La escritora Gabriela Cabezón Cámara, junto con otras colegas como Selva Almada, Marisa Silva Schultze, Gabriela Larralde, Claudia Piñeiro y Luciana Peker pasaron por la Feria Internacional del Libro de Rosario y reflexionaron sobre el feminismo en sus vidas, sobre una industria literaria todavía liderada por varones y sobre la llamada literatura feminista.
Por Laura Charro
¿Hay un nuevo sector en las librerías que cada vez tiene más producciones y se llama “Feminismo”? ¿hay una literatura diferente a la producida desde hace siglos – por varones, de clase media, blancos, hetero – que está escrita, protagonizada y contada por mujeres y que puede llamarse feminista? ¿Caemos en etiquetas cerradas y limitantes propias del capitalismo que todo lo absorbe y amolda a sus intereses o nombramos así una nueva mirada, una nueva ola escrita por mujeres, lesbianas o trans que proponen nuevas historias?
“En la feria del Libro de Buenos aires participé en cinco mesas sobre literatura y feminismo”, dijo Gabriela Cabezón Cámara en la mesa propuesta en la Feria de Rosario que llevaba el mismo nombre. La autora de libros como “La Virgen Cabeza”, “El Romance de la Negra Rubia” y el relato gauchesco “Las Aventuras de la China Iron” que propone la mirada de aquella china que fue la mujer del legendario Martín Fierro de José Hernández, puso en discusión la hegemonía de las etiquetas literarias y el lugar de las mujeres escritoras en ellas que, como un nuevo corset pareciera que no nos deja respirar con naturalidad. Gabriela se pregunta si “la literatura sin etiquetas, en universal, ¿es sólo aquello que escriben varones entre 30 y 60, heterosexuales, blancos y de clase media alta?. No hay literatura que no sea política. Me parece muy flashero tener que estar hoy en día, otra vez, explicando que las mujeres escribimos. Hay algo ahí para pensar. Por qué todos los que no somos de ese grupo, de ese universal, tenemos que tener una etiqueta o, en todo caso, si la tenemos que tener, bueno, yo quiero que me inviten a mesas de literatura heterosexual o literatura masculina. Incluso, en la idea del canon, si se construye como mecanismo edípico, ¿las mujeres que somos?¿objetos de intercambio?. Es una cosa bastante fuerte. ¿Vos hablas solo y yo soy tu objeto de intercambio?”
La escritora uruguaya Marisa Silva Schultze – autora de la novela “La limpieza es una mentira provisoria” y “Siempre será después” – agrega a la reflexión de Gabriela que “cuando me invitan a una mesa, me invitan a las que tienen que ver con literatura y feminismo. Es como si mi literatura no pudiera verse desde otro lugar o yo no pudiera hablar de otra cosa. Hay algo de encasillamiento.” Si bien las dos coinciden en que esto no es responsabilidad de las y los lectores, Marisa cree que hay valor en interpelar los modos de lectura, “porque muchas cosas se rompen cuando la gente cambia. Estos fenómenos de mercado que las editoriales bien aprovechan económicamente esta bueno que también se rompan desde la gente. Esto de etiquetar a la mujer escritora, a cierto tipo de literatura, se puede ir modificando con nuevos hábitos de lectura o nuevas maneras de pensar la literatura.”
Gabriela Larralde, es autora de “Bestiario de las niñas malas”, un libro infantil que esquiva las típicas historias destinadas a niñas. Sumó su mirada sobre lo que se espera de las producciones de las mujeres escritoras y lo relacionó a los roles tradicionales de género: “con este libro infantil, habiendo publicado otras cosas antes, es como si éste hubiera sido mi lugar. Se espera que una mujer escriba literatura para la infancia y no sé si se espera lo mismo en los varones. Se espera, más aún siendo madre, que los cuentos tétricos que escribo de gente que mata mujeres o mujeres infieles que son violadas.”
La literatura hecha por mujeres que se autoperciben feministas y que cuentan nuevas historias entran al mercado y no de una forma ingenua, empiezan a viajar desde los márgenes de las editoriales independientes y fuera del gran mercado, a pasar sin escala a los éxitos de venta, los libros más buscados, los políticamente novedosos, las joyas de las grandes editoriales comerciales.
Larralde continúa y hace una lectura de esta situación actual, siguiendo su análisis sobre los estereotipos sociales e históricos de las mujeres, “los libros feministas tienen un para qué y hacen bien a la sociedad, porque se entiende que para eso estamos las mujeres en este mundo, para cuidar, criar y hacer un mundo mejor solamente y es un lugar de validación. Entonces sí, este libro es un lugar políticamente correcto hoy. Porque aparecen dos mamás que crían a una niña, porque aparecen dos papas, porque aparece una nena que no se quiere vestir con la ropa que la madre le propone que es rosa, con volados, sino que quiere usar la ropa del hermano mayor. Rápidamente, y el mercado no es algo ingenuo, este libro puede salir porque la editora descubre que hay una demanda y pueden ir padres o madres que van a pedir un libro para una hija o sobrina que no sea de princesas. Porque hoy se puede, porque hoy hay una demanda y eso existe. Este libro tiene un lugar políticamente correcto porque ya hay librerías con mesas enormes llenas de libros de feminismo, porque el sistema copta lo que se está buscando y a partir de ahora se va a publicar todo lo que se pueda en relación al empoderamiento femenino. No es que esté mal de por sí, lo que quiero decir es que este libro no es políticamente correcto, este libro viene a contar la forma en la que yo vivo, en la que muchas de nosotras vivimos o queremos vivir y si aparece una pareja de dos mujeres con hijxs es porque eso es parte de mi cotidianeidad y de mi vida, no es porque yo armé un cronograma de todo lo que tenía que aparecer de diversidad.”
Escritoras atravesadas por el feminismo o las reflexiones desde la desigualdad de género, quizás sean los grandes motores de esas nuevas historias que se están contando. Claudia Piñeiro, best seller argentina con trece novelas publicadas y cuatro de ellas llevadas al cine, fue en los últimos días una de las oradoras a favor de la despenalización del aborto legal, seguro y gratuito en el debate abierto del Congreso Nacional previo al tratamiento de la ley y la encargada de abrir la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, lugar por primera vez ocupado por una mujer. En su discurso hizo una fuerte crítica a la industria editorial y plantó su mirada sobre el lugar del escritor: “estar siempre en conflicto con la autoridad, entendiendo por autoridad, en nuestro caso, el Estado, la industria editorial y los intolerantes”.
En su visita a la Feria de Rosario, Sonia Tessa fue la encargada de llevar adelante una completísima entrevista abierta a Piñeiro y le recordó a Claudia su libro “Una Suerte Pequeña”, donde aparecen lecturas de escritoras feministas como por ejemplo Simone De Beauvoir. “Esas lecturas – cuenta Piñeiro – tienen que ver con el derecho a la no maternidad. Hay una pregunta de la protagonista: cómo llegué yo a ser madre?. No es que no quiera a su hijo, pero a su vez, siente que llegó a la maternidad sin siquiera plantearse si quería o no ser madre. El rol de la mujer está asociado con lo reproductivo, entonces si se te cruza por la cabeza no tener hijos no sos una mujer completa. Por lo menos antes era así y quiero pensar que para las nuevas generaciones esto está más superado. A veces es difícil explicar esto, porque parece que el rol de la mujer siempre tiene que ser heroico y una tiene que estar contenta y si vos te sacrificaste toda tu vida no hay nada que sea comparable con eso y la verdad es que hay un mar de contradicciones permanentes.”
Claudia, además, reflexionó sobre el lugar de la mujer a la hora de intentar un crecimiento profesional, como el que ella vive y recordó una situación de su juventud que pudo, con el tiempo, darle una lectura crítica: “yo soy contadora y entré a trabajar en un estudio de auditoría, ese año era la primera vez que entraban mujeres. Entramos 3 mujeres entre 10 hombres. El lugar para las mujeres es difícil. Yo tenia el mejor promedio de la UBA en ciencias económicas y los otros diez hombres seguro no tenían el mejor promedio porque no se les exige. Para que entren esas tres mujeres tenían que ser las más destacadas, en cambio en el paquete de hombres entraban destacados y no destacados. Esto lo vengo asimilando. Que yo me haya podido hacer una carrera en la literatura no significa que no haya muchas mujeres que merecerían tener determinados trabajos que no tienen. No puedo evaluar esto por la excepción que podemos ser algunas, con respecto a una realidad de invisibilización de mujeres en muchísimos campos que es lo que estamos tratando ahora de manifestar.”
Selva Almada es entrerriana, autora, entre otras novelas, de “Chicas Muertas” y “Ladrilleros”. Se reconoce feminista y en relación a su proceso personal al respecto, cuenta que “desde hace unos años a esta parte las mujeres hicimos el click de admitir y revisar. Cuando empecé a acercarme al tema había una reticencia en mujeres o amigas a admitir que habían sufrido algún tipo de violencia. No hablamos de violencia física, sino que hasta no reconocían ser víctimas de micromachismos. Como si, de alguna manera, decir que no les había pasado las posicionara en una situación diferente, por encima de otras mujeres. Creo que nos costó mucho a todas darnos cuenta que alguna vez nos pasó alguna de esas cuestiones desde micromachismos a violencias más extremas. Creo que todavía les falta a los varones, sobre todo a varones heterosexuales, reconocer que alguna vez tuvieron algún tipo de acción violenta contra una mujer.”
¿Están los varones dispuestos a escuchar y leernos? “Los varones no quieren escuchar y no nos leyeron nunca” responde con contundencia Luciana Peker en la presentación de su último libro “Putita Golosa”, récord en ventas, en una sala repleta del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa que quedó chica. Pero aclara, “ahora algunos quieren escuchar y no es una invitación amable y en esto soy dura: tienen que escuchar, muchachos. No hay fenómeno político, cultural e intelectual más trascendente de la Argentina y el mundo, nos tienen que escuchar. También, yo sí creo que hay que interpelarlos y sin hacer autocrítica, abrir carriles de diálogo. El feminismo me enamora porque todavía quiere cambiar el mundo.”