Una vez más, la experiencia barrial demuestra que los logros siempre son colectivos. Así lo refleja el largo proceso de lucha en una zona de Empalme Graneros donde vecinxs organizadxs en la Asamblea Popular de Empalme, junto a la organización social Causa, lograron la expropiación definitiva de la tierra. A dos años de ese proceso, avanzan a fuerza de reclamos por la urbanización del barrio y reconocen el retroceso socioeconómico que sigue condenando a las barriadas al peor ajuste en estos tiempos. “Antes discutíamos por la tierra y la pavimentación y hoy abrimos comedores porque la gente no tiene para comer”, dicen. El hábitat, el derecho a la vida, a la vivienda digna y la resistencia desde abajo.
Por María Cruz Ciarniello
[dropcap]L[/dropcap]a lucha por la expropiación de doce hectáreas de tierra en un sector de la inmensa barriada de Empalme Graneros tiene un largo historial. El miedo al desalojo constante, la represión, las notificaciones judiciales, la organización asamblearia, la disputa política, el acompañamiento de militantes sociales y finalmente, la victoria colectiva. Nada de todo esto puede ocurrir si no hay un compromiso construido desde abajo: si esa lucha no es amasada desde las entrañas propias de un barrio habitado por más de 400 familias que todos los días sortean innumerables dificultades para subsistir el día a día.
Porque no hay soluciones integrales sin reconocer los sueños, los deseos y las necesidades de la gente que habita su territorio. Fue así como la expropiación de tierras en Empalme se logró a comienzos del año pasado. Es así como el barrio cuenta hoy con una asamblea de vecinxs fortalecida al calor de esta lucha, aunque todavía padezca la falta de servicios básicos fundamentales.
Organización popular: eso es lo que respira cuando se llega a la esquina de Avenida Sorrento y Cullen donde los días sábados se reúne la asamblea de vecinxs. Cuando se camina por los pasillos de este territorio delimitado por la ausencia de casi todo. Cuando se pisa el pavimento de calles que antes eran barro. Cuando se escucha a lxs propixs vecinxs hablar de un “nosotros” que es también, una toma de posición política al interior del barrio.
Desde enREDando dimos cuenta, en el año 2016, del proceso de resistencia para evitar el desalojo forzoso que la empresa Compañía de Tierras Santafesinas pretendía llevar adelante en esta zona comprendida por las calles Cullen, Campbell, y Avenida Sorrento, zona noroeste de Rosario. Después de un largo proceso judicial que llevó 18 años, en diciembre de 2015 una notificación judicial ponía fecha de sentencia al desalojo definitivo para todas las familias que viven allí desde hace más de 30 o 40 años. En 40 días debían abandonar sus casas porque así lo determinaba la justicia.
Fue en ese momento que la organización popular Causa, convocada por la abogada que acompañaba a las familias, la Dra. Analía Carrió, comienza a sumarse al proceso de lucha y diseñar en conjunto con los vecinos que ya venían movilizándose en defensa de su tierra, un proyecto de fideicomiso popular, el llamado “Plan Integral de Urbanización Popular”. Esto implicaba básicamente la compra de la tierra afectando un 20% de los ingresos que cada familia tenía. “Siempre estuvieron dispuestos a comprar sus terrenos”, dice hoy la abogada que es también militante social, Analía Abreu.
Las negociaciones en ese entonces fueron infructuosas. Un antecedente del año 2009 vislumbraba una luz de esperanza: quien era intendente de la ciudad en ese año y hoy actual gobernador de la provincia Miguel Liftchitz, ya había declarado a esas tierras de interés público y sujetas a expropiación pero el proyecto nunca ingresó a la Legislatura. “Eso fue el primer empuje para ver que podría haber otra solución alternativa. Pero eso no prosperó nunca porque existía en los planos una mancha de inundabilidad que afectaba casi la mitad del terreno que se estaba ocupando”, recuerda Analía. Esa mancha indicaba que las tierras no eran habitables. Sin embargo, cientos de familias habían construido sus ranchos allí mismo. Una vida entera viviendo sin servicios básicos esenciales, con el barro hasta las rodillas, con conexiones precarias y riesgosas de luz, sin agua potable, con un Estado hasta ese momento ausente y una empresa que especulaba con la inversión inmobiliaria a costa del desalojo.
El panorama incierto comenzó a revertirse mediante la lucha popular. En el año 2016 se conforma la Asamblea Popular de Empalme con un objetivo, en ese momento primordial: evitar el desalojo. Las actividades para visibilizar el conflicto no solo se realizaron en el barrio y en conjunto con instituciones como el centro de salud y el jardín de infantes, sino también en el ámbito de la legislatura santafesina con la intención de avanzar en un proyecto de expropiación y urbanización que defienda un principio básico: el derecho a un hábitat digno.
En enero de 2016, los vecinos lograron tener una audiencia con el gobernador Liftchitz en la que manifestaron su voluntad de comprar las tierras a la empresa, con un plan de pago a diez años y que sea el Estado quien se comprometa a urbanizar el barrio. “Ellos iban a ser responsables de pagar, porque exigimos derechos pero también estamos dispuestos a cumplir con todas las obligaciones para ser ciudadanos de primera”.
La propuesta no fue aceptada por la empresa. La provincia, en ese momento, se negaba a la expropiación por considerar que el precio del terreno era caro pero luego de varias discusiones y acciones, una audiencia judicial celebrada en el propio barrio de Empalme Graneros con la presencia de la jueza Stella Maris Bertune -quien había prorrogado la orden de desalojo prevista- y a la par, un proyecto presentado en la Cámara de Diputados por el legislador Carlos Del Frade, finalmente el gobierno decide avanzar en la expropiación definitiva de esas 12 hectáreas en conflicto.
Fue la propia intendenta Mónica Fein la que en noviembre de 2016 anunció el fin de desalojo en el jardín de infantes del barrio. “Fue un logro de los vecinos”, dice emocionada Analía Abreu. Un mes después, el oficialismo presentaba su propio proyecto de expropiación que fue el que finalmente se aprobó. “Contempla en gran parte lo que presentamos en el proyecto anterior con Carlos Del Frade. Lo que hace la ley es decir que el Estado va adquirir el terreno, lo va a expropiar por un monto menor al que era incluso cuando lo íbamos a pagar nosotros”, cuenta Abreu.
Lo que sigue es la lucha por un plan de urbanización que posibilite vivir dignamente en esas tierras.
La calle es todo
Basurales a cielo abierto. Un búnker de drogas en el medio de una calle. Falta de alumbrado público, falta de pavimento, conexiones precarias de luz y agua. Así estaba el barrio sin un Estado presente. Actualmente, y sin amenazas constantes de desalojo, la lucha barrial se enfoca en generar la infraestructura necesaria para que el barrio mejore. Algunas obras comenzaron a realizarse a través del llamado Plan Abre. Sin embargo, es el impulso de las familias organizadas el que motoriza cambios estructurales porque son ellas las que conocen su territorio y las que saben lo que realmente necesitan. Porque no tiene sentido hacer una plaza si esa plaza se transforma en un “aguantadero” para la venta de drogas. “Si el hábitat no somos todos, es una imposición”, dicen en el barrio. Por eso, la Asamblea de Empalme debate sus propias necesidades. Erradicar la basura y el raterío, pavimentar calles y que funcione el alumbrado público para que el barrio no sea una boca de lobo por las noches es parte del reclamo fundamental. También, generar fuentes de trabajo en estos tiempos de neoliberalismo despiadado.
“Hicimos una chocolatada para exigir el alumbrado, hoy el agua se trae en mangueras desde calle Génova, supuestamente van a hacer el entubamiento del zanjón y eso va a ser que se vayan las ratas. La pavimentación de algunas calles como Cullén, Sorrento y una parte de Cambell, se logró a fuerza de reclamos. Esto era una desidia total”, cuenta Analía Abreu.
Una de las ideas que surgió de la Asamblea fue que las obras las lleven a cabo la gente del barrio, como un medio de trabajo. Gloria y César, dos vecinxs de Empalme e integrantes de la Asamblea, se pusieron al frente de un taller de albañilería para jóvenes, varones y mujeres. “Empezamos a hacer lomas de burro, y cada loma de burro implicaba una asamblea más. La idea fue que los pibes y las pibas puedan capacitarse, aprender y así fue como nos organizamos y hoy estamos tratando de armar una cooperativa de trabajo. Así le propusimos colaborar en algunas obras que lleva adelante el Plan Abre”. De esta forma comenzaron a generar una fuente de trabajo genuina para el barrio. “Hace 48 años que estoy en el barrio y siempre vivimos olvidados pero hace tres años empezamos a organizarnos como vecinos y pudimos frenar el desalojo con el acompañamiento de los chicos de Causa. Hoy podemos decir que tenemos un futuro terreno para nosotros. Y así, en asamblea, pudimos ir logrando algunas cosas para el barrio”, cuenta César.
Es sábado y el sol calienta la tierra. César, vecino de toda la vida y el maestro mayor de obras que enseña a los pibes el trabajo de albañilería, muestra las calles que todavía están sin pavimento. El basural que de a poco está dejando de serlo, el antes y el después. “Con organización”, es como pudieron lograr algunas mejoras, afirma César y se entusiasma, aunque reconozca que todavía “falta muchísimo”.
Tiempos de retroceso
La realidad socioeconómica afecta a las barriadas populares de la peor manera. “Si antes discutíamos qué tierra queríamos, la urbanización, la pavimentación, hoy estamos abriendo comedores porque la gente no tiene para comer”. El retroceso se evidencia en muchos sentidos: la falta de changas, la prohibición de salir con el caballo a cirujear, el hambre. Analía es clara cuando describe lo que a diario vé en Empalme: “Hace dos años debatíamos sobre nuestra tierra y hoy estamos tratando de pechear algo tan básico como que nuestros pibes tengan algo para comer, aunque sea un lugar para tomar la leche. La mayoría de los vecinos viven del cirujeo y que ya no puedan salir con su caballo es tremendo. Hay un compañero que venía siempre a la Asamblea, estaba muy entusiasmado, ahora tiene que arrastrar un carro para poder darle de comer algo a sus hijos. Es deshumanizarlos un poco más”.
Las mismas familias que hace tres años tenían trabajo y estaban dispuestas a destinar parte de su ingreso para comprar su rancho hoy tiene que “pucherear”. “Que un vecino venga y te diga que lo metieron preso porque estaba con su caballo y que tiene para darle de comer a su hija es dolorosísimo”.
En el comedor que funciona dos veces por semana en la casa de Raquel, otra vecina de Empalme, el número de chicos que van por su copa de leche aumentó. Ahora ya son cerca de 30 en cada turno, cuando antes eran 10. “Raquel se las ingenia para innovar, hace pan, rosca, torta”. Dice Analía que también están proyectando armar un mercado Popular de frutas en el barrio, para que algunos vecinos logren un pequeño ingreso y al mismo tiempo, diversificar la alimentación. En el mes de julio, Causa inauguró su casa en calle Génova al 3000. La casita de Empalme es un espacio que de a poco se está constituyendo en una trinchera de luchas y actividades. Lo que hasta hace meses hacían en la calle, ahora también tiene un techo. Allí están realizando un taller de radio, cursos teóricos de albañilería y el espacio de Bellezas. “Hacemos maquillaje, peinados, es un espacio solo para mujeres, para que sea también una excusa para hablar cuestiones de género y violencia machista”. Ese taller lo coordina Gloria, vecina de Empalme y una de las docentes de albañilería junto con César. “Estamos saliendo de a poco”, dice Gloria. Para ella el barrio va avanzando lentamente, pero sabe, al igual que César, que los logros son el fruto de una larga lucha. Participa de la Asamblea de Empalme y de las que se realizan en el centro de salud. Es parte activa de la organización vecinal que empuja para que ese territorio no quede en el olvido de un mar de promesas oficiales.
Para Analía, que además de militar en Causa es una de las socias de la futura cooperativa de trabajo, las asambleas son un espacio fundamental de organización. “No pensamos otra forma de trabajo. Las asambleas legitima aún más todos los procesos de lucha, nosotros no venimos como una organización social iluminada a resolver los problemas, sino que somos parte, lo hacemos todos juntos, sino es integral el abordaje de todos los reclamos, no funciona. Estaríamos haciendo mal las cosas”.
En esta parte de Empalme Graneros se sobrevive todos los días. La policía que siempre hostiga a los pibes, la falta de acceso al agua, la falta de iluminación, la basura constante. El hábitat solo se construye con organización popular y con vecinxs siendo protagonistas de sus propias luchas y en sus propios territorios. De eso habla la urbanización popular, el grito de las grandes barriadas que luchan por un derecho básico: el derecho a la vida.