En Puente Gallego, un barrio de la zona sudoeste de Rosario que limita con la localidad de Piñero, se muere la flora y la fauna. Quienes viven en esa zona se enferman sin saber por qué. Y mientras tanto, las empresas tiran sus desechos en los canales clandestinos que se conectan con el arroyo Saladillo. Un barrio donde no se puede respirar y una comunidad que pide a gritos seguir viviendo.
– ¿No viste las fotos de los animales muertos?- pregunta Carina Ríos con total naturalidad, como si la pregunta fuera cosa de todos los días. Es que en el barrio de Puente Gallego es algo cotidiano que se mueran los animales. Hace memoria, piensa, calcula mentalmente. “El año pasado murieron unos cien caballos acá”. Acá es el barrio, que nace en la calle Viejo Camino a Soldini y limita a un lado con la vía y al otro con el arroyo Saladillo.
El barrio fue fundado a orillas del arroyo por inmigrantes españoles que llegaron cuando era una zona de quintas. Hace memoria, piensa, calcula mentalmente. “Mi papá tiene sesenta y siete años y mi abuelo, que nació en San Genaro y vino en busca de trabajo cuando era muy joven, falleció hace como veinte”. Cuando el abuelo de Carina llegó al barrio sólo había un par de casas. Desde ese momento el barrio se fue superpoblando.
Unos mil metros para el lado de Soldini hicieron una cava que empezaron a rellenar con todos los residuos de la ciudad. En un principio fue la empresa “Nueve de Julio”, y después fue cambiando de firmas hasta llegar a lo que es hoy: dos montañas del tamaño del barrio. Tal como llegaban los residuos se amontonaban en la cava, sin ningún tratamiento ni separación. “Todo está enterrado ahí”, dice Carina, que en ese momento tenía unos quince años. Después de mucho tiempo lograron que cerraran la cava, relata Carina, que hoy tiene treinta y cinco.
Unos pocos años después de que cerraran el basural, arrancó la otra historia del otro lado del arroyo que separa el barrio Puente Gallego de la localidad de Piñero, donde empezaron a instalarse tres industrias. La primera en desembarcar fue, en palabras de Carina, ´la empresa de venenos´. Recuerda que empezaron a armar ´un galpón grandísimo con tanques inmensos´. En ese momento Carina no preguntó demasiado, como cualquier persona de veintipico que no pregunta demasiado.
El ochenta por ciento del barrio, entre los cuales muchos vecinos no terminaron la escuela primaria, se dedica a fabricar ladrillos de barro. Un trabajo muy exigido. Casi todos los hornos están a orillas del arroyo. Se arma un pozo de unos sesenta centímetros de profundidad, se rellena con tierra, se le echa abono con lo que se consiga, se mezcla con agua y se hace un barro gigante. De ahí sale el ladrillo. Se hace a mano. El molde tiene dos ladrillos dibujados. Tarda una semana en secarse y después queda el adobe que se va apilando. Se busca en el terreno un espacio seco y más alto. Se ponen varias capas de ladrillos, como si fuese un horno de barro. Se intercalan dos o tres camadas de ladrillos y un poco de carbonilla, que es el carbón hecho polvo. Así se va armando la pila que suele tener cuatro metros. Abajo quedan unas ranuras para poder meter la leña. Cuando prende la leña el mismo calor empieza a subir y empiezan a cocinarse todas las camadas de ladrillos gracias a la carbonilla. Ese proceso lleva tres o cuatro días. El fuego después queda una semana prendido hasta que se apaga solo. Cuando los ladrillos se enfrían quedan listos para ser vendidos a los corralones de materiales para la construcción. El ladrillo de barro es el motor económico, la forma de ganarse la vida. Una parte de la plata que ganan vendiendo los ladrillos la usan para comprar más tierra y más abono. El resto les alcanza para vivir durante un mes. Por eso se complica mucho en época de lluvia.
Al igual que Carina, cuando empezaron a instalarse las empresas al costado del arroyo, nadie preguntó demasiado. Mientras las empresas funcionaban y crecían, Carina terminó la secundaria y empezó a estudiar Enfermería en la UNR. Ahí hizo algunos trabajos sobre contaminación. Ella contaba sobre el basural que habían tenido en el barrio y sobre cómo había cambiado el color del agua del arroyo. Antes y después del basural. Antes, las personas que trabajaban en el horno de barro tomaban el agua del arroyo sin ningún problema. Después del basural, las mismas personas siguieron tomando el agua que ya no era tan limpia, ni tan sana, ni tan cristalina. En ese momento hubo muchos casos de cólera. Algunos estudios indicaban que las napas estaban contaminadas.
“Por eso te digo que nos contaminaron muchas veces ya”. Mientras Carina habla pasa caminando por la calle un vecino, padre de una joven con asma. No son algunas las personas afectadas sino el barrio entero.
Piñero es una localidad manejada hace treinta años por la misma persona: Walter Carenzo. En los últimos diez años permitió como Presidente Comunal la instalación de tres industrias. GIER SRL es una empresa que está a un kilómetro y medio de la casa de Carina y se dedica al transporte, tratamiento y almacenamiento de residuos peligrosos. Carina dice que otra de las empresas afirma dedicarse a la comercialización de aceites vegetales pero cuando la Secretaría de Medio Ambiente fue a constatar la clausuró porque estaba comercializando productos no autorizados. Un kilómetro más lejos está Industrias Piñero, una empresa dedicada al reciclado de baterías. Esta empresa trabaja con muchos metales pesados como el plomo que después son arrojados en las cavas, la vieja y conocida metodología de enterrar los residuos. Carina dice que vienen denunciando esa situación hace tres años. “No sólo produce el impacto ambiental sino que también es un riesgo porque hay muchas personas que viven en medio del campo donde están esas cavas y los chicos andan en bicicleta alrededor de esos pozos. Cuando llueve muchos días se forman lagos y cuando esas zonas se inundan ni siquiera se ve el límite del pozo”.
En la página web de GIER explican la función de la empresa: ´proveer servicios de limpieza y saneamiento para actividades que provocan residuos especiales, comprometiéndose en el tratamiento de los mismos y promoviendo el desarrollo de una conciencia que proteja el medio ambiente, cumpliendo con las leyes y disposiciones legales vigentes´. Además, figura que su función es ´evitar, al mismo tiempo, toda clase de incidentes, enfermedades y lesiones en empleados y terceros. Para brindar una solución integral, GIER se interioriza en conocer cada uno de nuestros clientes. De esta manera se resuelven problemas existentes y se prevén circunstancias que puedan ocasionar riesgos´.
Todos los residuos que tiran las empresas viajan por los desagües pluviales hasta llegar al arroyo. “Las industrias entran a la ciudad a tirar su basura, los metales y desechos”. Eso es lo que el barrio de Puente Gallego viene oliendo hace tres meses. “Hay días en que el barrio entero está enfermo”, cuenta Carina. Problemas respiratorios, alergia en la cara y en el cuerpo, problemas de piel. “Hay gente que le queda la piel igual que a los perros que tienen sarna”. En invierno las partes del cuerpo más expuestas son la cara y las manos. Esas son las primeras zonas afectadas. “Te empezás a rascar y la afección va creciendo. Hay gente que tiene todo el pecho afectado”. Una vecina va cada unos días al Roque Saenz Peña porque le van cambiando la medicación para ver cuál le hace efecto. Al principio le habían dicho que era sarnilla pero ella no tiene perros ni animales.
“Pareciera que la salud pública no lo quiere ver o hay un juego económico muy grande”, dice Carina. En lo que va del año murieron más de cincuenta caballos por tomar agua en el arroyo y los perros que toman agua también mueren a los pocos días. “Tenemos una veterinaria por Soldini llegando a la vía. Mucha gente que tiene caballos la llama para que los atienda. Ella explica que la gran contaminación no sólo les afecta a través del agua sino también a través de las vías respiratorias”. Carina dice que los animales muertos por la contaminación se pudren mucho más rápido que aquellos que mueren accidentados. Todos los árboles que rodean al arroyo están secos porque también se fueron muriendo.
El canal de la mancha
En el aire se perciben los productos químicos. Carina dice que si bien las empresas hace mucho que contaminan, desde hace tres meses los olores son mucho más fuertes porque la cantidad de productos que tiran son mayores. Ella no entiende de química y no sabe qué productos usan las empresas pero en el barrio huelen que estas industrias siguen creciendo. Es algo que está la vista, literalmente. Hay ciertos desechos que los tiran en una pileta y que hasta hace un tiempo terminaban en un caño que los conducía a la ruta. Desde que los y las vecinas empezaron a mover el avispero la empresa tapó ese caño y ahora los desechos van a parar detrás de la empresa a un lugar menos visible. “Han hecho un canal, como una zanja de mil quinientos metros, donde tiran todo el ácido. Cuando llueve esos desechos empiezan a correr siguiendo el curso del agua. De lo contrario, la tierra se chupa la evidencia y la procesión va por dentro.
Hicieron la denuncia en la Secretaría de Medio Ambiente de Santa Fe y desde la Secretaría hicieron la presentación en tribunales. Cuando fueron a tomar muestras le dijeron a Carina que era más grave de lo que ella decía. Pero cuando preguntó cuáles eran los productos químicos nadie le dijo. “Somos los damnificados y tenemos derecho a saber qué nos están tirando”. La semana pasada, por una orden judicial, el Ente Regulador de Servicios Sanitarios (ENRESS) fue al lugar a tomar muestras de agua. “La justicia es lenta pero la movida que estamos haciendo le está haciendo ruido a alguien”.
Carina enumera las pruebas presentadas ante la Secretaría de Medio Ambiente: fotos de caballos muertos, el agua verde cayendo de los caños de la empresa GIER a la zanja, fotos de vecinos lesionados, audios de vecinas que contaban lo que sentían hace un mes cuando el aire quemaba la vista, secaba la garganta y lastimaba la nariz. “Ese día no se podía estar afuera ni adentro de las casas. No te salía la voz”. Carina dice que se sentía olor como a gas natural. Más de uno pensó que podía explotar todo. Por eso la alarma general. Por eso desde la Vecinal llamaron a Litoral Gas. Viernes, sábado y domingo llamaron. También llamaron a Defensa Civil y al Director del Distrito Sudoeste. Cuando finalmente Litoral Gas fue al lugar, la cuadrilla le mostró a los vecinos los escapes de gas que tiene la empresa. Pero lo que salía por esa chimenea no era gas natural sino compuestos químicos. ´Acá no se puede estar´, dijo uno de los integrantes de la cuadrilla. ´¿Cómo hacen ustedes para vivir en este lugar?´
A través de las redes sociales de la Vecinal empezaron a tranquilizar al barrio cuando confirmaron que nada iba a explotar. Al mismo tiempo empezaron a alertar sobre lo que estaba pasando. Subieron las fotos del agua podrida, los árboles secos, un perro agonizando y el cuerpo de María, la vecina con el pecho lesionado. ´Desde ésta institución llevamos adelante una serie de reclamos y denuncias contra la contaminación ambiental que sufrimos todos los vecinos del barrio y alrededores. Basta de arrojar desechos químicos al Arroyo Saladillo. Basta de enterrar metales pesados en nuestra zona. Nuestra salud y la de nuestros animales está en peligro. Basta de contaminarnos´, decía el posteo en la página Unión vecinal Sargento Cabral de Puente Gallego, agrupación que encabeza Carina.
Esas publicaciones en las redes sociales tuvieron respuestas rápidamente. Empezaron a llegar comentarios, fotos, mensajes y capturas de conversaciones con el presidente comunal de Piñero donde decía que él había habilitado a las empresas pero que no sabía que contaminaban. “Esas empresas le dejan a la comuna en concepto de impuestos una suma millonaria”, dice Carina.
Cuentan que el mismo Walter Carenzo, que hace dos años hizo campaña por Albor «Niky» Cantard, fue a decirles a todos los vecinos que viven en la orilla del arroyo hacia el sur que los terrenos en los que viven pertenecen a la empresa GIER, que se compraron a través de un remate y que la empresa es dueña de todas esas casas. Y que si la Vecinal sigue denunciando esas familias terminarán en la calle.
Según le contaron a Carina algunos empleados de la comuna de Piñero, el dueño de GIER vive en Puerto Madero y al pueblo sólo va cada dos años para votar. Dicen que el trámite electoral lo hace en un helicóptero que estaciona en el único club del pueblo.
Hernán Salomón, un vecino que vive a pocos metros de la empresa GIER, salió en una nota televisiva dando testimonio de cómo se enferman y mueren los animales que él se dedica a criar. La nota fue un viernes. Al lunes siguiente Hernán la llamó a Carina para contarle que “lo había ido a apretar” el mismísimo dueño de la empresa y que le dejó un mensaje para Carina: si seguía “rompiendo las pelotas le meterían una bomba en la casa”. Carina dice que no le tiene miedo ni a su poder económico ni al poder político que tiene el presidente de la comuna, que a través de sus voceros le avisó a Hernán que dejarán de darle el bolsón que envía la Provincia.
Desde la casa de Hernán se ven a pocos metros los silos de la empresa GIER.
– Fijate cómo ya se empieza a sentir el olor- dice Carina mientras nos acercamos a la fábrica.
– El color del agua te lo está diciendo. Mirá, ahí lo tenés-. Hernán señala con el dedo el agua estancada que tiene un color gris espeso y un olor nauseabundo. – A mi me agarra mucho dolor acá- dice y se agarra al cabeza. Carina grabó un video donde se ve que cuando el agua podrida entraba en contacto con el agua salada del arroyo generaba un efecto de ebullición constante.
– Esto nos está matando de a poco. Nos va a secar como a los animales- dice Carina, mientras la sequedad de los árboles anticipa un otoño eterno.
– No me voy a callar- dice Hernán, en respuesta a las amenazas que viene sufriendo. – Me afecta el cuerpo y la vida. Y afecta a mis animales-. Él nació en 1976 y se crió en este lugar donde vive con su tía y su hija de quince años, a quien lo que más le afecta es el dolor de cabeza y la irritación de los ojos.
– Lo único que pedimos es que los líquidos que tira la empresa tengan el tratamiento que corresponde. ¿Es caro? Bueno, ellos son los comerciantes que vinieron hace diez años. Nosotros somos quienes nacimos acá y nadie nos va a quitar el derecho de contar las condiciones en las que se vive en Puente Gallego y su zona rural.