Mientras en Bolivia se produjo un golpe de Estado que siembra una situación desgarradora para el pueblo boliviano y establece un antecedente muy peligroso para la región, repasamos algunos ejes claves que nos permiten entender el cuadro agudo de las venas abiertas de América Latina. ¿Qué pasa con las y los residentes bolivianos en Argentina?
Foto de portada: La Nación
Fue un golpe. Es un golpe. Será un golpe. Algunos analistas amparados en tecnicismos y otras personalidades políticas paradas en el negacionismo, recurren a una serie de eufemismos como dijo el canciller Jorge Faurie cuando habló de un “impasse” hacia un “gobierno de transición” o del rol de las Fuerzas Armadas para “garantizar la continuidad de la vida institucional”. También se han escuchado y leído algunas críticas sobre´los errores políticos de Evo´. Tal vez la situación más referida sea el referéndum de 2016 en el cual el 51,3 por ciento de quienes votaron lo hicieron por el no a la posible reelección. Sin embargo, a pesar de estos intentos, es fundamental que bajo ningún punto de vista se corra el eje de lo que está pasando en Bolivia: un golpe de Estado que destituyó a un presidente que tenía mandato hasta el 22 de enero de 2020 y que fue elegido por el 63,36 por ciento de la población.
Esta modalidad del golpe parece anacrónica, en contextos históricos regionales en los cuales las dictaduras de las décadas pasadas habían devenido en ´golpes blandos´, donde la centralidad no estaba ya en las Fuerzas Armadas saliendo a la calle sino en el entramado de los poderes económicos, mediáticos y judiciales. En este caso se volvió al viejo manual del golpe de Estado cívico-militar con posterior dictadura.
El 20 de octubre fueron las elecciones presidenciales en Bolivia. Antes de que terminara el escrutinio empezaron las denuncias de fraude. A las protestas de la oposición se sumaron huelgas y cortes de ruta. Las tensiones y la violencia empezaron a crecer en las calles. Los comités cívicos, con Luis Fernando Camacho a la cabeza, recurrieron a la persecución y cacería de dirigentes oficialistas, quemando casas, amedrentando y amenazando de muerte. En ese clima, Evo Morales accedió a la auditoría de la OEA (Organización de Estados Americanos), que evaluaría el desarrollo del proceso electoral. En su informe no se menciona la palabra fraude sino que se indica que ´se encontraron irregularidades, que varían desde muy graves hasta indicativas. Esto lleva al equipo técnico auditor a cuestionar la integridad de los resultados de la elección´. A partir de esta situación, Evo anunció que llamaría a nuevas elecciones y que renovaría la totalidad del Tribunal Electoral. Ese panorama era el que aparentemente calmaría las aguas porque supuestamente eso era lo que estaban exigiendo. Pero había otra exigencia: las nuevas elecciones debían ser sin Evo. Así lo necesitaba la derecha boliviana y Estados Unidos. Por eso, cuando se quedaron sin argumentos, dieron el golpe.
Exigieron la renuncia del presidente, quien sin opción terminó renunciando bajo el pedido de que no se bañaran de sangre las calles bolivianas. No contentos con la renuncia salieron a cazar a Evo, con una orden de detención de la que nadie se hacía cargo. Lo que circulaban eran frases impersonales: se declara, se exige, se impone, se informa. En estas demandas el sujeto estaba tácito, como si las órdenes fueran de la naturaleza o de Dios, tal como intentó plantear Fernando Camacho quien dijo que regresaría la Biblia a la Casa de Gobierno para que «Dios vuelva al palacio».
Edwin Inturias vive en Rosario y tiene un taller de costura. Nació en Cochabamba, Bolivia, hace sesenta años. Vino con su padre a Argentina cuando tenía ocho y la situación económica no los acompañaba. – Bolivia estaba muy mal en ese momento. Mucha gente se vino a Brasil, España y Argentina, que ha recibido casi un millón y medio de bolivianos en la época en la que aquellos señores se robaron todo-. Aquellos señores tienen nombre y apellido: Carlos Mesa, Gonzalo Sánchez Lozada. Dice que mucha gente vino y se quedó. Él, a los quince años, terminó el trámite de radicación. Aunque hace todo ese tiempo que vive fuera del país donde nació, va y viene constantemente. En Argentina tuvo cinco hijos pero en Bolivia viven su mamá, sus hermanos y el resto de su familia. Sus hijos siempre van de vacaciones allá para estar con los primos. “Vamos constantemente a Bolivia y estamos muy al tanto de nuestro país”.
Uno de los personajes políticos que nombra Edwin es justamente quien se presentó como principal candidato opositor en las últimas elecciones. Carlos Mesa tuvo una clara participación en el proceso que terminó destituyendo a Evo Morales. Fue él quien empezó a denunciar fraude, incluso desde antes de que ocurrieran las elecciones. Sus tuits lo dicen todo. Así se refirió al golpe de Estado: ´En el camino hacia la pacificación y la solución constitucional, la decisión de la policía y las FFAA de unir su esfuerzo para garantizar el orden y la tranquilidad del pueblo boliviano, es digno de aplauso. Eso es actuar con sentido de patria´. Lógicamente fue uno de los primeros en felicitar a la autoproclamada presidenta Jeanine Añez: ´Nuestro país consolida con su posesión, su vocación democrática y la valentía de una gesta popular legítima, pacífica y heroica. Todo éxito en el desafío que afronta´.
Patricia Mamani nació en El Alto, La Paz. Antes de emigrar a la Argentina, estuvo luchando con su familia contra las medidas de Gonzalo Sánchez Lozada, el presidente que en 2003 autorizó la intervención militar que terminó con la vida de al menos sesenta y tres personas que se movilizaban contra la exportación del gas de un país que proveía hacia afuera pero no hacia adentro. Sánchez Lozada terminó renunciando y en su lugar asumió la presidencia quien era el vice, Carlos Mesa. En 2005 Patricia emigró a Argentina buscando trabajo y un futuro distinto. Primero llegó a Rosario pero como tampoco conseguían laburo se fueron con su marido a Buenos Aires, donde estuvieron ocho años. Desde hace un tiempo vive y milita en el barrio Copello de Capitán Bermúdez y es referenta de la Agrupación Bartolina Sisa de Santa Fe.
Del golpe de Estado se enteró por las redes y por la familia que tiene en El Alto. La preocupación había empezado antes de las elecciones. Algunos discursos instalados desde los medios decían que Bolivia sería la próxima Venezuela. Patricia dice que la derecha invirtió mucho para llenarle la cabeza a la gente a través de las redes sociales. Por eso, sabían que intentarían perjudicar pero no imaginaban que sería de esta manera. Cuenta que una parte de la Policía es la que le dio la espalda a Evo.
Edwin también se enteró del golpe por las redes sociales. Lo primero que hizo fue llamar a su hermana y a su mamá para ver cómo estaban y preguntarles qué estaba ocurriendo. Le contaron sobre la desesperación, los saqueos, la discriminación callejera a ´la gente de pollera´. A los cruceños los llaman cambas, aquellas personas que siempre discriminaron a los collas de La Paz, Oruro, Cochabamba. Edwin recuerda que esa discriminación estaba naturalizada y que eso cambió con la llegada de Evo. Ahora el boomerang pegó la vuelta.
Fernando Luis Camacho, el ´Bolsonaro boliviano´ que terminó convirtiéndose en uno de los líderes golpistas desde la ultraderecha católica, encabeza la organización civil más importante de la zona más rica de Bolivia: el Comité Cívico Pro Santa Cruz. Además, forma parte de una de las dos grandes logias de la zona -Los Caballeros del Oriente- y junto a su familia integra el Grupo Empresarial de Inversiones Nacional Vida S.A., compañías vinculadas a los seguros, el gas y los servicios. Seguramente para Camacho fue imperdonable que Evo Morales haya nacionalizado los hidrocarburos. En una de sus declaraciones públicas, llamó a imitar a Pablo Escobar para anotar en una libreta los nombres de los traidores.
El odio racial, el fascismo y el revanchismo están servidos en la mesa. Por eso la imagen de Camacho entrando al Palacio Quemado y rezando arrodillado sobre una Biblia y una bandera de Bolivia. Por eso los miembros de los comités cívicos quemaron la whipala en lugares públicos. Por eso algunos militares se filmaron cortando la insignia de la whipala de sus uniformes. La violencia radica en el carácter pornográfico de la escena. No hay lugar para lo figurado. La literalidad del odio está en primer plano, no busca ocultarse. Esa impunidad manifiesta es el rasgo: hago lo que quiero.
Edwin dice que el campesino no soporta lo que están haciendo con la whipala, que pueden aguantar hasta un punto pero que cuando la gota rebalsa el vaso “les sale el indio”. Por eso, dice, lo peor que pudieron haber hecho es quemar la whipala, el símbolo de todos los pueblos originarios latinoamericanos. El enojo es mayor cuando el que prende la mecha es un policía. Edwin no quería que el campesino se levantara porque conoce las consecuencias. Su deseo era evitar un baño de sangre. Lo mismo que Evo quiso evitar cuando lo forzaron a renunciar. “Evo conoce a su campesino, él nació ahí y sabía lo que iba a pasar. Por eso trató de que no hubiera enfrentamientos”. Edwin también habla con conocimiento porque es de familia campesina, su mamá era ´de pollera´ y su papá vivía en el campo de Cochabamba. Muchas de las personas que en su momento tuvieron que emigrar buscando un poco de aire tienen los mismos orígenes. Cuenta que muchos volvieron desde que Evo asumió la Presidencia. Estima que del millón de bolivianos que había en Buenos Aires unos quinientos mil retornaron a su Bolivia natal.
Los índices macro y microeconómicos en Bolivia hablan por sí solos: según datos del Banco Mundial, el PBI de Bolivia tuvo un crecimiento sostenido en casi todos los años por arriba del 4 por ciento, con el pico en 2013 de 6.8 por ciento. La esperanza de vida pasó de 65 años en 2005 a 71 en 2018. En el período que va de 2006 a 2017, el ingreso anual per cápita pasó de 1.120 dólares a 3.130. En 2005 Bolivia era el segundo país con mayor nivel de deuda externa con el 52 por ciento del PIB. Para 2018, se convirtió en el séptimo país menos endeudado de Latinoamérica, con 24 por ciento de deuda. La pobreza extrema se redujo más de la mitad en la última década, pasando de 38 a 17 por ciento entre 2006 y 2017. La cifra de desempleo bajó de 8,1 a 4,2 por ciento durante el mandato de Evo. El salario mínimo era de 440 bolivianos y actualmente es de 2.060 bolivianos.
Cuando Evo Morales estuvo en Escobar, Patricia estuvo con él. También lo vio cuando luchaba como sindicalista cocalero y cuando Sánchez Lozada lo metió preso. “Evo para nosotros es todo. Es la reivindicación de las mujeres de pollera, de los pueblos originarios. Es el papá del pueblo humilde”. Cuando Patricia habla de Evo se quiebra, inevitablemente. De todas maneras sigue hablando. “Lo que le pasa a él es como si nos pasara a nosotros”. Recuerda que antes no se podía ver a una mujer de pollera sentada en una oficina. También se acuerda de un día en el que fue con su mamá a sacar un certificado y que cuando llegó una mujer blanca la hicieron pasar primero. Enumera algunos programas que Evo lanzó para las personas de la tercera edad, para los más chicos, para las mujeres solteras. “Antes no podíamos conseguir harina y no había estabilidad económica. Con Evo llegó el agua a los campos, el gas a domicilio, la luz”.
Edwin también se refiere al gobierno de Evo. “Hace trece años Bolivia se compuso. Ha progresado mucho y ha estado muy estable. Gracias a Evo Bolivia ha sido respetada en todo el mundo”. Patricia cree que hasta hace trece años la esencia de Bolivia estaba ocultada bajo tierra. Recuerda que en un pasado no muy lejano hacían los rituales de la pachamama en lugares escondidos. Dice que Evo sacó a la luz lo que es Bolivia, algo que la derecha no pudo soportar. “Los españoles nos dejaron la Biblia y se llevaron nuestras tierras y riquezas. Ahora están haciendo lo mismo”. Edwin refiere al lugar de la Iglesia como un partícipe necesario del golpe cívico-policial-militar-eclesiástico. “Los yankees utilizaron a la Iglesia para introducirse en Bolivia y hacer este golpe”.
A Edwin no le sorprendió el golpe de Estado, dice, porque tiene sesenta años y ha vivido los peores momentos del país cuando los militares también salieron a la calle. Cuenta que los que sí se sorprendieron fueron sus hijos porque al ser jóvenes habían naturalizado la situación de los últimos años.
Uno de los actores principales del golpe es Estados Unidos. Tomando el pulso de América Latina vemos que desde hace un tiempo nuevamente el imperialismo estadounidense posó sus garras sobre nuestra región. Edwin dice que los yankees tratan de usurpar lo que tiene América y que se había imaginado que esta situación podía ocurrir porque Bolivia tiene el litio. Patricia también habla del interés imperial. Su marido trabajaba en 2002 para una empresa de Estados Unidos que estaba en Potosí y que exportaba el litio.
Edwin dice que constitucionalmente Evo sigue siendo el presidente porque no está aceptada su renuncia en la Cámara de Senadores. Además, explica que quien debería asumir es la senadora Salvatierra, la primera vicepresidenta que no ha renunciado, pero cuenta que a ella no la dejaron entrar en el Senado y que de esa manera Jeanine Añez se autoproclamó sin quórum. Patricia entiende que Jeanine es un instrumento de la derecha que está haciendo lo que le dicen.
“Los medios de comunicación afines al MAS (Movimiento al Socialismo) han sido callados y no pueden salir al aire. Los celulares de los dirigentes están intervenidos. Es una cacería”, dice Edwin. Entre las cosas que los medios no están mostrando, Patricia menciona que en El Alto, bastión del MAS, cortaron el agua hace varios días. Los y las residentes bolivianas se juntan para darse fuerzas y para charlar sobre lo que les cuentan sus familias desde Bolivia. Los relatos que llegan son estremecedores. Les contaron que los comités cívicos entraron a las escuelas rurales y tiraron gases con los alumnos adentro; destruyeron los lugares donde se juntaban las mujeres de La Bartolina; y en El Alto hubo ataques aéreos.
“Bolivia está llorando y en Argentina los residentes bolivianos estamos desesperados porque no sabemos qué pasa con nuestras familias. Sabemos que los militares salieron a las calles y ya hay cerca de quince muertos”. A Edwin le duele mucho que su país esté pasando por estos momentos. “Estando tan lejos, al menos voy a salir a la calle a defender lo que es nuestro”. El próximo lunes habrá una jornada continental de lucha contra el golpe de Estado, que en Buenos Aires fue convocada por el Comité de Solidaridad con Bolivia y que se realizará con una movilización hacia la Plaza de Mayo.