Por Sebastián Ortega / Cosecha Roja
Durante 77 días una pregunta se repitió una y otra vez en redes sociales, murales, carteles intervenidos, remeras y en el grito insistente de las miles de personas que marcharon en todo el país en busca de una respuesta: ¿Dónde está Santiago Maldonado?
El martes, los buzos de Prefectura encontraron un cuerpo 300 metros río arriba del lugar donde desapareció Santiago el 1 de agosto durante la represión de Gendarmería.
El hallazgo abre más interrogantes de los que cierra. El agua borra huellas y despersonaliza a los individuos. Los forenses deberán determinar, en primer lugar, si el cadáver es el de Santiago. Después, las causas de muerte: si tiene marcas de violencia, cómo llegó hasta ahí, cuánto tiempo llevaba en el agua. Tras 79 días de una investigación deficiente hay pocas certezas. Una de ellas: a Santiago no lo buscaron.
La zona ya había sido rastrillada en tres operativos anteriores ordenados por el juez Guido Otranto, hoy apartado del expediente. Durante 52 días dilató la investigación siguiendo pistas plantadas y sostenidas por el gobierno y los medios de comunicación aliados: buscaron a Santiago en Salta, Entre Ríos, Mendoza, Chile y Santa Cruz. En cada lugar en el que testigos dudosos aseguraban haberlo visto con vida.
Cuando se comprobó que Santiago había estado en la Lof, el juez se apuró a despegar a Gendarmería del expediente. Justificó el ingreso de los agentes a la comunidad y dijo que creía que Santiago se había ahogado en el río. A pesar de las sospechas de que Pablo Noceti, la mano derecha de Patricia Bullrich, había participado del operativo y colaborado en el encubrimiento anticipando a Gendarmería las medidas judiciales, Otranto rechazó una y otra vez los pedidos de analizar los teléfonos del funcionario.
El primer rastrillaje se hizo a cuatro días de la desaparición de Santiago. Intervinieron policías de Chubut, agentes y buzos de prefectura y un perro especializado en la búsqueda de rastros de personas vivas de la Unidad Canina Trevelin, una ONG de un sargento de policía. Rastrillaron 400 metros río abajo. Según explicó el prefecto a cargo del operativo, un grupo de mapuches encapuchados no les permitió seguir la búsqueda más allá.
Nueve días después el juez ordenó un nuevo operativo con Prefectura, la Policía Federal y cuatro perros, tres que buscan rastros y uno que busca restos humanos. Por tierra rastrillaron una “superficie de 600 metros de ancho por 300 metros”. Por agua, se realizó un “barrido del río en un sector de 5 kilómetros con resultados negativos”.
Un canal de televisión local registró parte del operativo:
Otranto volvió a la comunidad un mes más tarde, el 18 de septiembre. Esta vez con más de 300 efectivos de la Federal, Prefectura y grupos especiales, perros adiestrados, buzos, peritos forenses, drones y dos helicópteros. Rastrillaron la Pu Lof de Cushamen y otras comunidades originarias de la zona. No encontraron rastros del joven tatuador, pero mantuvieron maniatados a varios mapuches y detuvieron a una mujer.
Tres rastrillajes con buzos tácticos y perros adiestrados. ¿Cómo es posible que no vieran un cuerpo a pocos metros del lugar donde desapareció? ¿Las búsquedas fueron ineficientes? ¿O el cuerpo no estaba ahí en ese momento?
La familia Maldonado, la comunidad mapuche y los veedores de la APDH que intervinieron en los rastrillajes creen que el cuerpo fue “plantado”. La abogada de la familia Verónica Heredia y el perito Alejandro Incháurregui sostienen que es “ilógico” que el cadáver aparezca río arriba del lugar donde desapareció, en sentido contrario a la corriente. “Es un lugar bastante transitado, se hubiera visto”, dijo la vocera de la comunidad Soraya Maicoño.
Ayer, durante una conferencia de prensa le preguntaron a Incháurregui si le llamaba la atención algún elemento en el terreno donde fue el hallazgo.
-La anomalía es el lugar donde fue encontrado- contestó el especialista.
Andrea Antico, la esposa de Sergio Maldonado, contó que se quedaron siete horas al lado del cuerpo para que nadie modificara la escena. “No confiamos en nadie”, explicó. El Estado, responsable de la desaparición forzada de Santiago, dio sobradas muestras de su incapacidad para llevar adelante una investigación seria.
El rastrillaje en el que apareció Santiago fue la primera medida ordenada por el nuevo juez de la causa. Antes, Gustavo Lleral se había reunido con la familia Maldonado y visitó la comunidad. El nuevo operativo fue un requerimiento de la fiscal. Esta vez, a pedido del Equipo Argentino de Antropología Forense, que acompaña la investigación desde el 4 de septiembre, se utilizaron canes que buscan rastros humanos bajo el agua.
¿Por qué Otranto no utilizó este tipo de perros en los rastrillajes anteriores? ¿Y por qué el ministerio de Seguridad no avisó que la división Cinotecnia tiene canes especializados para este tipo de operativos?
¿Que buscaron el gobierno y el juez Otranto durante más de dos meses?
La respuesta es de una tristeza infinita.