En junio de 2017 murió en el Sanatorio Neuropático un chico de 18 años que estaba bajo cuidado de las áreas de Niñez y Adolescencia de la provincia. Informes de profesionales que atendieron al joven ponen en duda las explicaciones oficiales. Más de un año sin certezas alrededor de un caso que expone las falencias del Estado.
Por Martín Stoianovich
Murió un chico de 18 años que estaba bajo protección de un área del Estado y hay tanto silencio que inquieta. Lucas Figueroa falleció en el Sanatorio Neuropático de Rosario el 20 de junio de 2017. Había llegado a esa institución privada ubicada en San Martín 5848 en el marco de una Medida de Protección Excepcional tomada por la Dirección Provincial de Niñez, Adolescencia y Familia en conjunto con la Dirección Provincial de Salud Mental. Por aquellos días la noticia sacudió a las autoridades provinciales, que rápidamente reaccionaron. Una serie de explicaciones fugaces y acusaciones sobre quienes pedían que el deceso se investigara como demandan las leyes vigentes fueron suficientes para sumergir la historia del chico en el olvido.
Aquel 20 de junio, por la mañana, la última acompañante de Lucas Figueroa llegó al Sanatorio Neuropático como cualquier día normal de trabajo a buscar al chico para realizar alguna actividad. En la puerta se encontró con un empleado de seguridad al que no le quedó otra que avisarle que Lucas había fallecido en la madrugada. Para las seis de la tarde de ese mismo día, feriado con poco movimiento, desde la Fiscalía de Rosario aseguraban que no había información sobre un hecho de esas características. Solo un ex acompañante de Lucas hablo del tema ese día y dijo: “El Neuropático no era el mejor lugar para Lucas, nadie lo contenía, les chupaba un huevo si Lucas estaba o no. Le daban medicación alta o baja, se la subían cuando ellos querían. A mí criterio era demasiada a veces la medicación que le daban a Lucas. Simplemente se la daban de esa forma para que no joda, porque molestaba mucho”.
El rumor comenzó a correr: a Lucas lo sobremedicaban y ese podría ser un motivo para dudar sobre la causa de su muerte. Al día siguiente el hecho se dio a conocer por los medios de comunicación y, tanto los responsables del Neuropático como de las áreas de Niñez del Estado provincial, se vieron obligados a ensayar algunas explicaciones.
Néstor Borghi, director médico del Neuropático: “Lucas no estaba sobremedicado, tenía libertad para manejarse en la institución y tuvo un paro cardíaco. Se informó en tiempo y forma a la Justicia y desde ese momento la investigación quedó en manos de la Fiscalía”.
Andrea Travaini, subsecretaria de los Derechos de la Niñez, Adolescencia y Familia: “Tenía problemas congénitos, que tenían que ver con su salud. Un montón de intervenciones no dieron el resultado que hubiésemos deseado, pero iba acompañado de otras patologías, no era solo una cuestión de vulneración de derechos, sino cuestiones de salud profundas”.
La abuela de Lucas, la señora Gladys D’Angelo, era su encargada y fue ella quien respaldó al Neuropático y a Niñez: “Lucas falleció de muerte natural. Era un paciente psiquiátrico con patología cardíaca de base y murió de un paro cardiorrespiratorio, no hubo sobremedicación ni nada raro. Al contrario, la atención que tuvo en el Sanatorio Neuropático fue excelente”. En una entrevista con La Capital poco días después del fallecimiento del chico, la mujer pidió que no se hablara más de su nieto y confirmó que fue ella quien solicitó la cremación del cadáver. “Lo hice porque su cuerpo ya sufrió demasiados golpes, tenía muchas lesiones y no quería que fuera sometido a más trámites”. Uno de esos trámites al que iba a ser sometido, pequeño detalle, era la autopsia. Así comenzaba a sentenciarse el silencio.
Para Travaini sirvieron de buen escudo las declaraciones de la abuela de Lucas. Y no dudó en sacar provecho. Entonces, tranquila en su despacho en una entrevista el 7 de julio de 2017, lo dijo: “Su abuela fue muy firme en pedir que no se hable más de su nieto”. También dejó un mensaje para organizaciones de derechos humanos, trabajadores de la Dirección de Niñez, y las concejalas Norma López y Celeste Lepratti que habían exigido explicaciones ante tanto silencio y confusión: “Muerte dudosa lo dicen ellos, la fiscal no dice lo mismo”.
La fiscal es Mariana Prunotto, de la Unidad de Homicidios Culposos. Desde su órgano de prensa el Ministerio Público dijo: “Se envió la historia médica al Instituto Médico Legal para evaluación si con el diagnóstico que tenía recibió el tratamiento adecuado. Por otro lado los familiares de Lucas realizaron una exposición a la fiscal para dejar constancia que no requieren investigación sobre el fallecido”. Ahora, julio de 2018, a más de un año, dicen: “La investigación continúa abierta, se están realizando nuevas medidas que se mantienen en reserva”.
¿Por qué dudar?
Información a la que accedió enREDando permiten, al menos, dudar sobre la causa de la muerte de Lucas Figueroa. Dudar, en principio. No juzgar, no sentenciar. Tampoco silenciar. La historia clínica de Lucas que se conserva en el Centro de Salud Mauricio Casals hace un recorrido de las intervenciones del Estado sobre la vida del chico hasta el año 2013 y también hay informes médicos. En ninguno de ellos se habla de “problemas congénitos” como dijo Travaini. Tampoco de afecciones cardiovasculares. Sino todo lo contrario. Un estudio fechado el 25 de enero de 2012 dice: “Examen cardiovascular y Electrocardiograma Normal. Pulsos rítmicos y simétricos. No soplos. No R3”. El R3 es un término médico para dar cuenta de un ruido que se escucha en exámenes del corazón en ocasiones de insuficiencia cardíaca. Aunque tampoco sea determinante, ningún funcionario presentó, al menos hasta el momento, alguna evidencia que dé cuenta de las supuestas enfermedades del chico. Directamente no hay, hoy, una certeza sobre las causas de la muerte.
En la misma historia clínica hay un informe del equipo terapéutico del Centro de Salud Mauricio Casals, recibido y sellado por la Defensoría del Niño, que cuenta con una explicación pormenorizada y detallada del recorrido de Lucas por distintas instituciones, dispositivos y tratamientos. En él, un pasaje en relación a la abuela del chico destaca: “La señora Gladys D’ Angelo está afectada por un padecimiento psíquico que le impide dar una adecuada contención a Lucas, haciéndolo objeto en muchas oportunidades de agresiones psíquicas y físicas, en un marco de mucha desorganización y de maniobras psicopáticas que lo expone a innumerables riesgos, dentro y fuera de la casa. Esta situación hace presumir la existencia de un vínculo de tipo psicótico entre Lucas y su abuela, que podría haber encubierto un trastorno semejante en el niño durante su desarrollo. Si bien desde los distintos servicios se intenta acotar el alcance de estas acciones, el reiterado fracaso de muchas de las estrategias hace que se evalúe necesaria una intervención más intensiva que permita garantizar un tratamiento adecuado”.
En otro informe, elaborado desde el Centro de Salud Casals a la Dirección de Niñez, sobre la vida de Lucas y la relación con su abuela, se explicó: “En su historia de vida Lucas transitó diferentes situaciones de desamparo y violencia doméstica graves, que han incidido en la estructuración de su subjetividad. Según las entrevistas con la abuela, esta lo expone con su discurso y sus actitudes a situaciones en las que el niño no tiene de dónde amarrarse. En ese contexto ha sido muy dificultoso que el niño llegue y haga lazo en espacios de socialización secundaria (escuela, amigos, club), que aporten a su crecimiento y desarrollo. La abuela desarma todos los escenarios de habilitación para Lucas, aunque aparenta ocuparse del niño: se ocupa de armar espacios para él y de desarmarlos confirmando que el niño no puede estar en ningún lado más que con ella”.
Así las cosas resulta, al menos, llamativo que desde la Subsecretaría y la Dirección de Niñez -áreas que deberían estar al tanto de estos informes- hayan insistido en considerar a la abuela de Lucas como la persona indicada para tomar decisiones en torno a la vida, y luego la muerte del chico. Más allá del entendible dolor, más allá de sus derechos como familiar, hay aspectos que dan lugar a la duda y que podrían haber abierto a tiempo una puerta para esclarecer la muerte de Lucas. En otra irregularidad, faltando al cumplimiento del artículo 22 de la Ley Nacional Nº 26647 de Salud Mental, Lucas no contó con un abogado defensor que pudiera seguir el tratamiento ni, luego, indagar sobre la muerte. Desde la Fiscalía ni siquiera confirman que el cadáver del chico haya sido cremado. Todo parece haber terminado en el pedido de Gladys D’Angelo: que no se hable más de su nieto.
¿Por qué seguir dudando?
La muerte de Lucas puede investigarse como dudosa a partir de los rumores que empezaron a correr después de su muerte, por los pedidos de las concejalas, o porque ahora puedan existir otros motivos. Pero debería investigarse como muerte dudosa porque así lo demanda la Resolución Nº 15/2014 firmada en octubre del 2014 por el Órgano de Revisión Nacional de la Ley 26.657 de Salud Mental.
Entre sus puntos destacados, la resolución plantea que «frente a casos de muerte en instituciones totales» se debe dar una serie de pasos. “Monitoreo de la institución en la que se produjo el deceso, condiciones estructurales, condiciones de tratamiento, modalidad de abordaje; antecedentes personales de la persona fallecida, físicos, psíquicos, sociales; recolección de datos e información de las personas allegadas y de los referentes vinculares de la persona fallecida”. También explica que el Estado “en su carácter de responsable de los establecimientos donde se implementan medidas privativas de la libertad se constituye en garante de los derechos de las personas allí alojadas” y que dicha condición de garante “acarrea como correlato la presunción de responsabilidad del Estado”.
La misma resolución explicita que “toda muerte ocurrida en el ámbito de encierro debe considerarse muerte dudosa” y que “no se deben aceptar los certificados de “muerte natural” en el proceso civil y/o de familia”. Y termina por considerar al “examen de la Historia Clínica en el proceso civil y/o de familia como una prueba documental relevante”.
Cuando al destino lo marca el camino
“No tuvo muchas intervenciones de Niñez, en 2016 se tomó la Medida de Protección Excepcional. Antes quizás haya habido algo en Medida de Protección Integral pero no está en el expediente”, dijo Travaini aquella vez. Pero, en contraste con lo dicho por Travaini, fue el 24 de agosto de 2011 el día en que se realizó una reunión entre autoridades de la Dirección Provincial de Promoción de los Derechos de la Niñez, Adolescencia y Familia, con el equipo del Centro de Salud Casals y la por entonces acompañante de Lucas. Fue en esa reunión que se acordó la realización del informe citado líneas arriba en referencia a la relación del chico con su abuela.
El mismo informe detalla las característica de Lucas y su recorrido por distintas instituciones. “Presenta trastornos de conducta y dificultades en la socialización, con episodios de auto y heteroagresividad, hiperactividad y otros trastornos de tipo disocial”, explica y a la vez menciona que el chico a sus diez años no estaba alfabetizado. Y agrega que desde el inicio del tratamiento Lucas mostró “graves dificultades en la simbolización, dispersión de la atención, escasa comunicación, labilidad de los afectos”. El derrotero de ingresos fallidos a instituciones comenzó en noviembre de 2008 cuando se realizó una evaluación psicopedagógica en la Escuela Especial Zona Sur Oeste, a través de la cual se sugirió el ingreso a la Escuela Especial 2050. La medida no se concretó porque lo impidió la abuela del chico al manifestar que no estaba en condiciones de trasladarlo diariamente porque tenía que cuidar a su hijo (el tío de Lucas, cuadripléjico por accidente).
En junio de 2009 no pudo ingresar a la Escuela 660. “Es rechazado por las autoridades del Ministerio de Educación y se propone desde el gabinete realizar una nueva evaluación que nunca se produce”, dice el informe. El mismo mes Lucas concurrió al Centro de Protección Integral de la Infancia (CPII), y al Centro de Día “pero luego es retirado del mismo por su abuela”. A su vez, de forma paralela se había comenzado un tratamiento en Paidopsiquiatría en el Hospital de Niños Victor J. Vilela. En 2010 “concurre con irregularidad a su tratamiento psicoterapéutico en el Centro de Salud Casal con escasa evolución favorable”. En diciembre de 2011 el equipo de Paidopsiquiatría del Vilela recomendó solicitar la definitiva intervención de la Dirección de Niñez para incorporar a Lucas a un centro educativo terapéutico. Se le tramitó el certificado de discapacidad y se concurrió a la admisión en el centro educativo terapéutico Trazos en donde “se deniega el ingreso de Lucas a la institución por considerarse que la misma no estaba en condiciones de asumir su asistencia”.
Un punto de inflexión en el abordaje de la situación de Lucas se dio cuando el equipo de Paidopsiquiatría del Vilela se desvinculó del tratamiento psicofarmacológico. Los motivos: “La falta de garantías de que el mismo se efectivice, ya que no se ha podido establecer la estrategia acordada con la Dirección de Niñez de la provincia. En función de lo antepuesto se interrumpe el acompañamiento de Lucas debido a que no existe un marco institucional adecuado para sostenerlo”. El informe finalizó con un episodio de diciembre de 2012: “La Dirección de Niñez de la provincia decide incluirlo en la Colonia Astengo y se lo acompaña a esa institución, en donde luego de algunos episodios en donde Lucas agrede a otros niños y derriba un ventilador resulta nuevamente expulsado ante la ausencia de recursos institucionales para su contención. No se comprende la repetición de esta situación habiendo existido muchos informes previos que advierten sobre las dificultades de Lucas en su integración a las instituciones que sucesivamente intentaron alojarlo”.
Del Neuropático a la muerte
A comienzos del año 2016 Lucas Figueroa fue enviado desde la Pensión de la Música al Sanatorio Neuropático. “Me llaman diciendo que iba a ir al Neuropático después de no poder estar en otra institución por los problemas que tenía para relacionarse con sus pares”, dice el Acompañante Personalizado que estaba junto a él en ese entonces. La llegada de Lucas al sanatorio implicó un cese brusco en el intento de lograr la vinculación del chico con alguna actividad o proceso de escolarización. Se volvieron a realizar intentos, pero todos estuvieron atravesados por el estado de Lucas, que comenzó a cambiar a medida que pasaron los meses en el sanatorio. “Desde que veo a Lucas en el Neuropático siempre es bajo tratamiento psiquiátrico, medicado a veces más, a veces menos. No como castigo, pero sí cambiaba en función del comportamiento”, explica.
“Por cómo venía la situación de Lucas, los primeros dos meses en el Neuropático fueron ordenadores, el estar medicado y no estar rodeado de adolescentes funcionó en un primer momento. Pero desde un principio planteamos que no era un lugar para que Lucas se quede, que tenía que ser una internación, no que quede hospedado ahí”, explica. Y apunta contra las autoridades provinciales: “Pero nunca hubo una perspectiva integral de Niñez y de Salud Mental y se empieza a entender que se está esperando que cumpla los 18 años para soltarle la mano”.
El paso del tiempo afectó directamente a Lucas. Malos tratos, mala alimentación, poco cuidado de su salud y la medicación en aumento, fueron aspectos que comenzaron a empeorar su situación. “Él estaba con un tratamiento psiquiátrico que era muy fuerte, y lo dejaba babeando. Muchas veces cancelábamos salidas porque Lucas no se podía mover. Él se quejaba mucho de la medicación, que le daba sueño, que le costaba concentrarse”, dice sobre el tratamiento psiquiátrico. Incluso, y dejando a la vista cómo el tratamiento afectaba a las pocas iniciativas con las que se intentaba vincular a Lucas a alguna actividad, recuerda que en ocasiones tenían que dejar las clases en el Aula Radial que el chico había comenzado a sostener en la Casa del Adolescente. Se dormía.
En cuanto al estado de la salud de Lucas, el acompañante llama la atención. “Desde que entró al Neuropático fumaba mucho, se agitaba caminando y tenía problemas para respirar. El año pasado se hace una serie de estudios en el Hospital Provincial, donde se descarta alergia y afecciones pulmonares. Volvimos a hacer una consulta con una médica legista, pero no había afección grave o nunca nos comunicaron eso”. Otra acompañante de Lucas destaca que en el último tramo el abordaje de la situación del chico estuvo atravesado por el tratamiento psiquiátrico. Lo medicaban a las 8, a las 12, a las 16 y a las 20. “Se dormía sentado, estaba tan sedado que no se podía trabajar con él. Un día lo encontré tirado en el piso, en calzoncillos”, dice la mujer y ofrece una foto en la que se evidencia el estado de Lucas: se había caído de la cama y, sin despertarse, continuó durmiendo en el piso. Lucas permanecía sedado todo el día, no pudiendo sostener ninguna de las pocas actividades en las que podía participar. “El pibe dormía babeando y le metían las pastillas con cuchara”, cuenta la mujer.
Murió un chico de 18 años que estaba bajo protección de un área del Estado. Y hay tanto silencio que inquieta.