Desde 2006 el Grupo de Teatro del Oprimido Rosario viene buscando a través del teatro alternativas a problemas comunes. Partiendo de situaciones de opresión, se propone transformar las realidades concretas y simbólicas. Es el lugar donde confluye lo individual, lo colectivo, lo artístico y lo político. Es la potencia del encuentro donde el cuerpo trabaja en el terreno de lo sensible. El eje más abordado hasta ahora tiene que ver con la violencia de género. La propuesta del GTO es recurrir al teatro como un medio para problematizarnos, para teatralizar los sueños y las realidades injustas: un medio para transformarnos.
Por Tomás Viú
El Teatro del Oprimido (TdO) es un lenguaje creado y sistematizado por el dramaturgo, actor y pedagogo teatral brasileño Augusto Boal desde los años sesenta. Es un ejercicio político desde el teatro que se propone transformar las realidades de opresión que vivimos cotidianamente. En junio de 2005, cuando Pepe Ferraro viajó a Brasil para conocer esta metodología teatral, no sabía que luego de su experiencia en Río de Janeiro volvería a Rosario y plantaría la semilla del GTO (Grupo de Teatro del Oprimido). Pepe se había formado en la Escuela de Teatro de Rosario pero quería explorar algo que no fuera el teatro en sala. Había algo del teatro para teatreros que le hacía mucho ruido. Estaba en un proceso individual de búsqueda de herramientas y le habían dicho que en Río de Janeiro estaba el CTO (Centro de Teatro del Oprimido). Decidió ir a formarse y a conocer. Estuvo cinco meses y dice que fue un antes y un después.
– A la vuelta armamos el espacio en Rosario. Era una cuestión de decir ´le chiflo a mis amigos y amigas, a mis compañeros de militancia´. La idea era tener un espacio en Rosario para seguir aprendiendo en vínculo con otros grupos que estaban surgiendo en distintos lugares de Latinoamérica, sobre todo en Brasil.
Pepe dice que a partir de ese momento no pararon de laburar. Convocaron a personas afines política y afectivamente. El espacio de circulación de la convocatoria interna fue entre noviembre de 2005 y marzo de 2006. Ahí se gestó la primera base del GTO con el objetivo de apropiarse de la metodología y de pensarla a favor de la transformación social. En 2006 llegaron a ser catorce personas, entre las cuales, además de Pepe, estaba Paola.
– En todos estos años el grupo se ha ido transformando. En estos tiempos el contexto social nos ha generado nuevas preguntas, nuevas maneras de pensar nuestras intervenciones, de dialogar. Es la interpelación sobre qué es lo que podemos con las herramientas con las que venimos creando, sabiendo que en este contexto precisamos inventar nuevas cosas y fortalecer más que nunca los lazos. Esa es la pregunta de estos tiempos.
En la conformación del grupo actual la mayoría confluye desde las ciencias sociales. Relaciones Internacionales, Trabajo Social, Ciencia Política y Comunicación son algunas de las ramas que dialogan en el GTO Rosario. Yanina, Trabajadora Social, dice que de una u otra manera quienes hoy forman el GTO se han acercado a lo artístico, pasando por el teatro o el clown. Después siguieron sus búsquedas hasta encontrarse con el Teatro del Oprimido. Hoy son nueve personas que siguen buscando. Buscan posibles respuestas, caminos, alternativas, encuentros y diálogos que traen nuevas preguntas, recorridos, formas de ser y de estar, de resistir y de luchar.
– Yo soy Luciana, mi primer activismo empezó con el feminismo y desde la colectiva en donde milito, Mala Junta, empecé a conocer el trabajo del grupo. Primero fui admiradora y asidua concurrente a sus convocatorias. Hicimos algunas actividades juntas y juntos, festivas y militantes. Y después tuve el orgullo de ser invitada a sumarme.
Cuando pregunto por la metodología del Teatro del Oprimido se genera un silencio. Imagino que cada cual está pensando una respuesta posible. Propongo un armado coral. Pepe pregunta si pueden ensayar con el grabador prendido. Ensayan respuestas. “Un objetivo es democratizar los medios de producción cultural”, tira Pepe. “Que lo artístico vuelva a quien pertenece”, agrega, y al mismo tiempo aclara: al pueblo. “Que no sea elitista, que no quede en el campo de la formación específica de quienes quieren hacer arte para expresarse. El objetivo utópico es transformar la realidad. El objetivo más concreto es propiciar espacios para que los colectivos organizados puedan apropiarse de una metodología más para sumarla a su lucha en las distintas prácticas cotidianas”.
El Teatro del Oprimido abarca distintas técnicas: Teatro Periodístico, Teatro Invisible, Teatro Imagen, Arcoiris del Deseo, Teatro Legislativo. La más utilizada por el GTO es la de Teatro Foro, que propone realizar una obra teatral a partir de una experiencia propia de opresión. En la obra se invita a la platea a transformar la escena. En esa intervención, las y los espectadores devienen en espect-actrices y espect-actores. Mientras algunas personas del grupo actúan, otras se ocupan de coordinar ese intercambio e invitar a la acción. “Para mí eso es muy fuerte”, dice Silvina, quien también integra el GTO Rosario. “Son escenas cotidianas. Estar viendo eso y tener la posibilidad de transformar esa situación me parece algo muy revolucionario. Más allá de democratizar los medios de producción cultural, está bueno pensar en cómo democratizar la palabra y el conocimiento”.
El Teatro del Oprimido es un espacio de comunicación, dice Pepe, que implica correrse de los prejuicios. Un texto que el grupo viene trabajando indica que el diálogo no es a priori a través de la palabra sino que debe buscarse en el intercambio humano, en la acción, en el sonido y en lo simbólico. “Es el eje de la escucha y del encuentro con el otro. Por eso es el teatro como medio”, agrega Ferraro. En esta metodología teatral, la obra la genera el grupo y no una dirección, y las problemáticas aparecen después de la escucha colectiva. “En una obra de Teatro Foro, el diálogo con la comunidad genera una nueva cosa. Si escuchamos lo que generamos hay una potencialidad”, acota Pepe.
En el ensayo de las respuestas posibles, aparecen preguntas. ¿Cómo acompañar, discutir y crear desde el teatro estrategias de luchas sociales? ¿Cómo transformar nuestras propias realidades? ¿Qué movemos en la ficción y en qué nos transforma en lo real? En el encuentro con otros se dialoga y se discute a través del teatro la búsqueda de alternativas a problemas concretos. “Nos encontramos y nos preguntamos qué carajo nos pasa, cuáles son las injusticias que vivimos y cómo llevamos eso al teatro. El teatro es un medio para problematizarnos, para teatralizar realidades injustas, para teatralizar nuestros sueños y ver cómo nos organizamos para transformarnos”, ensaya Pepe.
Sin escucha no hay diálogo posible. Y sin diálogo no hay encuentro. Las preguntas emergen en ese intersticio. ¿Qué alternativa necesitamos? ¿Hacemos un piquete? ¿Construimos una escuela? ¿Intervenimos un hospital? ¿Hacemos un espacio de asesoramiento a las víctimas de la violencia? Las alternativas que aparecen son acciones concretas, aunque las transformaciones sean también simbólicas.
El eje más trabajado hasta ahora tiene que ver con la violencia de género. Desde 2009 vienen profundizando en la articulación, sensibilización y búsqueda de estrategias comunes en este sentido. Los otros ejes explorados, aunque con menor profundidad de desarrollo, tienen que ver con las temáticas de trabajo, violencia institucional, narcotráfico y estigmatización de la pobreza.
En 2013 el grupo creó una obra de Teatro Foro que se llama “Levantando barreras”. La pieza se creó con la organización social Insgenar (Instituto de Género, Derecho y Desarrollo). El marco fue el registro de Objetores de conciencia en Santa Fe. El objetivo era hacer circular la obra por los diferentes sectores públicos trabajando con los equipos de salud de toda la provincia. Este año la obra circuló en distintos contextos. La última presentación fue en la cátedra del aborto de la Facultad de Medicina. “Esa obra fue de las que más hemos laburado. Nos parecía importante la posibilidad de estar con las compañeras que vienen sosteniendo la cátedra del aborto”, cuenta Paola. “Es una obra que trabaja sobre derecho sexual y reproductivo. Hay un avance con el proyecto de libertad religiosa que va para atrás con un montón de derechos sexuales”.
En el camino de las articulaciones con otros colectivos, el GTO Rosario viene trabajando con Pañuelos en Rebeldía, Mala Junta, Insgenar y la Red de Profesionales por el Derecho a la Salud, entre otras organizaciones. Además, están articulando con compañeras de la CTA y con el grupo de teatro Sin Careta de barrio Moreno. En años anteriores han trabajado en el barrio Ludueña con comunidades eclesiales de base.
El país de la alegría, o el día en que la coyuntura provocó que salieran a la calle
Yanina explica que tienen la intención política de utilizar el teatro para poder visibilizar lo que les sucede. Es un lugar donde se encuentra lo individual, lo colectivo, lo político, lo artístico. Las acciones nacen de intereses y deseos comunes. En este caso, decidieron armar una intervención callejera porque se estaban “llenando de preguntas”. La obra tiene recursos de otra técnica del TdO: el Teatro Periodístico, que utiliza como base lo que van publicando los medios. “La creación de ´El país de la alegría´ tuvo que ver con el momento coyuntural que estábamos atravesando. Fue animarnos a desarmar y volver a armar lo que veníamos haciendo cotidianamente que tenía que ver con el Teatro Foro. Fue aprovecharnos de todas las individualidades colectivas que somos, explorando algo nuevo para nosotros que es pensar un producto artístico para hacerlo visible en la calle”, cuenta Yanina.
Silvina recuerda que cuando se propusieron salir todos los martes antes de las elecciones, abrieron la convocatoria a personas cercanas al grupo y las intervenciones en la calle se multiplicaron. Eran cerca de veinte personas. Pero antes de ocupar la calle, se dieron un proceso de laboratorio que duró seis meses en los que se reunieron todos los martes de 17 a 20 para trabajar en cuatro territorios: el mundo del trabajo, aparato comunicacional, las organizaciones sociales y el aparato represivo. Para Luciana, una potencia particular de “El país de la alegría” en relación a otras formas de producir que tuvo el grupo, fue que surgió en un contexto de mucho desconcierto sobre el tipo de derecha que es el macrismo. “Nosotras nos dimos un trabajo de caracterización, producción y análisis de esa realidad que había irrumpido y que no habíamos visto venir. Las primeras versiones de la obra mostraban una caracterización muy fuerte de lo que pensábamos que se estaba gestando detrás del monstruo del macrismo”.
La obra se dio en un contexto de mucha fragilidad de los vínculos. El Teatro del Oprimido tiene una gran potencia en el trabajo con la sensibilización. Luciana cuenta que esa sensibilización sigue operando en cada persona después de la obra. “Nunca vamos a saber qué generó pero sí vemos cuando la chispa se despierta. Las primeras versiones de “El país de la alegría” generaron mucha perplejidad. Hemos escuchado y re-trabajado sobre eso”.
Otra de las patas que sostienen en el GTO es la formación. Yanina cuenta que el grupo siempre hizo ´multiplicaciones´, es decir, que otras personas puedan acceder a la metodología. Si bien han hecho formaciones de distinta duración, desde el año pasado se propusieron hacer una formación bianual con encuentros mensuales en el Centro Cultural La Toma. Este año está terminando la formación la primera camada.
Por fuera del GTO, hay dos grupos que trabajan en Rosario con la metodología del Teatro del Oprimido: “Sin Careta” y “Magdalenas”. Yanina dice que la idea con la formación es la posibilidad de que se constituyan otros grupos para generar articulaciones y tener mayor incidencia en las acciones que hacen colectivamente. En el espacio de la formación la propuesta es crear una obra de Teatro Foro. Las dos obras que surgieron hasta ahora también están relacionadas con la violencia de género: la obra de segundo año se llama “Bocas Rojas” y en primer año están trabajando una escena de violencia obstétrica.
Razones poéticas
Paola se refiere al trabajo con los lenguajes sensibles como una forma de contrarrestar algunas hegemonías. “Entramos por otros lados pero sin desconocer la potencia que tiene la palabra y las lógicas racionales. Me parece que hay razones poéticas que se alimentan de otras lógicas y que también producen conocimiento”.
Otro de los temas que vienen problematizando desde el GTO Rosario es el lugar desde el cual interpelar. Paola plantea dos cuestiones: “desde dónde interpelamos y a quién imaginamos en esa comunicación en el espacio público son preguntas de estos tiempos que vamos revisando al calor de lo que va pasando”.
Pepe cree que el contexto actual, en el cual la polarización produce que el diálogo y la escucha se dificulten mucho más, exige buscar nuevas estrategias. “Más allá de que tenemos un posicionamiento, tenemos un montón de preguntas y de contradicciones. Cómo trabajamos las diferencias, cómo nos invitamos, nos provocamos y nos habilitamos a participar”, se pregunta. Dice que el riesgo de la grupalidad es que se cristalice y se vea solamente como un grupo de teatro. “Para mí somos una juntadera de compañeros y compañeras que estamos entrelazados con muchos otros colectivos y espacios de militancia. Somos personas que estamos fortaleciendo la base social”.
Luciana dice que como grupo no pudieron desconocer la ´grieta´. “Se nos metió la polarización por la ventana. No pudimos hacer como que eso no existía. Hay ciertas maneras de estar “en grieta” en la sociedad. En ´El país de la alegría´ hubo escenas donde el trabajo fue interesante en ese sentido”, dice, mientras recuerda que en una de las versiones de la obra sobre el final había dos líneas de personas que iban y venían con cantos populares de marchas y movilizaciones. “Pasábamos del cacerolazo y del ´que se vayan todos´ al ´vamos a volver´. Eran dos líneas que iban cambiando lo que cantaban. Definir eso nos problematizó mucho acerca de si no estábamos reproduciendo la grieta”. Según ella, terminar con esos cantos y algunas preguntas a la gente era hacer estallar la grieta.
Cuando empezaron a pensar en la intervención callejera, aparecieron nuevas situaciones que debieron problematizar. Tuvieron que pensar estrategias de cuidado para estar en la calle. “Era algo desconocido para el grupo. No pensarnos solos y solas. La complejidad del espacio público y de los tiempos violentos que vivimos”, dice Silvina. Luciana hace mención al recrudecimiento del contexto represivo. “De por sí una intervención en la calle es reprimible en este contexto y nosotras trabajamos mucho desde la ironía acerca del funcionamiento de ese aparato represivo”.
“El país de la alegría” termina con tres preguntas: ¿A qué nos podemos acostumbrar? ¿Cómo llegamos hasta acá? ¿Qué vamos a hacer? En este momento, recuerdan dos respuestas de la gente ante esta última pregunta: “no vamos a cometer el mismo error” y “vamos a luchar”. El GTO Rosario se hace eco de estas interpelaciones. La construcción es grande. Desde el año pasado se viene gestando una Escuela de Teatro Político latinoamericana. La idea es crear espacios regionales y pensar la coyuntura en otros países. – Cuando decimos Escuela de Teatro Político es porque no queremos quedarnos sólo con la metodología de Teatro del Oprimido. Queremos ver más aristas de lo que es el teatro y la política- explica Yanina, que elige el gerundio para seguir hablando: – Ya está sucediendo. La formación está siendo. Simplemente tenemos que dar el paso. Hay que zambullirse. Para terminar, Paola elige tres palabras: resistir es crear.