El Bailongo es un Taller del Centro Cultural Gomecito, donde comparten la pista de baile Usuarios de Salud Mental, estudiantes del Profesorado del Normal 3, de Musicoterapia de la UAI y de la Carrera de Trabajo Social. Es el segundo año y ya participaron más de 100 personas que se conocieron bailando. Hicieron varias muestras, un documental y van por un videodanza. Una nota sobre la energía, la acción y los cuerpos en movimiento. Porque nadie sabe lo que puede un cuerpo.
Por Tomás Viú. Fotos: Centro Cultural Gomecito
Por el parlante empieza a sonar el teclado, el güiro y la percusión. Después entra la voz. En este momento algunos empiezan a hacer palmas. Otros llevan el pulso con la cabeza o con el pie. Alguien mueve los dedos de un lado a otro, rítmicamente, marcando los compases en el aire. Tac-taca-tac, tac-taca-tac. Ahora todo el grupo se suma a las palmas, una forma de que las manos entren en calor. Se establece un lenguaje común que se compartirá durante más de una hora: el baile.
– ¿Alguien más viene por primera vez hoy? Bien, un grupo por allá y otro grupo de este lado. Tómense de las manos-. Se arman dos filas humanas, una frente a la otra. Sostenemos y nos dejamos sostener por las personas que tenemos al lado. Intercambiamos la temperatura del cuerpo que se transmite en esas manos agarradas. Y compartimos la seguridad de que avanzaremos juntos cuando sea el momento indicado y de que cuando vayamos hacia atrás también será de manera coordinada, en un agarre compartido. El tiempo se marca entre todos, es un trabajo en equipo. – Vamos para adelante, un-dos-tres, vamos para atrás, un-dos-tres-.
Este es el segundo año del Bailongo, un espacio abierto a la comunidad, donde cada martes a la mañana bailan juntos los Usuarios de Salud Mental del Centro Cultural Gomecito, los estudiantes del Profesorado de Educación Primaria e Inicial del Normal nº 3, los de Musicoterapia de la UAI y los de la Carrera de Trabajo Social. Todos bailan en la misma pista que se arma en el salón del Gomecito, en la calle San Lorenzo 2921, donde los lunes hay Taller de papel, los miércoles Taller de revista, percusión y programa de radio, los jueves Taller de lectura, construcción, juegos e improvisación de cuentos, poesías y relatos y un espacio de producción audiovisual, y los viernes el Coparte. Hoy, martes, antes del Taller Verde y de la radio abierta, estamos en EL Bailongo. Hace un ratito terminó el Taller de cerámica. Donde algunas personas con sus manos le daban forma algo que sería otra cosa, ahora una mano toca a la otra.
– Volumen maestro- dice Marcos, y entonces Juan José, que es el musicalizador desde el año pasado, le da play al tema que sigue. Este ritmo de negros, este ritmo sabroso, este ritmo festejo aquí. Antes la cumbia, ahora la música negra peruana. Siempre el movimiento.
Laura Coll es una de las coordinadoras del Gomecito. Cuenta que “la idea del Bailongo viene anudada a una definición político-clínica que tomamos y que tuvo que ver con el cierre de una puerta que comunicaba la internación del Hospital con el Centro Cultural”. Dice que el cierre de esa puerta generó varios movimientos, que antes la población que participaba del lugar pasaba indiscriminadamente y que eso hacía que la lógica de funcionamiento del Centro Cultural estuviera anudada a la lógica de funcionamiento del Hospital. “La comunicación con la internación hacía que muchas veces la lógica de trabajo fuera mucho más tutelar”. El Gomecito plantea un modo de trabajo distinto en relación a “lo asistencial en salud mental”. Una de las ideas fue cerrar esa puerta y que eso permitiera la apertura de la puerta por donde se entra hoy. El año pasado el Ministerio de Salud declaró al espacio como “dispositivo sustitutivo a la lógica manicomial”.
En este contexto pusieron el foco en buscar posibles actividades que estuvieran asociadas a la cultura. Una de esas propuestas fue la realización de un taller cuyo coordinador era designado por la Municipalidad de Rosario. “Eso nos permitía, dentro de la grilla de actividades, ofertar un taller abierto a la comunidad”, dice Laura. “Así nació la posibilidad de gestionar El Bailongo, que en un inicio llegó asociado al Ballet del Instituto Provincial de Danzas Isabel Taboga”. El profesor Marcos Peralta, coordinador del Taller, en ese momento era el director del ballet. “Él como propuesta trajo la posibilidad de circulación del ballet para pensar El Bailongo en este Centro Cultural que está atravesado por las problemáticas de salud mental”, repasa Coll. Dice que si bien esa fue la idea inicial, no funcionó de esa manera porque empezaron a pensar que cualquier persona podía bailar más allá de los bailarines. “La lógica es que cualquiera puede bailar poniendo el cuerpo en movimiento”.
Ahora armamos grupos de a tres y nos tomamos de las manos. Se forman múltiples rondas. Cuando empieza la música avanzamos y retrocedemos los tres juntos. El tiempo lo pone la canción; la forma es impredecible. Cuando la música se detiene, hay que desarmar el grupo y formar otro. Desarmar para volver a armar. Separarse para buscar nuevas combinaciones. Encontrar una mano que me lleve a una nueva tríada y así hasta crear algunas formaciones posibles, algunos encuentros cercanos.
Nadie sabe lo que puede un cuerpo, planteaba Spinoza. Por eso la exploración es continua. En El Bailongo se construye desde la posibilidad como potencia, desde el hacer colectivo e individual. Es “un espacio-tiempo de baile y exploración de saberes sobre la corporalidad”. El taller trabaja desde la “creación poética corporal” y la “formación docente en acto”, donde se conoce a partir de los cuerpos en movimiento. “La danza en el Bailongo tiene que ver con poder hacer desde las diferencias y las pluralidades de los cuerpos”[1].
– Vamos a buscar una silla cada uno y hacemos una ronda-. El que habla es Marcos. El taller de hoy pasa a un nuevo estado. Hasta este momento las palabras habían quedado suspendidas y la comunicación emanaba desde los cuerpos. Ahora quien quiera hablar puede hacerlo.
– Hola, soy Celeste Moretti, la alumna de aquí de hace un año. Yo venía a practicar el Bailongo para aprender a bailar. A mí me gusta bailar flamenco, danza árabe y todo tipo de baile.
– Me gusta bailar porque me encanta, me entretiene y soy feliz- dice Sonia.
– Está muy bueno. Haciendo el Bailongo relajás los músculos- dice Horacio, el percusionista. – Y te relajás vos. Pensás otras cosas. Está bueno, está bueno.
– Yo las quiero conocer a las chicas nuevas que vinieron de la otra escuela, porque ya estuve con otros grupos y eran buenísimas- dice Graciela. -A ella es la primera vez que la conozco, pero son amigas mías. Hay una chica que es de mi barrio, ella es buenísima. El profe nos enseña a bailar.
Este año ya participaron del Taller 120 personas. Marcos cuenta que cada cuatro meses se cambia el grupo. – Trabajamos abril, mayo y junio. Cortamos y empezamos de nuevo agosto, septiembre y octubre. Este grupo está empezando, éste es el tercer encuentro-.
Ahora habla una alumna que está cursando el primer año del profesorado del Normal nº 3. – Yo empecé como un taller más, dije ´bueno, me anoto y vemos qué sale´. Es lo que pensaba. Pero cuando llegué me gustó. Es algo lindo, no pensaba que era de esta manera. Les agradezco a todos porque me siento muy cómoda y muy a gusto-.
– Yo Estoy estudiando Musicoterapia- dice Candela. – Es la primera vez que vengo y me encantó. Sabía lo que habían contado mis compañeros que ya habían venido. Me gustó muchísimo la experiencia y voy a seguir acá.
Después de que termina el período de cada grupo se hace una Muestra. En diciembre del año pasado hicieron la primera y este año fueron 250 personas a la Muestra que hicieron en el Normal nº 3. – Por eso estamos tan movilizados por esa experiencia- explica Marcos, que agrega que además de la muestra correspondiente al cierre del taller van a hacer una muestra en la peatonal el próximo 10 de octubre.
– Ese día, cuando fuimos a la escuela Normal 3, nos sacamos una foto con el profe- cuenta Leandro. – Estábamos bailando, después se armó la fiesta. Yo bailé con varias chicas, una está al lado mío-. Le pregunto si le gustó bailar ese día y me dice que sí pero que después se re cansó. – Yo bailaba cumbia cruzada. Una chica me sacó a bailar pero ya no podía bailar más, estaba re cansado.
Juan José, el musicalizador, también se puso contento cuando fueron a bailar a la escuela – Yo soy el sonidista del profe, cuando fuimos a la escuela me gustó. Me alegré por toda la gente que fue, eran bastantes, se llenó. Empezaron a llegar y presenté a toda la gente: El Bailongo. Le doy gracias al profe, voy a todos lados con él-.
Durante septiembre y octubre tienen planeado crear la primera obra de videodanza: “El Bailongo”. En el proyecto explican que uno de los objetivos es que los Usuarios de Salud Mental puedan lograr un trabajo de creación y muestra sin verse obligados a entrar en las lógicas tradicionales de la creación coreográfica, ensayos, estrenos y temporada en salas. Pero también es una disputa de sentido acerca de qué cuerpos están habilitados para crear hechos artísticos. “El arte corporal deviene estrategia reparadora del lazo social, que en este proyecto tomará la forma de intervención en la escena pública creando otras realidades posibles, interpelando las representaciones anquilosadas sobre la ´imposibilidad de los locos´ de crear un obra artística de calidad”.
– Ahora vamos a hacer una película, una danza, bailando hacia adentro y hacia afuera, con los chicos nuevos que van a venir-. Las voces siguen surgiendo desde la ronda. El videodanza lo harán con Tomás Román, el realizador audiovisual con quien ya hicieron un documental y planean el segundo.
– Sonia me hablaba del Bailongo y de los ritmos. Me entró curiosidad y vine. Y ahora siento que no lo podría reemplazar por nada. La actividad más buena es bailar, desplegar energía y ser uno mismo.
[1] Proyecto “El Bailongo” Videodanza, Centro Cultural Gomecito.