De las varias formas en que estamos deteriorando el ambiente, la generación de residuos es una de las más visibles. Las fotos de basurales, islas de plásticos flotando en el océano, pilas de objetos, bicicletas, computadoras en los basurales se han vuelto frecuentes. Para atender este problema, las estrategias más visibles son reducir la cantidad de residuos, reutilizar los materiales y reciclarlos. Pero hay más. “El mundo está roto y hay que repararlo”. Por ahí va la apuesta del Club de Reparadores.
[dropcap]E[/dropcap]l tiempo es ahora. El llamado a la acción se replica y amplifica todo el tiempo. La alarma indica que estamos dañando el ambiente a una escala que está cerca de volverse irreversible. La extracción de materias primas de la naturaleza, la contaminación de los recursos naturales, como el suelo, el aire y el agua derivada de la producción y la generación de residuos son las principales causas. Y de telón de fondo, la sociedad de consumo con prácticas culturales que agravan las tres (extracción, contaminación y residuos) a la vez. Prácticas cada vez más extendidas que optan por descartar y comprar nuevo mucho antes de lo necesario. Y prácticas también ancladas en estrategias productivas y comerciales que aceleran los ciclos de vida de los objetos, impulsando a las personas a tirar y volver a comprar más temprano que tarde.
Cuando de aparatos se trata, este modo de producción tiene un nombre: obsolescencia programada. “Una práctica habitual de la industria eléctrico-electrónica es la de limitar la vida útil de los productos y establecer de manera intencional una fecha de caducidad de un bien de consumo, que obligue al consumidor a renovarlo en tiempos cada vez más cortos” define el Manual de Gestión integral de RAEE recientemente editado, que aborda el análisis de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, también como fuente de trabajo decente en un modo de pensar un avance hacia la economía circular.
La obsolescencia programada se aplica en estrategias de las empresas como la introducción de “fallas y desperfectos deliberadamente, en la ausencia de repuestos, en la falta e información sobre cómo reparar”. Y tiene una variante psicológica o percibida, “motivada por la publicidad, la moda, el status (…) En este caso, los fabricantes suelen cambiar el diseño de sus productos cada cierto tiempo con el fin de provocar en los consumidores la sensación de que tienen productos antiguos y generar la necesidad de recambio”.
El problema en números
Según el último Monitor Global de Residuos Electrónicos en el mundo se generaron 56 millones de toneladas de residuos electrónicos durante 2019, 7,3 kilogramos anuales por habitante que son 21% más que en 2014. De no tomarse medidas se estima que esta cifra crecerá un 56% más para 2030, duplicando el monto en 16 años. Según el Observatorio Mundial de Residuos Electrónicos, en Argentina se generan anualmente alrededor de 8,4 kg de residuos electrónicos por persona, mayor que el índice mundial, y promedio en América Latina, debajo de México y Brasil en volumen de residuos, y de Chile y Uruguay en cuanto a generación de residuo por habitante.
Multiplicado por los 42 millones de habitantes que habitamos estas tierras, resultan en 360 mil toneladas de residuos electrónicos anuales. Más del 50 % se estima están en los hogares o pequeñas instituciones por no saber qué hacer con ellos. Solo un 10% a 15% llega a talleres de reparación y servicios técnicos, y del 5% al 10% se recicla con el fin de recuperar materiales. Un alto porcentaje termina en basurales o rellenos sanitarios, sin que se les aplique un proceso adecuado de reciclaje.
El daño que producen al medio ambiente radica en sus componentes y en cómo son tratados. Contienen metales pesados, como plomo, mercurio, cadmio y berilio, y químicos peligrosos como los retardantes de fuego bromados, que afectan el ambiente y la salud de las personas que los manipulan.
Así como aumenta el volumen de residuos y la gravedad del problema, también afloran iniciativas, emprendimientos, organizaciones que trabajan para atenuar este problema. Las formas más nombradas y promovidas de atender el problema de la generación de residuos para atenuar su impacto ambiental comenzaron siendo tres: reducir, reutilizar, reciclar. Las “3 R de la ecología”, se las llamaba. Hoy las enumeraciones llegan a 7 en este orden: rediseñar, reducir, reutilizar, reparar, renovar, recuperar y reciclar. Ahí en el medio, e irradiando para ambos polos de la secuencia, se ubica el verbo reparar que propone no solo extender el ciclo de vida de los objetos, sino también amplifica a otros aspectos sociales, económicos y culturales asociados con la reparación. Señalan quienes lo tomaron como bandera, que reparar reduce el impacto ambiental, estrecha vínculos sociales, recupera actores postergados de la economía y apuesta a un cambio cultural que recupera saberes, poniendo en cuestión el consumo y el descarte.
Apuesta a la reparación
“El mundo está roto. Reparémoslo” es la propuesta que difundió el Club de Reparadores el pasado 17 de octubre. Día en que además de celebrar la lealtad y recordar el acontecimiento fundacional del peronismo en nuestras tierras, coincidió este año con el Día Internacional de la Reparación. La efeméride es el tercer sábado de octubre, fecha promovida desde 2017 por la Open Repair Alliance, una unión de organizaciones de países europeos como el Restart Project del Reino Unido, el Repair Café Foundation de Holanda o iFixit de Estados Unidos, que promueven la reparación, comparten experiencias y denuncian la forma en que las grandes empresas desalientan y atentan contra estas práctica.
Cada año la convocatoria hace foco en un lema. En 2018 fue el “Derecho a Reparar”, un movimiento en crecimiento en Europa que denuncia estrategias comerciales que dificultan la reparación –incluso con denuncias judiciales de grandes empresas a reparadores– y reclama políticas que promuevan la extensión de la vida útil de los aparatos, asegurando el acceso a repuestos y a manuales y mejorando los diseños para la reparación y el reciclado. En 2019 el lema fue “Reparar el Clima. Reparar el Futuro”, en alusión al movimiento juvenil ambientalista que comenzó a visibilizarse durante este año. Y en este 2020 el lema fue “Reparar es Esencial” en relación a las tareas jerarquizadas en la pandemia.
“Estamos en un proceso de gran aceleración de la degradación del único hogar que conocemos en el universo. Nuestro modelo de producción y consumo para un crecimiento infinito en un planeta de recursos naturales finitos es insostenible. En un planeta roto, reparar es esencial”, expresaba el mensaje difundido por el Club de Reparadores, organización argentina que viene participando de este espacio.
En Argentina, en formato Club
El Club de Reparadores es una iniciativa que nace en nuestro país en 2015, promovida por la organización Artículo 41, “para reivindicar la cultura de la reparación, alargar la vida útil de las cosas, promover conocimientos y habilidades involucradas en la reparación y el cuidado y la cercanía como valor social”.
Artículo 41, por su parte es una organización que trabaja para desarrollar acciones y campañas para hacer más visible la reparación. En sus palabras, “creamos proyectos propios y también trabajamos en colaboración con organizaciones del ámbito público, privado y del tercer sector para diseñar e implementar iniciativas que promuevan un cambio hacia un paradigma regenerativo en un contexto de emergencia climática y ecológica”. Su nombre alude al artículo de la Constitución Nacional que se sumó en la reforma de 1994 y reconoce a todos los habitantes “el derecho a gozar de un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras”; pero también para establecer “el deber de preservarlo”. Entre sus proyectos se destacan, la campaña Ambiente Sano que indaga en las legislaciones de otros países, el encuentro virtual “Ciudades Comunes”, el “Juego de la vida útil” sobre economía circular y Cartelera B, sobre afiches tipográficos con mensajes ecologistas.
Encontramos que no solo podíamos evitar que algo se tire y rescatar su impacto ambiental porque ni siquiera necesita ser reciclado, sino que también podíamos poner en valor saberes culturales a una escala urbana de cercanía y con una ética del cuidado que se hacía cada vez más necesaria en un mundo sesgado por lo descartable.
“Trabajar sobre la reparación fue consecuencia de una decepción con el reciclaje. Después de haber trabajado varios años desde distintos espacios públicos, privados y organizaciones no gubernamentales sobre la promoción de las políticas de reciclaje y concientización ciudadana veíamos que todos esos esfuerzos eran necesarios pero no suficientes” define Camila Naveira, a cargo de la gestión de proyectos de Artículo 41. “Percibimos que dentro de la lógica de la prevención de residuos, la reparación era una estrategia que tenía un enorme valor que sentíamos estaba invisibilizada. Encontramos que no solo podíamos evitar que algo se tire y rescatar su impacto ambiental porque ni siquiera necesita ser reciclado, sino que también podíamos poner en valor saberes culturales a una escala urbana de cercanía y con una ética del cuidado que se hacía cada vez más necesaria en un mundo sesgado por lo descartable”.
El Club de Reparadores organiza principalmente eventos itinerantes a los que llaman también “clubes”, que se desarrollaron principalmente en barrios de Buenos Aires, pero también han convocado a reunión en Córdoba y en Bariloche. También tuvo una iniciativa en Rosario en noviembre de 2019. El objetivo de los eventos es reunir a personas que se dedican a reparar, saben cómo hacerlo y quieren difundirlo, con quienes quieren aprender o necesitan ese servicio. “Personas de todas las edades y ocupaciones intercambian saberes y herramientas con el fin de alargar la vida útil de los objetos y de fomentar la colaboración entre pares”.
El Club apoya la organización de los eventos con recursos como el mapeo de iniciativas, la recolección de información de reparadores locales y también de otros actores de la economía cercana. “El escenario es bastante fundamental” señala Camila. Los eventos se realizan en barrios al aire libre, pero también en organizaciones o instituciones que los deseen promover. “Los clubes son principalmente espacios públicos, y esto es un componente clave del proyecto. Los desarrollamos en parques, acercando a las personas, generando además un encuentro intergeneracional de gran calidad y cercanía entre vecinos. Esto es bastante fundamental en el espíritu del proyecto del Club”, define Camila.
Métricas llama el Club de Reparadores al registro numérico que mide su impacto: 64 eventos, 2976 objetos recibidos, 335 reparadores voluntarios, 3471 personas que participaron en los eventos, 22 ediciones independientes, 1934 objetos reparados, 5 desarrolladores de nuevos clubes y una tasa de reparabilidad del 65%.
“Los clubes son principalmente espacios públicos, y esto es un componente clave del proyecto. Los desarrollamos en parques, acercando a las personas, generando además un encuentro intergeneracional de gran calidad y cercanía entre vecinos. Esto es bastante fundamental en el espíritu del proyecto del Club”
Reparar y recuperar en modo virtual
Si bien en el contexto de la pandemia los encuentros se cancelaron, la organización siguió trabajando e impulsando otros formas de promover la reparación en forma virtual. En este tiempo desarrollaron los “Repara Fest», eventos por streaming en que se comparten tutoriales y sesiones de reparación sobre carpintería, costura, electrónica, reparación de bicicletas entre otros. Se hicieron en vivo y quedan disponibles en YouTube.
También fue durante la cuarentena, más precisamente en junio, que el Club de Reparadores realizó la presentación de un nuevo proyecto: la Guía de Reparación, www.reparar.org, una plataforma que registra en un mapa reparadores por rubros. Actualmente incluye principalmente información de Buenos Aires. “Es un directorio online que orienta los servicios de reparación y que busca hacer la reparación más accesible y sencilla, especialmente para acercarla a las nuevas generaciones”.
Para el Club de Reparadores convocar a las personas más jóvenes es una meta. “En una investigación que desarrolló Artículo 41 recientemente entrevistando a jóvenes encontraremos que tienen la intención de reparar pero no es un hábito que les resulte cómodo y ágil. Por eso también creamos la plataforma” comenta Camila. “El proyecto tiene como objetivo crear una red de reparadores que fortalezca el sector generando una mayor estabilidad laboral para sus integrantes al hacer visibles y accesibles sus actividades, al mismo tiempo que las promueve”.
El registro a la plataforma es voluntario y está organizado por rubros. “En ese sentido creemos que ahí la tecnología viene a ayudar, a promover, a fomentar y a acercar a un montón de reparadores a posibles nuevos clientes. Estamos empujando mucho este proyecto por eso. También la idea es que se puedan cargar ofreciendo sus servicios, personas que no puedan tener un local a la calle por una cuestión económica. Pero igual puedan ofrecer sus servicios a través de esta plataforma”.
Otro trabajo que realizan, también con eje en la tecnología digital, lo llaman “rep-rep” y consiste en el desarrollo e impresión de repuestos que ya no están accesibles y no es posible obtener en los mercados locales. Se modelaron e imprimieron en 3D durante los eventos y quedan disponibles para su libre descarga en Thingiverse.com.
Pensando en la tecnología, no como recurso para potenciar el trabajo del Club sino, en cuanto a la incidencia de aparatos informáticos a reparar, Camila señala que “dada su preeminencia, suelen haber en el Club muchas demandas y personas que se acercan para ese tipo de reparación. Incluso en la Red de Reparadores es el rubro más poblado. Hay muchos, y se abrieron muchos comercios nuevos en los últimos años, lo que no es tan normal en otros rubros de reparación”. Además suelen ser comercios o servicios llevados adelante por personas más jóvenes que la media en el resto de los rubros de reparación”.
Recuperar historias
Otro proyecto de este tiempo fue el lanzamiento de “Historias de Reparación”, una serie de cortos sobre reparadores realizados por el Club junto con la productora Simbiosis. “Los hicimos para conectarnos con la reparación desde el punto de vista de quienes trabajan de ella”. La presentación fue también virtual. Con estética intimista, los videos acercan historias, relatos y reflexiones de mucha profundidad.
“Me gusta esto de resolver” dice Romina quien heredó su oficio de reparadora de bicicletas de su abuelo. “Cuando viene una persona yo le tengo que explicar lo que hago. Necesito hacerlo. Reparar, saber hacerlo es la independencia, la libertad”. Autonomía es el título del corto dedicado a ella. “Reparar es una actividad tan creativa como fabricar” dice Leonel, reparador de violines, en Vínculos, su corto sobre la relación con los objetos. Inventiva se titula el corto sobre Andrés, reparador de equipos eléctricos. “Los objetos se rompen por la estructura general caótica del universo. No se sabe qué se va a romper y que no. Sí sí se sabe, eso es obsolescencia programada” define. “Me molesta que algo se rompa y se tire a la basura tanta cosa, tanta energía que hay en estos aparatos. Si no los puedo arreglar, los modifico. Tengo que evitar que lleguen a un relleno sanitario. Creo que esta generación se va a dar cuenta”, se ilusiona Andrés y comparte: “Cuando lo logro, me da mucha satisfacción y en ese momento el mundo se vuelve feliz”.
El diagnóstico y la propuesta del Club son claves. “Estamos en tiempos en los que son necesarias transformaciones para reformular nuestro sistema productivo y de valores. Necesitamos reparar el planeta aprendiendo a cuidar nuestros recursos naturales y humanos y tomando conciencia del impacto que tienen nuestros hábitos y decisiones”. La apuesta es esta: “La reparación es una de las estrategias de la economía circular. Al reparar evitamos tener que extraer nuevos recursos naturales y gastar la energía necesaria para fabricar un nuevo producto (en teléfonos celulares, por ejemplo, representa aproximadamente el 75% de las emisiones) evitando también la generación de estos residuos”.
“Estamos en tiempos en los que son necesarias transformaciones para reformular nuestro sistema productivo y de valores. Necesitamos reparar el planeta aprendiendo a cuidar nuestros recursos naturales y humanos y tomando conciencia del impacto que tienen nuestros hábitos y decisiones”
Si bien en este tiempo los eventos presenciales están postergados, las posibilidades de hacer siguen ahí. “No son lo mismo. Extrañamos la magia de los clubes que tiene que ver con lo presencial y compartir el espacio público sobre todo a nivel barrios. Y esperamos volver a esa dinámica” comenta Camila. Mientras tanto hay otras propuestas. Para celebrar el día de la Reparación el Club invitaba: primero, sacar el reparador que hay en vos, consultando tutoriales, a vecinos, amigos o familia; no tomes roto como respuesta”; segundo, impulsar eventos comunitarios de reparación y tercero, promover la reparación comercial, sumándote o sumando reparadores que conozcas al directorio para reparar (un poco) el mundo”.
Mucho por hacer en un mundo por reparar.