Tres organizaciones comunitarias y educativas, el Centro Cultural Qadhuoqte en barrio Los Pumitas, la Escuela Ética de Nuevo Alberdi, y Poriajhú en Barrio Copello de Capitán Bermudez, afrontan con distintas estrategias los desafíos de este presente, conociendo las herramientas digitales con que cuentan pero también señalando aquello a lo que no están pudiendo acceder. ¿Cómo se vive hoy en estas comunidades la posibilidad e imposibilidad de acceder a internet? ¿Cómo pensar tecnologías de acceso autogestionadas como las redes comunitarias? Una forma alternativa y soberana de pensar el acceso a internet.
Cuando el 19 de marzo pasado el presidente Alberto Fernández declaró la así llamada cuarentena, de una día para otro el desafío pasó a ser encontrar recursos para resolver las necesidades de la vida cotidiana puertas adentro. El trabajo, la educación, los trámites, el entretenimiento. Sumado a la necesidad de comer, la higiene y la salud.
Temas recurrentes pasaron a ser la educación virtual, a través de qué plataforma, con qué aparatos, si el celular, la computadora, alguna tablet (si los hay), modos y consejos para el teletrabajo (si lo hay), o los trámites a resolver desde internet (si la hay). Mientras una agenda incluía la noticia de la baja de calidad en la transmisión de Netflix, por el aumento súbito de uso, había otra agenda que nombraba las brechas digitales que hoy todo lo impiden. Brechas, que hoy más que nunca trazan la línea entre lo que se puede y no se puede.
Circulan por estos días además estadísticas que miden estas brechas haciendo foco en diferentes aspectos. Un informe reciente del INDEC con datos del cuarto trimestre de 2019 señala que, en Argentina, 84 de cada 100 personas emplean teléfono celular y 80 de cada 100 utilizan internet, mientras que solo el 60 por ciento tiene acceso a una computadora. También en la provincia difundieron números que dicen que 30 por ciento de los hogares santafesinos no tiene acceso a internet (alrededor de 334.000) y que solo un 18 por ciento accede a una conexión de calidad. Este informe señala además que dentro de esta generalidad provincial hay dentro de las grandes ciudades zonas que no tienen ningún tipo de conectividad. En lo educativo también hay números que asombran: solo el 28 por ciento de las escuelas tiene una conexión a internet para uso pedagógico, es decir una internet que permite utilizar videos e interactuar, dato que jerarquiza la virtualidad desarrollado por las y los docentes que en breve desplegaron estrategias que están sosteniendo la educación de toda la población. También hay informes que hacen foco en la calidad y los costos. Por ejemplo un estudio señala que mientras en América Latina una conexión fija de calidad implica alrededor de un 5% de un salario medio, el mismo servicio en otros continentes como Europa representa el 1% de un salario.
Internet fue declarada como derecho humano en 2011 por Naciones Unidas, para impulsar que los gobiernos se ocupen de garantizar el acceso para toda la población ya que en ella descansan otros derechos fundamentales que se deben garantizar. En Argentina ya existía desde 1997 el decreto 554/97 que declaraba el acceso a internet de interés nacional, norma que luego fue incluida en la ley Argentina Conectada. De allí en más ha habido políticas públicas que promovieron la extensión de internet y el acceso a las tecnologías digitales con más o menor éxito: planes de conectividad, de ampliación de la red de fibra óptica, programas de alfabetización digital, de formación de docentes, de inclusión de la tecnología en el aula. El programa Conectar Igualdad fue de lo mejor que tuvimos, hasta que fue destructivamente desmantelado.
Mientras tanto, acá nomás, numerosos barrios no cuentan con los servicios y recursos de conexión mínimos para resolver necesidades cotidianas o los que tienen son bajos, tenues, de mala calidad, caros y restringidos a determinados usos.
Si bien es una falta que se venía señalando, en este contexto del aislamiento social preventivo y obligatorio se hace más evidente. Y son estos territorios los que, hoy más que nunca necesitan estas herramienta para resolver otros accesos que ya venían siendo de acceso restringido y que involucran también derechos esenciales como son la salud, el trabajo, la educación y también la información y la comunicación, recursos para transformar realidades donde el acceso, también a internet, sigue brillando por su ausencia.
El barrio Los Pumitas, con el Centro Cultural Qadhuoqte como una de las referencias de la comunidad Qom, la Escuela ÉTICA en el barrio Nuevo Alberdi, experiencia pedagógica llevada adelante por el Movimiento Giros y que se trata de la primera escuela de gestión social de la provincia de Santa Fe, y Poriajhú, organización referencia del barrio Copello en Capitán Bermúdez son espacios que trabajan diariamente por atender las necesidades de sus comunidades y que hoy afrontan con distintas estrategias los desafíos de este presente, conociendo las herramientas digitales con que cuentan pero también señalando aquello a lo que no están pudiendo acceder y que mejoraría sus realidades. ¿Cómo se vive hoy en estas comunidades la posibilidad e imposibilidad de acceder a internet?
Barrio Copello: hay solidaridad; internet, no hay.
Copello es un barrio en el margen del mapa de Capitán Bermúdez, margen descuidado por todos y cada uno de los gobiernos de estas tierras. Desde hace años el barrio reclama servicios básicos como el agua, la iluminación, el arreglo de las calles, la atención médica.
“¿Internet? No”, responde Norma Maidana. “Acá somos muy pocos los que tenemos Internet”. Norma forma parte del Centro Ecuménico Poriajhú, de reconocido trabajo en Copello con su mercado popular, su radio comunitaria, entre otros proyectos. Supo tener un telecentro comunitario también. “Desde el 2002 estoy en la organización. Hoy me encargo de la infraestructura pero en otros tiempo hice de periodista, hasta de movilera. En este tiempo solo la radio funciona, que se emite por aire y por internet pero como no pueden hacer los programas acá, los hacen desde sus casas” nos cuenta Norma.
“En Copello solo los más viejos tenemos servicio de internet. De la época en que vos pedías el servicio y te lo instalaban. Pero desde hace muchos años que la cooperativa que ofrece el servicio no hace más instalaciones”, retoma. La cooperativa, que es la única proveedora de servicios de internet en la zona, cuenta además con servicio de telefonía fija, alarmas y servicios sociales. “Además el servicio es caro y no es bueno, es lento. Pero no tenemos otra opción. Han hecho nuevos barrios acá cerca y a ellos sí les suministran internet y servicios, pero a Copello no”.
En el barrio tampoco hay telefonía fija. “También somos los más viejos quienes tenemos teléfonos comunes. El resto no tiene. Había unos teléfonos públicos pero los desmanteló la misma empresa”. Esta falta complica el acceso a otros servicios esenciales. “Para llamar a una emergencia, para llamar a un remise. Estamos alejados de la avenida, como 10 cuadras y de campo. Y está el tema de la inseguridad. Si tenes que llamar a una ambulancia de noche, no tenes a quien acudir. Es muy complicada la situación”.
Como en otras geografías en Copello la mayoría de las personas tiene celular. “Pero el tema es el crédito. Si no tienen tarjeta, ni el teléfono pueden usar. Y lo cargan de a poco. Tengo 50,100 pesos… lo cargo. Se termina y si no tengo plata no lo cargo más. Es lo que hace la mayoría de la gente”. Norma no tiene hijos en edad escolar, pero tiene un quiosco y allí escucha las peripecias de las mamás con las cosas de la escuela. “Las maestras se comunicaban con las familias y les mandaban las tareas por whastapp. La que no tenía crédito quedaba afuera. A la mamá que tenía crédito, se le consumía enseguida porque era mucho el material que les mandaban. Algunas mamás se desesperaban. Entonces algunas imprimen la tarea y se van hasta la vía, donde está la fotocopiadora, y dejan una copia ahí.Y ahí la buscan. Pero no todos pueden”. Y el panorama se endurece aún más. “Hay gente que precisa el dinero para comer y no tiene para hacer las fotocopias”.
En Copello tampoco hay computadoras. “Muy pocos hogares cuentan con una. Hubo una época, durante el gobierno de Cristina, que sí estaban las netbooks. En ese momento sí había chicos que se manejaban con las netbooks, pero después fueron para atrás. Todo para atrás”. Tampoco llegaron hasta el barrio los cuadernillos del programa Seguimos aprendiendo. Y Norma destaca que las autoridades locales tampoco ayudaron con eso. “Nadie piensa en los chicos. Ellos tenían la contención del apoyo escolar en Poriajhú, venían acá y las chicas los ayudaban con la tarea, pero ahora eso tampoco está. Y no todo los padres los pueden ayudar, porque algunos tampoco tuvieron la posibilidad de ir a la escuela”.
Las maestras se comunicaban con las familias y les mandaban las tareas por whastapp. La que no tenía crédito quedaba afuera. A la mamá que tenía crédito, se le consumía enseguida porque era mucho el material que les mandaban. Algunas mamás se desesperabas. Entonces algunas imprimen la tarea y se van hasta la vía, donde está la fotocopiadora, y dejan una copia ahí. Y ahí la buscan. Pero no todos pueden
Los contenidos educativos televisivos tampoco están a la mano ni son accesibles. Y allí también hubo un pasado de conversores digitales que pudo haber hecho su aporte. “Cable no hay, se cortó hace un año. Había mucho Direct TV pero la mayoría le dio de baja y hoy lo tienen como al celular: lo van cargando por un tiempo. Hoy, los que pueden comprarla, están buscando la antena común, y así encuentran algunos canales: los públicos, los abiertos, el canal de la república. Es eso o no tienen otra… posibilidad”. Norma demora el cierre.
Para Norma, una solución sería tener un acceso público a wifi. “En una plaza o en el dispensario, donde la gente, el vecino, lo pueda usar. Pero no hay nada”. La inscripción para acceder a los beneficios económicos que dio el gobierno nacional también fue un desafío. “Tuvieron que ir a algún lugar a donde le prestaron internet o tuvieron que cargar un poco la tarjeta. La mayoría lo hizo desde el teléfono pero también hubo vecinos que hicieron trámites a los demás. La solidaridad funciona acá. Si uno no entiende otro lo explica. Se toma el tiempo… y ahora tenemos más tiempo” acota. “También los chicos jóvenes, que con esas cosas tienen un poco más de habilidad, ayudan a los padres o a los vecinos”.
“Nadie se acercó a darnos una mano” reitera Norma. “La Municipalidad hasta hace poco estaba cerrada. Ahora abrieron, atienden muy pocas cosas pero a la gente no la atienden. Hay vecinos que quedaron por fuera de la ayuda que está dando el estado. Son vecinos que deben haber trabajado en empresas de construcción, se les cortó el trabajo y figuran como si hubiesen estado trabajando. Por eso no recibieron el dinero. Esa gente está por fuera de todo y hoy no tiene ni changas. Hay vecinos que casi todos los días vienen a preguntar si hay algo para hacer. Y la verdad es que no hay”.
“Problemas en el barrio hay montones, por decirte uno… no se terminan de hacer las conexiones”. Norma se refiere a la obra de instalación de agua potable que comenzó hace dos años, para la que rompieron lo que ya había sido reparado, “y había quedado muy bien”, se lamenta Norma. Hoy las calles permanecen rotas, inundadas e intransitables. “Afuera de Poriajhú parece un río. Puede haber un foco de dengue tranquilamente. No fumigan, no arreglan los caños viejos por los que sigue fluyendo agua. No estamos pidiendo nada del otro mundo. Arreglar los caños, cortar los yuyos, fumigar… Hay mucha gente en Copello. Y hay muchos chicos. A mi me interesan los pibes. Están totalmente desprotegidos acá en el barrio. Hoy hay un poco de hambruna. Sabemos cuales son los vecinos que están más complicados. Las compañeras consiguieron un poco de mercadería y la repartimos entre los que pudimos. Pero nadie nos viene a ayudar”.
Necesidades muchas. De conexión, también.
La ÉTICA (por su sigla Escuela Territorio Insurgente Camino Andado) en el barrio de Nuevo Alberdi es una escuela secundaria, impulsada por la Asociación Giros con la modalidad de escuela para adultos. Funciona desde 2011 y es la única secundaria de la zona.
En estos tiempos de aislamiento en el barrio se agudizan las necesidades, que ya eran –y hoy son más– numerosas. La escuela en este contexto también se ve afectada por todas las lógicas del aislamiento y desde allí repiensa su tarea. ”Lo que nos propusimos, y esto va cambiando a lo largo de las semanas, es mandarles algunas actividades o información en un grupo de Whatsapp que armamos por curso para, fundamentalmente, reforzar los vínculos entre ellos y también con nosotros. No estamos pensando en avanzar con ningún contenido temático. No nos parece que sea por ahí el camino a seguir en la escuela en estos tiempos de pandemia” nos comenta Karina Capobianco, profesora de Historia de la ÉTICA.
Para desarrollar cualquier estrategia social o pedagógica el primer problema que identifican es la conectividad porque en el barrio no hay conexión a internet. “En algunos casos hay celular. Pero no hay wifi y la carga es con tarjeta. Entonces no podemos –porque así lo decidimos– hacerles gastar todo el crédito con actividades de la escuela. El segundo problema, pensando en términos tecnológicos, es que quienes tienen un celular, no conocen mucho de los recursos que tiene el celular”. Karina piense en el uso de programas, aplicaciones, o incluso la cámara de fotos. “Los usan para enviar Whatsapps o ver Facebook, y en algunos casos Instagram. Las aprovechamos y también usamos esas redes para enviar información. Pero hay otro potencial que se está desaprovechando en esta tecnología”.
Otra dificultad, en algunos cosas, es recuperar el contacto. “Cambian de celular continuamente. Entonces el número que tenías hace un mes, ya no existe. Estamos viendo qué estrategia usar para recuperar esos contactos con los estudiantes”. Esto se dificulta aún más porque hoy la posibilidad de contacto se restringe a la conexión a través del celular. “Desde el centro de salud nos recomendaron a quienes no vivimos en el barrio que evitemos ir, justamente porque seríamos un factor de contagio. Hay allí una restricción más para nosotros los docentes”. Para acercar el material evaluaron también la posibilidad de recurrir a los contenidos en papel que distribuyó el gobierno nacional. “Pensamos que podía ser una alternativa, pero también desde el centro de salud nos dijeron que el papel puede ser portador de virus. También decidimos no hacerlo.”
Mediando la cuarentena habían logrado contactar a un 60% de los estudiantes. “Con el resto estamos todavía buscando medios y recursos. Para poder mantener estos vínculos de la mejor manera posible, dividimos a los estudiantes en grupos de 4 o 5 estudiantes por profesor para tutoriar y ahí el medio también es el celular. Con algunos, directamente por mensajes, pero con la mayoría es llamarlos, ver cómo están, qué necesidades tienen, por fuera de la cuestión escolar. Y en esos casos lo que vamos viendo no es nada nuevo. Son situaciones muy muy complejas, económicas y familiares, de muches de les estudiantes”.
Sobre el final de la charla Carina comparte una muy buena noticia. Del curso que egresó en 2019, un grupo de estudiantes estaba iniciando sus carreras universitarias, motivo de mucho orgullo para la escuela. “Ese grupo entró en el plan de becas de la Universidad Nacional de Rosario y está situación les permitió acceder a la distribución de módems portátiles que la Universidad entregó entre sus alumnos. De esa manera ellos pueden seguir sus carreras de manera virtual. Esto fue un notición para nosotros y una alegría enorme porque justamente el problema que tenían para seguir las clases virtuales de la universidad era la conectividad”.
Organización y herramientas
“Hoy la comunidad está tranquila. La gente no preveía esto, pero cuando empezaron a haber noticias, se asustaron. Hubo casos acá a cinco o seis cuadras y entonces tomaron conciencia, empezaron a tomar distancia, a usar barbijos, a no saludar en la mano. Realizamos muy bien la prevención. Eso es lo que está haciendo hoy la comunidad” inicia Oscar Talero, referente del Centro Qadhuoqte en el barrio Los Pumitas.
Para hablar de la comunicación de la comunidad Talero destaca el uso del celular, en especial las redes. “El WhatsApp es muy amplio. Acá en el barrio están los grupos y así empiezan a conectarse. La mayoría de la gente tiene teléfono y tiene esa red. Y el que no tiene, el vecino le comenta las noticias”.
El otro recurso prioritario del barrio es la radio, la FM Qadhuoqte. “Ha resultado de mucha importancia en lo que es educación y prevención”. La radio viene tomando impulso desde hace un tiempo y ha sido referencia en este tiempo de aislamiento por la experiencia pedagógica que ha desarrollado con las clase que da la maestra Mariana Segurado. “La gente que no tiene otros recursos, prende la radio y ya está motorizando la educación de su hijo. Y así logramos la comunicación, la información y la educación también”. Hoy la radio, además, ha ampliado su programación. “Estamos ofreciendo un espacio en la radio a compañeros que han quedado varados en la ciudad de Rosario porque no pudieron volver al Chaco. Como una forma de sostén para ellos en este tiempo, ellos hacen programas, se entretienen, se cuidan, y nos comparten cómo viven su permanencia en Rosario”.
La conexión a internet es un tema pendiente en el barrio, que ya ha pasado por varios estadíos. Hace unos años el Centro Qadhuoqte, con colaboración de Nodo TAU, logró equipar una sala con computadoras y realizaron una serie de capacitaciones que incluyó el desafío de lograr la conectividad. En el barrio hay una antena municipal que ofrece conexión wifi. “El mástil está en la esquina de la radio pero tiene un alcance de 20 metros” asegura Talero. “La conexión es muy baja y se deteriora con la ocupación que hay. Es muy limitada”.
Hace unos meses la comunidad concretó un convenio de colaboración y comenzaron a recibir como donación de un proveedor de internet de la ciudad, la conexión para la radio y para la sala de computadoras. Desde esta sala y con esa conexión, comenta Oscar, pudieron acompañar a gestionar el ingreso familiar que el gobierno otorgó. Silvana y Estela, también referentes del centro, ayudaron a las personas que se acercaron a pedir ayuda. Destaca Oscar los beneficios de realizarla desde una computadora. “Desde el celular es posible, pero la computadora da otra posibilidad y otra comodidad. Quienes tenían conexión y sabían, pudieron hacerlo. Quienes no, venían al centro y las chicas los ayudaban. Esa fue la base del telecentro, lo hicimos para ayudar a la comunidad con estas cosas. Y la gente lo valora mucho”. Oscar también destaca el empeño de las chicos y chicas más jóvenes, que resuelven muy bien estas situaciones.”.
«Ahora estamos haciendo el reclamo formal. Mientras tanto está la solidaridad entre los vecinos, porque si uno tiene la conexión va y avisa, si traen alimentos, por ejemplo. La comunicación se da de esta forma. Y el que tiene conexión, es el que más información tiene”.
“Por suerte eso fue antes de que se corte internet”. Oscar nos cuenta que desde este fin de semana se quedaron sin conexión. ”Ahora estamos haciendo el reclamo formal. Mientras tanto está la solidaridad entre los vecinos, porque si uno tiene la conexión va y avisa, si traen alimentos, por ejemplo. La comunicación se da de esta forma. Y el que tiene conexión, es el que más información tiene”.
“La solución es ampliar la red de conexión a internet. Que el punto de acceso sea más amplio, que la señal sea más fuerte para que puedan conectarse todos los vecinos que no tienen internet”. “También nos haría falta una impresora porque hay cosas que nos cuesta resolver, para las copias de datos, de códigos, vendría bien. Pero la prioridad número uno es conseguir internet. Una mejor calidad de conexión también nos posibilitará difundir la radio por internet, para que llegue a otras comunidades, incluso hasta el Chaco. Pero mientras las condiciones de acceso sean las actuales eso no será posible. La radio en línea está en proyecto”. En Los Pumitas, el entusiasmo de quienes forman Qadhuoqte sigue andando en el camino de los sueños. “Ahora que estamos terminando una nueva salita, podríamos conseguir computadoras, la impresora, y la señal buena y esa sería nuestra plataforma para avanzar. Tenemos la radio, tenemos el centro informático, tenemos la escuelita. Lo que nos falta es la señal buena. Estamos organizados. Nos faltan herramientas”.
Conectados en modo local
Desde la brecha que se conforma alrededor del derecho a la comunicación,, el reclamo recurrente es el acceso a internet en general o lograr una conexión más fuerte, de calidad, y a costos accesibles. También el acceso a dispositivos allanaría el camino. Sin embargo otro punto que pone en evidencia este intercambio es el modelo de acceso y consumo que se sostiene y amplifica. Y en ese recorrido, revisar los usos de internet que estamos haciendo, precisar la información que necesitamos ¿Qué necesidades estamos resolviendo con ella? ¿Dónde se encuentra esa información? Las respuestas invitan a definir la infraestructura de comunicaciones que precisa una comunidad para resolver sus necesidades concretas y para garantizar algunos de los derechos que hoy se juegan en la red.
Una forma alternativa y soberana de pensar el acceso a internet son las redes comunitarias, que hoy se extienden en experiencias en todo el mundo y también en nuestro país. Con estas redes es posible lograr una conexión a la red global, pero tambièn es posible consolidar una red local que comparta recursos para sostener esa conexión, y que también sea capaz de generar recursos propios de información y comunicación dentro de la red local para la resolución de problemas y necesidades de esta comunidad, en ocasiones incluso sin requerir el acceso a red global.
Existen en Argentina experiencias que concretaron este modelo en comunidades que carecían de conexión y resolvieron así sus problemas de acceso. La experiencia de la organización Altermundi, principalmente en localidades de Paravachasca y Traslasierra, con sede en San José de la Quintana, es una de ellas que se caracteriza por responder a una necesidad de acceso dificultoso por cuestiones geográficas. La experiencia del grupo Atalaya Sur en la Villa 20 en Lugano, provincia de Buenos Aires, también logró construir una red en un territorio periférico urbano, con grandes necesidades sociales, garantizando el acceso y recursos de información y comunicación para esa comunidad.
Nuestras redes, las de nuestros sueños.
En 2019 la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) desarrolló un curso para promotores de redes comunitarias para pueblos originarios, una formación en línea que duró un año e incluyó temas que abarcaron desde cultura y cosmovisión originaria y comunicación comunitaria hasta contenidos como electricidad y electrónica, redes informáticas, espectro radioeléctrico, regulación y legislación de las comunicaciones y modelos de sustentabilidad de proyectos de comunicación. El curso culminó con un campamento en la localidad de Cuetzalàn del Progreso en Puebla, México, que se realizó en febrero de 2020 y del que participaron además de quienes aprobaron el curso, numerosas organizaciones de México y de otros lugares que vienen apostando con diversos enfoques a modelos de comunicación comunitaria, autosustentables, que apuntan a fortalecer a las organizaciones que llevan adelante estos proyectos de comunicación.
El campamento se desarrolló en la Cooperativa Tosepan Titataniske (que en lengua náhuat quiere decir “unidos venceremos”). La Cooperativa también participó de la formación, para fortalecer sus propias herramientas de comunicación. Y en el marco del campamento se trabajaron tres de sus proyectos: la mudanza de su radio comunitaria, la instalación de una red de telefonía celular comunitaria y el desarrollo de una intranet comunitaria en la localidad de San Antonio Rayón, un poblado que no cuenta con acceso a internet más que con tarjetas muy costosas y una wifi pública en la plaza del pueblo.
El campamento acompañó a la comunidad en los primeros pasos de la instalación de las antenas y los routers para concretar una intranet que la comunidad utilizará para compartir un servidor local con información de interés para la comunidad, y recursos y aplicaciones como chat, servicio de llamadas y videollamadas locales y recursos para compartir documentos, que pueden utilizarse en forma local sin precisar la conexión a internet. Esta comunidad decidió que, para realizar sus sueños precisan estos recursos tecnológicos, que son buenos para la comunidad, especialmente para la juventud, pero que por el momento no desean la conexión a internet, al menos en esta primera instancia del proyecto.
Las redes comunitarias ofrecen la posibilidad de pensar un acceso autogestionado en el que la comunidad aprende sobre estas tecnologías, sobre su funcionamiento y sobre las posibilidades de adecuación de ellas para las necesidades de su comunidad.
El trabajo con la comunidad y la coordinación general del campamento fue realizada por Redes AC y Rizomática, organizaciones hermanas que cuentan con un sólido trabajo de acompañamiento de proyectos de comunicación en organizaciones de pueblos originarios en diferentes regiones de México y se han convertido en referentes del movimiento de redes comunitarias en el mundo.
Las redes comunitarias ofrecen la posibilidad de pensar un acceso autogestionado en el que la comunidad aprende sobre estas tecnologías, sobre su funcionamiento y sobre las posibilidades de adecuación de ellas para las necesidades de su comunidad. Este modelo también invita a pensar para qué precisamos estas herramientas, en qué forma colaboran con los proyectos de la comunidad, pudiendo revisar incluso la información que requerimos, la que consumimos, y la que deseamos producir, apostando la capacitación en el conocimiento técnico, regulatorio y operativo de estas tecnologías, logrando una mayor autonomía de la comunidad en la gestión y mantenimiento de estos recursos. Las experiencias de organización en Poriajhú, en la escuela ETICA y en la comunidad Qadhuoqte ponen en evidencia dificultades de acceso a recursos como internet que sí requieren de políticas públicas y regulaciones para garantizarles un buen servicio a estas comunidades. Pero estas comunidades, también, contando con las herramientas necesarias, pueden desarrollar proyectos y recursos para fortalecer las experiencias que ya vienen desarrollando.