Urdimbre Digital es el nombre del proyecto que realizó Nodo Tau a finales del 2020 con un grupo de 17 mujeres vinculadas al ámbito de la docencia, el arte y las organizaciones comunitarias. «Creamos este espacio de encuentro entre mujeres para juntas desarrollar una investigación acción participativa desde tres ejes: el género, las tecnologías y la pandemia».
Urdimbre: tejido, telar, hilado. Conectar redes. Tramar colectivamente.
¿Cómo hacerlo desde una perspectiva socio-digital? Tres integrantes de la asociación civil Nodo Tau -Carolina Fernandez, Florencia Roveri y Cecilia Di Santo- se propusieron, a través de encuentros virtuales, realizar una “investigación acción participativa” con un grupo de mujeres vinculadas a distintas disciplinas. Así nació el taller “Urdimbre digital” que se realizó durante los últimos meses del 2020 y contó con el apoyo de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC). El disparador inicial fue la pandemia por el Covid-19. Preguntas, interrogantes, la necesidad de repensarlo todo.
“En los primeros meses de la pandemia comenzaos a encontrar trabajos, artículos, reflexiones sobre este tiempo. Fuimos haciendo esas lecturas y nos pareció importante compartirlas y también producir nuevas con las propias mujeres para poder difundir lo que íbamos viviendo en el transcurso de la pandemia. Nos entusiasmaba la idea de poder teorizar y revisar lo que nos iba sucediendo desde esas lecturas, a la luz de las propias prácticas y las propias vivencias y eso fue lo que quiso hacer el proyecto: invitarnos a mirar este tiempo desde nuestras expeiencias”, cuenta Florencia. “Pensamos en la posibilidad de articulación: mujeres – tecnologías – pandemia. Y desde allí, promover el armado de la urdimbre que colectivamente se teje con los aportes de todas, urdimbre con colores múltiples representando las diferentes dimensiones que nos atraviesan (emocional, familiar, político, laboral, social, cultural)”, aporta Carolina.
Reflexionar el uso de las tecnologías en un año pandémico fue uno de los principales objetivos del proyecto que estuvo enfocado en tres grupos de mujeres integrantes de organizaciones comunitarias, artistas y educadoras. El deseo era indagar el vínculo con las tecnologías en el ámbito doméstico, en lo que refiere a las tareas de cuidado, en lo educativo, en lo laboral o productivo y en lo artístico. En total, participaron 17 mujeres de diferentes edades y territorios. Conformar grupos de trabajo diversos también fue parte de la propuesta de Nodo Tau. “Fueron tres grupos reducidos de 5 o 6 mujeres cada uno. El proyecto implicó la realización de reuniones, fueron 2 encuentros vía Meet por cada grupo, y desde un marco teórico propuesto reelaboramos lo que se trabajó en los encuentros. Luego hicimos un plenario digital para socializar con los tres grupos lo que surgió en las reuniones. Y desde allí se generaron propuestas de trabajo para realizar producciones concretas, de manera colaborativa”, explica Roveri.
Las dinámicas fueron pensadas desde la perspectiva de la educación popular, una de los ejes fundamentales de las capacitaciones que desde hace 25 años realiza Nodo Tau. “Lo que buscábamos era poder repensar lo que estábamos viviendo colectivamente”. Generar ese espacio de reflexión, hacer la pausa y activar la escucha entre todas fue tal vez la esencia de Urdimbre digital. De esa escucha, y de esas palabras tejidas colectivamente, surgieron las producciones que aún están en proceso.
Cuenta Florencia que al comienzo propusieron algunos disparadores: la pandemia, los géneros y la tareas de cuidado, el trabajo, la tecnología y la brecha digital. Luego de los encuentros, las temáticas fueron recurrentes y aparecieron preocupaciones comunes tales como: el tiempo, la incertidumbre en relación al futuro y el vínculo con la tecnología pensada como desafío, posibilidad y dificultad.
Valeria es docente del profesorado de expresión corporal y danza y fue una de las participantes del taller. “Durante la pandemia transité mis prácticas de modo virtual. En el 4to año que cursé hice mis prácticas virtuales las cuales fueron positivas, porque logramos atravesar las pantallas, sentir que estábamos juntas con las alumnas. También trabajé ATR, fuí el nexo entre el alumno y la escuela, en el intento por vincularnos desde la escuela, ahí la tecnología no tuvo intervención. De hecho fue muy clara esa grieta que aparece entre distintas realidades sociales”, cuenta. Del taller, destaca la posibilidad de compartir experiencias con otras mujeres “porque aprendés de la otra” y también menciona el acceso a nuevas herramientas y aplicaciones que desconocía. “La palabra, la escucha, compartir, es lo que nos puede salvar. Me parecieron interesantes las propuestas de los encuentros. Me queda el disparador de armar una escena de clown, que propusimos, que es donde más me siento identificada desde lo artístico, y ya tengo en mente material para volcarlo y hacerlo arte”. Verónica también es docente y destaca sobretodo, el tiempo de reflexión durante el taller.
Por otra parte, cuenta Florencia, la pandemia puso en contexto otra problemática poco visibilizada: la brecha de género en el uso de las tics. “Para muchas mujeres la tecnología significó una herramienta de trabajo vinculada a la escolaridad, de vínculo con las familias, fue un momento en que hubo que aprender, tuvimos que utilizarlas. En los grupos había diversidad de experiencias, había mujeres que tenían un trabajo muy intenso con las tecnologías, y otras que mostraban cierta distancia o cautela. Aparecía también la mirada sobre lo invasivas que son estas tecnologías digitales, y también pudimos charlar sobre la cuestión de la violencia y la privacidad”.
Otra preocupación que surgió de los talleres tuvo que ver con la demanda laboral, la conectividad y el sostén de las tareas del hogar. Todo en un mismo espacio. Entonces, una de las preguntas se centró en relación a la «presencialidad». Acaso, “¿lo virtual no es presencial? ¿no estamos presentes, poniendo el cuerpo, cuando estamos trabajando desde la casa o en una reunión virtual? Estos interrogantes, dice Florencia, “surgieron en todo los grupos. En particular el grupo de docentes compartió esta problemática, desde el compromiso que implico sostener esa presencia, solo que en lo virtual aparecen otras mediaciones que son de las que nos tuvimos que hacer cargo en este tiempo”.
“Los talleres fueron espacios de mucho intercambio y participación. Los vínculos intrafamiliares, la adaptación a un nuevo mundo laboral, otro registro del tiempo, la sobrecarga de tareas, la omnipresencia de las tecnologías en nuestras vidas, el tiempo fueron algunos de los temas presentes en cada una de las instancias”, aporta Carolina. Una de las dinámicas proponía el trabajo con objetos vinculados a su trabajo cotidiano “Cada participante compartia en la reunión un objeto. Fue muy emotivo e intenso. Una mujeres del grupo de docentes propuso los “marcadores”, tan importantes para ordenar, señalar, marcar, en un tiempo tan caótico. Muchas metaforas surgieron. Titeres, ceramicas, cuadernos, computadoras, ollas, paletas de pintor, celulares. Una de las chicas propuso la silla. La silla con la que nos sentamos frente a la computadora. Fue muy interesante todo lo que surgió alrededor de este objeto. Pudimos pensar el cuerpo en relacion a la silla, el movimiento o la falta de él. Inspiradas en esa idea, en la plenaria hicimos un juego de la silla virtual. Nos movimos, bailamos, y a partir de distintas consignas jugamos desde las pantallas”.
Para Carolina Fernandez, el proyecto Urdimbre Digital “fue de mucha riqueza en términos de posibilidad de encuentro, reflexión y apuesta hacia adelante. Las primeras categorías propuestas se fueron transformando en ese intercambio con los diferentes grupos. Nos permitimos todas pensarnos, compartir los pensamientos y sobre todo las emociones con las que nos fuimos encontrando las mujeres, trabajadoras, docentes, creadoras, militantes sociales, en el tiempo de pandemia”.
Aunque los encuentros virtuales hayan culminado los últimos días de diciembre del 2020, la apuesta es seguir trabajando a partir de las reflexiones colectivas y en las producciones que serán difundidas en breve. El proyecto involucra además la sistematización y edición de la experiencia en un escrito final, una cartilla que recupere las dinámicas, los intercambios y la reflexión, para multiplicarlos en nuevas experiencias, poniendo en diálogo algunas categorías con la práctica de las mujeres y la experiencia de la urdimbre.