En el barrio República de la Sexta hay un club que tiene casi doscientos socios. Salsa, patín artístico, taekwondo, parkour y zumba son algunas de las actividades que llenan de vida el espacio. El espíritu familiar y la cuestión social son dos pilares sobre los que se levantaron los cimientos hace setenta y ocho años. Hoy, las raíces y los diálogos entre generaciones sostienen el encuentro barrial en este punto de referencia.
[dropcap]E[/dropcap]l televisor muestra el segundo gol de un partido que nadie mira. Más allá se presenta más convocante la charla entre amigos que están teniendo cuatro personas en una mesa, sentados en el lugar que el club tiene al aire libre, buscando el fresco de una noche que se anticipa calurosa. Más acá, Osvaldo Sopranzi -Presidente del Club Arizona- cuenta cómo empezó la cosa. En un ratito empezarán a llegar las mujeres salseras. Y la charla será interrumpida por distintos motivos: las que quieren pagar la cuota, los nietos que vienen a saludar a Osvaldo (dirá que la nieta es la socia nº 1.420), el bufetero que pasa y comenta algo, la profe que pide un par de sillas.
Cuando intenta responder cuándo fue la primera vez que pisó el club, Osvaldo mira para arriba buscando entre los recuerdos. Viaja en el tiempo. El club se fundó en 1941. – Uno de los fundadores fue mi papá, Federico Sopranzi, tres de sus hermanos y cuatro muchachos más-. Como el padre de Osvaldo era albañil, estuvo literalmente desde que empezaron a cavar los cimientos. Entre palada y palada, mientras pensaban qué nombre ponerle al club, pasó por la puerta el camión de los cigarrillos Arizona, cuyo diseño publicitario era blanco con una línea horizontal roja. De esa forma tan casual salieron el nombre y los colores del club. Detrás de Osvaldo se ve la franja roja horizontal que corta la pared blanca del club Arizona.
Originalmente el club empezó a funcionar en un local prestado en Riobamba 51 bis. Después, un tal Dota, empresario relacionado a la vitivinicultura, donó el terreno actual donde empezó a funcionar una cancha de básquet y otro terreno de enfrente donde funcionaba la sede social –donde jugaban al casín, al villar, al chinchón-. Como sólo llegaron a escriturar la parte donde estaba la cancha de básquet, cuando murió Dota aparecieron los herederos reclamando el terreno de enfrente. Por eso, la sede social tuvo que juntarse con la deportiva. Se levantó una pared y la cancha de básquet dejó de existir. Hoy, entre las mesas, todavía se ven las rayas divisorias de la cancha. Donde ahora funciona la Secretaría, antes había un escenario donde tocaban las bandas del momento. Durante los veranos, se hacían las fiestas de carnaval a las que iba todo el barrio. El club era el punto de encuentro: la referencia barrial.
En octubre de 2014 el club quedó prácticamente acéfalo. Por distintos motivos, las personas que integraban la comisión directiva no pudieron seguir. Osvaldo se hizo cargo junto con un grupo de jóvenes que veinticinco años antes habían sido sus alumnos de fútbol infantil. Cuando empezaron a trabajar en el club, se cayeron dos bloques del techo. Por eso, para evitar daños mayores, decidieron cambiarlo todo. Y así fueron haciendo con distintos rincones que necesitaban arreglos y reacondicionamientos. Compraron las chapas, las cabreadas, pintaron las paredes, cambiaron el portón y la instalación eléctrica.
Otra de las materias en la que se concentraron desde el 2014 hasta ahora fue la regularización del club. Después de dos años y medio pudieron completar todos los papeles para quedar al día. La personería jurídica, los balances, los libros de socios y de actas fueron algunos de los requisitos que tuvieron que cumplir.
Los lunes hay salsa, martes y jueves patín artístico y taekwondo, jueves parkour, miércoles y viernes zumba. Sobre la calle Riobamba, yendo hacia la Siberia, hay una cancha en la que practican fútbol femenino y masculino. Actualmente está abierto el trámite para que el predio de la cancha sea expropiado y se lo den al club en comodato. Osvaldo cuenta que cada tanto organizan torneos barriales. – La intención no es que sea rentable. Queremos que la gente venga y conozca lo que es el club. Un chico en el club es un chico menos en la calle-.
Diego Alberti, que ya pasó los treinta años, viene a Arizona desde que tenía cinco. Por eso sus relaciones se fueron tejiendo en torno al club. “Mi papá me dejaba acá y yo feliz de la vida. Era salir de la escuela y venir al club”. Desde hace tres años Diego participa en la organización y hoy está a cargo de la administración del bufet y de las actividades. “Trato de que venga la gente del barrio. Salimos a volantear. Queremos traer al chico al club”. Diego cuenta que en el club también funciona una copa de leche a la que vienen chicos de entre cinco y doce años. “Les enseñamos a hacer pan casero y hacemos actividades para que se entretengan. Es tratar de enseñarles lo que pasa acá y que vengan a jugar un rato. La idea es que esté todo el mundo acá adentro”. Diego se siente parte de “un grupo de amigos que está llevando a cabo una experiencia nueva”.
– Buenos días, buenas tardes, buenas noches-. Una de las salseras llega al club y quiere pagar la cuota. Osvaldo le cobra. Y el nieto del abuelo que alguna vez fue el hijo del padre fundador, viene a saludarlo y se va. Interrupciones propias de la vida del club de bario. – Llegaron las chicas de salsa- dice Osvaldo.
La comisión directiva está formada por nueve personas: presidente, secretario, tesorero, tres vocales titulares, uno suplente, un revisador de cuentas titular y otro suplente. La Honorable Comisión Directiva, así le dicen interna e irónicamente haciendo referencia a que nadie cobra y lo hacen por el honor, ad honorem.
Hoy Arizona tiene ciento ochenta socios. La crisis económica de los últimos años caló hondo en todos los ámbitos sociales y culturales. Por eso el club también se alquila para eventos. – Ese ingreso nos permite ir tapando impuestos y servicios-, cuenta Osvaldo, que explica el impacto de la crisis. “Si tenés un ingreso mensual y te aumentan la luz, el agua, el gas, los alimentos y demás, vas a dejar de lado el club. Es muy difícil cuando los ingresos del club se van en impuestos”. También explica que si bien la cuota social es baja y ese ingreso no garantiza el sostenimiento, tampoco pueden aumentarla por el riesgo de que los socios dejen de ir.
Osvaldo nació a media cuadra del club y sus sesenta años los vivió en el barrio La Sexta. Recuerda cuando los socios que eran hinchas de Central y de Newells se juntaban en Arizona y salían juntos hacia la cancha. En 1994 empezaron a organizar el fútbol infantil y llegaron a tener todas las categorías. La idea, más allá o más acá de la competencia, era que todos los chicos pudieran jugar. – El objetivo era que los chicos empezaran a tener sentido de pertenencia con el club, y lo logramos. Ninguno llegó a jugar al fútbol pero logramos que esos chicos hoy sean parte de la comisión directiva-. Osvaldo muestra las fotos de la última cena aniversario del club, eventos a los que van más de doscientas cincuenta personas. Señala a las personas vestidas de rojo, aquellos pibes que empezaron pateando una pelota y terminaron atajando los penales de la autogestión.
Patín artístico arrancó en la década del sesenta y varias de quienes estuvieron patinando en esos comienzos hoy son abuelas que llevan a patinar a sus nietas. El club hace dialogar a distintas generaciones y los relatos se van multiplicando.
También se van multiplicando los proyectos. Cuando Osvaldo muestra el plano que está pegado sobre la pared, dice que es muy soñador. La reforma que sueñan y proyectan en Arizona incluye baños y cocina nueva, una nueva entrada al club y la construcción de un entrepiso con una cancha de básquet.
“No es racional” terminará soltando Osvaldo después de varios segundos de quedarse callado, armando una respuesta sobre lo que implica organizar el club. “Es parte de mi vida”, dice y completa: “ves todas las raíces que tengo acá. La única explicación que hay es el amor que sentís por el club”. Para hablar sobre lo que simboliza Diego elige tres palabras que forman parte del himno de Arizona: amor, lucha y amistad. “La lucha tiene que ver con sostener el club día a día”.