Cuando decimos que lo personal es político, nuestro bienestar y salud, el agua que bebemos y el aire que respiramos, sin dudas también los son. Las luchas ecologistas están atravesadas por perspectivas feministas que cuestionan y visibilizan el efecto de las problemáticas socioambientales en la vida y los cuerpos de las mujeres
Por Laura Charro
[dropcap]E[/dropcap]n el año 2001, en Ituzaingó, provincia de Córdoba, un grupo de madres realizó un relevamiento de personas enfermas, casa por casa. Posteriormente presentaron los resultados a la Secretaría de Derechos Humanos y Medio Ambiente porque pudieron constatar un aumento en el número de casos de cáncer y de defectos congénitos en su comunidad. La hija de una de ellas muere a los tres días de nacer, con un riñón malformado. Se autodenominaron las “Madres de Ituzaingó”.
En la cuenca del río Matanza-Riachuelo, que abarca 14 localidades del conurbano bonaerense y la zona sur de la ciudad de Buenos Aires, un grupo de mujeres lucha por la salud y el medioambiente ya que 500 industrias contaminan el río y enferman a la población.
En el Cordón Industrial de la zona del Gran Rosario se siguen sumando denuncias por la calidad del medioambiente con casos de enfermedades complejas como cáncer, leucemia, malformaciones, abortos espontáneos, problemas de tiroides y respiratorios. Se atribuyen a las consecuencias de la contaminación del aire por fumigaciones con herbicidas como el glifosato y de las aguas del Paraná por desechos de industrias de la zona. Este año se realizó en Rosario la “Marcha de los Barbijos” contra la fumigación con glifosato. Una movilización que en noviembre del 2018 recorrió desde Capitán Bermúdez hasta San Lorenzo.
Sólo tres ejemplos de un protagonismo marcado de las mujeres en las luchas socioambientales de las últimas décadas. No es casual que sean ellas las primeras en detectar, por ejemplo, un malestar físico de alguna persona integrante de la familia, la contaminación en el agua que se consume en el hogar o en sufrir alguna patología grave.
“Las mujeres, por el rol de género que se nos asigna, estamos más ligadas a las prácticas de cuidado y somos las primeras en sospechar que en este sistema hegemónico algo no está bien, somos las primeras en salir a denunciarlo. En esas prácticas y en la mirada sobre ellas estamos siendo ecofeministas, porque denunciamos una problemática socioambiental” explica Flor Funoll Capurro, coordinadora del área de Ecofeminismo del Taller Ecologista de Rosario.
El Taller Ecologista es una organización local creada en 1985 que trabaja sobre diversas áreas vinculadas a las problemáticas socioambientales, basadas en la defensa y preservación del ambiente de manera integral, combinando los problemas sociales, políticos y económicos con el respeto por los derechos humanos.
Después del Encuentro Nacional de Mujeres en la ciudad, en el año 2016, el Taller Ecologista decide oficializar la mirada Ecofeminista como área de trabajo, fomentar la formación contínua, los encuentros, los debates y las lecturas abiertas a la comunidad. Un espacio donde aprender colectivamente y desnaturalizar prácticas, teniendo como horizonte la construcción de un feminismo popular, anticapitalista, antipatriarcal y ecologista.
Ecología y feminismo
El feminismo se cruza con el movimiento ecologista cuando pensamos en qué necesitamos para sostener y mantener la vida humana. En esta tarea es fundamental reconocer que todos los seres humanos somos eco e interdependientes y cobra fundamental importancia el rol de la mujer.
La ecodependencia consiste en que somos parte de la naturaleza, dependemos de ella. Es “reconocer que existen sistemas y equilibrios naturales que no los reconocemos como tales, que no son infinitos y se acaban. No podemos seguir con el engranaje que pone al mercado en el centro, en vez de a la vida”. Por otra parte, agrega Funoll Capurro, “la interdependencia es la lucha del feminismo; es reconocer que sin nosotras la vida no se sostiene, que si nosotras paramos no se puede seguir. Reconocer el trabajo doméstico, de cuidado. Si no ponemos en juego, además de ir contra el patriarcado, mirar este sistema capitalista que pone al mercado solamente en el foco de interés, nos estamos quedando sin una pata fuerte que nos está destruyendo.”
En el reconocimiento e identificación de las problemáticas ambientales, hay una interpelación inevitable. No es lo mismo el contexto de la vida en la ciudad que sus alrededores. “Nosotras acá en la ciudad abrimos la canilla y sale agua, nos movemos con total normalidad porque tenemos todos los recursos para hacerlo. Hace poco compartimos en el ciclo de Cine-debate con gafas Ecofeministas con compañeras que viven en el barrio Copello, en Capitán Bermúdez, dentro del Cordón Industrial, y cuentan las problemáticas de salud, del acceso al agua potable, de tener a pocas cuadras la incineración de residuos. Todos factores socioambientales que van directamente hacia la salud de ellas y al estilo de vida que tienen que estar soportando y resistiendo.”
Las mujeres son las primeras en salir a denunciar pero también son las primeras víctimas. Como señala la escritora y activista feminista Silvia Federici, el capitalismo es un sistema que ejerce el control y captura total sobre la vida y cuerpos de las mujeres. Nos hace extrañas de los procesos vitales, de la producción de alimentos. Todo ha sido colonizado. El Estado se apropia del trabajo reproductivo – de cuidado, doméstico que recae en la mujer- para sustentar al capitalismo y naturalizar la división sexual del trabajo.
«…el ecofeminismo viene a visibilizar las luchas de esas mujeres pero, a la vez, a denunciar que existe todo un sistema capitalista y heteropatriarcal que nos está explotando. Si no reconocemos al capitalismo como otro enemigo nos quedamos con una mirada sesgada.”
Como cuando hablamos de las consecuencia de la feminización de la pobreza en la vida y los cuerpos de las mujeres, lesbianas y trans; los problemas ambientales también nos afectan especialmente. Flor describe un panorama conocido: “las mujeres cobramos menos, tenemos que cuidar de niños, niñas y mayores; además de encabezar las luchas denunciando cuestiones ambientales. Entonces, el ecofeminismo viene a visibilizar las luchas de esas mujeres pero, a la vez, a denunciar que existe todo un sistema capitalista y heteropatriarcal que nos está explotando. Si no reconocemos al capitalismo como otro enemigo nos quedamos con una mirada sesgada.”
Los ecofeminismos no surgen de la nada: en latinoamérica son las luchas socioambientales de las mujeres las que han salvado territorios enteros de la explotación de las grandes empresas extractivistas. Procesos no sin consecuencias graves para sus vidas. Un caso emblemático de la región es el crimen de Berta Cáceres: mujer indígena, una de las defensoras de derechos humanos más conocidas en Honduras que defendió el territorio y los derechos del pueblo Lenca. En marzo de 2016, unos atacantes no identificados irrumpieron en su casa y la asesinaron.
Un Estado que da la espalda
En abril de este año, el Presidente Mauricio Macri dijo en una conferencia de prensa en la ciudad de Gualeguaychú, que el fallo por disposición judicial en Entre Ríos, el cual modifica las distancias de 100 a mil metros terrestres y de 500 a 3 mil metros aéreos las fumigaciones cercanas a escuelas y zonas rurales, era “irresponsable”.
Ante este posicionamiento propio de los gobiernos de derecha que dan más valor a engrosar los bolsillos de las grandes empresas multinacionales de alimentos y la agroindustria, antes que el cuidado de la vida de los sectores sociales más vulnerables del territorio con políticas públicas de calidad, la respuesta social es la organización.
“La salida es colectiva”, manifiesta Flor. Sobre todo cuando la vida en las ciudades se llena de individualismos: “la energía es un tema fundamental, pero es un tema del que no se habla y no está visible. Solo nos damos cuenta cuando nos cortan la luz. También la movilidad: las mujeres tenemos un problema con las lejanías por nuestros roles de cuidado, el transporte público no está adaptado o no tiene el alcance y frecuencia que debería tener. La iluminación y la arquitectura de la ciudad no está pensada para nosotras. Necesitamos un urbanismo feminista: cuestionarnos si en cada movimiento que hacemos, está adaptada la ciudad o no. También el tema de la alimentación: el supermercadismo, el consumo de alimentos superindustrializados, la publicidad permanentemente y que, muchas veces, las propuestas de la agroecología o el cordón verde de la ciudad no tienen un acceso real porque tienen un valor más alto que el producto hegemónico y los puntos de venta no están en toda la ciudad. Entonces, son necesarias las políticas públicas y realmente no es nuestra responsabilidad individual, el Estado debe hacerse responsable”.
* El Taller Ecologista invita al Encuentro Ecofeminista: “Lo Común en Cuestión. Miradas ecofeministas para construir una ciudad más justa y sostenible”. Tendrá lugar el sábado 24 de agosto, de 9.30 a 19 hs. en el Centro Cultural Parque de España.