La historiadora rosarina Natalia Milanesio es autora del libro “Cuando los trabajadores salieron de compras”, una investigación que analiza el modelo de consumo durante el primer peronismo y las tensiones sociales que provocó la movilidad ascendente. Hablamos con ella para analizar cómo se resignifican éstas tensiones en el presente, bajo un gobierno de neto corte neoliberal.
Por Alvaro Arellano
[dropcap]L[/dropcap]os efectos provocados por la política que adopta un gobierno no son meras casualidades sino más bien consecuencia de decisiones concretas. Decisiones que determinan a qué sectores va a tener en cuenta en su modelo de gestión y por consiguiente, cómo quedará conformada la estratificación social. Natalia Milanesio publicó en el año 2015 “Cuando los trabajadores salieron de compras”, un libro que hace hincapié en un estudio histórico sobre el consumo en la primera etapa peronista. Uno de sus capítulos se detiene en la tensión de clases que generó este proceso, producto de la decisión de ampliar el mercado de consumo a nuevos actores, y generar un desorden en el status quo.
Tras finalizar la carrera de historiadora en la UNR, Milanesio dejó el país en el año 2000 para continuar su maestría en Nueva York y el doctorado en Indiana. A lo largo de esos años no solo apuntaló los pilares de la investigación que forjaron su libro, sino que mantuvo la distancia suficiente para seguir los últimos procesos políticos argentinos. Resulta inevitable tomar ciertos aspectos que retrata “Cuando los trabajadores salieron de compras” y trazar un paralelo con el modelo vigente y su precedente. La fricción entre estratos sociales producto de la movilidad ascendente no es solo un dato histórico, previo al peronismo inclusive, sino más bien una tendencia que se reedita cuando la política elige agitar el tablero social.
La tensión de clases no es un invento peronista, sino más bien la reproducción de un proceso social que se amolda a distintas circunstancias en la historia mundial. Pueden cambiar los actores pero el efecto estigmatizante sobre el ascenso de determinado estrato es una variable histórica. Existen medidas que apuntan al conjunto de la sociedad, que benefician a distintos sectores pero generan distintos efectos en cada nivel. La entrevistada analiza esto cuando diferencia a trabajadores de clase media, con la particularidad que el trabajador al acceder a esa condición de clase media asume sentido de pertenencia. El “clase media histórico” también se beneficia de esas políticas pero no asume el mismo sentido de pertenencia.
El factor sindical es otro emergente fundamental para el período histórico que analizamos y un factor insoslayable si hacemos el paralelo con la tensa relación que existe actualmente entre gobierno y sindicatos. Se trata de un actor que quizás haya generado la suficiente injerencia como para marcar una nueva lógica en esa diferencia entre clase trabajadora y clase media. Es que la representación sindical significó no solo beneficios para sus representados sino también una fuerte participación en el estado, un nuevo protagonismo.
El ruego de austeridad con el que insiste en su contenido discursivo el oficialismo hoy en día, lógicamente toma distancia de aquel afán de expansión del mercado de consumo. Pero paradójicamente también va en sentido contrario a la cultura consumista estadounidense, basada en principios económicos del liberalismo, doctrina a la cual le reza buena parte de Cambiemos. Contradicciones, diferencias, similitudes, el trabajo de Natalia Milanesio sobre el consumo entendido no solo como un acto individual, sino como una experiencia socio-cultural subjetiva, nos lleva a reflexionar sobre tensiones sociales, movilidad, consumo, participación sindical, decisiones políticas en distintas etapas de la historia Argentina.
– ¿Surgió a partir de la primera etapa peronista y con la ampliación del mercado de consumo una suerte de tensión de clases entre “clase media” y “clase baja”?
– La originalidad del peronismo es que se ve por primera vez esta tensión entre clases trabajadoras y clases medias altas. Igual no me parece un proceso histórico que se origine ahí, yo propongo pensar que una situación similar se vio a principios de siglo con la figura del inmigrante reconocido como el nuevo rico. En el caso del “nuevo rico” y del “trabajador” ambas figuras fueron objeto de estigmatización, en el primer caso por parte de las elites argentinas, y en el segundo por sectores medios. Esta idea de la figura “peligrosa”, de alterador del status quo, ha tenido distintas formas históricas
– Se manifiesta con diferentes actores pero hay un denominador común…
– Exacto, esas áreas de consumo, las clases altas tratan de protegerlas, y en distintos momentos de expansión de mercado pasa que esas figuras privilegiadas sienten temor por una pérdida de lugar. De allí las tensiones y estigmatización del otro tiene que ver con sentimiento de pérdida de privilegio e invasión de espacios que hasta ese momento se sentían monopólicas.
– Ese acceso al mercado de consumo ¿permitió efectivamente acceder en el escalafón social a determinados sectores?
– Más allá de los aspectos cualitativos hay indicadores económicos concretos que muestran que hubo un posicionamiento económico distinto por parte de estos sectores. El crecimiento del salario real del 46` al 49` tuvo un incremento del 60%, el acceso a créditos para la compra de bienes como la heladera es un ejemplo de acceso a consumo. Las vacaciones pagas, el aguinaldo y otras políticas como los precios fijos, congelamiento de alquileres, ayudaron a las clases trabajadoras a tener más dinero disponible para compras de otra naturaleza, como el cine, comer afuera, cuestiones novedosas en ese período
– ¿El proceso de tensión que mencionás se repitió en la etapa del último gobierno peronista?
– Sí, es una constante, cambian los actores y los objetos de consumo pero las tensiones siguen. En una época eran las zapatillas, hoy es por los celulares, creo que esas tensiones tienen que ver con esa estigmatización de la que hablaba. Esa estigmatización tiene cosas del discurso que en ese sentido había durante el peronismo clásico. En ese momento la pregunta era por qué las mucamas iban a la peluquería o se compraban medias de naylon. En los distintos procesos históricos está esa figura de la estigmatización y tensión que muta y tiene que ver con el contexto sociopolítico del momento.
– ¿Por qué existe una fuerte presencia antiperonista en la clase media siendo que es un sector al que apuntaba el grueso de las políticas de ese modelo?
– Lo que te puedo decir es que sí se ve en el imaginario popular una idea de anti peronismo proveniente de la clase media, pero a la vez la representación de las clases medias como peronistas. Son dos cosas distintas: una cosa es lo que ocurre en la realidad histórica concreta y otra es como algo se representa en el imaginario popular. En algún punto son también las clases medias las que salieron beneficiadas por las mismas medidas que las clases trabajadoras, con plazos fijos, alquileres congelados, aguinaldos, aumentos salariales. Entonces sería interesante pensar en esos beneficios recibidos por parte de la clase media. En el imaginario, hay una cuestión de la clase media anti peronista, de ahí a que la realidad fuera así, habría que evaluarlo desde la lógica de un historiador social.
– ¿La sindicalización puede ser un factor influyente en la tensión de clases, en virtud de que determinados sectores se vieron mejor representados en lo laboral que otros?
– En la época del peronismo hubo sindicatos que tuvieron un lugar de mayor preponderancia, de alguna manera esos se vieron más beneficiados, el caso de los ferroviarios y los trabajadores de la carne. La representación de los sindicatos es un corte que se puede usar para ver la diferencia entre las clases medias y clases trabajadoras. Ahí sí hay un proceso de empoderamiento muy concreto de las clases trabajadoras como la entidad social, en la fábrica y en el Estado, es la primera vez que hay una presencia sindical en el gobierno. Ahí hay un corte entre una clase media y el trabajador, el obrero sindicalizado, que se ve más empoderado a nivel de logros del sindicato. Acá entra en juego la importancia del empoderamiento de los hombres a partir del peronismo, del trabajador reivindicado, por lo que pasa adentro de la fábrica y por su posibilidad de convertirse en un proveedor para la familia. Eso era un problema previo al peronismo, con ese proceso hay una reafirmación de poder satisfacer las necesidades básicas de la familia.
– ¿La independencia económica a través de acceso al mercado de consumo pudo haber marcado un quiebre cultural para el rol de la mujer?
– Si lo mirás históricamente, el consumo es extremadamente importante para las mujeres como grupo social y para la construcción de la identidad femenina. Es la que empezó a administrar los recursos económicos de la familia, las decisiones de consumo las toma la mujer. El proceso peronista tiene un avance en la presencia de las mujeres en el mercado de trabajo, el empoderamiento se da tanto en trabajadores hombres como en mujeres asalariadas. Esto el peronismo lo promovía y lo promulgaba desde el gobierno, de hecho pidiendo a los trabajadores varones que le den el sueldo a las mujeres que son las que lo saben administrar. El empoderamiento son dos caras de una misma moneda, el hombre como el que obtenía el dinero y la mujer como administradora en la mayoría de los casos, pero también aparecía la figura de la mujer como proveedora, como la que también proveía un salario a su familia.
– ¿Perdió fuerza el sentido de pertenencia y la identificación con la clase media?
– No creo que sea así, porque una de las cosas que se demuestran con la tesis del libro es que las clases media se reafirmaron como clase media, y los trabajadores, a pesar de conseguir mayores niveles de consumo, se reafirmaban como trabajadores. Todas las mejoras de la clase obrera durante el peronismo eran muy identificadas con íconos de la clase media, representaciones que el peronismo circulaba de los trabajadores (desde el descamisado u obrero con overol, a la representación del tipo de traje leyendo el diario en el living con la familia alrededor). Estas representaciones eran una manera del peronismo para mostrar una imagen digna de las clases trabajadoras.
En los testimonios que recolecté para el libro, los trabajadores sí mejoraron su capacidad de consumo, pero no había un afán de identificarse con la clase media, había un orgullo de sentirse trabajadores. A pesar de los indicadores económicos concretos, que mostraban una especie de movilidad social, esa movilidad social no determinó un cambio identitario, la gente se seguía sintiendo trabajadora, ahora compartían hábitos trabajadores y clase media.
– ¿Ese arraigo identitario cambió con el tiempo?
– El trabajador no sentía diferencia en su sentido de pertenencia por el acceso a bienes de consumo. Con el tiempo eso varió con el mercado de trabajo, geográficamente, entre industriales y rurales. En épocas de combatividad social como los 60 y los 70 la clase trabajadora era una clase extremadamente potente, pero cómo eso fluctúa en distintas épocas es una pregunta interesante.
– ¿Lo que hoy pregona Cambiemos de “no vivir por encima de las posibilidades”, busca de alguna manera, abolir esa cultura del peronismo de generar acceso al mercado de consumo?
– Puede que tenga que ver con eso pero si lo pensamos, aún el peronismo clásico desactivó eso. Cuando en el 52 el peronismo inicia una crisis económica fundamental el mismo Perón pide austeridad en el consumo, por eso yo creo que más allá de las banderías políticas es una herramienta que se cruza de una punta a la otra del espectro político para adecuar a las necesidades económicas de los distintos contextos. Las políticas de austeridad no necesariamente vienen de la derecha o de gobiernos conservadores, también de gobiernos que implementaron políticas progresistas de consumo pero que en determinado momento las tienen que desactivar por los requerimientos del mercado. Ese discurso responde más a situaciones político económico concretas que a ideologías sobre consumo.
– ¿No se puede leer como el “ataque” a un eje de la política peronista?
– Creo que tiene más que ver con adecuarse a las necesidades económicas del momento. En los momentos en que los gobiernos tratan de parar la rueda del consumo es porque tienen necesidades concretas. Mejorar los índices de consumo es un logro gubernamental que nadie quiere rechazar, entonces todos los llamados a austeridad tienen un costo político, el mensaje esperado por la población es el contrario. Lo cierto es que ese pedido de austeridad es ir en contra de un deseo popular y un deseo ciudadano concreto.
– El pedido a no vivir por encima de las posibilidades choca con el modelo de vida estadounidense que es quizás el que persigue la lógica liberal que gobierna actualmente…
– En el fondo, el objetivo del esquema neoliberal de America Latina podría ser el estándar de vida que se tiene en Estados Unidos, y evidentemente esos mensajes de austeridad son totalmente lo contrario a lo que ocurre en una economía como la estadounidense con el auge consumista, pero es cierto que son distintas economías. A pesar de que el gobierno de Trump es un bochorno internacional, los indicadores están extremadamente fuerte, es una economía que está cuasi rosadante, entonces creo que el modelo neoliberal, o la aplicación de medidas neoliberales en distintas economías es diverso. Por un lado el modelo estadounidense sería el modelo a seguir, pero por otro lado “las necesidades de austeridad” son contrarias al modelo en versión norteamericana.
– ¿Hay lugar para un llamado a la austeridad en una sociedad estadounidense históricamente caracterizada por familias hipotecadas para pagar una vivienda o endeudadas para financiar el estudio de los hijos?
– La austeridad en ese caso es un llamado de los sectores más progresistas, que insisten con consumir menos, reciclar más, ser más pensantes en qué es lo que uno compra, la crítica al exceso. Existe también el hecho de boicotear a los grandes sectores y concentrados y volver a productores directos. Todas esas críticas que son en el fondo llamados a la austeridad salen de los sectores más progresistas, sectores que están repensando el capitalismo. Los discursos de austeridad tienen distintas aplicaciones, en esos casos tiene más que ver con el consumo relacionado al medioambiente y a la forma de vida.