Argentina sancionó una ley fundamental para establecer un marco normativo que define la integralidad del abordaje de la Educación Ambiental en el ámbito formal educativo y en espacios no formales. Distintas voces analizan el alcance de la ley de EAI y la importancia de repensar los contenidos curriculares, la disputa por el sentido crítico, las formas de habitar las escuelas, la construcción ética y estética de una praxis política y las urgencias que todavía esperan en el Congreso nacional.
Foto: Edu Bodiño
Las organizaciones socioambientales vienen luchando hace años por la sanción de determinados marcos normativos que entiendan a la naturaleza y al ambiente en clave de derechos. Frente a la sostenida destrucción ambiental resulta indispensable la presencia de un Estado que regule, y también proteja los bienes naturales ante la concepción utilitarista de un modelo de producción que entiende a los territorios como meros reservorios de “recursos” para su extracción a gran escala.
De allí que la disputa en los últimos años es lograr la sanción de una demorada Ley de protección de Humedales cuyo proyecto todavía espera su tratamiento en el Congreso Nacional. Y aunque el Delta siga ardiendo frente a los ojos de todo un país, lo cierto es que no hay avances contundentes para el debate. Al mismo tiempo, este Congreso acaba de aprobar por unanimidad en el Senado de la nación la Ley de Educación Ambiental Integral cuya implementación fue promulgada el 3 de junio a través del Decreto 256/2021.
Hay que decirlo: nada de lo que la flamante Ley 27.621 contempla está mal. Todo lo contrario: establece y define como política pública la instrumentación de una Educación Ambiental con perspectiva “integral” y transversal, contemplando principios estipulados en la Constitución Nacional, la Ley General del Ambiente, la Ley de Educación Nacional; y otras leyes vinculadas como la de Régimen de Gestión Ambiental del Agua, Ley de Gestión de Residuos Domiciliarios, Ley de Bosques Nativos, Ley de Glaciares; Ley de Manejo del Fuego; y tratados y acuerdos internacionales en la materia.
Por su contenido y su forma participativa de elaboración, la ley es un paso fundamental para generar -como así lo establece- conciencia ambiental tanto en el ámbito formal de la educación como en otros espacios no formales. Es que define a la educación ambiental integral como “un proceso educativo permanente con contenidos temáticos específicos y transversales”. Habla de “sustentabilidad” como proyecto social, de “desarrollo con justicia social” y lo que es clave: establece la conformación de una Estrategia Nacional de Educación Ambiental Integral (ENEAI), es decir, un instrumento de planificación estratégica y de aplicación de “una política pública nacional permanente y concertada que alcance a todos los ámbitos formales y no formales de la educación, de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) y medios de comunicación.” También contempla una Estrategia Juridisccional para que sean los gobiernos provinciales quienes lleven a cabo la adecuación del ENEAI en sus territorios.
Son dos las autoridades de aplicación de dicha ley: el Ministerio de Educación cuya facultad específica es la de aplicar la Estrategia nacional en el ámbito formal de la educación y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible que podrá hacerlo en el ámbito de la educación no formal, Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) y medios de comunicación.
Por otro lado, crea un Consejo Consultivo con paridad de género que tendrá la función de asistir y asesorar a las autoridades de aplicación en la implementación de la Estrategia Nacional de Educación Ambiental Integral (ENEAI) y que podrá ser conformado por distintos representantes de la sociedad civil que son fundamentales a la hora de repensar las problemáticas socioambientales: pueblos indígenas, organizaciones gremiales docentes, integrantes de universidades, estudiantes, organizaciones ambientalistas y recicladorxs.
Pero ¿qué significa hablar de Educación ambiental integral? ¿Qué dicen las organizaciones que desde hace tanto tiempo reclaman la sanción de otras leyes tan urgentes para la defensa del ambiente? ¿Cómo se aborda la educación ambiental en el ámbito escolar? ¿Por qué es fundamental contar con un marco normativo?
La disputa por el sentido crítico
Graciela Mandolini es licenciada en Educación, actual directora de la Escuela Agrotécnica de Casilda, integrante de la Confederación de Trabajadores de la Educación (Ctera) y una de las tantas personas que participó de los foros para la elaboración del proyecto de ley. Al ser consultada por enREDando, Graciela profundiza en los alcances de la norma, en la importancia de una adecuada aplicación y en la generación de los contenidos curriculares. Es que allí se disputa el sentido crítico de lo que se entiende como Educación Ambiental Integral.
“Lo que intenta hacer esta ley es darle un abordaje a los temas ambientales que pueden aparecer en los diseños curriculares y que, en general, se abordan desde un aspecto más biologicista. La ley justamente es un paragüas para saber dónde pararnos porque plantea que la educación ambiental es un proceso educativo permanente con contenidos específicos, transversales, y tiene como propósito general ir construyendo conciencia ambiental”. Para Graciela es indispensable analizar cuáles serán los contenidos a trabajar porque “hay discusiones de orden político, epistémico y justamente apuntamos a sensibilizar sobre una problemática que pone en tensión los resultados de un modelo productivo que nos ha llevado a una situación límite”.
Graciela no duda y habla de “crisis civilizatoria” cuando refiere a esa situación límite que hoy se expresa en las diversas emergencias que nos atraviesan: sanitaria, climática, alimentaria, energética. Formada en la perspectiva del Pensamiento Ambiental Latinoamericano, Mandolini problematiza algunos conceptos y dialoga con el texto de la ley: “no hablamos de recursos naturales sino de bienes comunes, no hablamos de sustentabilidad sino de sostenibilidad y hablamos de conflictos ambientales porque justamente damos un paso hacia la multidimensionalidad de estos conflictos. En un ambiente enfermo no habrá sujetos sanos. Tenemos que pensar con qué contenidos poblamos esta ley y esto va a ser una pulseada porque obviamente hay intereses creados de sectores que piensan que tenemos que seguir viviendo en las mismas condiciones. Hay que problematizar la noción de ambiente, de consumo y ver de qué manera diseñamos estrategias para trabajar en las escuelas.”
“hay discusiones de orden político, epistémico y justamente apuntamos a sensibilizar sobre una problemática que pone en tensión los resultados de un modelo productivo que nos ha llevado a una situación límite”.
En la misma línea se expresa Miguel Duhalde, secretario de Educación de CTERA quien destacará el compromiso histórico del gremio con la problemática ambiental. “Planteamos siempre que la educación ambiental sea no un contenido en sí mismo, sino una cosmovisión a ser vista desde cualquier proyecto educativo que se aprecie de latinoamericanista, emancipador y liberador. En este sentido, la ley es importante porque asigna responsabilidades, marca la presencia del Estado y de distintos organismos y habla de la creación de una estrategia nacional”.
La preocupación que plantea Duhalde no es tan diferente a la que refiere Graciela. “Tienen que haber políticas concretas que destinen financiamiento para que la ley no sea solo un enunciado discursivo”, sostiene el gremialista.
También señala la importancia de la participación docente y del protagonismo de las bases en el debate y en los procesos de formación. Un buen signo de esta preocupación es la gran cantidad de personas que se sumaron al último Congreso de Educación Ambiental que convocó Ctera en formato virtual el 4 y 5 de junio. 6000 trabajadorxs de la educación siguieron las 11 mesas debate y espacios de reflexión, y una exposición contundente de Carlos Galano, docente y referente de la Escuela de educación y formación Chico Mendes en Rosario.
“Hay gran parte de la base docente que viene participando de hace tiempo, muy formada, que es la que escribe, relata, prepara contenidos, y un enorme sector que tiene que formarse, porque la problemática cambia constantemente, no es algo que permanece estático, se suman conflictos, problemáticas, campañas mundiales. Creo que es hora de repensar el papel y el lugar del saber ambiental en la currícula de todos los niveles y modalidades para pensar un proyecto educativo”.
Despedagogizar es la tarea
“Sentimos que hay lógicas contrapuestas porque la educación ambiental es una práctica social problematizadora y nos parece que hay una distancia abismal entre lo que se está viviendo en materia de ausencia de política pública efectiva y todos los enunciados de la ley que ojalá el Estado cumpla”.
La docente Claudia Costinovsky integra la organización rosarina abocada a la problemática socioambiental, el Taller Ecologista. Con extensa trayectoria en el ámbito educativo, suma una mirada crítica y necesaria para profundizar en la dimensión política e ideológica de lo que implica el abordaje ambiental en las escuelas y más allá de las aulas. “La ley suena ilusoria en un contexto de tanta destrucción ambiental pero por supuesto no es lo mismo contar con una norma legal a no tenera”, dice. Desde Taller Ecologista difundieron un comunicado que da cuenta de las “contradicciones y las urgencias”. Celebran la rápida sanción de esta ley, destacan otros avances como la ratificación del Acuerdo de Escazú y la Ley Yolanda y al mismo tiempo denuncian el contexto de destrucción territorial a partir del avance de la megaminería, los desmontes, los monocultivos, el uso indiscriminado de agrotóxicos, la profundización de la hidrovía. “Lógicas contrapuestas que indican que es también, y primordialmente, el Estado el que debe afirmarse en la coherencia de la toma de conciencia de la cuestión ambiental”, señalan.
Todo lo que la ley expresa es “políticamente correcto”, opina Claudia y entonces se pregunta por lo no dicho: por ejemplo, el texto no plantea expresamente la prohibición de que el sector empresario tenga injerencia en la producción de los contenidos curriculares. “Esto no está explicitado y debería estarlo porque de hecho, intervienen en la producción de manuales educativos comerciales que usan en todas las escuelas. Y a la luz de los que pasó en el 2011 es una posibilidad que de ninguna manera debería queda abierta”
Año 2011: 350 mil ejemplares de un manual de educación ambiental se imprimieron para ser distribuidos a docentes de los distintos niveles. Otros 350 mil estaban digitalizados. Nunca circularon por las escuelas. Era la primera vez que el Estado argentino elaboraba manuales de alta calidad de forma y contenidos referidos a lo ambiental y adaptado para nivel Inicial, Primario y Secundario. A pesar de haber sido considerado de “excelencia” por distintos especialistas, los 350 mil ejemplares quedaron archivados en un depósito.
“Los libros jamás llegaron a las escuelas ni hubo transmisión de saberes para mejorar la sociedad, como resultado de la presión ejercida por el lobby sojero liderado por AAPRESID (Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa), que incluyó el trastornado título Los chicos, rehenes de guerra, para el artículo del activista transgénico Héctor Huergo (editor del diario Clarín) y llamadas densas a las zonas centrales del Ejecutivo por parte del secretario de Minería, Jorge Mayoral, el ministro de Ciencia y Técnica Lino Baranhao, y de los gobernadores de San Juan (José Luis Gioja), La Rioja (Luis Beder Herrera) y Catamarca (Eduardo Brizuela del Moral en aquel entonces)”, señala la investigación que llevó adelante la revista MU. “Se trata de tomar conciencia de que formamos parte de un colectivo, y desde ahí ver cómo hacemos para transformar el mundo cuidándolo. Este es el mensaje que tenemos que transmitir, empezando en la mesa familiar, para continuar en las 45 mil escuelas, con los 900 mil docentes del país, que constituyen un extraordinario escenario para que estos temas se transmitan”, había dicho el ex ministro de Educación Alberto Sileoni cuando presentó a la prensa el material.
Claudia recuerda y menciona el episodio. Por eso señala con preocupación que la reciente ley no sea contundente al respecto. “Que desde el mercado se haya impugnado una decisión de esta magnitud me parece gravísimo, mucho más grave que no haber tenido nunca antes una política pública de educación ambiental”.
Claudia habla de la necesidad de “despedagogizar” la práctica de la enseñanza en educación ambiental. Desconfía de los manuales de turno y propone la lectura de otros textos, otra escucha, otra sensibilidad: “en muchos casos los manuales están imponiendo ciertas lentes para la comprensión del mundo que son las que vienen del mercado, que vienen de un modelo productivista y extractivista que nos está llevando a una situación de crisis tan profunda. Y una educación en tiempos de crisis es una educación que hay que repensar profundamente”.
Buscar el texto de la naturaleza, de la cultura, propone la docente y activista. “Darle otro sentido al contenido de la enseñanza y a los gestos que marcan la enseñanza. Soñamos con escuelas con jardines verticales, con terrazas verdes, paneles solares, donde se colecta el agua de la lluvia para el río de la huerta” enumera Claudia y agrega: “Transformar los espacios de la escuela como espacios de vida y convivencia”.
No sé en qué piensan esos locos ambientalistas…
No sé que le pueden ver a un lugar así para intentar protegerlo…
En el humedal solo hay barro mosquitos y un montón de bichos peligrosos…
Las palabras, llenas de ironía, son de Pablo Cantador, fotógrafo y activista socioambiental del Paraná No se Toca. Pablo recorre las islas y el humedal desde hace muchos años y registra en imágenes toda esa vida que lo habita. Conoce sus especies, siente el territorio, sabe de su fauna y su flora. Es un lector apasionado del texto de la naturaleza: sus sonidos, sus voces, sus silencios. De ese texto tan necesario para dimensionar la importancia del cuidado del ambiente, de los humedales, del aire que respiramos, de la tierra que nos alimenta. Y ese registro está condensado en su sitio web : “Esperemos que las imágenes que pueden encontrar en este Blog, no queden en un futuro solo en algún servidor de este mundo globalizado, y si lo puedan seguir disfrutando las generaciones por venir, ya la nuestra no puede disfrutar del yaguareté, ciervo de los pantanos, yacare, curiyu, gato de los pajonales, pacu, manguruyú y otros que quedaron en el camino de destrucción que se esta llevando a cabo”, escribe Pablo.
Una estética política
“El problema es ver desde qué mirada se aborda la Educación Ambiental”, insiste la directora de la escuela Agrotécnica de Casilda, Graciela Mandolini. “El Consejo consultivo aún no han sido convocado, lo interesante es que van a participar distintos sectores y allí se van a dirimir distintas miradas por eso es importante estar atentxs a que esto se constituya. Ese es el desafío. Hay que establecer una atenta mirada por parte de todos los integrantes de la sociedad, estemos o no en espacios educativos, para ver de qué manera contribuimos a que la formulación de la propuesta esté en sintonía con las necesidades reales que tenemos hoy en nuestro país sobre el tema ambiental”.
Se trata de tener protagonismo, dice Graciela quien retoma las palabras del primer pedagogo ambiental Simón Rodriguez: “o inventamos o erramos”. “Desde el pensamiento ambiental vamos a inventar lo nuevo para deconstruir lo sabido y dar una compuerta para que aparezca el saber que ha sido negado que es el saber que esta fortalecido por la concurrencia de la filosofía de los pueblos originales”, dice Carlos Galano, referente del Pensamiento Ambiental Latinoamericano. Graciela retoma la idea y señala que es necesario “dejar de pensar con modelos ajenos. Tenemos que estar atentos a la formulación de la propuesta de la ley porque se trata de decir “ahora hablamos nosotrxs”, es importante que estén las voces de todos los sujetos que están atravesados por los conflictos ambientales”.
Jackeline es integrante de Jóvenes por el Clima, una organización que en Rosario nace en el 2019, que ya tiene distintas redes en todo el país y está formada por pibxs, estudiantes, que en muchos casos no superan los 20 años. “Si esta ley se aprobó es mérito de las organizaciones y creemos que es una muy buena ley porque plantea la necesidad de que la educación ambiental sea abordada en las escuelas donde muchas veces es esporádico o depende de la buena voluntad de un docente”, destaca Jackie, estudiante de la licenciatura en Biotecnología.
Al igual que Taller Ecologista, desde Jóvenes por el Clima también marcan la falta de otras leyes que son urgentes para frenar el avance extractivista en la región. “Creemos que es importante la educación ambiental pero también es importante atender las problemáticas actuales que hay y no se sancionan otras leyes que están cajoneadas”. Además, suma otra preocupación que tiene que ver con la implementación de la ley y compara lo que ocurre con la ESI en las escuelas, donde tanto se lucha por su efectiva implementación y real presupuesto. “Hoy estamos en la etapa de definir los contenidos y articular, pero abogamos a que realmente se pueda incluir en las políticas educativas la educación ambiental, la ley es muy buena, el problema después es cómo se implementa”.
Construir pensamiento crítico sobre lo ambiental implica modificar formas de abordaje. Para Graciela, en las escuelas, los temas suelen tratarse de forma aislada o desde una perspectiva más centrada en las ciencias naturales. Ella sostiene que es imprescindible analizar las responsabilidades, las causas de los diversos conflictos y escuchar las voces de quienes habitan los territorios. Menciona un ejemplo: “en el tema de la basura en general no se suele considerar que todo ese volumen que se genera es consecuencia de prácticas vinculadas a un modelo de consumo determinado”. Hay que hacer un abordaje político – pedagógico, ideológico, epistémico, construir una “mirada interdisciplinar, transversal, integral” que incluya, plantea la docente, otros recorridos metodológicos.
Claudia Costinovsky de Taller Ecologista habla de la distinción entre dos tradiciones de la educación ambiental: una profundamente crítica del modelo de desarrollo y otra educación “para el desarrollo sustentable que no hace cuestionamientos de fondo”. Y comparte la misma mirada que Graciela: “Hay acciones de educación ambiental en las escuelas pero una muy insuficiente politización de la educación ambiental. Esa es la responsabilidad que tenemos las organizaciones sociales como educadoras ambientales: intentar llegar a lxs docentes, a las escuelas, para permear esas acciones”.
Es así como Taller Ecologista viene realizando una serie de producciones sonoras que tienen como objetivo ser herramientas pedagógicas o dispositivos para trabajar en las escuelas, en sus distintos niveles. En el marco del proyecto Humedales sin Frontera, produjeron el primer radioteatro sobre el río y las islas destinado a las infancias: Araí y el Carpincho. Un proyecto musical y sonoro que a través de 5 capítulos aborda la temática de los humedales, su importancia en nuestras vidas, su riqueza natural, legado cultural, los pueblos originarios que habitaron la zona y las formas de vida actuales. Además, el proyecto incluye recursos pedagógicos destinados a trabajadorxs de la educación.
“Las voces, los sonidos ambiente y efectos sonoros, la música, llevan a cada oyente a recrear personajes y escenarios que hagan posible el proyectarse como protagonistas. Toda la música elegida está enmarcada dentro de los ritmos litoraleños (chamamé, polca, chamarrita, rasguido doble) y cada canción se relaciona con el capítulo al que acompaña”, cuenta Florencia Ruiz Ferretti, productora general del radioteatro.
Abrir otros sentidos: esa es la propuesta que hace Taller Ecologista a través de los radioteatros sonoros pero también de los Podscat que acaban de presentar, esta vez dirigido a jóvenes y adolescentes. “La voz del río” también indaga y profundiza en la riqueza de los humedales, en el deterioro y en la urgencia de su preservación. En estas producciones sonoras, es Candela -un personaje de ficción de 18 años- quien comienza a interesarse e investigar sobre el tema. Así, mediante entrevistas se encuentra con la mirada de especialistas, activistas e isleñxs. También indaga a través de videos, lecturas y canciones que hablan del río y de la delicada situación por la que hoy atraviesan sus ecosistemas.
Cada capítulo tiene una duración de entre 16 y 20 minutos y sintetiza gran cantidad de contenidos que pueden ser profundizados en el espacio escolar. Desde Taller Ecologista acercaron el material a los gremios Amsafe y Sadop, como también al Ministerio de Educación de la provincia de Santa Fe.
Otro material que apuesta a la escucha y a la construcción de otros relatos – son los Podscat realizados por Taller Flotante, Río Feminista y Orilleras: 3 capítulos donde las protagonistas son las voces de las mujeres del territorio de islas: “Nos encontramos con otras mujeres, nos miramos, nos escuchamos, dialogamos. Nos reconocimos entre nosotras. Nos percatamos de que ese territorio líquido que es el Río Paraná une a cada mujer con su relato particular de vida. Existencias llenas de estrategias para vivir, cuidar a otras personas y producir; vidas particulares que se tejen con otras y forman una red de memorias colectivas, una trama que se teje en particular y se refuerza en colectivo”, señalan sus realizadoras.
De eso se trata, apunta Claudia y destaca una palabra clave: reterritorializar, es decir, historiar los conflictos, identificar los actores que intervienen en un territorio con sus lógicas, conocer los marcos normativos, trabajar con la memoria de los mayores y otras memorias “que ya han sido escritas para poder advertir el dinamismo del ambiente. Porque si historizamos vemos que la condición actual no es la única condición posible del ambiente”.
“La gran pregunta en la educación ambiental es cómo se construye el sentido de lo común, la educación ambiental es una práctica social crítica que se funda en una ética del bien común”
En esa línea también trabaja la Cátedra Abierta de Soberanía Alimentaria que se dicta en la Escuela Agrotécnica de Casilda. “Desde el diseño curricular intentamos pensar la educación ambiental en un contexto donde incluyamos otras miradas como la agroecología, otros modos de producción y de consumo. Proponemos actividades formativas que sensibilizan respecto a la soberanía alimentaria y cualquiera puede participar. No estamos sembrando semillas y cultivos sino eventos transgénicos por eso, también promovemos el intercambio de semillas. Es imprescindible pensar en la crisis alimentaria y revisar qué, quién y para qué estamos produciendo. Desde la Cátedra libre instalamos el interrogante, la presión de la pregunta”, explica Graciela Mandolini.
“La gran pregunta en la educación ambiental es cómo se construye el sentido de lo común, la educación ambiental es una práctica social crítica que se funda en una ética del bien común”, plantea Claudia. Y esa construcción no puede estar desvinculada de la afectividad; de la posibilidad de construir otros mensajes que inspiren a un cambio sobre cómo habitar las escuelas y a partir de allí, como habitar otros espacios por fuera del ámbito escolar.
En definitiva, poder imaginar otro mundo, uno que merezca ser preservado. Porque la imaginación, dice Claudia, es un acto de resistencia.