Día internacional de la Lucha Campesina
Encuentro en Sebastián Elcano, Córdoba, por la semana de la lucha campesina. Desalojos, desmontes y pulverizaciones, entre otros temas de agenda. La articulación entre campo y ciudad es el camino.
Por Leonardo Rossi
Sábado por la mañana. Ni una nube en el cielo del noreste cordobés. Temperatura óptima. Las voces se entremezclan y el Club de Sebastián Elcano se hace un gran murmullo. Los mates, acompañados de unos buenos criollos, nutren las panzas de los presentes. Mujeres y hombres de campo llegan de puntos lejanos de la provincia. Cruzan palabras con estudiantes universitarios y con otros y otras que han llegado de la ciudad, como las Madres de Ituzaingó Anexo o gente de a pie interesada en apoyar la lucha de otra gente, la de campo, la que vive en el campo.
Formalmente el 17 de abril fue el Día Internacional de la Lucha Campesina. En esa fecha de 1996, en el Dorado dos Carajas, Brasil, fueron asesinados 19 campesinos organizados en el Movimiento Sin Tierra. “Los responsables siguen impunes”, denuncia la Coordinadora Latinoamericana de las Organizaciones del Campo, evidencia de que los agronegocios pisan fuerte en toda la región.
El reloj señala: 11.06. Se larga la presentación. Victoria Gauna, abogada del Movimiento Campesino de Córdoba (MCC), toma la palabra. “Son muchas las familias con intenciones de resistir este modelo de agronegocios, de muerte”, suelta.
La defensora del movimiento hizo mención al caso ocurrido una semana antes, donde dos familias (González y Bongi) fueron desalojadas y sus viviendas destruidas en Piquillín, departamento Río Primero. En la arremetida policial 16 personas (dos menores) que intentaron resistir junto a los damnificados también fueron detenidas. Gauna contrapuso: “Ese no es nuestro modelo, nuestro modelo es el buen vivir”.
Topar comunidades
Alicia Barchuk es doctora en Ciencias Agropecuarias (Universidad Nacional de Córdoba). Conoce la temática de los bosques como pocas personas. Participó del (frustrado) ordenamiento territorial que realizó un grupo de técnicos, antes de que la Legislatura cordobesa sancionara en 2010, la cuestionada ley 9.814. La norma demarcó los bosques cordobeses y abrió la posibilidad de desmontar en zonas rojas, algo prohibido según la Ley de Bosques nacional (26.331). La legislación cordobesa fue denunciada por inconstitucional desde la Universidad Nacional de Río Cuarto, que espera respuesta de la Corte Suprema de la Nación.
Barchuk puntea algunas cuestiones que trae aparejadas el desmonte: “desertificación, pérdida de productividad del ecosistema y de funciones ecológicas”. Y por supuesto, algo que no suele ser mencionado, “pérdida del hábitat de comunidades”. El monte es a las comunidades campesinas, lo que es un centro comercial a los habitantes de una ciudad. La fuente de recursos para vivir.
La problemática en números: de 2006 a 2011 se perdieron 68.176 hectáreas de parque chaqueño cordobés, señala un informe de la Secretaría de Ambiente de la Nación. En 2012 se deforestaron 3.045 hectáreas de bosques que conforman la zona roja según el ordenamiento que hizo la provincia, surge de un monitoreo de Guyra Paraguay, ONG que releva de forma satelital el desmonte en el Gran Chaco Americano.
Lucha de todas y todos
“Llevamos trece años de lucha con gobiernos y multinacionales”, lanza Sofía Gatica. Esa persistencia logró que las Madres de Barrio Ituzaingó Anexo obtuvieran en agosto de 2012 un antecedente judicial histórico. La Cámara I del Crimen condenó al productor agropecuario Francisco Parra y el aeroaplicador Francisco Pancello a tres años de cárcel, aunque sin prisión efectiva. Fueron hallados culpables de violar la Ley de Residuos Peligrosos (24.051), al contaminar con agroquímicos el barrio de las afueras de Córdoba. El saldo humano: personas enfermas de cáncer, nacimientos de niños con malformaciones. En otras palabras: vidas perdidas.
Sofía repite la lectura que hizo Gauna. “El modelo instalado en Argentina es un modelo de muerte.” Esta mujer llama a que los sectores rurales, urbanos, profesionales, estudiantiles converjan en la lucha, para frenar a “las multinacionales, que vienen por nuestra salud”.
María Godoy, otra de las Madres, añade: “Monsanto no es un problema de Malvinas Argentinas sino de todo Córdoba y Argentina”. El 15 de junio de 2012, la presidenta Cristina Fernández dio a conocer, “orgullosa”, que Monsanto aterrizaría en Malvinas Argentinas, 20 minutos al noreste de Córdoba Capital.
El proyecto: 216 silos de almacenamiento de semillas de maíz transgénico con una capacidad de 137 toneladas cada uno. La Red de Médicos de Pueblos Fumigados advierte que “vivir alrededor de los acopios de granos es de alto riesgo para patología respiratoria”. Es que los vecinos estarán expuestos al polvillo de la cascarilla de maíz pulverizado con agroquímicos. Organizados en la Asamblea Malvinas Luchas por la Vida, los habitantes de esa localidad optaron por la vía judicial (y la permanente movilización) para detener a Monsanto.
Devorados por la soja
Elena Flores, campesina de La Encrucijada, a 30 kilómetros de Sebastián Elcano. Se manifiesta en tono bajo. Apenas se la oye, pero sus palabras golpean. “Nosotros vivimos de la cría de animales, pero cerraron campos, avanzó la soja. Las familias quedaron encerradas”, sintetiza acerca de la cara del modelo de agronegocios que sus defensores no suelen mostrar. “Elcano estaba en el medio del monte, hoy está rodeado de soja”, completa Andrés Villalba.
Estas familias habitan desde hace generaciones el bosque nativo, donde alimentan sus animales y obtienen frutos. El boom sojero redefinió geografías. La aparición de compradores (lícitos y no tanto) y arrendadores de campos al por mayor no sólo acabó con grandes extensiones de bosques sino que dejó acorralados, en los hechos, a los campesinos.
Para tomar dimensión: de 800 hectáreas que ocupó en 1971, la siembra de soja devoró en cuatro décadas el territorio provincial. En 1991 fueron 1.326.200 hectáreas; 3.452.900 en 2001; y 5.014.250 hectáreas en 2011. Los números, tal vez fríos, van cargados de historias de vida, de diversidad cultural y biológica que se han perdido en el camino.
La unión es la fuerza
Transcurre la jornada. Se realizan debates. Los grupos comparten las problemáticas que hoy presentan la provincia en cada zona. Ya son más de las 19.30, queda poca luz natural, casi nada. Una pequeña bandera cuelga de la descascarada pared del gimnasio. Sin quererlo, resume con justeza el encuentro: “Campo más ciudad, construyendo la unidad popular”.