Iván Mafud fue asesinado a balazos por la policía en septiembre de 2014. Quince policías fueron imputados, siete con pedido de prisión perpetua. Pero el juicio llegó con sorpresas. ¿Cómo impacta un fallo de este tipo en una de las policías más violentas del país?
Por Martín Stoianovich
Foto: LaCapital
Un intento más para torcer un fallo que pareció estar más cerca de la impunidad que de la justicia. Al menos así lo analizan los representantes de la querella que apelaron la condena que falló el tribunal de primera instancia a mediados de junio. Iván Mafud tenía 26 años y en septiembre de 2014, luego de una persecución de varios minutos, fue asesinado a balazos por policías. La investigación del hecho dejó a quince uniformados imputados, evidenció la manipulación de la escena del crimen y el acta policial, pero terminó con un juicio en el que solo hubo cuatro condenas, bajas en relación a lo pedido por los acusadores, y once absueltos. Quienes intentan dar pelea con una perspectiva de derechos humanos, analizan que ante este panorama se habilita a la repetición de este tipo de hechos. Que no se trata de otra cosa que una línea política que pone a las fuerzas de seguridad por encima de las víctimas fatales y sus familias.
Septiembre de 2014. Lunes 8. Tres de la madrugada. Iván Mafud manejaba un Fita Marea. Esos, quizás, sean los datos más certeros que existen hoy en torno a lo ocurrido. Es que, durante casi cuatro años, la investigación de la Fiscalía fue dándole forma a una teoría a la que se acoplaron los abogados querellantes. Pero finalmente el tribunal la contradijo con una propia que, analizaron los magistrados, permitió el vuelco brusco que terminó con una condena inesperada. Otros datos concretos son que Mafud manejaba por Ovidio Lagos y dobló en Pasaje Arnold antes que se iniciara la persecución, que la misma duró veinticinco minutos y que se fueron sumando distintos móviles policiales hasta terminar con el Fiat Marea incrustado en un zanjón en el kilómetro 47 de la ruta AO12. El Marea repleto de agujeros, y dentro del auto Mafud con cinco balazos, uno fatal en la nuca.
Todo lo demás forma parte de una nebulosa que no se aclara ni con el fallo del tribunal, que no echa luz sobre lo ocurrido. En principio, tanta confusión, tanta duda, es producto de otro hecho que ahora también es certeza: el acta policial fue manipulado. Tan así que hasta febrero de 2016 reinó en la causa una versión de los hechos totalmente distinta a la que llegó a juicio. Y, aunque el fiscal que investigó, Miguel Moreno, pueda decir hoy que sospechó desde un principio, lo cierto es que durante casi un año y medio no se desdijo de sus primeras declaraciones sobre el hecho: “Dos de los ocupantes del auto se bajaron corriendo y cubrieron la huida a los tiros. Desde adentro del auto el tercer ocupante (Mafud) disparó y los policías repelieron la agresión”. Así, desde los medios de comunicación se dio la noticia de que tres delincuentes se escaparon de la policía a los tiros, que dos de ellos no fueron encontrados y uno murió en enfrentamiento. Diecisiete meses se sostuvo esta versión que era falacia.
Con esa falacia como punto de partida, la versión policial planteó que la persecución comenzó tras un maniobra brusca del Marea, que hizo sospechar porque no tenía patente trasera. Que Mafud disparó al primer móvil que lo perseguía, en el que iban los policías Jáuregui y Monzón, que respondieron a balazos. Luego de que comunicaron la clave 5, que identifica el enfrentamiento, se sumaron móviles hasta el desenlace de la persecución. Cuando se detuvo el auto, dijeron los policías, dos delincuentes se bajaron por la derecha y, mientras disparaban, corrieron hacia la oscuridad de la noche para nunca más ser encontrados. Mafud, en cambio, disparó contra los siete policías que había en la zona, quienes como respuesta lo aniquilaron.
Moreno se mostró muy enojado en sus exposiciones en las largas audiencias de febrero de 2016 cuando dijo tener material suficiente para comprobar la falsedad de ese relato. El auto tenía la ventanilla del conductor rota hacia adentro y así se comprobó que estaba subida al momento de la balacera, en contradicción con la versión policial que plantea que Mafud -o en su defecto su acompañante- disparaban por ahí. “¿Una persona de la contextura física de Mafud, entrado en kilos, tenía la capacidad de manejar, apretar el botón para bajar el vidrio, tirar, dejar que tirara su compañero, seguir manejando a 180 kilómetros por hora y subir el vidrio?”, se preguntó Moreno. Y desmintió la versión de que había dos personas más: el auto quedó en una zanja llena de agua pero ni una huella alrededor. Irónico, Moreno cuestionó a la policía: “Esa fue la búsqueda que hicieron de los prófugos, los persiguieron como si fueran Pablo Escobar, pero cuando quedaron a pie le dieron media hora de ventaja”.
En ese tiempo que Moreno tardó en darse cuenta de que la policía altera las actas de los crímenes en los que participa, también descubrió que podrían hacer lo mismo con la escena del crimen. Entonces creyó muy probable que el revólver calibre 22 hallado en la mano de Mafud fuera plantado, porque quedó comprobado que no funciona del todo bien. Resultó, para el fiscal, prácticamente imposible que Mafud hiciera girar el tambor manualmente mientras conducía a tan alta velocidad, y que a la vez disparara. También acusó a los policías de robar una sillita de bebé y tres mil pesos. Por eso, en aquel febrero, ordenó la detención de quince policías y les imputó distintos delitos acusándolos de disparar tantas veces para argumentar el enfrentamiento y alterar la escena y el relato para encubrir los hechos. Homicidio calificado, encubrimiento agravado, falsedad ideológica y robo para siete. Encubrimiento agravado, robo, falsedad ideológica e incumplimiento de los deberes de funcionario público para seis. Incumplimiento de deberes de funcionario público, encubrimiento agravado, falsedad ideológica y robo para los dos restantes.
El Ministerio Público de la Acusación había imputado a siete policías por un delito que podía significar una condena de prisión perpetua. En la ciudad de Rosario: que venía de contar quince víctimas fatales de las balas de la policía en 2015 en hechos que no tenían ni un efectivo detenido. El fiscal Miguel Moreno: conocido por archivar este tipo de causas y nunca creer en los familiares cuando piden una investigación certera. Esta vez se había torcido la lógica de la justicia santafesina. Parecía extraño, pero era tan real que esperanzaba.
El juicio se inició en abril de 2018 y terminó en junio. Los jueces Eleonora Verón, Mariano Alliau y Juan Carlos Curto, en un hecho poco visto, contradijeron totalmente la versión policial, la del fiscal y la de la querella, y cerraron el juicio con una nueva teoría de los hechos. Blanquearon que durante el juicio habían puesto en cuestión no solo la conducta de los policías sino también la de Mafud, que tenía una bochita de cocaína en su mano, que tenía problemas de pareja, que seguro estaba drogado. Un testigo –taxista, no especialista- declaró que escuchó dos tipos de disparos diferentes y eso sirvió para que el tribunal entendiera que se detonaron armas distintas, una no policial, al comienzo de la persecución. Consideraron que el hecho de que Jáuregui, el policía que empleó clave 5, nunca antes lo había hecho, era una buena razón para no descreer de su aviso. ¿Pero qué justifica tantos tiros?, y ante la pregunta obvia supusieron que los demás móviles se fueron sumando a la persecución solo sabiendo que otro auto se daba a la fuga a los tiros.
Sobre el momento del asesinato, el tribunal explicó que Mafud tuvo que disminuir la velocidad para esquivar una camioneta de Seguridad Vial que, enterada de la persecución, se cruzó en la ruta. Fue en ese instante que el policía Matías Maidana, del Comando Radioeléctrico, aprovechó para disparar la bala que entró por la nuca de Mafud. También dispararon los policías Gabriel Sguazzini y Alejandro Gómez. Para justificar semejante represalia habiendo sostenido que Mafud solo habría disparado al comienzo de la persecución, los jueces volvieron a ese argumento extraño: los policías se sumaron a la corrida escuchando por frecuencia radial que había un enfrentamiento y por eso dispararon, y dispararon, y dispararon. Hasta matar a Mafud.
Así, el tribunal no consideró que Matías Maidana haya sido autor del delito de homicidio calificado agravado por la función policial. En vez de prisión perpetua como pidieron la Fiscalía y la querella, consideraron que ese tiro en la nuca fue parte de un exceso con causas de justificación y lo condenaron a cuatro años de prisión por el homicidio y el delito de falsedad ideológica. Por esta última figura también condenaron, a un año y medio de prisión, a Gabriel Sguazzini, Alejandro Gómez y Alfredo Correa. De los siete policías acusados de disparar solo condenaron a uno, los otros fueron absueltos: a dos por actuar en legítima defensa, a tres por el beneficio de la duda y a uno por falta de pruebas. También decidieron absolver a otros ochos policías por delitos de robo, de encubrimiento y de incumplimiento de los deberes de funcionario público.
Que los que llegaron después del crimen no quisieron encubrir, que solo confiaron en la versión de los que fueron condenados por falsedad ideológica. Así argumentaron los jueces su fallo.
Clave 5 pum pum pum pum pum pum…
“Le están dando la carta a la policía para que la próxima, cuando quieran hacer cualquier cagada, vayan cantando Clave 5 y todo vale. Ante la duda, clave 5”. Santiago Bereciartúa, uno de los abogados querellantes en representación de la familia Mafud, considera que más allá de las profundas diferencias con el tribunal, este fallo implica otro tipo de consecuencias que superan al caso. El tribunal justifica en el aviso de tiroteo del primer policía los más de treinta balazos que impactaron en el Fiat Marea y las seis heridas de balas que sufrió Mafud. “Cada hecho va habilitando a la policía a armar una inteligencia y saber hacia dónde ir camino a la impunidad. La plantación de armas y diferentes cuestiones les va dando la herramienta para que armen la próxima coartada. Cuando vas sentando estos precedentes y generando sentencias con sabor a impunidad, vas mostrándole a la policía cuál es el camino. Si desde la justicia no se ejemplifica con la sentencia, se va desmadrando”, explica. Todo esto en un terreno provincial en el que el ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro, avisa que su policía tiene armas y las va a usar. Y en un terreno nacional en el que los pesados de Cambiemos fundan la doctrina Chocobar saludando a un policía que mata por la espalda.
El abogado insiste en que el inicio de la investigación en casos de policías que matan es determinante para el desarrollo de lo que continuará, incluso más allá del ánimo de justicia con el que podrían trabajar los fiscales. El caso Mafud es un ejemplo. Cuando la policía tiene a su merced los primeros minutos después del hecho hasta que llegan al lugar fiscales y demás investigadores, la puerta a la impunidad, que suele estar abierta, queda de par en par: y puede pasar cualquier cosa. Desde el arma plantada, el enfrentamiento, el delincuente prófugo –artimañas imperecederas de la vieja escuela- hasta el robo de una sillita de bebé del auto para tornar creíble la versión de los dos que escaparon. “Tienen todas las de ganar. Cualquier ciudadano que comete un delito tiene que pirar porque lo agarran, pero estos tipos se quedan, te vallan la zona, no dejan pasar a nadie y tienen la disponibilidad de la escena hasta que avisen y llegue el fiscal. Te pueden hacer un chiquero”, dice Bereciartúa con caso Mafud de ejemplo: “Una ruta, a las tres de la mañana, todo negro, sin luces, era el lugar para que hicieran lo que quieran”.
Hay diferencias puntuales en la hipótesis de los hechos que maneja la querella con la planteada por el tribunal. Diferencias que hablan de distintos momentos de las balaceras o supuestos enfrentamientos. Pero la cuestión parece estar en el mal manejo de la investigación. Faltaron algunas pruebas, dice Bereciartúa, pero más que nada hubo pruebas de mala calidad. El levantamiento de casquillos, por ejemplo, fue horroroso con todos mezclados en una bolsa sin ninguna identificación. Dice el abogado que tal déficit no deviene necesariamente de una mala investigación, e incluso elogia el desempeño de Moreno durante el juicio. “No es que sea responsabilidad absoluta del fiscal, porque hay medidas de pruebas ordenadas por él en forma correcta, pero que en su producción se falló, y eso tiene que ver con la calidad del trabajo de la Policía de Investigación, que esperemos mejore notoriamente ante el arribo del especialista Marcelo Saín que la dirigirá próximamente”, analiza. Y se pregunta qué hubiera pasado si el arma plantada a Mafud funcionaba correctamente. “Nadie hubiera creído que Iván no disparó”.