Un pañuelazo por la vida fue convocado en Rosario, a espaldas de la Catedral. El dolor y la indignación por la muerte evitable de Elizabeth, como consecuencia de un aborto clandestino, movilizó a salir a las calles. El Senado es responsable es el grito que se multiplica en todo el país.
Por María Cruz Ciarniello
[dropcap]D[/dropcap]esde hace trece años la Campaña Nacional viene alertando sobre las muertes que se registran como consecuencia de la clandestinidad del aborto. Más de 3 mil desde el inicio de la democracia y según datos del Ministerio de Salud, 43 muertes en el año 2016, la última cifra oficial difundida.
La Campaña Nacional lo viene haciendo mediante diversas estrategias de lucha: en las calles, en las redes sociales, en el Congreso de la Nación, en los medios de comunicación, en los encuentros nacionales de mujeres. Todo el movimiento feminista lucha por la necesidad de una ley que garantice el acceso a una salud integral. Siete veces se presentó el proyecto de ley en el Congreso de la Nación. Siete. Pero el último 8 de agosto, el Senado de la Nación decidió rechazar de pleno la media sanción que el proyecto había logrado en la Cámara de Diputados. Argumentaron según sus creencias religiosas. Votaron con un rosario en una mano y un puñado de intereses mezquinos en la otra. Nada de lo que significa ampliar derechos estuvo en la agenda de los 38 senadorxs que dijeron No y en los 2 que decidieron abstenerse.
A los pocos días la noticia llegaba a los medios porteños y a todo el país. Una joven había sido internada en grave estado producto de un aborto practicado en las peores condiciones. “Elizabeht” murió horas después en un hospital de General Pacheco. Tenía 34 años y un hijo. Pertenecía a los sectores populares del conurbano bonaerense. No tuvo acceso al misoprostol, ni pudo acudir a las socorristas que desde hace varios años sostienen redes de contención y acompañamiento a mujeres que deciden interrumpir sus embarazos no deseados. No tuvo acceso, tampoco, a un efector público que pudiera garantizar su salud integral por el miedo, tal vez, a ser criminalizada. Llegó al hospital con una infección producto del tallo de perejil que utilizó para interrumpir el embarazo. Elizabeth abortó de la manera en que pudo: sin atención, sin información, sin un Estado que respete su derecho. Falleció como consecuencia de una infección generalizada.
La vida de las mujeres y de toda persona gestante que quiere abortar sigue estando en riesgo en Argentina, sobretodo, en aquellas provincias que no adhieren al Protocolo ILE y donde no hay políticas públicas que atiendan la problemática, o en aquellas otras donde a pesar de existir, estos protocolos se vulneran o se desfinancian programas de educación sexual integral. Y aunque el gobierno nacional y los sectores “pro vidas”, o antiderechos como bien los llama el movimiento feminista, argumenten a favor de la necesidad de que la ESI sea integrada a las escuelas, lo cierto es que a nivel nacional, el Programa fue desfinanciado y en cada provincia los mayores obstáculos para su implementación proviene de éstos mismos sectores, en su mayoría, representados por los diferentes credos. Es el caso de Santa Fe, donde pastores evangelistas se opusieron, con un fuerte lobby en la Legislatura, a que prospere la aprobación del proyecto de Ley provincial de Educación Sexual que recién este año logró la media sanción en Diputados
La bronca
Dolor y bronca. En las redes sociales se instaló el grito: El Senado es responsable. También hubo repudios hacia la gobernadora María Eugenia Vidal y la vicepresidenta Gabriela Michetti, quienes se habían manifestado abiertamente en contra de la ley.
En Buenos Aires, una nueva intervención de “las criadas” llegó hasta el Congreso para hacer sentir la rabia, la que no paraliza sino todo lo contrario. Es que la muerte de Elizabeht se suma a la de Liliana en Santiago del Estero. Tenía 22 años y también falleció por las secuelas de un aborto clandestino. Ocurrió días antes de la votación en el Senado, y cada uno de los y las legisladoras que rechazaron la legalización del aborto conocía su historia. La negaron, la olvidaron, la minimizaron. Cabe preguntarse si en verdad estas muertes les importa. Se rehusaron a entender el debate bajo una perspectiva de derechos, de justicia social y de salud pública. La disputa era contra la clandestinidad, contra el riesgo que genera una práctica insegura e insalubre y por la posibilidad de avanzar definitivamente en una ley que garantice el derecho a la vida, al deseo, a la soberanía de los cuerpos. Y decimos vida porque son las vidas de las mujeres las que corren peligro cuando se aborta en las peores condiciones. Dirán los grupos, que el último 8 de agosto celebraron el rechazo a la ley, que la opción es “no abortar”. Lo dirán hasta el hartazgo porque solo entienden de maternidades forzadas y obligatorias. Cuando el deseo es no gestar, la decisión se instala: interrumpir el embarazo en las condiciones que sea.
Abortar de manera segura es posible y Rosario es la ciudad que demuestra que cuando existen políticas públicas que garantizan el derecho a esta decisión, las muertes se reducen a 0. Técnicas seguras que la propia OMS recomienda se llevan a cabo en efectores de salud públicos. Pero lo cierto es que no todas las mujeres en todas las ciudades de todas las provincias pueden acceder a una compra de misoprostol o a una consulta en un centro de salud cercano con profesionales comprometidos con este derecho. En las farmacias, el medicamento cuesta arriba de los 3 mil pesos. Y aunque en la provincia de Santa Fe la noticia alivie (en la nota publicada en la Revista Anfibia, la periodista Arlen Buchara da cuenta del avance de la producción estatal del Misoprostol), todavía falta demasiado, y las muertes siguen ocurriendo. “¿Cuántas mujeres y personas gestantes muertas más van a necesitar para entender que el aborto debe ser legal, seguro y gratuito en Argentina? La clandestinidad no salva ninguna vida. La clandestinidad mata”, decía el comunicado firmado por la Campaña Nacional y la Red de Profesionales de la Salud por el derecho a decidir.
En Rosario, el activo movimiento de mujeres salió a las calles con un nuevo pañuelazo. “Por la vida”, fue la consigna. La necesidad fue volver a juntarse post 8A, para denunciar cada muerte y hacer responsable a cada senador y senadora que votó en contra o se abstuvo.
“Estas muertes son evitables. Elizabeth era una mujer que fue atendida en dos centros de salud distintos, se había introducido un tallo de perejil que devino en una septicemia con la consecuencia de su muerte. Nosotras como Campaña decimos esto cada vez que no quieren entender los argumentos que nosotras damos, que son muertes evitables. El estado de dolor que tenemos como Campaña a lo largo de todo el país es de indignación porque se podría haber evitado y no se hizo nada”, decía Silvia Guidovaldi, integrante de la Campaña en Rosario. La militante también apuntó a los senadores: “Es una posición de haber votado un aborto clandestino. Ellos son los responsables de las muertes que van a seguir ocurriendo”.
De espaldas a la cúpula de La Catedral y de frente al Monumento a la Bandera, el pañuelazo se realizó en horas de la tarde y el pañuelo verde una vez más, se volvió a levantar con orgullo, a pesar del disciplinamiento que intentan aplicar determinados sectores antiderechos. Los actos de agresión física se suceden en diferentes provincias contra jóvenes que portan sus pañuelos verdes. En Santa Fe, la agrupación neonazi Bandera Vecinal hostigó a mujeres que habían realizado un pañuelazo en la ciudad, y a los pocos días una adolescente de 15 años fue atacada con un navajazo en su rostro por dos jóvenes varones, a cien metros de la Catedral metropolitana.
La escalada de violencia continuó en Tierra del Fuego con el allanamiento en domicilios de una periodista feminista, un fotógrafo y un espacio cultural de Río Grande. “Entraron mi casa efectivos de la Policía Científica me leyeron la orden y empezaron a revisar todo. Me hicieron pasar al baño con una policía mujer para revisarme, me sacaron las zapatillas, también a mis padres, y se llevaron mi computadora, el celular y los pañuelos verdes. También se quisieron llevar el libro que explica cómo hacer un aborto con pastillas”, señaló Gala, una de las militantes de la Colectiva Feminista, a los medios de prensa. “Pusieron mis pañuelos verdes en bolsas selladas, fueron secuestrados. Mis cosas, mis pañuelos, mis libros, todo me revisaron, les sacaron fotos a mi familia. Me trataron como una delincuente. ¿Y todo por qué? Por pensar distinto, por apoyar el derecho al aborto. Esto es una cacería de brujas, una persecución ideológica”.
El allanamiento se realizó en el marco de una denuncia realizada por pintar grafittis en espacios públicos y días después de que un policía difundiera el nombre y la foto de Gala en las redes sociales. «Acá está, ésta es una de las que estuvo cometiendo delitos y vandalismo anoche. Ya saben qué hacer”, escribió este hombre el mismo día en que el Senado debatía el proyecto de ley. A menos de una semana, la policía científica allanó su casa.
“El grado de violencia con que se expresan no nos dá miedo, pero vamos a implementar políticas de autocuidado, tratar de no ir solas por las calles. Si los vemos los vamos a denunciar porque acá tienen que funcionar las instituciones y si logramos identificar a los agresores, seguramente los vamos a denunciar. No podemos permitir en un Estado de derecho no poder manifestarnos”, expresaba en el pañuelazo realizado en Rosario, Silvia Guidobaldi. “La violencia no está justamente del lado de quienes promovemos la interrupción voluntaria del embarazo. Todos los episodios de violencia han sido provocados del lado de los antiderechos. Son algunos grupos radicalizados, y siempre dijimos que no se trataba de aborto sí o aborto no, y por eso le pedíamos a los diputados y senadores que abrieran otra perspectiva y hay que seguir en esa lucha”, declaraba la concejala de Rosario, Norma López.
Tanto Silvia como Norma son activas militantes del feminismo local e integran la Campaña Nacional. “Tenemos cuatro mujeres muertas por abortos clandestinos. Estamos asociadas profundamente a la vida porque justamente el lema de la campaña es todo un ciclo y tiene que ver con elegir la maternidad y poder ser felices”, dice Norma. Para la concejala, la batalla ganada tiene que ver con haber logrado instalar el debate en el seno de las familias, en la sociedad entera. “Hoy se discute acerca del aborto, algo que estaba absolutamente vedado, y cuando hay tabú siempre hay mayores violencias. Más temprano que tarde vamos a tener aborto legal”.
Silvia, por su parte, se ilusiona con la marea verde, con las miles de pibas que en las calles asumen la lucha por el aborto legal. “Las calles no las abandonamos. Y seguimos adelante con toda esta juventud que nos hace muy bien porque nos dá un respaldo muy grande como Campaña. El senado no supo interpretar lo que ocurría en las calles. Realmente lo que se vió reflejado era otro tiempo que ellos no supieron ver. Intentamos duplicar la cantidad de lo que fue el 13 y el objetivo lo cumplimos, a pesar del traslado, el frío, la lluvia”.
El dolor por las muertes que siguen ocurriendo impulsa a seguir en las calles, como hasta ahora. A reforzar las redes feministas que cuidan, abrazan, contienen y acompañan. A saber que no están ni estamos solas. Y que, como decía uno de los carteles del pañuelazo en Rosario, esta lucha sigue.