la maternidad se aleja de lo que mi madre piensa actualmente, incluso de lo que pensaba entonces. Esos recuerdos que constituyen un registro de los discursos presentes en la infancia o la adolescencia quizás ya no forman parte del universo de esas personas que me rodean, sin embargo, sigo adjudicándoles ese pensamiento. Quedan investidas: son esa sentencia de la infancia. Pienso que así, sin querer hacerlo, les niego el cambio que no me niego a mí misma sobre este u otros temas. Creo que no gravita tanto lo que hay más allá de eso que llamo “mí misma” o cómo las demás personas abordan la maternidad, sino cómo siguen operando internamente los mandatos sobre la maternidad.” (Dahiana, 43)
“El hecho de ser lesbiana puede haber contribuido a que mi familia no asuma el tipo de familia o de futuro que voy a tener, que sí se espera de las personas heterosexuales. Entonces pienso que una maternidad lesbiana implica un montón de otras cosas además del deseo. Es una pregunta menos obvia.” (Morena, 28)
Campagnolo y Ochoteco consideran que, en general, en grupos de amigxs la decisión es mejor recibida, menos cuestionada, con mayor acompañamiento. “Cuando la decisión va acorde al deseo, sucede en libertad y encontrando lo propio – no es que hay una forma y hay que ir por ese caminito – caen algunas ideas de fracasos, frustraciones. Si no querés eso que es lo que tendrías que querer por mandato ¿entonces nada? No, entonces cualquier otra cosa que quepa en el campo de posibilidades. Pueden aparecer otras preguntas: qué te gustaría hacer, de qué tenés ganas con tu tiempo, con tu dinero, con tu disponibilidad vincular, etc. Actuar acorde al deseo va de la mano de sentirnos libres. Nadie dice que sea un camino fácil, sí que nos lleva a ser libres. Y mucho de lo difícil o complejo del camino tiene que ver con la recepción y el acompañamiento del entorno.”
Por su parte, Espinoza diferencia la resignación, como idea de asumir un único proyecto de vida sin cuestionamientos, y la decisión consciente y reflexionada de llevar adelante otros proyectos y destaca que “siempre es menos sufrimiento si la sociedad en la que vivimos respeta, acompaña y fomenta diferentes modos de hacer, sentir y pensar. Es una adaptación activa a la realidad en tanto tiene en cuenta las necesidades propias y las condiciones reales de existencia. No es lo mismo decir que quienes no quieren tener hijxs es porque no quieren asumir responsabilidades, que decir que son personas que deciden asumir sólo las responsabilidades que pueden verdaderamente llevar a cabo conscientemente”.
“En el trabajo, lo fui comentando, a medida que alguien preguntaba «¿y?, ¿los hijos para cuándo?», yo respondía que no iba a tener hijos. Cuando me preguntaban por qué, les decía que porque no quería y ahí se terminaba el diálogo. Nunca falta el que te dice «pero igual aún tenés tiempo» y yo respondo «jaja». Algunes amigues me dijeron «yo te veo re madre a vos» a lo que respondí «yo no».” (Mariela, 37)
El NO nos define tanto o más que el SÍ
A quienes deciden no tener hijxs aún no podemos nombrarlas con un término específico, no hay una denominación que no contenga la idea de lo que no sucede o no va a suceder en sus vidas. Gisela Espinoza trae a la conversación esta idea y dice que “habla de la imposibilidad aún de reconocer el rol social que cumplimos lxs sujetxs que asumimos otros proyectos vitales. Si deseas hijxs sos madre, si deseas no serlo no hay una denominación, salvó por su negativo «no quiere hijxs» o «no quiere ser madre», o también se usa una palabra que no me gusta mucho que es «childfree» pero que al ser en inglés no la siento representativa. En este sentido y hasta que podamos nombrarnos de alguna manera (si es que hace falta), me quedo con la reflexión de Marlene Wayar de su libro «Travesti, una teoría lo suficientemente buena»: «El NO nos define tanto o más que el SI (…) Y entonces agradezco tantos No que nos definan, ahí radica nuestra potencia.»”.
Si deseas hijxs sos madre, si deseas no serlo no hay una denominación, salvó por su negativo «no quiere hijxs» o «no quiere ser madre»
“Otro tipo de núcleos afectivos”
“Siempre en mi trabajo me ha tocado trabajar los fines de semana y estoy convencida de que eso tiene que ver con que quienes organizan piensan que como yo no tengo una familia, como tradicionalmente se piensa una familia heteropatriarcal, no necesito el espacio del fin de semana para el esparcimiento.” (Sonia, 51)
La familia, como parte constitutiva de nuestra vida cotidiana, se ha reconfigurado con la aprobación histórica de leyes fundamentales como la de Divorcio vincular (1987) y la de Matrimonio Igualitario (2010). Leyes que posibilitaron la formalidad – legalidad y derechos – de las estructuras familiares diversas que ya existían en la práctica. Más alternativas de familia se abren paso y, más allá de las leyes, los vínculos tienen otras características y sustento.
Son “nuevas redes de soportes que son nombradas como tales, que tienen la misma cualidad afectiva y, en algunos casos, más aún.” Las psicólogas gestálticas Noelia y Mariana destacan además la idea de que en relación al concepto de “familia”, antes de deconstruir hay que observar porque si no “el cuestionamiento funciona como reactivo y no como reflexivo. La intención es entonces deconstruir a partir del encuentro con el propio recorrido y con los recorridos sociales e históricos. El feminismo hizo un gran aporte sobre todo para ampliar el abanico de posibilidades de qué puede, qué desea, qué necesita una vida para sentirse a gusto en donde está.”
También, remarcan que como integración al deseo de no maternar aparece una nueva variable basada en el contexto de vida actual que no puede ya sernos indiferente: la pandemia y el cambio climático. “Aparece la evaluación de considerar conveniente no maternar hijes en este contexto, en el mundo tal cual está sucediéndose.”
“Ir más a lo comunitario en términos de generar comunidades de amistad, otro tipo de núcleos afectivos. Respecto a les hijes o la reproducción, hoy por hoy es un proyecto egoísta y lo digo en el buen sentido: todes hacemos cosas egoístas. Pero me parece que en términos de la especie se está volviendo insostenible. Pensar por qué y para qué, más allá del “porque yo quiero vivir esta experiencia”, también es pensar a qué mundo estás trayendo ese hije, quizás un mundo que no se sostenga en la totalidad de la vida de ese hije.” (Morena, 28)
Mafalda, Jo y Ana Frank
¿Qué sucede cuando la cultura no nos ofrece modelos donde reflejarnos? Si pensamos en personajes literarios, de películas o series donde las mujeres tienen vidas sin hijxs estos suelen ser escasos o son mostrados como personas carentes de vínculos afectivos, frustradas, con una personalidad difícil – amargadas, depresivas, tristes, enojadas – o viviendo una situación transitoria de la vida, hasta que encuentran el amor y, con él, vienen lxs hijxs.
“El no contar con una narrativa positiva sobre la no maternidad alimenta la asociación de ésta con la soledad, la frustración y la infelicidad: “quien no es madre sufre o va a sufrir”, esto sigue funcionando a pesar de estar rodeadxs de historias tremendamente dolorosas de mujeres que son madres y no son felices. Creo que lejos de ser inocente, este discurso disciplinador colabora con las políticas de reproducción que requiere el sistema.”, explica Gisela.
“Desde que aprendí a leer, a los 6 años, yo siempre quise ser Mafalda, nunca Susanita (aunque mal que me pese, tengo mucho de ambas). Si bien no recuerdo que Mafalda haya dicho expresamente que no quería ser madre, sí motivaba todo el tiempo a que las mujeres estudiemos, seamos independientes, nos interesemos por otras cosas. Mientras que Susanita solo hablaba de eso y yo la veía como un personaje insoportable. Sentía que la vida que nos proponía Mafalda era mucho más interesante” (Mariela, 37)
“La figura de femme fatal, las divas de Hollywood, la primera escritora sufriente y esperanzada que leí y con la que me identifiqué que no llegó a ser adulta: Ana Frank. Siento que en este puñado de ejemplos que me influyeron la maternidad era una especie de atavío, no un determinante. Quizás eso contribuyó a armarme un imaginario diferente sobre la maternidad. No lo sé.” (Dahiana, 43)
“Para mi siempre fue un modelo Mafalda y no me interesaba cualquier cosa que se pudiera parecer a Susanita. Se me ocurre “Fleabag”, pero son personajes más de treintañeras. Yo le discuto a la cultura dominante esta idea de la solterona, la mujer sin hijes como alguien incompleta, alguien que le falta el sentido de la vida. Es muy notorio que en personajes de libros, que es lo que más consumo, me cuesta mucho encontrar mujeres sin hijos maravillosas. Pienso en Jo, el personaje de “Mujercitas”, como una figura inspiradora de mi niñez. Una línea que encontré recientemente en los libros “Apegos feroces” de Vivian Gornick, “La hija única” de Guadalupe Nettel y “Las gratitudes” de Delphine de Vigan, – es decir, una norteamericana, una mexicana y una francesa – es que hay un hilo ahí que me gustó: en los tres casos hay madres con dificultades para hacerse cargo de sus propios hijes, algo que en estas sociedades se sanciona mucho pero que pasa; no es lo mismo tener un hije que maternar. Hay mujeres que están ahí para darles amparo, sin sustituir y sin necesidad de ocupar ese lugar. Simplemente para dar un amparo. Ahí hay un hilo, esta cuestión de la maternidad totalizadora que me convoca mucho.” (Sonia, 51)
“Desde la adolescencia me llamaban la atención, me gustaba la mujer independiente o las pibas independientes y eso en muchos casos implicaba no tener hijes. Un ejemplo es Jo de “Mujercitas”, ella quiere ser escritora y para mi claramente es lesbiana. Un personaje que siempre amé es Abby Lockhart de “ER Emergencias” que termina teniendo un hijo pero durante muchas temporadas se había separado y había abortado porque era en plan «no quiero tener hijos con vos y quiero ser doctora”. También, Cristina Yang de Grey’s Anatomy, ella era “a todo no” menos a ser cirujana, de ponerse primero a ella misma y me parecía piola.” (Morena, 28)
Es posible que gracias a los feminismos, los avances sociales y legales que acompañan, las preguntas que nos venimos haciendo hace tiempo sean procesadas de otra manera por las nuevas generaciones, que surjan nuevos interrogantes, nuevas formas de hablar de nosotras, de mostrarnos y de abordar nuestra realidad.
“El no contar con una narrativa positiva sobre la no maternidad alimenta la asociación de ésta con la soledad, la frustración y la infelicidad: “quien no es madre sufre o va a sufrir”, esto sigue funcionando a pesar de estar rodeadxs de historias tremendamente dolorosas de mujeres que son madres y no son felices. Creo que lejos de ser inocente, este discurso disciplinador colabora con las políticas de reproducción que requiere el sistema.”
La autora Dahiana Belfiori, en su libro “Código Rosa” deja allí una pista sutil que puede llegar a ser, quizás, un horizonte posible que conmueve: “¿De qué estamos hechas las que tenemos la potencialidad de parir y aun así decidimos no hacerlo? Estamos hechas de vida, vida elegida, vida que se rebela a la obligación cultural de “dar vida” (…) Decidir parir es también decidir maternar. Así lo piensa Rosa, cuando nos juntamos a charlar sobre este libro y su improbable final (…) Ella aventura una idea que quizás varixs tengamos atravesada: “Esta sociedad habrá perdido un poco de misoginia y heteropatriarcado, cuando pueda pensar que maternar y no maternar merecen el mismo estatus simbólico (y la felicitación correspondiente).”