Les integrantes de Gordura Estruendosa y Nicolás Cuello, uno de los autores del libro «Cuerpo sin patrones» opinan, en esta nota con enREDando, sobre los cuerpos políticos y las preguntas actuales del activismo gordx ¿Podemos ganarle a la reproducción del impulso violento y odiante que señala y aplasta los cuerpos no hegemónicos? ¿Estamos a tiempo de ensanchar el oído contra la estrechez de la mirada?
Ilustración: revista Oleada
[dropcap]U[/dropcap]n cuerpo es algo incómodo desde el momento en que se vuelve muy poco probable ajustarse, como si se tratase de un estuche, a los parámetros de belleza y consumo. ¿Pero qué se come en un cuerpo hegemónico, o qué hay que (dejar de) comer para entrar en la medida de lo deseable? Probablemente la existencia de cuerpos hegemónicos sea algo más cercano a una ficción. Puede que aún así, los cuerpos que habitamos -en toda su diversidad- digieran de algún modo los mandatos que construyen los ideales de un cuerpo que pueda eludir el desprecio, al menos en la superficie.
¿Acaso deseas sentir en ti todos los ojos?
En el artículo “El verano y las violencias sobre nuestros cuerpos” (Las 12, 17/01/20), Sonia Tessa apunta claramente a la construcción de imaginarios corporales con los que convivimos: “Un cuerpo deseable será un cuerpo flaco, y ni siquiera: la mayor parte siente que tiene algo para ocultar, para avergonzarse, para modificar. Es el mercado, es el capitalismo magro, es el patriarcado, todos unidos para condicionar el disfrute.” Pero a su vez, para ser deseable y disfrutar, hay que sortear una serie de vigilancias que se ejercen desde las miradas más ajenas hasta las más íntimas y afectuosas.
En relación a las condiciones irreales frente a las que se miden nuestros cuerpos, Nicolás Cuello explica que la expresión que da título al libro que publicó junto a Laura Contreras, “Cuerpos sin patrones” tiene que ver con “dar cuenta que toda corporalidad está sujeta a una macroestructura que genera cuerpos. También fue una forma de tomar la idea de trabajo sin patrón (como pasó con la lucha obrera de la fábrica Zanon) y reapropiarnos de la producción macropolítica de la corporalidad”.
Pero para poder reapropiarse de lo que nuestros cuerpos producen, así como de nuestros cuerpos como producción en sí, primero es necesario reconocer que somos vulnerables. Y la vulnerabilidad está, como señala Ale Benz “por un lado en la sexualidad, en el campo del deseo y por el otro en la patologización. De un mismo modo se construye una imagen de que lx gordx es indeseable, insalubre”. Ale Benz integra, junto a Lucre Galaxia y Sagas el colectivo “Gordura Estruendosa” en Rosario donde uno de los focos está puesto en las rondas de encuentro donde se politiza y se comparte la experiencia de encarnar una subjetividad gordx. En este espacio, en relación a la sexualidad, Lucre dice que “es muy fácil que la gente nos rechace por gordes. Se vive bastante atropellada la sexualidad y el género también porque si estas todo el tiempo muy preocupade por la imagen y tu cuerpo y si sos flaque y cuánto comiste hoy y las calorías y si fuiste al gimnasio o cosas así, es muy difícil. Aún con años de militancia sigue costando no sentir ese miedo”.
90-60-90, suman doscientos cuarenta, cifras que no hay que tener en cuenta
La sensación de que “les gordes somos hipervisibles y eso nos invisibiliza”, como expresa Nico, está presente. Entonces la tensión aumenta por un lado viendo en lx gordx todo lo que el prejuicio patologizante indica y por el otro negando todo lo que pueda sucederle a esa persona por fuera de su condición de gordx. “Si sos gorde es porque no haces actividad física o porque sos vago o porque te gusta comer y todas esas cosas asociadas a la corporalidad gorda. Me parece que tiene que ver con una cuestión moral del deber ser. Hay que ser flaco, hay que ejercitarse y si no, estas haciendo todo mal. Es muy violento y muy aburrido pensar la corporalidad de esa forma”, dice Lucre.
Según Ale “el amor propio, el empoderamiento es un punto de partida, pero no alcanza. Destrabar este camino no es un proceso individual”. Además siguen sin polemizarse algunos discursos como “el que aparece en los piquetes cuando se dice “no parece que tengan hambre”. Se supone que quien es gordo tiene la alimentación garantizada y no se cuestiona qué tipo de acceso a qué alimentos tiene. Se sobreentiende que el gordo es vago. Sólo quedan los bebés, sólo ahí la gordura es vista positivamente”.
“el amor propio, el empoderamiento es un punto de partida, pero no alcanza. Destrabar este camino no es un proceso individual”
Mirá la esencia, no las apariencias
En un ensayo de los años 80, “El fascismo del cuerpo”, María Moreno escribió que “el valor gorda hoy exige muchísimos menos kilos que antaño”. El ajuste define un modo de vivir siempre en un régimen económico y dietario en el que nunca se es lo suficientemente delgadx. Sin llegar al extremo esencialista de la canción de Aterciopelados (El Estuche) que viene subtitulando este texto, podemos preguntarnos cuáles son las apariencias que rechazamos que tienen que ver, como enumera Constanzx Alvarez Castillo en su libro “La cerda punk. Ensayos desde un feminismo gordo, lésbiko, antikapitalista & antiespecista”, con “este mundo occidental, capitalista, heterosexual, higienizado y patologizador” y quizá buscar la manera de “no solamente salir del closet de las tallas, [sino de] destruirlo”.
“las alianzas más necesarias son las trans, travestis, trans feministas para dirigirnos a una superación moral de la gordura y organizarnos políticamente”
Para Nico Cuello “hoy ese llamamiento tiene que ver con construir un movimiento de diversidad cultural contra el fascismo de la homogeneización de las diferencias corporales, trans, intersex. Sobre todo discutir el sistema de patologización, hacer esfuerzos materiales de deconstrucción de la hegemonía del cuerpo”. Para esto, Ale Benz habla de “ir hacia la visibilización”, ir a ocupar más espacios “no para ser consumidos, sino porque el espacio público no está diseñado para la diversidad funcional ni de ningún tipo y hay que pensar la visibilidad de las producciones culturales”. Así como recupera el aporte “intelectual, afectivo, crítico de Mauro Cabral”, Nico también destaca que “las alianzas más necesarias son las trans, travestis, trans feministas para dirigirnos a una superación moral de la gordura y organizarnos políticamente”.
Este pensar con otres se gesta a contrapelo de lo que se interioriza en una vida donde se ha recibido la marca subjetiva de la gordura. Sagas dice “a mi en la vida me han enseñado que yo no puedo hablar o confrontar. Tampoco puedo hacer pedagogía a gente random, nunca da fruto”. Explicar por qué un comentario gordofóbico molesta o es hiriente “sigue siendo algo que no tiene sentido. Aprendí a callarme para no hacer quilombo y a no callarme siempre que algo me interpela”.
No te dejes medir, no te dejes confundir
Siguiendo la idea de eliminar los patrones sobre los cuerpos, Ale cuenta que su sobrino de 7 años la vio salir con una carpeta en la que había escrito en letras grandes “Gorda”, donde llevaba el texto que iba a leer en el aniversario de la revista REA y, afligido, le dijo que ella no era eso. Quizá quiso decir que el no asociaba a su tía con lo que ya a sus 7 años la palabra “gorda” representa, “él ya sabe que es algo que no está bien y quizás ahí pude decirle que no estaba mal”. Por eso “primero tiene que haber un relato sobre estas vivencias, poder asumir el cuerpo propio como un error y modificar las pautas, alcanzar como revés una mayor autonomía corporal”.
Cuando les contó de Gordura estruendosa, les xadres de Sagas creyeron que se trataba de un “gordos anónimos” y cuando tuvimos esta charla tanto él como Nico venían de una consulta con médicxs. Sagas dice que “había decidido no pesarme, no darle importancia, pero ya me pesaron, ya me cuantificaron. La gente no te pregunta cómo estás”. Lo que sucede en la consulta pasa por encima, atropella, “el dispositivo médico clínico no escucha la trayectoria de nuestros cuerpos” dice Nico y algo de esto se traslada a la discusión sobre el activismo como parte de una “idea de espacio seguro porque después hay un golpe de realidad cruel. Nunca estamos seguros si la lógica de la organización política cultural es la patologización. Nuestros vaivenes anfibios públicos-privados están atravesadxs, esto no sólo se materializa en el sentido común, está conectado con las experiencias íntimas, las instituciones, las industrias del poder, las fábricas de la imaginación política capitalista tienen una aspiración magra”.
“el dispositivo médico clínico no escucha la trayectoria de nuestros cuerpos”
Sagas dice no ser tan optimista “creo que el activismo es una forma de resistir pero no de reapropiarse, yo nunca voy a tener el arma. En un sistema que se vive actualizando es imposible apropiarse, yo creo más en la resistencia”. Estas voces dialogan desde la experiencia y quizás para una existencia en resistencia, como la que plantea Sagas, sea necesario ejercitar otras cualidades, como la escucha para descubrir las voces interiorizadas que son, dice Nico “un eructo del capitalismo. La materialidad de la violencia existe. Deja de existir cuando la política y la cultura y públicamente la gordura no sea una enfermedad, sino una experiencia del cuerpo, una trayectoria que no se puede normativizar, donde no me acomodo a existir de un modo concreto”.
Si la gordura molesta a la vista, ¿será posible sacar los oídos del estuche que reacciona con fobia y odio a los cuerpos no hegemónicos? ¿Puede la escucha ser, como propone Nicolás, una experiencia corpórea frente a lo que carga y empaña la mirada?, “quizá la escucha tenga otro tiempo, una oportunidad de resonar de otra manera”. ¿Cómo imaginamos que sonaría el estruendo de la gordura? ¿Podemos ganarle a la reproducción del impulso violento y odiante que señala y aplasta los cuerpos no hegemónicos? ¿Estamos a tiempo de ensanchar el oído contra la estrechez de la mirada?
*Gordura Estruendosa invita a la primera ronda gorda del 2020: martes 25 de febrero a las 20 hs en Casa fractal, España 1858 (Rosario)