El Albion Football Club, recientemente ascendido al profesionalismo uruguayo, planta discusiones que devienen en banderas y hace de esas banderas una forma de juego, adentro y afuera de la cancha. Es un fútbol asambleario que discute y se cuestiona donde está parado al margen del planteo táctico. Se interpelan como jugadores, como trabajadores y como varones. El colectivo “Nada crece a la sombra” y el trabajo en cárceles. Una nota que rueda sobre fútbol, política, danza y literatura.
Por Tomás Viú. Foto presentación libro: Gregorio Basualdo
[dropcap]E[/dropcap]s sábado 2 de diciembre de 2017. El Albion FC, primer club de fútbol de Uruguay con 126 años de historia, se juega el pase de categoría. Nunca, hasta ahora, jugó en el profesionalismo. Nunca, hasta ahora, había jugado en el Estadio Centenario. Noventa minutos lo separan de la gloria. En la final del Campeonato Uruguayo del fútbol amateur, le ganará 2-1 a Colón. Y los jugadores del Albion darán la vuelta hacia la izquierda, como una reivindicación, como un acto político, como hizo Defensor Sporting en 1976 cuando salieron campeones mientras algunos familiares de los jugadores estaban desaparecidos por la dictadura uruguaya. La final del 2 de diciembre seguramente quedará grabada en la memoria de jugadores, cuerpo técnico, familiares e hinchas. Pero esta nota no es una crónica del partido. No se enfoca en un acontecimiento sino en un proceso. Es el relato de una experiencia. La experiencia del Albion, un equipo que salió campeón mucho antes de dar la vuelta.
“Este año en el Albion hicimos un montón de cosas que tienen que ver con cuestionarnos, con ver dónde estamos parados y con preguntarnos quiénes somos”, dice Agustín Lucas, defensor del Albion y del libro Tapones de fierro que vino a presentar a Rosario. Agustín, futbolista y poeta, escritor y tallerista barrial, cuenta que en el equipo empezaron a cuestionarse como varones, como jugadores de fútbol y como seres sociales. “Para mí salimos campeones en eso más que en haber ganado la final. Porque la final la puede ganar cualquiera pero nosotros ya habíamos ganado antes un montón de cosas”.
Martín Monroy es uno de los delanteros del Albion FC. Junto al número cinco del equipo, Maximiliano Rodríguez, y Santiago Amorín, arquero del Albion, vinieron a Rosario para estar en la presentación del libro de Agustín Lucas. Monroy dice que todo empezó por un comunicado. Estaban jugando un partido contra Bella Vista, un club histórico de Uruguay que lleva muchísima gente. Dice que en ese partido hubo “abundantes gritos racistas hacia un compañero de nuestro cuadro, Steve Hilman, que es camerunés, y gritos sexistas hacia una jueza de línea mujer”. Monroy aclara que los gritos surgieron de la hinchada propia, que ellos se dieron cuenta de eso y que se convirtió en el tema de conversación en el vestuario. ¿Qué hacemos con eso si es nuestra gente? Esa fue la pregunta que abrió la discusión puertas adentro. “Empezamos a discutir en el vestuario y dijimos ´vamos a sacar un comunicado. Como plantel no estamos de acuerdo con esto que pasó y queremos hacer algo porque pensamos que esto no puede pasar más y si nos quedamos quietos va a seguir pasando´”, recuerda Monroy. “Ante esa situación que considerábamos injusta, teníamos que hacer algo”. El comunicado que publicaron en las redes repercutió en lugares impensados. Esa fue según Martín la primera piedra para empezar a hacer cosas de manera colectiva. “Siempre que hay una moción la debatimos entre todos en la charla de vestuario. Se pone el tema en la mesa y se discute”.
Una de esas discusiones que se dieron fue a partir de la desaparición de Santiago Maldonado. Santiago Amorín, el arquero del equipo, planteó que había que hacer algo. Junto con Agustín empezaron a mandar información al grupo de whatsapp. “El tema estaba latente en el discurso cotidiano de todo el mundo. Todos hablaban de Santiago Maldonado. Entonces nosotros dijimos ´bo, vamo a manifestarnos´”, cuenta Agustín. ´Yo no sé muy bien de qué viene´, ´yo no tengo mucha información´ fueron algunas de las primeras respuestas whatsapperas. Al otro día hubo reunión en el vestuario y se habló el tema. Aparecieron distintos pensamientos e informaciones. Se consideraron todas las posturas, votaron e hicieron lo que sería la primera bandera: Dónde está Santiago Maldonado, se preguntó el Albion a lo largo del campeonato. “Entramos y colgamos la bandera en el banco de suplentes”, recuerda Agustín Lucas. La bandera quedó todo el campeonato en la cancha. Y cuando salieron campeones, la llevaron y la remendaron. Arriba de las palabras ´donde esta´ escribieron ´justicia´. La intervención intervenida: un espiral discursivo.
Ahí, en la cancha, donde generalmente no se discuten cuestiones ajenas al espectáculo futbolístico, el Albion planta discusiones como semillas que devienen en manifestaciones colectivas. “Lo que pasa en el vestuario es muy parecido a lo que pasa en un barrio. Entonces también es territorial el cuestionamiento. Si contagiamos a la gente que ve la bandera, se cuelga, nos apoya y se pregunta dónde está Santiago Maldonado, está buenísimo, pero si eso no sucede, nosotros ya nos lo preguntamos a nosotros mismos”, explica Agustín, y dice que Santiago tenía casi la misma edad que él y que agarró la pancarta como la agarra él. “Qué pasa si yo me desaparezco un día, si alguien me desaparece. Qué pasa si quien te desaparece es la policía que supuestamente te cuida. Todos esos cuestionamientos nos hicimos en el vestuario. Somos treinta personas cuestionándonos estas cosas”.
Martín Monroy tiene veintiocho años y nunca había tenido este tipo de discusiones. Las empezó a protagonizar desde que entró a jugar en el Albion este año. Con Agustín jugaron juntos en el equipo Sudamérica. Dice que si bien habían hecho algunas cosas, nunca habían tenido tantas manifestaciones. En las discusiones participan sólo los jugadores en una primera instancia para plantear los temas. Después los discuten con la psicóloga y con la asistente social del equipo.
Antes de este campeonato, cuenta Monroy, al Albion lo iban a ver tres personas: un dirigente, el padre de uno de los jugadores y un hincha declarado. Este año, en el partido con Bella Vista había quinientas personas y en el partido que los consagró campeones eran mil hinchas. “La gente se fue acercando porque no sólo le gustó lo que demostrábamos adentro de la cancha sino que también le gustaba lo otro”, dice, y cuenta que las banderas que pintaron hicieron que le escribieran compañeras de la escuela con las que hacía ocho años que no hablaba. El inicio de la charla era el trapo. “Sacando un trapo podemos llegar a lugares que no tenemos ni idea. Nosotros empezamos a tomar conciencia de eso. No es sólo sacar el trapo sino lo que lleva sacarlo”. Monroy habla de la asamblea en el vestuario. “Esas historias te enriquecen zarpado. Son historias de vida que las llevamos a la cancha, como tendría que ser el fútbol. Muchas veces no queremos hacernos cargo de determinadas cosas. Cada uno tiene que hacer un proceso interno. Muchas veces el jugador de fútbol vive en una burbuja. La burbuja del fútbol. A veces te enseñan eso, que ese es el mundo. Pero cuando esa burbuja se te pincha por determinado motivo, ´dale loco, bienvenido a la vida´”.
Tapones de fierro
El amarillo de la prensa, la deformación impune de los hechos, la generación de una persecuta continental jugando a matar gente como en un videojuego, se parecen bastante al mundillo del fútbol.
La coyuntura es el movimiento. El pensamiento, la fiesta y el movimiento. Mientras, el trabajo. A veces los proyectos. Casi nunca la guita. Cada tanto la poesía, casi siempre sin darnos cuenta, a veces en canciones que son como los colores, por cantantes que son como jugadores.*
Agustín se presenta como una persona que tiene más libros que goles. Hace unas semanas estuvo presentando en Rosario su libro “Tapones de fierro”, una “dosis de fóbal en el real vivo y directo del alambrado”. Agustín se (y nos) sumerge en la gambeta que no será televisada. Hay otra forma de volver al manisero, a la fila de la boletería, al socio, a la cábala, al llanto oxidado en el alambrado; esa forma de volver al folclore, al tango, al primer amor, esa forma de volver al fóbal, al fulbito, al caño, al hachazo, esa forma de volver a sentir, a vivir, a dejar de verdad el alma sobre la tierra, esa forma de llenar la cancha, de oler a chorizo, de rezarle a la nada, de cruzar los dedos, ese forma de volver a vivir el viejo fútbol en el que nos hemos criado, esa forma de volver a la escuela de todas las cosas, esa forma sin grifas, sin propagandas, esa forma sin gel, sin diamantes, sin sumas millonarias**
En una de las presentaciones, Kurt Lutman dijo que Agustín Lucas fue el que le terminó de dar el último empujón para hacerse cargo de empezar a escribir. “Él fue el primer tipo de todos nosotros que se hizo cargo de que era poeta. Empezó a escribir y a sacudir sus libros para todos lados y a habilitar su poesía. Él no lo sabía pero desde Rosario estábamos muy atentos a esa movida. Nos fue quitando vergüenza y fantasmas”. Cuando Kurt le preguntó a Agustín cómo describiría al libro, éste respondió rapeando:
Pienso más en la respuesta que en la pregunta,
versos pendejos, frases adultas,
palabras que duelen, palabras que insultan,
si sigo a esta velocidad es para multa.
Tengo bruto perro, tres marcianos,
algunos amigos y algunos hermanos,
No me conformo con poco, nunca es demasiado,
Tomo una cerveza si ando desahuciado,
Tengo dos cohetes y un abismo,
Mucho de pasión, mucho de cinismo
y algo indispensable para el alpinismo,
Las garras atentas y el olfato listo,
Mezcla de lucecitas y de gotas,
La ventana llora pero no se nota,
En el bondi todas las caras rotas,
Reina la cultura de hacerse el sota,
Este poeta no corre, este poeta flota,
Al fondo de un bondi que explota,
Entre pelos lacios claros y motas,
El rojo, los ojos dando la nota,
Pura cuestión de bulevares,
Avenidas se parecen a calles principales,
Muro con escudos de cuadros rivales,
Parroquia indispensable en los bares
Parar la bocha
El gremio de futbolistas del Uruguay se gestó en la primera huelga de futbolistas en 1948. La segunda huelga que hubo fue en 2004, mientras Agustín debutada en primera. Desde hace un tiempo, algunos equipos empezaron a cuestionar lo que estaba pasando. “¿Por qué en el fútbol uruguayo las canchas están jodidas, las camisetas no tienen marca y no hay auspiciantes?” Agustín pregunta y responde. “¿Vivimos en un fútbol pobre? No, para nada. Es un fútbol rico porque sacamos grandes estrellas mundiales. Pero vivimos en un fútbol empobrecido porque la plata siempre se la llevan los mismos”. A partir de estos cuestionamientos, nació “Más unidos que nunca”, una organización que se armó entre seiscientos jugadores de Uruguay y que está por fuera del gremio. Hace unos meses hicieron un paro. Es la primea vez que al fútbol lo paran seiscientas personas. “No precisamos de estatuto ni de nada para decir que el fútbol tenía que parar. Sin jugadores, no hay fútbol. Los dirigentes de nuestro gremio, que en el inicio de su gestión lograron algunas cosas importantes en cuanto a los derechos del futbolista, siempre estuvieron recostados en la empresa televisiva que tiene el monopolio desde hace más de diez años”, cuenta Agustín.
La segunda bandera que hicieron en el Albion decía: “Nosotros también somos jugadores”. Desde el Albion cuestionaron a su propio movimiento, poniendo el foco en la discriminación y la marginalidad que sufre el jugador de la C, que por ejemplo no es socio del gremio. Cocineros, trabajadores de la construcción, empleados de call centers, mutualistas. Todos los integrantes del equipo, además de ser jugadores, tienen otros trabajos. Empezaron a preguntarse si eran laburantes o jugadores de fútbol. “Estuvo bueno preguntarnos qué somos, por qué no estamos en el gremio, por qué no tenemos médico, por qué somos trabajadores precarios y nos pagan cuando quieren y como quieren”.
Fútbol antipatriarcal
La tercera bandera que discutió y pintó el Albion fue en el marco de que “aparecieron un botijita y una botijita violadas y asesinadas por varones machistas”, cuenta Agustín. A partir de ahí decidieron cuestionarse una serie de cosas. “Yo también soy machista y me peleo con eso todos los días, desde que me levanto me peleo con el machista que llevo adentro”, dice Agustín, mientras hace una diferencia entre el futbol masculino y el femenino. Plantea que el fútbol masculino es muy machista y que el fútbol femenino es la misma pasión pero es distinto porque aparece como una resistencia. “No está desde siempre. No pertenece al mundo machista que somos desde siempre y que seguimos manifestando desde la tribuna cuando te cantan ´te vas a tomar la leche´”. Este proceso llevó a los jugadores del Albion a preguntarse realmente quiénes son como varones. “¿Le gritamos a la gurisa cuando estamos todos juntos? Somos unos abusadores entonces. Vivimos en un mundo machista. ¿Cuándo vamos a vivir en un mundo feminista?”. Agustín dice que también discutieron sobre el acoso callejero. “Hay cosas que hacemos hace muchísimos años y que están naturalizadas. Estamos en 2017 pero parece que estamos en blanco y negro”.
El cuerpo técnico y el presidente del Albion estuvieron abiertos a las propuestas que iban surgiendo del plantel. Lucía Naser es una reconocida bailarina uruguaya que tiene un proyecto que se llama “Episodios” y que consiste en hacer danza con gente que no tiene experiencia. Lo hizo con trans, con adolescentes del interior, con las personas que se disfrazan a partir de los cómics y con jugadores de fútbol. Durante un tiempo, todos los lunes antes de entrenar, los jugadores del Albion hicieron un taller de danza. “Lucía iba, se paraba delante de un grupo de veintisiete jugadores de fútbol y nos planteaba salir permanentemente de nuestra zona de confort”, cuenta Monroy, y dice que “fue tremendo desafío”. “Ella nos iba guiando. Era mucha improvisación. Fue un goce zarpado”, dice Agustín. Al final, algunos integrantes del plantel terminaron haciendo junto a un grupo de jugadores de fútbol amateurs, aficionados y profesionales, una obra de danza contemporánea que la presentaron en público. Armaron un grupo de once personas, como un equipo de fútbol, y lo que mostraron es un trabajo en proceso. Dicen que la idea es seguir adelante. “No está tan alejada la danza del fútbol. Como tampoco lo está de la poesía, de la escritura y de la literatura”, plantea Agustín. Para él, hay gente que se encarga de correr al fútbol de la cultura y de poner al jugador de fútbol en un lugar de burro que sólo patea la pelota. “Hay gente que se dedica a eso. Periodistas, dirigentes, técnicos, y nosotros mismos también a veces nos prejuzgamos como si lo único que podemos hacer es jugar al fútbol”. Agustín dice que no conocía a Lucía personalmente pero que se entregó a su creatividad y que hubo mucha confianza desde el principio. “Fue muy fácil crear y brindarse desde lo que uno hace. Creo que los jugadores también le pusieron amor, cariño y confianza. Confiar en que lo que hacíamos era reivindicar ciertas cosas”.
Nada crece a la sombra
Tener en cuenta el amor nos da más chance de entenderlo todo. Vislumbrar cambiar el mundo es un éxtasis, pero la fortuna está en el diálogo. Y en las pequeñas revoluciones del barrio. De la casa, del cuarto, de la cama. Del laburo y de la cancha. Y del movimiento. La participación es fundamental. Callar debería ser una opción y no un estado. Decir debería ser un derecho y equivocarse el clic de la tolerancia. Cantar, una forma de hablar; y dormir, un ritual. Comer, una pausa; y delirar, una posibilidad (…) Y le pagaremos de zurda o de derecha (en política pegarle con las dos es una epidemia no una virtud). Y la violencia estará en nuestras reacciones. Y discutiremos sobre rock y sobre revolución. Sobre conservadurismo y libertinaje. Y sobre fútbol, claro. Una vez escuché que la revolución más difícil es la de los afectos. Pero que la ternura nunca se pierda***.
“Nada crece a la sombra” es un colectivo de artistas, educadores sociales, psicólogos, sociólogos, gestores culturales y jugadores de fútbol. El colectivo de trabajo en cárceles surgió en el marco de la campaña “No a la baja” y busca impulsar ´procesos de alejamiento del mundo del delito a través de herramientas socioeducativas´. Agustín participa del colectivo y trabaja en cárceles desde hace muchos años. La primera vez que fue a una fue para ver a su primo, que antes de ahorcarse desesperado por el paco estuvo preso por afanar para fumar. El recuerdo que tiene es el de llevarle yerba, fideos y tabaco. El de ir y hacerle la cabeza para salir adelante. Otra referencia familiar en la vida de Agustín en relación con el encierro tiene que ver con el padre, que por ser tupamaro estuvo preso ocho años durante la dictadura. Dice que quizás esa sea una respuesta de por qué va a laburar a las cárceles. Pero también cree que el por qué tiene que ver con tener en cuenta la situación de encierro. “La gente no lo tiene en cuenta todo el tiempo. Al estar ahí el mundo se te amplía. Vos sabés que hay un barrio de gente que está encerrada”, dice Agustín.
Cuando él jugaba en Miramar, sus compañeros de equipo también participaron del colectivo. Dice que el año que viene seguramente se sumarán los jugadores del Albion para ir a jugar con los pibes y para encontrarse con el fútbol desde otro lugar. Desde brindar una herramienta. “Si vos le pegás con esta parte del pie, la pelota va a salir de determinada manera. Eso es mágico. A un pibe que no sabe parar la pelota, explicarle, tocarle el cuerpo y decirle que si cierra los ojos no puede cabecear la pelota”. Agustín dice que es importante leer cosas de fútbol, hablar de fútbol y jugar al fútbol. “A partir de ahí, todo fluye y al rato nos encontramos hablando de cualquier otra cosa. Todo se explica con el fútbol”. Para Agustín, hay en la pelota una posibilidad transformadora.
Cuando sale de la cárcel, Agustín se toma el bondi, camina por su barrio, abre la puerta de su casa, abre la heladera y toma algo. Después se pega un baño. Dice que mientras él hace eso tan normal hay alguien que está encerrado. “Eso es un motor para ir al otro día a laburar de vuelta”.
María Chiponi, quien integra el colectivo de trabajo en cárceles La Bemba del Sur, en Rosario, compartió en una de las presentaciones del libro Tapones de fierro, un texto escrito por una persona que está detenida en la unidad 3 de Rosario y que desde hace un tiempo participa en los talleres que ellos coordinan. El texto se titula “La realidad es cruel”: La realidad es lo que piensa la gente o la sociedad. Es una sociedad llena de ignorancia porque se habla sin conocer, pero la sociedad, como diría yo, está equivocada. Todos sabemos que somos libres en todo sentido porque todos nosotros no pertenecemos a este ambiente y nos encontramos cada vez más fuertes que nunca. Todo a su tiempo llega. Lo vuelvo a repetir para toda la sociedad. Estamos más cerca de lo que piensan. No todos somos iguales, pero repito, lo último que se pierde es la fe.
Agustín dice que el olvido es el primer rival a driblear, “el primer técnico que no te pone”, y que el verbo tiene que ver con la pelota. “El lenguaje se va transformando”. La intención que tiene Agustín es contagiar al otro. “Visualizar ese lugar que está al margen, que está en el olvido, que está en la sombra. Nada crece a la sombra”.
Hay partidos que, cuando se habla de experiencia, no se cuentan nunca, pero son puntos de oro al final del campeonato. Un entrenamiento que poco tiene que ver con lo táctico, lo técnico es el abrazo, la complicidad, lo físico es correr, correr y correr. La risa es pájaro en mano. La muerte, un ciento volar. El colectivo NADACRECEALASOMBRA se repartirá por los barrios montevideanos, con el alma más adolescente y el corazón en carne viva****
El Albion, “más que un equipo de fútbol, es un grupo de laburo y de crecimiento”, siente Agustín. “Nos encontramos como un grupo de grandes y chicos que se pone a discutir cosas y va creando a la vez una identidad de juego y haciéndola respetar los fines de semana. Cómo juega un equipo, cómo juega Albion”.
*Queso ruso, Agustín Lucas.
**La postalina, Agustín Lucas
***Queso ruso, Agustín Lucas
****El fútbol es la excusa, Agustín Lucas