Las mujeres e identidades disidentes tienen un rol fundamental en la militancia cannábica. Son quienes proponen el desafío de instalar al feminismo como transversal a los debates y, sobre todo, como posicionamiento político desde donde repensar colectivamente las estrategias, la situación de clandestinidad, los roles de género, las opresiones, las violencias y los derechos vinculados al uso del cannabis y la salud de nuestros cuerpos. Voces, miradas, y los aportes del feminismo a la lucha por la legalización.
[dropcap]L[/dropcap]a militancia cannábica crece en todo el mundo y Argentina no es la excepción. Las organizaciones y personas independientes exigen al Estado un marco legal que les permita y reconozca el autocultivo, el uso y la tenencia de esta planta y sus derivados que tiene múltiples propiedades terapéuticas comprobadas y muchas más en estudio. El feminismo que, como sabemos, transforma todo lo que toca y nos abre preguntas y deconstrucciones nuevas, también atraviesa esta militancia y le devuelve una mirada diferente.
Soberanía sobre nuestros cuerpos
“En sus inicios de domesticación, que data del 3 mil a.C, la planta de Marihuana fue utilizada con fines alimenticios, terapéuticos, espirituales e incluso como producto manufacturado, pero la inquisición y el prohibicionismo han hecho desastres”, explica Sabrina Pimpinella, Psicóloga, integrante de AUPAC (Asociación de Usuaries y Profesionales para el Abordaje del Cannabis).
Esta historización nos introduce en un devenir de prohibiciones y control vinculadas al uso del cannabis para la búsqueda del placer, las prácticas culturales y como medicina. “La toma de posesión, el uso restrictivo y la desinformación son mecanismos estrictamente patriarcales, que someten e instalan un orden social. Las políticas públicas, leyes y reglamentaciones que criminalizan la sustancia y estigmatizan a les consumidores, tienen una impronta fuertemente marcada en los años 60 y luego en la década del 70 con la ola de gobiernos de Facto. El movimiento cannábico se presenta como movimiento disidente frente a las prácticas instituidas que reproducen modelos hegemónicos avalados por intereses económicos y, esta altura, no nos sorprenden las manos del patriarcado en el mercado. Por eso nuestra lucha se planta en recuperar la soberanía de nuestros cuerpos, de un cuerpo que habla y legitima los saberes que se han transmitido a lo largo de la historia, en este sentido hablamos de un fracaso de las guerras contra las drogas y exigimos una regulación del Cannabis en su múltiples usos y dentro de una mirada integral del paradigma de Salud.”
El movimiento feminista introdujo en la sociedad la demanda sobre la soberanía de nuestros cuerpos, “es un movimiento que te lleva a recuperar la posibilidad de pensarnos como sujetxs de derechos. En el uso del cannabis no podemos desestimar que un gran porcentaje de la población elige como tratamiento el uso de fitopreparados a base de cannabis, sea por el motivo que lo solicite. No es una opción negar, por lo que decidimos acompañar y fomentar estrategias y prácticas afines a las necesidades. Como agente de la salud incluimos el derecho a decidir sobre el disfrute y el placer, que es otra de las cuestiones que nos han quitado.”
Una paso histórico
En los últimos días el término “cannabis” volvió a los medios locales debido a la media sanción de la ley de abastecimiento de con fines terapéuticos lograda en la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Fe. Un avance histórico que, de aprobarse completamente, mejorará y ampliará la ley nacional 27350, la cual permite la investigación médica y científica de la planta y su uso – no su cultivo – únicamente para casos de epilepsia refractaria. La nueva ley establece la autorización a cultivar y conservar cannabis y sus derivados a toda persona que tramite una certificación provincial vinculada a un abanico amplio de enfermedades antes no contempladas.
“Somos las organizaciones y asociaciones cannábicas las que venimos trabajando arduamente en tema de cannabis. La ley provincial es un salto positivo para quienes consumen cannabis con fines terapéuticos. Transitar una patología es angustiante y doloroso de por sí, sumarle el temor y riesgo a robos y allanamiento por el hecho de cultivar realmente es un montón. Todavía queda mucho por trabajar y desandar, pero sin dudas estos pasos legales son un logro importante para la historia de liberación de la planta y del sufrimiento humano. Siempre estamos a tiempo de levantar un deseo de sus caídas y ponerlo a funcionar, y el autocultivo es uno de ellos”, cuenta Sabrina, quien desde hace un año y medio forma parte del equipo que trabaja con personas que se acercan a la Asociación con alguna situación, condición o patología y son tratadas con cannabis, mediante una red de cultivo solidario.
Esta ley también beneficiaría a todas aquellas madres que hoy utilizan cannabis como recurso terapéutico para sus hijos. Victoria Venturini se define como mamá cultivadora. Es madre de Juan Bautista de 5 años y Francesca, de 7. Dice que si la ley queda efectiva podrá cultivar para su hijo sin tener miedo de ir presa, “de que me allanen, de que me roben. Estamos muy lejos de nuestro objetivo pero, por lo menos, gran parte de los santafesinxs vamos a dejar de estar en la ilegalidad. Porque ya estamos cultivando, necesitamos sentirnos más protegidas. Yo como mamá tengo mucho miedo, ¿qué pasa con mis hijos si yo voy presa por cultivar y hacer el aceite para mi hijo?”
Como en otras luchas históricas de nuestro país son las madres las que protagonizan el reclamo, las que exigen protección estatal y velan por la salud y buen vivir de sus hijes. El rol histórico del cuidado se hace más visible que nunca. Ellas salieron de sus casas a poner el cuerpo, a discutir con médicxs, jueces y hasta con sus propios prejuicios. El uso de aceite de cannabis para ciertas patologías, de las cuales la medicina hegemónica no ha podido dar una respuesta, ya es un hecho. Con miedos y dudas se acercaron a la planta y al uso del aceite. Hoy se suman a la lucha por la legalización y poseen el conocimiento empírico que aun la medicina hegemónica y la justicia subestima y deslegitima.
Victoria cuenta cómo llega a vincularse con el aceite de cannabis: “fue a fines del 2017 cuando mi hijo, con 2 años y medio, empieza con estatus convulsivos de más de una hora de duración. Él nació con hidrops fetal y a los 10 días de vida tuvo un derrame cerebral, lo que le provocó una hidrocefalia. Todo esto dejó secuelas motrices y cognitivas. Cuando empieza con las convulsiones me dieron el número de AUPAC. En junio de 2018 me animé a sacar turno y empezamos a darle aceite y a cultivar. Ya Bauti tenía 3 años, ahora tiene 5. Las convulsiones a veces aparecen, pero con menos frecuencia y duran poco.”
Entre tantas dificultades, la medicina hegemónica también pone sus trabas: “cada vez que internaban a mi hijo se negaban a poner en su historia clínica que él consumía aceite . Por suerte ya hace más de un año que no lo interno porque todo lo hacemos en casa. Los médicos me decían que no había un remedio que lo cure, probamos de todo y cuando empezamos con el cannabis cambie de neurólogo porque el anterior no estaba de acuerdo con darle aceite. El nuevo neurólogo me apoya, hizo que yo me empodere del tratamiento de mi hijo y es uno de mis sostenes, junto a AUPAC. Mi hijo es un nene muy activo, camina, corre, salta, va al jardín.”
Carina Prieto es una de las madres que llevaron adelante el pedido de amparo ante la justicia para poder cultivar, sin ser perseguidas y criminalizadas, para su hijo Juan Cruz que hoy tiene 10 años. Ella también describe su experiencia de acercamiento al cannabis como uso terapéutico: “llego al aceite y al mundo de la planta en la desesperación. Fue porque toda la cuestión médica, todo lo que había que hacer y veníamos haciendo no daba resultado. Todo era para que mi hijo estuviera tranquilo y no para que estuviera mejor. Por eso, a través de una amiga que me comenta lo del aceite de cannabis, me fui encontrando con gente y decido darle. Desde ese minuto yo siento que las plantas transformaron no solo la vida de él sino también la mía. Empecé a ver mejoras que en otro lugar no la habíamos encontrado: bajar su ansiedad, poder compartir una mesa, poder charlar, poder tener una conversación más de ida y vuelta. Eso lo consigo a través de la planta. La relación con el médico siempre fue compleja porque una no puede compartir su saber empírico que es el de estar todos los días con el niño y saber qué mejoró, qué no mejoró. El saber del médico es la última palabra y a veces no es tan así. Hoy la relación con la medicina está más abierta. Una puede sentarse y hablar un poco más libre, pero cuando arrancamos con esto no era así.”
A través de una amiga que me comenta lo del aceite de cannabis, me fui encontrando con gente y decido darle. Desde ese minuto yo siento que las plantas transformaron no solo la vida de él sino también la mía. Empecé a ver mejoras que en otro lugar no la habíamos encontrado.
Otra vez fueron las mujeres las que realizaron el largo camino para conseguir el amparo judicial y seguir produciendo legalmente los aceites que sus hijos e hijas necesitan mediante el autocultivo. “Representamos a un montón de mujeres que luchan, que se levantan todos los días y que tratan de mejorar la salud de sus hijos y la calidad de vida de toda una familia. Mujeres que decidimos poner el cuerpo y la cara para decirle a un juez en lo federal que estamos plantando, que estamos cometiendo un delito, que nos de un marco legal o vamos presas”, concluye Carina.
Feminismo en todas partes
El Frente de Organizaciones Cannábicas Argentinas (FOCA) se forma en el 2017 con el objetivo de luchar contra la criminalización y persecución de usuarixs y cultivadorxs, promueve prácticas de autocultivo y propone, junto con sus más de 30 organizaciones en todo el país, el debate público por una nueva legislación del cannabis. Desde el 2018 deciden sumar dentro del Frente una comisión de Género porque “fue necesario llevar la problemática que vivimos todes en la sociedad hacia adentro de la organización. También, por cómo afecta la política de drogas a los géneros. Hay una realidad que siempre tratamos de visibilizar: somos las mujeres, los feminismos, las disidencias usuaries de cannabis las que siempre, más allá de ser perseguides por la ley penal como todo el mundo, cargamos con una cuota más de estigmatización por el uso de una sustancia ilegal en nombre de la libertad, la soberanía, el empoderamiento, el goce y el placer”, explica Nermi Zappia, miembra de Mujeres y Cannabis en Argentina y presidenta de la Asociación Cultural y Club de Cultivo Cannábico Jardín del Unicornio.
La mirada feminista sobre el consumo de cannabis es una construcción colectiva que se actualiza todos los días y no puede dejar de ser, también, interseccional. Es decir, tiene en cuenta otras opresiones que se relacionan entre sí y no pueden analizarse por separado. De esta manera, Nermi trae a la luz la realidad de las mujeres en situación de encierro “que en la jerga le dicen mulitas pero algunas organizaciones usamos otro término que viene de un estudio que realizó el doctor Alejandro Corda, de la Asociación Civil Intercambios, que es “envases humanos”. Es un término interesante donde se puede reflejar exactamente cómo son utilizadas muchas mujeres para transportar sustancias ilegales, que muchas no saben ni siquiera qué están transportando, que son monoparentales y hay un alto porcentaje de migrantes”.
Hay una realidad que siempre tratamos de visibilizar: somos las mujeres, los feminismos, las disidencias usuaries de cannabis las que siempre, más allá de ser perseguides por la ley penal como todo el mundo, cargamos con una cuota más de estigmatización por el uso de una sustancia ilegal en nombre de la libertad, la soberanía, el empoderamiento, el goce y el placer.
Sobre esta misma problemática, Karina Stechina, representante de AUPAC y Mujeres y Cannabis en Argentina dice que las mujeres son las víctimas silenciosas de la fallida guerra contra las drogas. “Estas mujeres se encuentran en posiciones de alta vulnerabilidad, la mayoría son los pilares económicos de sus familias, las cuales se ven fuertemente afectadas, a veces en situaciones de pobreza o al cuidado de niñxs o ancianxs. A ellas les caen grandes penas sin ser una amenaza para la sociedad, son detenidas por llevar a cabo tareas de bajo nivel en el negocio del narcotráfico, pero de alto riesgo, son correos humanos, son fáciles de reemplazar, cae una y ponen a otra y todo sigue igual, su detención no tiene ningún impacto en el tráfico de drogas. La prisión sólo las envuelve en un círculo delictivo, de pobreza y violencia muy difícil de salir, reduciendo sus posibilidades de conseguir empleo legal al salir en libertad.” Y aporta un dato fundamental: “a nivel nacional, la cifra de mujeres detenidas continúa en aumento: según el informe más reciente de la Procuraduría Penitenciaria de la Nación (PPN) sobre las cárceles, en los últimos 15 años y en todas las prisiones del país, se elevó un 50%. El 44% de las causas son por tenencia simple o consumo personal.”
Ante la prohibición, autocultivo
Una respuesta posible y responsable a este panorama que se presenta como desolador y complejo, es el autocultivo. Nermi dice que “cuando hablamos de que cultivamos, lo hacemos primero para no contribuir al narcotráfico, para alejarnos de la violencia asociada, para obtener un producto de buena calidad o, al menos, saber lo que estamos consumiendo. Es una gran diferencia cuando adquirimos, por ejemplo, prensado que ya sabemos lo nocivos que son, la orina, los pesticidas, la formación de hongos, un contenido que no es para nada salubre y que no tienen nada que ver con la marihuana. El autocultivo es sin dudas la mejor herramienta que tenemos a nuestro alcance para empoderarnos en nuestro consumo y sobre nuestra salud.”
Una se encuentra doblemente atacada: por la criminalidad y por el Estado y las actuales leyes que no acompaña a usuaries sino, más bien, castigan.
Karina, por su parte, asegura que es “nuestro principal caballito de batalla. Si bien está el riesgo de ser allanadx, cuando unx compra se expone a muchos otros riesgos, y en los casos de las mujeres éstos aumentan, existen extorsiones a cambio de sexo, estafas, violencia, robos, etc. Y no se puede hacer nada ante la justicia. Una se encuentra doblemente atacada: por la criminalidad y por el Estado y las actuales leyes que no acompaña a usuaries sino, más bien, castigan.”
Deconstrucciones urgentes
El feminismo plantea que lo personal es político como herramienta que desarma las lógicas patriarcales que habitan en la cultura de los ámbitos privados y, también, los espacios de militancia. En este caso, la construcción colectiva de la militancia cannábica también es interpelada por deconstrucciones urgentes.
En FOCA, la comisión de Género va a presentar un protocolo para situaciones de discriminación y violencia en general; y discriminación y violencia de género en particular. “Un problema que tenemos dentro de las organizaciones cannábicas es que en muchas de ellas no existen las mujeres, no existen las disidencias, las personas trans. Entonces, el planteo es qué pasa dentro de las organizaciones cannábicas, qué pasa dentro del FOCA donde la comisión de comunicación tiene que estar corrigiendo el lenguaje inclusivo. Es una lucha bastante dura dentro de las agrupaciones porque los espacios realmente no se abren”, dice Nermi.
Y continúa: “además, tenemos que lidiar con micromachismos en las agrupaciones y ya hemos tenido situaciones de violencia. El año pasado, en el 2019, me animé a hacer una denuncia por discriminación y violencia de género hacia un compañero. Fue la primera denuncia formal que se hace ante el FOCA. Se resolvió -para no excluirlo, porque creemos que la deconstrucción es colectiva- ofrecerle que haga un curso virtual y gratuito en el INADI y se negó a hacerlo. FOCA decidió entonces que no puede participar en ningún tipo de actividad pero sigue siendo miembro de una organización cannábica y esta organización sí pertenece al FOCA. Las organizaciones cannábicas se tienen que empezar a plantear si quieren entre sus miembrxs personas que discriminen, que se violenten. Hay que empezar a visibilizar y dejar de encubrir. Empezamos siendo nosotras las locas, las exageradas, las susceptibles, las que estamos en esos días, porque eso es lo que nos han dicho. De hecho, antes de presentar la denuncia el año pasado, hasta compañeras me han dicho “¿estás segura?, ¿no te parece que exagerás?”. Entonces, hay que hablar también del machismo con el que hemos sido educadas las mujeres. Por eso, insisto, la deconstrucción es colectiva.”
La mujer que goza de su sexualidad, que goza de la sustancia, que goza de la vida es la peor vista y eso tiene una carga aún más pesada si esta mujer es madre
Derecho al goce
El consumo del cannabis es, también, recreativo. En un contexto de criminalización y clandestinidad, ¿dónde queda el derecho al goce y al placer elegido por mujeres y disidencias?
“A la marihuana cuando se la pone del lado del placer y del goce siempre está discriminada y mal vista, y más en las mujeres. La mujer que goza de su sexualidad, que goza de la sustancia, que goza de la vida es la peor vista y eso tiene una carga aún más pesada si esta mujer es madre: ¿cómo una madre va a gozar del sexo?, ¿cómo una madre va a gozar de las sustancias, va a consumir drogas?”, dice Nermi.
Para Karina Stechina, la lucha por un cambio de paradigma tiene un enfoque de derecho humanos “abordado desde la perspectiva de reducción de riesgos y daños”. Y culmina con una necesaria mirada acerca del placer y la soberanía del propio cuerpo. “Teniendo en cuenta el consumo adulto, responsable, recreativo y espiritual, la conexión con lo placentero también forma parte de nuestra salud mental, otorgando el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y consumos.”
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