¿Por qué decimos las feministas que «estamos para nosotras»? La excarcelación de Higui, de Yamila, de Belén, el reclamo del movimiento de mujeres que logró frenar el espectáculo de Baby Etchecopar en Rosario, son solo algunos logros que el feminismo suma y potencia, en las calles, en las marchas, en cada asamblea. «Estamos para nosotras y eso lo supimos conseguir».
Por Laura Charro / Foto: Agencia Sin Cerco (Cristian Maio)
El feminismo salva
[dropcap]E[/dropcap]n los últimos años las luchas en todos los ámbitos de acción de las mujeres está teniendo resultados nunca antes vistos. Como con Higui, el movimiento de mujeres de todo el país logró hacer de la injusticia y la bronca, una ola de resistencia y visibilización donde la justicia patriarcal es el blanco. Resultado de esta organización conocimos las historias de Yamila y Belén. A las dos, finalmente, pudimos verlas tan libres como nos queremos a todas.
Yamila S. tenía 19 años de edad cuando parió a su hijo en el baño de su casa y creyó que estaba muerto. Se la acusó por el delito de abandono de persona seguido de muerte. Estuvo presa casi un año y otro más detenida en su casa, hasta noviembre pasado. La jueza Marisol Usandizaga pidió una pena de 18 años de prisión y la catalogó de “mentirosa” y “manipuladora” por haber ocultado su embarazo en los meses previos al parto. Las mujeres organizadas se levantaron en grito, pidiendo su libertad, acusando a la justicia patriarcal que pocas veces cree en la palabra de la víctima. Luego de analizar su condena, una nueva fiscal consideró que a Yamila, en su estado, no le hubiera sido posible constatar si el bebé estaba o no con vida, descartando la teoría del abandono y logrando así su libertad.
Por otro lado, la libertad de Belén fue otro triunfo colectivo, tanto de su abogada Soledad Deza, como de las tantas mujeres que en cada marcha, en cada posteo en redes sociales, en cada canto en una plaza feminista, pidieron justicia: “libertad para Belén”. Su condena fue luego de un aborto espontáneo, un viaje al hospital que la llevó directo a la cárcel desde agosto del 2014 y médicos que violaron el secreto profesional denunciando el hecho como un aborto punible. La historia culminó con la libertad dispuesta por la Corte Suprema de Justicia de Tucumán que evitaba una condena de 8 años por homicidio.
El día 12 de junio, por la mañana, circuló la noticia: liberaron a Higui. Eva Analía «Higui» De Jesús estaba presa desde octubre del 2016 por haber matado a un hombre en defensa propia en un intento de violación correctiva. Fue atacada por un grupo de 10 varones por ser lesbiana. Su excarcelación fue posible gracias al reclamo incesante de los movimientos de mujeres y LGBT que pidieron a gritos en las calles su libertad y por el trabajo de su abogada. Entre los mensajes de Whatsapp que circularon, también hubo uno viralizado, donde se podía escuchar la voz de Higui diciendo con emoción contagiosa “¡Hola chicas, estoy afuera!. ¡Soy Higui. No lo puedo creer!”.
Somos todas, en todas partes
La acción colectiva no es sólo dirigida al poder judicial. El ojo vigía del feminismo también llega a los cimientos, a la cultura patriarcal; llena de los más acérrimos seguidores y promotores. El actor Baby Etchecopar intentó visitar Rosario con su show teatral “Jaque a la Reina”. Pecó de ingenuo imaginando su sala llena, como en otras oportunidades. Esta vez, no pudo prever la fuerza de la presión social que ejerció el movimiento de mujeres, el reclamo insistente, la intervención oportuna que advertía con fajas de colores en los afiches de la obra: “Alerta Machista”, los cientos de mensajes en las redes sociales al teatro local Fundación Astengo , que lograron que la productora suspendiera el show en la ciudad y que las mujeres organizadas se abogen otro logro: la impugnación pública de un personaje misógino. Personaje que gracias a su misoginia, no pudo reconocer que fueron mujeres las que lograron que él no pisara la ciudad. Sólo pudo culpar a varones y acusarlos de fascistas. Personaje que no es una excepción, sino un emergente social de una sociedad que sigue avalando el machismo, la discriminación y la cultura de la violación como moral imperante.
Ni Una Menos en las escuelas
La Escuela Pública Itinerante pasó por Rosario y dejó experiencias de construcción y debate colectivo sobre la educación como resistencia y espacio de lucha popular y democratización de saberes. Entre los paneles propuestos preponderó la importancia de la efectiva aplicación de la Ley de Educación Integral y su transversalidad en todas las materias para posibilitar que todas las identidades tengan lugar en la Escuela y se problematicen los roles y estereotipos de género.
El sábado por la mañana, la carpa instalada en la Plaza Montenegro se llenó de gente, sobre todo mujeres, que se acercaron a escuchar a las invitadas del panel “Ni Una Menos también en las Escuelas” donde se planteó las relaciones entre el movimiento feminista, las manifestaciones en las calles para pedir que cese la violencia machista con su expresiòn más brutal en los femicidios y la importancia de la educación pública con perspectiva de géneros como forma de romper los moldes duros de la cultura patriarcal. Contó con la presencia de la militante feminista Mabel Gabarra, la periodista Sonia Tessa, dos mujeres militantes del colectivo por la ESI y la periodista, escritora e integrante del colectivo Ni Una Menos de Capital Federal, Marta Dillon, quien planteó que es en las escuelas donde se producen los cambios fundamentales, “si modificamos la educación y los estereotipos de género tenemos asegurado un futuro fuera del sexismo y por fuera del patriarcado”. Por su parte Sonia Tessa remarcó que tenemos una vida que está modelada por el patriarcado y que “cuestionarlo es cuestionar la organización de la sociedad”.
Los cuerpos de mujeres que salen a las calles y dicen Ni Una Menos ponen en común el hartazgo para ponerle límite a la violencia. Hacemos, como dijo Dillon, “del duelo la potencia”, aprendiendo de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Oponiéndonos a la crítica que acusa a las mujeres – una vez más – diciendo que ahora con las marchas en las calles hay más femicidios, exigiéndonos una productividad inexistente. Ante esto Marta no duda un momento y responde que “no somos un producto mercantilista y que, en todo caso, la ganancia del movimiento es que en cada lugar donde las mujeres se juntan se habla de violencia machista, el umbral de tolerancia a esa violencia es cada vez menor y los logros están a la vista.”
Cuestionar al patriarcado saliendo a las calles es tener el respaldo de saber, con certeza, que no estamos solas. Aunque aún resten batallas enormes e inabarcables, libertades aún pendientes y necesarias como la de Milagro Sala, muertes de mujeres que aun no terminamos de digerir, violencias que aun no terminamos de poner en palabras y denunciar. Estamos para nosotras y eso lo supimos conseguir.