Como anticipo a lo que será el ciclo Desclasificadxs Rosario 2018 se presentó el libro Frutillas, de Lucía Gorricho. La publicación brinda herramientas sobre educación popular y reflexiona acerca de la situación de las personas migrantes, el trabajo infantil y el modelo de educación hegemónico establecido. Una mirada feminista de un libro autogestivo que nace de la experiencia de una docente con su alumna, en una escuela rural cercana a Mar del Plata.
Por Rosario Spina
[dropcap]E[/dropcap]l libro surge a partir de una anécdota que fue viral. En marzo de 2016 Lucía Gorricho es citada a una mesa examinadora en una escuela de la zona rural cercana a Mar del Plata. Allí se presentó sólo una alumna, quien dijo “no saber nada” acerca de los contenidos pedidos. Entonces Lucía, quien es profesora de Geografía, le preguntó a la estudiante si sabía algo sobre las frutillas. Ella respondió que sí y entregó un examen de seis carillas sobre el tema. Al tener la prueba en mano, la docente decidió sacarle una foto y compartirla, con el permiso de la alumna, en su blog. Gorricho eligió un título irónico para relatar la historia: “Dijo que no sabía nada”. Sin embargo algunos medios decidieron situarse en el terreno de lo literal: buscar la falta, lo que no se sabe, lo que no está. Así circuló la noticia que viajó por diferentes plataformas y lugares, dentro y fuera del país.
El libro Frutillas surge de esta experiencia. Meses después de la viralización de esta historia, una editorial de Buenos Aires le ofreció a Lucía publicar el libro. También le propusieron dar una charla TEDx, y hasta rodar una película. Ella cuenta que no pudo aceptar todo a causa de su trabajo: “Estaba en cinco escuelas, con un hijo de 11 años. Era imposible. Pero sí acepté escribir el libro porque lo visualice, vi las partes”.
Frutillas relata no solo la anécdota con la joven y su entorno, sino también brinda herramientas sobre educación popular y reflexiona acerca de la situación de las personas migrantes, el trabajo infantil y el modelo de educación hegemónico establecido.
La escritora Dahiana Belfiori abrió la charla en el Instituto Olga Cossettini, con una reflexión: “Frutillas es una manera de narrar la educación, nuestra historia escrita acerca de otro modo de habitar el aula, un “te cuento un cuento”, un cuento protagonizado por mujeres, una adolescente boliviana y una profesora que trabaja en una escuela rural, un cuento que invita a reunirnos para escuchar y para abrazarnos alrededor de un fuego, expectantes, deseoses. También es una crítica al sistema educativo hegemónico, sus clasificaciones, modos de evaluar, modos de transitar la realidad, y al modo de producción capitalista. Pero no solo: es una puesta a soñar, a partir de propuestas concretas, una apertura a aventurarse a aquello que les otres traen, es un diálogo que abre las ventanas del aula, porque deberían estar todas abiertas, que nos trae el aula al mundo, que nos invita a no dejarnos desesperanzar”.
Y en este no desesperanzarse, en este abrirse para trabajar con los demás y que el trabajo docente sea entonces un tejido de manos y de voces, Beatriz Argiroffo, profesora y licenciada en Historia, militante feminista, integrante del Frente por la ESI Rosario, orientó su presentación:
“Este libro, como decía Dahiana, no solo habla de las frutillas. Lucía reúne experiencias y reflexiones sedimentadas durante 15 años de trabajo, tanto en el ámbito educativo formal como en la educación popular. Habla de escribir para transmitir un conjunto de saberes y de prácticas, y esto me parece algo súpervalorable y excepcional en la vida de las docentes. Implica un esfuerzo extra: no sólo preparar la clase, evaluar, corregir, ir y venir, sino luego volver y ponerse a escribir sobre lo que pasó, lo que pensé, lo que leí. Y es este esfuerzo de la escritura, lo que nos permite transmitir y socializar. Yo creo que esto es lo que nos hace falta. Porque si no, la docencia se termina transformando en un trabajo recontra solitario. Y las propuestas de Lucía hacen que pensemos que esto debería ser un trabajo gregario.”
Autogestión
La producción del libro no fue sencilla. Gorricho cuenta que si bien la editorial que la contactó desde Buenos Aires hizo que ella diera el puntapié, las condiciones de edición e impresión no eran las que buscaba, y eso fue lo que la impulsó a autogestionar la obra. Frutillas nace en Mar del Plata, ciudad donde Lucía vive. Su hermano fue diseñador de la tapa del libro (“la tapa representa la vida en una institución que se esta rompiendo” explica Lucía) y hasta la elección de la tipografía de Frutillas tiene su sustento político:
“La letra es Chivo. En el proceso de producción del libro me enteré que las letras están privatizadas, no se puede escribir un libro en Times New Roman o Arial, ya que Microsoft puede solicitar saber por qué usamos su letra, y que tengamos que pagarlas. Es como Monsanto con las semillas. Chivo, en cambio, es una letra que se puede descargar de Internet, y es de acá, de Rosario, así que agradezco el aporte” dijo Lucía.
Luego de que el libro estuviera escrito y diseñado, llegó el momento de la financiación. Lucía pensó en varias plataformas como Ideame, o Panal de Ideas, pero luego de analizar las posibilidades no estaba muy conforme con las cuestiones burocráticas: “Si no juntás el dinero, corrés el riesgo de que el libro no se haga de esa manera, así que decidí hacerlo manual. Había tanta gente interesada que, antes de que el libro estuviera, empecé a venderlo a 150 pesos. El acuerdo era que el día de la presentación se lo dábamos” recordó.
Las tapas del libro están hechas de papel reciclado y sin nada de plástico. “Se necesitaba un papel que no tuviera pelos ni poros para que pasara por la máquina —relata Lucía. Y al no tener plástico, generó el efecto que yo quería: que se pudiera rayar, marcar. Un libro vivo, esa es la idea”.
Hacia una epistemología feminista
Argiroffo repasa una cita de Diana Maffía acerca de cómo el feminismo piensa la construcción del conocimiento y pone a dialogar a Frutillas con este concepto. La profesora y licenciada en Historia explica: “Yo me preguntaba dónde encuentro el feminismo en el libro. Porque Lucía no habla de género. Sí menciona que son dos mujeres las implicadas, pero lo que importa es mucho más interesante y tiene que ver con la epistemología feminista. Maffía escribe lo siguiente: «En virtud del sistema sexo género, en nuestra cultura se instituyen significaciones sociales, a partir de las cuales se sitúa: la objetividad, la razón, lo universal, la teoría, lo exterior, lo público, la ley, la inteligencia, la producción, del lado de lo masculino. Y del lado de lo femenino queda la subjetividad, el sentimiento, lo emocional, la práctica, el cuerpo, lo pasivo, la astucia, la intuición, el cuidado, la reproducción y la naturaleza. Si pensamos en dos columnas de características que son exclusivas y excluyentes, no intercambiables, encontramos que la ciencia occidental se construye a partir de los parámetros de la columna de lo masculino, y cuando hablamos de una epistemología feminista hablamos de construir conocimiento desde otro lugar, desde abajo, desde el costado, desde los márgenes, desde lo particular, desde las emociones, desde lo subjetivo». También desde ahí se puede construir conocimiento. Lucía toma un caso particular, de una interacción casi privada, —un acuerdo entre ella y Gabriela— y acepta evaluar de acuerdo a lo que Gabriela sabe y no de acuerdo a lo que la escuela espera —o sí también de acuerdo a lo que la escuela espera, ya vamos a hablar de eso. Entonces a partir de este hecho pequeño, para muchos intrascendente, ella construye conocimiento desde allí, y desde este hecho pone en cuestión todo un sistema que tiene que ver con cómo se produce, cómo se distribuye la riqueza, cómo se educa”.
Otra posición tomada desde el feminismo, es el sujeto de la enunciación que instaura Lucía. Así lo explica Argiroffo: “También encuentro de epistemología feminista desde dónde ella dice que escribe. Ella habla de su recorrido personal y político, y dice textualmente que este libro fue concebido como «continuidad entre experiencia y deseo». Y que la producción académica pedagógica tenga que ver con el deseo no va con el modo tradicional de pensar la cuestión del conocimiento. Es pensar en el deseo para construir un saber que nos trae para compartir.”
Trabajo infantil
Existen contenidos que revelan un modo de decir unívoco del discurso escolar. Tanto en el currículum explícito como en el currículum oculto, hay temas que no se habilitan sino por fuera: sí en tanto objetos de estudio pero no como característicos de los sujetos que integran el ámbito educativo. El sujeto del que la currícula habla, nada tendría que ver con el alumnado. En los diseños curriculares de la Provincia de Buenos Aires, aparecen ciertos contenidos que Argiroffo enumera: “La iniciación del espacio agrario, medianos y pequeños productores, el campesinado, la población de América Latina, las migraciones: una población heterogénea, migraciones externas”. En este aspecto también Frutillas puede ser inspirador. Argiroffo explica: “Algo que me encantó del libro fue esto de construir conocimiento desde lo oculto, desde lo reservado. Hablar desde la experiencia de una niña que trabaja. Cuando uno lee los diseños curriculares, el trabajo infantil aparece en muchas materias, pero siempre como tema que es de otros, no es el alumnado quien es pasible de esto que denunciamos desde la escuela sino que nuestras alumnas y alumnos están a salvo. Sucede lo mismo en los libros de texto: le hablan a un interlocutor hétero, cis. Entonces hablan de la disidencia, o de la existencia trans, pero no como cosas que le pasan al alumnado, les pasan a otras personas que no se sabe ni quiénes son, ni donde están. Y siempre en relación con la discriminación y no con la valoración”.
Cuando se conoció la historia de Gabriela mediante esta evaluación, muchas personas cuestionaron a la docente acerca de por qué no había denunciado el trabajo infantil que la misma niña relataba —y sin saberlo denunciaba— en su prueba. Al respecto, Gorricho explica: “Mi esfuerzo fue no demonizar a la empresa y a las frutillas, porque es el trabajo que tiene la gente que está allí. Y no todos, pero muchos lo defienden, lo valoran y agradecen. Lo que pasa con las frutillas pasa también con la yerba mate, con el algodón, con el café. Por más que se cierre esa empresa, no vamos a resolver el problema de la trata de personas y del trabajo infantil, porque estará en otros lugares”.
Las propuestas
En el segundo capítulo del libro, Gorricho menciona algunas propuestas didácticas que pueden aplicarse a diferentes materias. Junto a ellas, también menciona los criterios de evaluación a tener en cuenta: creatividad, participación, interés, escucha, respeto. Gorricho destaca el trabajo con proyectos: radio en el aula, creación de fanzines e inclusive una actividad que a simple vista pareciera sencilla y que sin embargo permite abrir otros horizontes. El relato de Gabriela surge luego de haber fomentado muchas veces la escritura en el aula. Gorricho es profesora de Geografía y por eso, y porque le interesa lo que tengan sus estudiantes para relatar, les pide cada año que narren su entorno cotidiano: “Lo que se desprecia es el valor que tiene el análisis del territorio. Entonces una actividad que salió muy bien fue describir la geografía del barrio, a partir de algunas preguntas: ¿A cuantas cuadras estás del río, del mar? ¿Hay sierra o montaña? ¿Se inunda? ¿Qué tipos de árboles hay? ¿Hay estructuras físicas que la sociedad construyo? ¿Hay iglesias, cuales? ¿Sociedades de fomento, centros culturales? ¿Paradas de colectivos? De ellas salen unos relatos maravillosos. Gabrielas hay muchas, ella misma me lo dijo cuando le pedí permiso para mencionar su nombre. Y Lucías también hay muchas. Somos un montón de docentes, solamente que estamos con un trabajo que nos aliena, pero si logramos romper esa alienación empiezan a salir cosas que son alucinantes”.
Sobre Desclasificadxs
El ciclo comenzó a gestarse en Rafaela en 2016 y surge de la mano del grupo Camada Xis (Paz Sainetti, Barbara Corneli, Viviana Lorente, Julia Exposito, Andrea Richietti y Dahiana Belfiori). Lo que propone el Ciclo son encuentros que buscan abordar aquello que queda por fuera de ciertas clasificaciones, pero que a su vez pretenden intervenir sobre lo simbólico como propuesta cultural al indagar lo que permanece oculto, reservado, secreto. Este ciclo se aventura a clasificar aquellas temáticas que son disruptivas, que desajustan, desordenan, incomodan.
Fue declarado de Interés municipal y provincial por el Concejo Deliberante de la ciudad de Rafaela y de la Cámara de Diputados de la Pcia. de Santa Fe durante el 2017. Y gracias a la gestión de Celeste Lepratti, la presentación de Frutillas fue declarada de Interés Municipal por el Concejo Deliberante de la ciudad de Rosario. El Ciclo se desarrolló durante todo el 2017. En Rosario cuenta con el apoyo de la Secretaría de Cultura e Innovación.