Marcas no tan indelebles
Once fotógrafos de Rosario posaron su mirada en el sentido de los tatuajes dentro de la cultura carcelaria. A partir de una propuesta del colectivo Las Juanas, trabajaron con mujeres de la Unidad Penitenciaria Nº 5, indagando en las historias personales y en la posibilidad de transformación una vez recuperada la libertad. Parte de esas huellas grabadas en la piel integran la muestra “Tinta Libre”, la cual se expuso en el patio del Penal. Allí estuvo enREDando.
Una hilera de árboles añejos, robustos, regala frescura en esta agobiante mañana de diciembre. En el patio del Penal, Bersuit Vergarabat suena potente desde los bafles ubicados al lado del tablón, donde hay gaseosas y mates para compartir.
A la sombra, decenas de fotos colgadas de una tanza, muestran parte de la historia de un grupo de mujeres alojadas en la Unidad Penitenciaria Nº 5 de Rosario.
“Tinta Libre: historias grabadas en la piel”, ofrece varios recorridos posibles, aunque todas las imágenes invitan a poner la mirada sobre el cuerpo humano. En especial, sobre cuerpos marcados por realidades complejas y su permanente lucha para lograr condiciones dignas de vida.
Dichas historias parecen entrelazarse a partir de una cantidad de nombres. En los cuerpos fotografiados, el tatuaje –hecho en los hombros, cuello, manos, dedos, brazos, piernas y espalda- aparece realzando huellas de una vida dolorosa. Emerge como herida pero también como esperanza, a través de la evocación a las figuras de la madre, los hijos y de tantísimos amores que acompañan la vida cotidiana de estas mujeres privadas de la libertad.
“Hace un año y cuatro meses que estoy acá. En unos meses me dan las salidas transitorias. Tengo dos hijos, Dani y Jesús. Además del nombre de ellos me tatué el de Walter, pero ese amor ya fue. Ahora estoy de novia con otro chico que está en la Alcaidía, le falta un año y tres meses para salir”, nos cuenta Rocío. Ella tiene 20 años, y no duda en expresar el amor que siente por su novio, con quien proyecta seguir adelante.
Las imágenes, contundentes, producidas por once fotógrafos, son como una hendija a mundos maltratados y estigmatizados. Entre medio de esos nombres tatuados en la piel se alcanzan a ver la desigualdad de oportunidades y la falta de acceso igualitario a la justicia. Metodologías de un sistema que siempre encierra a los mismos y hace la vista gorda con los operadores estructurales de la miseria.
Uno de los objetivos del proyecto Tinta Libre, promovido por el colectivo de mujeres Las Juanas, es introducir al Penal la fotografía como herramienta para el abordaje de cuestiones individuales y colectivas, teniendo en cuenta la relación entre imagen e identidad. Considerando la cualidad de la foto para recuperar algo de la imagen propia, familiar, social; que ofrece la posibilidad de verse y de ser visto, sobre todo en la cárcel, lugar donde está prohibido el uso de espejos para prevenir los cortes y las autoflagelaciones.
“Me pareció interesante la experiencia, todo el tiempo les traíamos fotos de ellas, no de su cara, sino de cuerpo completo. Muchas fotos que las chicas esperaban y querían. Con relación a esto me viene a la cabeza la canción “Familia rodante” (de León Gieco), en la letra dice que la familia se quiere hacer una foto para mostrar que existen y están vivos. Relacioné esta experiencia un poco con eso, las chicas quieren fotos para darle a los familiares, para decirles acá estoy, todavía vivo”, opina Matías Sarlo, uno de los once fotógrafos que participaron del proyecto.
Los cinco puntos tumberos
“Cada tatuaje es una historia. La idea también es indagar en cada una de esas historias individuales para también hacer un aporte a la transformación una vez lograda la libertad. Poder trabajar, por ejemplo, que los cinco puntos tumberos se conviertan en una flor, o en otra figura estando en libertad, es un proceso que a nosotras desde Las Juanas nos interesa hacer”, explica Gabriela Sosa, referente del colectivo.
Los cinco puntos tumberos de los que habla Gabriela, están en varias de las fotos, son como el cinco de un dado y, según nos explica, el punto del medio representa a la persona detenida, y los demás, a cuatro policías rodeándola.
“Tener esa marca significa haber estado preso, y una vez en libertad eso se convierte en un estigma fuerte. Nos interesa trabajar con los derechos, con la posibilidad de transformar una vida con dificultades a poder pensarse de otra manera, siempre con un par, con alguien al lado”, opina Sosa.
A partir del trabajo realizado, Gabriela observa que los cortes en el cuerpo generalmente están vinculados con reclamos sobre situaciones concretas dentro del Penal, a su vez señala: “es la única una forma que tienen las chicas de tener derecho a su propio cuerpo –el cuerpo es mío, me lo corto-«.
El proyecto Tinta Libre, entre sus horizontes contempla la idea de itinerar el año próximo por diferentes espacios culturales de la ciudad, junto al colectivo de fotógrafos y de mujeres de la U5 que participaron de la propuesta. Además, editarán un catálogo con todas las fotos de la muestra.